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Antojo de amor. por sorasunao

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Notas del capitulo:

agradezco mucho el apoyo de:

chibiichigo-chan

gemma

Sekai

kazukichanlove

Namida_Kira

amiyaoixz


y todos lo que me leyeron

Grvitation pertenece a Maki murakami-sensei

 

Capitulo 11. "humillado" Parte 1.





Pasado el medio día, mientras Hiro preparaba algo de crema batida, nuevamente el sonido de la puerta se hizo presente, anunciando así la llegada de un nuevo cliente. El menor tomó su bandeja redonda y se dirigió hacia la mesita que recién había sido ocupada, iba un poco distraído ya que el delantal se le había desacomodado, ya llegando, se acercó y levantó la mirada, iba a dar la bienvenida como siempre, pero su voz nunca llegó.



Se quedó en shock, sintiéndose de pronto tan expuesto ante esas joyas tan doradas como el mismo sol. Se había quedado sin habla, ni siquiera podía moverse puesto que por más que lo quisiera, su cuerpo no respondería, y de todos modos su cerebro parecía haberse quedado en alguna especie de sopor. No podía despegar su mirada de él, pero ¿qué estaba haciendo en ése lugar?, cómo se enteró de que ahí trabajaba?, o, ¿a cazo sólo había sido un coincidencia?, ¿y si le reclamaba como aquella vez? ¿qué haría?.

No sabía cuánto tiempo se había quedado ahí de pie, ¿segundos? o tal vez, ¿minutos?  

—quiero un café—

Esa voz irrumpió en sus oídos, regresándolo de sus pensamientos hacia la realidad, cómo una gran bofetada en la cara. Salió del trance y con la garganta seca pudo unir unas cuantas palabras —¿d-disculpa?—

—te pedí un café— volvió a repetir el rubio y Shu se dio cuenta de que ya no lo miraba a él, si no que estaba leyendo la cartilla del menú.

—s-si, claro, enseguida— desconcertado dio media vuelta y se dirigió hasta el aparador. Se sentía desorientado, no entendía la actitud del rubio, actuaba tan neutral como si no lo conociera. Dio gracias de que Hiro se encontrara dentro preparando algunos pudines, no quería que él viera a Yuki, ya que también lo conocía y estaba al tanto de los malos términos en los que habían acabado aquella vez, aunque después de todo, sólo sabía muy poco de todo esa historia.

Sacó una elegante taza y un platito, y vertió café, después lo colocó en la bandeja y también un tazoncito con cubitos de azúcar y otro más con crema, luego tomó una cucharita y también la colocó junto con todo. Caminó en aquella dirección y se detuvo al llegar, colocó todo frente a él, tratando por todos los medios de que sus manos no temblaran. De pronto se sintió extraño, esa situación era parecida a otra que ya había vivido, y fue justo en esos días en los que se había quedado en casa del escritor, aquella vez, él mismo le había llevado café a su estudio en dónde escribía.

Con disimulo lo observó de reojo y lo observó unos segundos, el escritor parecía muy interesado en la gente que pasaba caminando fuera de la cafetería.

Una vez que acomodó todo, se retiró de la mesa aún sin comprender nada. A lo lejos lo observó, ahí sentado y bebiendo de la taza, cómo cualquier cliente lo haría. Entonces eso quería decir que ¿Yuki lo había perdonado?, o tal vez no lo había reconocido...no, eso no pudo ser, entonces, ¿lo estaba ignorando?

Bajó la mirada sintiéndose inquieto, tal vez eso era lo mejor.

—Shuichi— se escuchó la voz del pelirojo e inmediatamente Shu fue para ver en que lo necesitaba. Fue hacia la parte de atrás y lo encontró batiendo masa, el ambiente olía muy bien, dulce y delicioso.

—Hiro, me llamaste—

—Sip, necesito que me ayudes con la masa para los dangos, ese Sakano-san me puso mucho trabajo y ya me cansé— dijo con cara aburrida —anda ayúdame y te compro la cena—

—Sabes que no necesitas hacer eso— comentó con una sonrisa mientras tomaba un bol limpio.

—bueno, entonces ya me ahorre una cena—

—pero si quieres puedes comprármela— lo miró poniendo su mejor sonrisa.

—no, nada, tu dijiste que no te comprara nada, ahora te aguantas—

—¡Hirooooo!¡malo!— le reclamaba con pucheros.

—jajaja—



*******************************************************************+

Tras haber terminado de preparar algunos postres. Los dos salieron hasta el aparador. El pelirosa parecía nervioso y miraba a su alrededor en busca de algo. Hiro lo observó con una ceja levantada. —¿a quién buscas?— indagó y notó cómo su amigo se ponía tenso.

—a-a nadie— forzó una media sonrisa— porque debería de estar buscando a alguien jeje—

Y ahí estaba de nuevo ese sentimiento que le frecuentaba, ese algo que le decía que su pequeño amigo de hebras rosadas, le escondía algo.

Mientras el otro estaba sumergido en sus pensamientos Shu aprovechó y recorrió con su vista rápidamente todo el lugar. No había rastro alguno del rubio, excepto por la taza vacía y unos cuantos billetes sobre la mesa. Suspiro sintiéndose ¿tranquilo?.



********************************************************************

Un nuevo día llegaba, Sakano-san se encontraba en su oficina y los dos más jóvenes realizaban sus labores diarias. Ese día habían atendido a tanta gente que ya les dolían los pies de ir de mesa en mesa, tal vez todo se debía a que últimamente el clima estaba con temperaturas algo bajas, provocando que a las personas se les atojara una buena taza de café con crema, o un chocolate bien caliente, claro todo acompañada con galletas recién salidas del horno, pastel que recién hecho aún se conservaba calientito o cualquier otro postre.

Hiro, Shuichi y Sakano-san estaban más que complacidos con todas las ventas, y los dos primeros se esforzaban por dar un buen servicio a los clientes. Cabe mencionar que alguna que otra vez, Shuichi era presa de halagos por parte de chicas y chicos, esto a Hiro le causaba mucha risa mientras veía cómo las mejillas de su amigo se teñían cada que esto sucedía, y es que era de lo más obvio el que llamara la atención de los demás, con ese extraña cabellera rosada y esos grandes ojos expresivos, siempre acompañado de una sonrisa a la hora de atender a las mesas.


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Ya entrada la noche, los clientes habían disminuido aunque aún así algunas de las mesitas se encontraban ocupadas, el pelirosa en ese momento se encontraba sirviendo un tiramisú de chocolate:
http://1.bp.blogspot.com/-wRONcuhq7Gw/UD8o3vjoF0I/AAAAAAAAFXg/hMiPZbFQRTI/s1600/Tiramis%C3%BA+de+Chocolate+-+Postres+Chilenos+-+Platos+Latinos.jpg

Después de eso tomó con unas pincitas un pastelillo igualmente de chocolate de la fuente de metal que los contenía
http://www.bodaslive.com/imagenes/articulos/tu_fiesta/banquete/postres_de_chocolate/postres_de_chocolate_p3.jpg

Y lo colocó en un platito decorado. Puso todo en su bandeja y caminó hasta la mesa destinada, las dos mujeres de negocios le dieron las gracias y éste les devolvió el gento, en ese momento la campañilla de la puerta de vidrio se escuchó y por inercia fijó su mirada en ese punto, encontrándose con un joven apuesto, alto rubio y con dos joyas doradas por ojos.

Sorprendido abrió sus amatistas tratando de no parecer tan obvio y comenzó a caminar en dirección al mostrador.

—hey— dijo una voz a sus espaldas, esa voz que conocía a la perfección. Detuvo sus pasos aún dudando de que hacer —oye— de nuevo esa voz lo llamaba, así que respiró profundo y se giró para encararlo. Lo buscó con la mirada y lo encontró sentado en una mesa y con la cartilla del menú en las manos. Se acercó luchando contra si mismo para que no notara su nerviosismo.

El rubio llevaba un abrigo negro al igual que todo lo demás del mismo tono, se veía sumamente atractivo, con esas hebras doradas cayendo sobre su fino rostro. Todo un adonis para cualquiera que lo viera. Pero nadie sabía que había detrás de toda esa perfección, nadie sabía que era lo que había detrás de aquellos hermosos ojos, que a la vez eran tan fríos como la misma nieve.

—quiero un café— ordenó sin mirarlo igual que la última vez.

—enseguida se lo traigo— habló Shu un tanto desconcertado pero sin exteriorizar lo que sentía. Se retiró y llegó al mostrador, dónde tomó la cafetera y preparó un café recién hecho, sin atreverse a levantar la vista, no quería encontrar con que el rubio lo estuviera observando de lejos, pero a pesar de todo, se sentía curioso, si, a pesar de sentirse nervioso, sorprendido, confundido y con miedo, también estaba a flote la curiosidad, no sabía el porqué Yuki había ido dos veces así nada más, sin siquiera dirigirle la palabra más de lo necesario, lo trataba como si no lo conociera, ni siquiera lo miraba, ¿a caso ya se había olvidado de él?, no, eso era casi imposible, pero entonces ¿por qué?.

Terminó de servir el café y preparó lo demás, después se dirigió hacia la mesa sintiéndose como en una especie de deja bu ¿a caso eso no lo había hecho ya hace algunos días?, la respuesta era si, si lo había hecho, y ese era el problema, que no sabía porque el rubio había vuelto de nueva cuenta, no soportaba tal misterio, pero tampoco tenía el valor suficiente como para afrontarlo y preguntarle cara a cara. Por el momento no había nada más que hacer más que actuar de la misma forma que lo hacía él.

—su café, señor— colocó el platito con la tasa sobre la mesa y después el pequeño recipiente con la crema y el azucarera con los pequeños cubos dulces dentro. El rubio murmuró un "gracias" nuevamente actuando como si única en la vida se hubieran visto. El menor estuvo tentado en decir algo más, pero ¿qué podría decir? y...al fin y al cabo, no era como que fuera a atreverse a hablarle. Así que ya rendido, lo dejó para dirigirse al mostrador. El resto del día se la pasó de una mesa a otra, en más de una ocasión desviaba su mirada con despiste hacia el rubio quien no hacía nada más más que estar sentado y beber café. Para al final del día cuando se distrajo más de la cuenta en unas chicas de escuela que indecisas no sabían que pedir, mientras esperaba la orden de éstas, disimuladamente miró hacia la mesa en donde tendría que encontrarse el escritor y descubrió que éste ya no se encontraba ahí, tan sólo unos cuantos billetes sobre el mantel.


**********************************************************************************+



Las siguiente semana fue igual, Yuki aparecía en la cafetería y ordenaba un café, después de iba sin más, dejando el ya cotidiano pago sobre la mesa. La curiosidad del pelirosa iba en aumento cada vez más, en ninguna ocasión el rubio le había hablado sino era para ordenar su café. Ya era costumbre ver a ese joven de hebras doradas sentado en una de las mesas con manteles de holanes. Y era obvio que un día Hiro lo notara.

—oye Shu— le dijo mientras se encontraba rebanando una buena pieza de una tarta de frambuesas:
http://imagenesfotos.com/wp-content/2009/07/postre-53.jpg

—¿ese de haya no es... Yuki-san?— Shuichi , el cual acomodaba unas galletas de vainilla sobre un platito
http://imagenesfotos.com/wp-content/2009/07/postre-11.jpg
Casi lo tira todo al piso de la impresión, claro que ya se esperaba algo así, Hiro sólo había visto a Yuki una sola vez, pero aún esa era obvio que lo reconociera.
—s-si, si es él — respondió.

Después de ese día todo siguió igual, aunque él y su amigo habían conversado aquella noche en el apartamento, Shuichi nunca reveló más de la cuenta, habían acordado no seguir trabajando con normalidad.

************************************************************************************+


Y ahí estaba ese día nuevamente, como de costumbre en una mesita el rubio tomaba su café, había pocos días en los que no iba, pero la mayor parte de éstos llegaba para quedarse un rato y marcharse al siguiente.

Shuichi como siempre tras el mostrador preparaba en un lindo vaso lo que era un postre frío, que consistía en tres bolas de nieve, con mermelada y unas cuantas frambuesas, todo adornado con unas hojitas de menta fresca.

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Se sentía algo incómodo y no sabía cuál era la razón, y para colmo, en esos momentos tenía unos antojos terribles, puesto que en la vitrina de cristal del mostrador hace poco Hiro había colocado un pastel de chocolate que recién acababa de hacer.

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El maldito pastel se veía tan exquisitamente delicioso, que tenía unas ganas horribles de lanzarse sobre de él y devorarlo todo, estaba que babeaba por siquiera una probadita, lo peor de todo era que no podía. Y eso lo sacaba de sus casillas, no podía comerse el estúpido pastel, ni siquiera con su dedito tomar un poquito de ese asquerosamente dulce chocolate. Ahora en el estado en el que se encontraba, pensaba muy seriamente el renunciar y llegar siendo un cliente, todo por una maldita rebanada. Aunque no era la primera vez que los antojos lo torturaban, en más de una ocasión tuvo que darse ánimos a sí mismo para no lanzarse sobre algún delicioso postre. Pero también estaban los días en los que los síntomas de su embarazo eran contrarios, y cada que miraba alguno de los postres, era víctima de unos ascos terribles que lo obligaban a alejarse rápidamente de ahí, o girar su rostro hacia cualquier otra dirección, claro todo muy bien disimulado para que nadie lo notara.

Bueno el caso ahora era que no podía dejar de pensar en darle una buena mordida al jodido pastel de chocolate. Con días como éste, poco a poco estaba cayendo en la cuenta de que trabajar en una cafetería y con su embarazo, no era para nada buena idea, pero en verdad necesitaba el dinero, así que lo único que podía hacer era aguantar todo lo que se viniera, fuera bueno, o malo.

Terminó de servir el helado, esa sensación de incomodidad no desaparecía de él, se llevó una mano al flequillo, y retiró unos cuantos de los rosados mechones, bajó la mano, tenía la mirada baja y disimulando un poco miró unas mesas mas allá, se había convertido en una acción normal el observar disimuladamente al rubio escritor bebiendo su café, siempre mirando por las ventanas, algunas que otras veces leyendo un libro, pero, esta vez fue diferente, esta vez al dirigir su disimulada mirada, con sorpresa se dio cuenta de que el rubio también lo miraba a él. Su corazón dio un brinco, el mundo a su alrededor de detuvo, no sabía qué hacer, su cuerpo se quedó inmóvil y el todos los sonidos del exterior parecieron desaparecer. Esos ojos ambarinos lo observaban, seguramente ya se había dado cuenta de que él también era observado por los amatistas. El pelirosa se sintió como un estúpido, y estaba tan avergonzado al saberse descubierto que sintió su cuerpo temblar y su rostro enrojecer.

Fueron segundos, o tal vez minutos, pero para cuando se dio cuenta, el rubio lo llamaba con un gesto ligero y casi imperceptible gesto de su cabeza.
Su corazón retumbaba exaltado en su pecho, no sabía qué hacer, las manos le sudaban de los nervios a los que era presa, aquellos ojos continuaban observándolo, así que sin tener más remedio, tomó su bandeja redonda y tratando de parecer normal, caminó mirando el piso como si fuera la cosa más interesante para observar hasta la mesa donde se encontraba el rubio.

—se le ofrece algo más señor— el piso seguía siendo su método de escape para evitar encontrarse frente a los misteriosos ojos del mayor.

—mi café está mal—

Esas palabras fueron lo último que se imaginaba escuchar, así que por fín levantó la vista y lo miró desconcertado y un tanto sorprendido.

—¿perdón?—

—el café que me trajiste hace rato sabe raro —

EL pelirosa miró incrédulo la taza que humeaba tranquila en la mesa, luego miró al rubio, después otra vez a la taza —yo no le veo nada malo—

El rubio rodó los ojos —te estoy diciendo que SABE mal, no que se VE—

Shu volvió a mirar la taza y luego nuevamente al otro —¿y qué quieres que yo haga?—

—cámbiamela—

—¿seguro que sabe mal? porque yo mismo lo preparé y...—

—entonces esa es la razón—

—¿he?— lo miró con confusión

—tú hiciste el café, por eso sabe mal—

—oye, que estas queriéndome decir—

—que eres un idiota— lo miró y una sonrisa burlesca apareció en sus labios.

—¡QUE!— su gritó se escuchó por todo el lugar, las demás personas de las mesas se giraron a mirarlo provocando que sus mejillas se tiñeran de un rojo intenso. Yuki lo miraba mofándose.

—mire, señor— bajó su voz hasta ser casi inaudible y se acercó para que sólo el rubio lo escuchara — el café está bien, así que no se lo voy a cambiar—

—sabe horrible por el simple hecho de que fue preparado por ti—

—¡que!— apretó los puños— pues si no le gusta puede retirarse a otro lugar—

—no me voy a ir de aquí hasta que me traigas otro—

—no te voy a traer nada—

—y de preferencia que lo prepare alguien mas capacitado... y menos idiota—

—¡cómo te atreves!¡Pues no te voy a traer nada!¡Y si no te gusta cómo preparo el café pues a mí me importa una reverenda...!—

—¡Shuichi!— ese grito lo sacó de su mundo, Hiro caminaba hacia él con paso veloz—¡Shuichi que crees que haces! baja la voz porque el jefe...—

—¡Shindou-kun!— demasiado tarde, Sakano-san se dirigía hacia ellos y lucia molesto—¡ porque estás gritando de esa forma!— el pelirosa no sabía que decir, estaba muy avergonzado por todo.

—si me lo permite— habló el de los ojos dorados— yo sólo le estaba diciendo a su empleado que mi café estaba mal preparado y empezó a gritar como retrasado— desvió su mirada hacia el menor que también lo miraba con rabia.

—¡pero es que!—

—¡pero es que nada!— lo calló su jefe— Shindou-san, eso fue innecesario, ahora, tráele otro café al joven—

—pero—

—¡ahora!—

La mirada que le dirigía su superior lo obligó a hacer lo que éste le pedía, apretó los puños con fuerza y se mordió el labio dando media vuelta y con la mirada gacha se dirigió hasta el mostrador sintiendo en su espalda la mirada de todos, llegó y con manos temblorosas tomó una de las tazas, la llenó y preparó, después regresó hasta la mesa ante la mirada de los que ahí se encontraban, la dejó en ésta aún con la mirada baja.

—Shindou-kun, discúlpese con el joven— levantó sus amatistas con apuración sin podérsela creer, rogando con éstas que la orden fuera retirada.

—que espera— Hiro miró a su amigo sin poder hacer nada. Shu soltó un inaudible "no" mientras suplicaba a su jefe que no lo obligara a hacerlo.

—discúlpese con el joven— bajó nuevamente su rostro y pronuncio algo.

—¿dijiste algo?— el rubio habló provocándolo más.

—Shindou-kun hable fuerte por favor— Sakano-san estaba a punto del colapso.

El menor sentía todas las miradas centradas en él, hasta el ruido parecía haberse ido a algún lugar tan sólo para que todo mundo pudiera darse cuenta de su humillante escena.

—perdón— soltó con sus amatistas cubiertos entre las hebras rosadas.

—lo siento tanto joven, no era su intención, es que a veces el trabajo es difícil— el de las gafas estaba muy apurado y nervioso, daba una y otra vez explicaciones.

—no se preocupe, entiendo que a veces las capacidades mentales de ciertas personas no son suficientes para algunas simples instrucciones— comentó el rubio mientras observaba al humillado pelirosa.

—muchas gracias por su comprensión, espero no le hayamos causado muchas molestias— haciendo reverencias el jefe se alejó, Hiro en silencio lo siguió adivinando que le tendría que preparar un té bien cargado y el pelirosa se marchó sin decir nada más hacia la parte de atrás del mostrador, se metió por la puertita y se encerró en el baño, apretando sus puños con fuerza mientras ahogaba un grito de impotencia, se sentía humillado y no pudo hacer nada para evitarlo,  un nudo se formaba en su garganta insistentemente, quería llorar, quería gritar o cualquier cosa, pero para su desesperación, no podía hacer nada de eso.


******************************************************************************+

Llegada la hora de salida, cuando la cafetería ya se encontraba sola y recogida, el pelirosa salió de ahí sólo, diciéndole a Hiro que necesitaba un poco de tiempo, su amigo fue comprensivo y lo dejó en paz, así que ahora se encontraba caminando con pasos lentos por la vía, la noche se hacía presente en el cielo, y las luces de la ciudad adornaban las calles. Quería estar solo, así que se desvió un poco del camino que tomaba diariamente y caminó sin ser consiente de sus pasos. Realmente se sentía avergonzado, herido, muy lastimado. Caminó por las calles perdido en sus pensamientos, de pronto una ráfaga de aire sopló obligándolo a abrazarse a si mismo, recordando en ese momento que había olvidado su sweater en el trabajo.

Levantó la mirada y se encontró parado en un lugar que desconocía, en esos momentos no había nadie caminando por ahí, era una calle vacía y con las pocas luces iluminando con casi nada de luz. Hacía frío, soplaba un viento que hacía erizar la piel, tal vez era eso, o el hecho de que se encontraba completamente solo en ese mal lugar. Se dio calor con sus manos y continúo caminando, tal vez si seguía derecho llegaría a alguna calle principal. Dio dos pasos, y estos resonaron en el lugar, siguió caminando tratando de ignorar el miedo que comenzaba a apoderarse de él. El sonido de sus pasos inundaba el lugar, así que aminoró su marcha con el fin de ser más sigiloso; los pasos seguían escuchándose, caminó aún más lento y éstos no dejaban de sonar, así que se detuvo por completo y aquel sonido continuaba escuchándose. Se quedó inmóvil por unos momentos, miró detrás de él y no había nadie, así que sin pensarlo dos veces, trató de correr, chocando en ese instante con una persona.





Continuara...................




Notas finales:

espero que les haya gustado, nos leemos luego

me haría muy feliz si me regalan su preciada opinión

saludos! n.n


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