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Pride por manimoe

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Notas del fanfic:

jfkldsñajfklñdsajkl ¡Para ti, linda! lo escribí con mucho amorsh

 

espero te guste, está cortito pero lo amé :D

 

y Gracias a la beta de un amigo que me lo revisó -aunque nunca verá esta nota- 

 

y a mi pulgui :3 que me subió el ánimo para poder escribir :D

 

Maka

Notas del capitulo:

:D espero lo disruten tanto como yo lo hice escribiendolo 

 

Karasu, linda, espero te guste :D

 

 

¡Amé escribir el lemon! -o algo que se parece a eso-

 

Maka

01-.

10:30 pm

El humo del décimo cigarrillo de la noche se extendió sobre su cabeza formando psicodélicas figuras y desvaneciéndolas casi al mismo tiempo. La nicotina llenó su cerebro, amortiguando los retazos de ansiedad que a esa hora de la noche el alcohol no había podido desvanecer. Tomó otro trago de lo que fuese que contuviera su vaso de cristal y esperó a sentir el mareo que necesitaba. No hubo tal mareo y su desespero empezaba a crecer, es decir, ¿Qué clase de jodido pervertido era cómo para que un jodido niño de 20 años lo tuviera así? Porque si, Takanori Matsumoto, el editor en jefe de una revista, a sus 32 años estaba perdiendo la cabeza por un mocoso de 20 años;  un mocoso con una sonrisa más que encantadora, unos ojos brillantes ante sus sueños y un jodido y ardiente trasero, el cual explotaba muy bien.

Sonrió con sarcasmo al pensar en cómo una persona con unos ojos tan inocentes fuera tan pícara y sensual a la vez; y es que desde el primer momento en que se cruzaron sus miradas supo el desastre que ese niño podría formar en su vida, aunque no lo quisiera.

 

Maldijo su trabajo una y mil veces. ¿Hasta dónde podía llegar la incompetencia de sus empleados? La migraña no cedía y no ayudaba el estúpido olor hostigante a café, aunque ésta fuera su bebida favorita. ¿Cuánto más tendría que esperar para que le atendieran? Se quitó las enormes gafas de sol que desentonaban en el atardecer  y empezó a revisar en su celular algunos de los correos que tenía atrasados. Sintió como la carta era puesta sobre la mesa y sin mirar al mesero la devolvió musitando su orden.

–Quiero un expresso bien cargado y sin dulce. –La voz ronca y enojada salió algo más hostil de lo que quiso que sonara. El mesero no se movió por unos segundos y él ya estaba empezando a desesperarse. Levantó la cabeza lentamente y miró con enojo al chico delgado y de aspecto frágil que tenía al frente. – ¿Necesitas que te lo repita? –Dijo a la defensiva, otra vez. El muchacho negó con la cabeza de manera casi graciosa y se apresuró a llevar la orden.

 Empezó a tamborilear los dedos contra la mesa después de haber esperado, unos quince minutos, sentado en la misma posición. ¿Dónde mierda estaba su café? Haría despedir a ese niño si no llegaba en dos minutos más.

No pasaron más de treinta segundos antes de tener al frente el humeante líquido negro. Un pequeño plato de porcelana con un postrecito de lo que parecía frutas se posó al lado de su taza. Miró sorprendido al mesero de hace un rato, pidiendo una explicación.

–Cortesía de la casa, Ruki-sama. –Le dijo con una sonrisa sencilla, una que enmarcaba los hoyuelos de sus mejillas. Asintió con duda y antes de que se retirara le tomó del delantal, sintiéndose idiota por una reacción de esa índole.

– ¿Cómo rayos sabes mi nombre? –Preguntó por fin, con el ceño fruncido levemente, dejando entrever sus años. El mesero sonrió de nuevo y ésta vez sus ojitos desaparecieron casi por completo.

–Ruki-sama es mi jefe en la revista. –Contestó simplemente y Ruki intentó con todas sus fuerzas recordar de quien se trataba. Juraba no haberlo visto antes; aunque teniendo en cuenta el estrés al que estaba expuesto últimamente, no le sorprendería que se le hubiera pasado por alto un chico nuevo. El mesero sonrió ante la cara confusa de su jefe –Soy el chico de archivo, Kai. –Finalizó con una inclinación de cabeza, casi como si estuviera presentándose. Algo hizo clic en la cabeza del editor y recordó haber visto esos hoyuelos en otro lugar. –Permiso, debo trabajar. –Dijo al fin Kai, inclinándose de nuevo y caminando en dirección a una mesa que acababa de ocuparse.

Y sonrió mirando el postre, casi con ternura. La migraña había cedido en algún momento de la “conversación” y su estrés amainó al momento de probar el postre.

 

¡Cómo no recordar esa sonrisa con cariño! Al siguiente día había preguntado por toda la empresa los datos y algunas curiosidades del niño de archivo; y había descubierto cosas interesantes. Kai tenía 18 años, vivía con su madre, la cual era una persona correcta, muy cariñosa y además tenía la misma sonrisa de Kai, por lo que habían contado algunos empleados. Kai tenía al menos tres trabajos a la semana y el de la revista era sólo para los fines de semana. No era que trabajara para mantener a su madre, ni ninguna de esas dramáticas situaciones, simplemente trabajaba para poder tener algo en un futuro.

Tiró la colilla del cigarrillo a medio fumar en el cenicero y apuró el último sorbo del vaso. Llevó su cabeza hacía atrás, en un intento de sentir ese mareo. Fallido de nuevo. Resignado, se levantó de la barra de aquel bar donde había terminado bebiendo en plena víspera de año nuevo. Pagó y salió caminando, con las manos en los bolsillos de su gabán y la bufanda tapándole hasta la nariz que sumado al gorro de lana no dejaban que se viera más que un pequeño pedazo de piel antes y después de sus ojos.

Como odiaba esa sensación de debilidad; odiaba rendirse ante los ojos suplicantes y un poco caprichosos del pequeño; odiaba sentirse sumido en el dolor cuando lágrimas caían de los bordes de éstos; odiaba derretirse ante la sonrisa tierna y pícara que ponía después de tener sexo; odiaba la dependencia que había creado hacía esos labios perfectos, hacía esas pequeñas ondulaciones del largo cabello castaño. ¡Odiaba todo eso!

Porque aunque no quisiera, y le doliera hasta lo más profundo de su orgulloso corazón, aquel pequeño y torpe muchacho le había enamorado. Hasta la médula ósea, a su parecer.

Sonrió por debajo de la bufanda, de nuevo, al recordar el momento exacto del comienzo de su adicción al cuerpo y alma de Kai, su Kai.

 

–Yutaka-san ¿me acompañaría a almorzar? –Le dijo una de las secretarias de su piso. Hacía tiempo había transferido a Kai al puesto de su asistente, algo osado a decir verdad. Y cada segundo que pasaba a su lado, se le hacía más agradable, maduro y correcto. Sí, eso no era porque le gustara ver como se agachara y dejara que la curva perfecta de su trasero se pronunciara. No, tampoco era por ver como llegaba jadeando de correr por las mañanas para llegar temprano. Y mucho menos era por las fantasías que esas dos cosas empezaron a crearle por las noches de eterna soledad. Jamás. Escuchó con atención la molesta voz de la muchachita algo mayor que él y esperó la negativa de Kai. Casi podía saborear la victoria, casi podía escuchar la cortes respuesta de Kai. Sonrió en cuanto Kai empezó a hablar.

–Claro que si, Himori-san. –Y ese era el momento en el que Kai vendría a él a… ¿había escuchado bien? ¿Kai había aceptado? Tenía que pensar rápido, Kai y la mocosita esa ya se alejaban.

–¡Kai! ¡Te necesito aquí! –Gritó desde su escritorio, con toda la elegancia que merecía el caso. El castaño alto se paró en seco y volteó con cara dispuesta. –No has terminado con lo que te pedí ésta mañana 

-Ruki-sama, ¿no puede esperar hasta la tarde? –Le dijo suplicante. Ruki sonrió con cinismo y negó categóricamente ante la petición. Kai suspiró y se disculpó con la muchacha dirigiéndose a su jefe directo. Se sentó de mala gana en su escritorio afuera de la oficina y encendió la laptop que minutos antes había apagado. Ruki se sintió culpable de aquel rostro casi enojado del castaño menor. Se levantó y con pasos casi felinos terminó por sentarse seductoramente en una de las esquinas de la mesa. Kai ni lo miró; ya estaba acostumbrado a ese tipo de actitudes por parte de Ruki.

–Haremos algo. –Dijo distraídamente, jugando con un cubo rubik de decoración. –Termina eso y vamos a almorzar juntos. –Le miró dejando el cubo armado en la mesa. Kai levantó la mirada ante el débil coqueteo de su jefe. Se ruborizó y bajó la cabeza, asintiendo. ¿Qué si había notado las miradas de su jefe? Hacía mucho tiempo. ¿Qué si había notado cómo lo deseaba? Totalmente. ¿Qué si él también lo deseaba de la misma manera? No lo negaría jamás. Pero de allí a que todo saliera en palabras, había mucha tela por cortar. Ruki se levantó y se encerró en la oficina por una hora más, cuando el trabajo había terminado.

 

El ambiente en el auto del editor se estaba caldeando. La mano traviesa de Ruki había quedado “sin querer” rozando la pierna de su acompañante. Y Kai no se había sentido incómodo en ningún momento, y al contrario de lo que ambos hubieran pensado, su mano también se posó descaradamente sobre uno de los muslos del conductor. Ruki mordió su labio inferior ante la calidez sobre su pantalón. Lo demás había avanzado demasiado rápido y en ese preciso momento, en un callejón deshabitado se besaban desesperadamente, sintiéndose, acariciándose, casi drogándose del aroma del otro.

El asiento reclinado del piloto se les hacía cómodo, con las ropas en algún lugar del auto y la vergüenza en algún lugar de otro planeta. Se besaban con desenfreno, sus manos inquietas recorrían con necesidad la piel ajena. Ruki llevó una de las piernas de Kai por encima de su hombro, y besó, lamió y mordisqueó la piel blanca y lampiña de ésta. Kai gemía quedo, sensualmente ante esto, y delineaba con sus uñas la longitud del miembro erecto de su jefe. Los dedos curiosos de Ruki se colaron por la entrada del pequeño, haciéndolo saltar de sorpresa. La expresión en sus ojos de placer, deseo y consternación le elevó la temperatura corporal. No tardó mucho con la exploración antes de que Kai se le montara a horcajas sobre su cadera, necesitando de mucho más.

Lenta y suavemente se iba auto-penetrando, haciendo que Ruki cerrara sus ojos ante el placer y soltara ruiditos extraños. Y soltándolos él mismo, aún a pesar del dolor.

Subía y bajaba, de adelante hacía atrás, con ritmo y pequeñas contracciones de aquellos músculos que rodeaban a Ruki en su interior, haciendo perder la cordura al otro, haciéndole perder la batalla y el orgullo, haciendo que le llenara de aquel líquido espeso, blanquecino y pegajoso, tocando las estrellas al momento de llega también.

Y se recostó sobre el pecho blanco y perfecto del otro, jadeando, suspirando y mojando sus labios resecos. Ruki le rodeó con los brazos, en un abrazo débil y tierno, besándole la cabeza y aspirando el olor de su cabello.

 

¡Y sí que se había vuelto adicto a ese olor! A ese calor, a ese amor que le brindaba el otro. Apuró el paso hasta los edificios del exclusivo condominio y entró saludando al guardia de la portería. Caminó por el espacio abierto, mirando las nubes grises que cubrían el cielo, sin dejar paso a las estrellas. El humo salía de su boca cada vez que respiraba, aun a pesar de la bufanda. La nieve se extendía por cada rincón de lo que se supone era césped y las luces de los faros le iluminaban el camino. Casi corrió hasta la entrada de su torre, tomando el ascensor hasta el pent-house. Y recordó el motivo de haber estado hasta esas horas tomando en un bar.

 

– ¡Sorpresa! –Escuchó antes de que los brazos de su amante le rodearan en un salto que casi lo tiró al suelo. Koron empezó a ladrar desde unos pasos alejado de ellos. Ruki se soltó algo cohibido por el saludo y Kai sonrió con felicidad.

– ¿Qué haces aquí? –Le dijo asustado, no lo esperaba a esas horas, ni mucho menos en esas fechas.

–Vine a hacerte compañía, tonto. –Respondió como si fuera lo más normal del mundo. Ruki tensó la mandíbula. No necesitaba compañía ese día.

– ¿Por qué no estás con tu mamá? –Contraatacó. Kai borró la sonrisa de su rostro al sentir que no era bienvenido en ese momento.

–Porque quería estar contigo. ¿Hay algo de malo en eso? –Le preguntó. Ruki se apresuró a contestar, sin medir sus palabras.

–Claro que lo hay, no somos nada, no deberías estar aquí. –y es que desde hacía unos días el corazón de Ruki había dejado de sentir una simple adicción a sus besos, ahora era una necesidad, y eso le asustaba más de lo que quería aceptar.

–No me vengas con eso ahora, Matsumoto. – Y ahí estaba el temperamento fuerte del muchacho, quien a decir verdad, era el más centrado de los dos. –Que bien que no te importa que no seamos nada cuando quieres tenerme en la cama. –Ruki sintió un peso en el estómago. Había logrado enojar a Kai, un mal que no se desataba todos los días por obvias razones. –Deja de ser un cobarde. Te amo y lo sabes, es hora de que enfrentes lo que sientes. –Dijo y salió del departamento con un portazo.

 

Y allí estaba de nuevo, frente a la puerta que hacía unas horas había sido azotada por un muy enojado muchacho. Con sus sentimientos aún medio revueltos, pero la cabeza más fría, abrió. El reloj le marcaba las 11:55 pm.

El olor de la cena servida le llegó hasta lo más profundo de su cerebro, recordándole que no había probado bocado en el día. Se acercó al comedor, donde Kai terminaba de colocar la mesa. Estaba casi seguro que había usado la copia de las llaves que tenía, al ser su asistente personal. Se acercó a él con la cabeza gacha y la mirada apenada.

–Lo siento Kai, te quiero, pero… –Le dijo con un hilo de voz. Kai sonrió comprensivamente. Si que amaba esos arranques de orgullo de su amante.

–Tienes miedo, lo sé. –Se volteó y le acarició el rostro. –Yo también lo tengo, pero te amo más que eso. –Terminó por besarlo tierno. Ruki también le acarició la cara.

–Lo sé. También te amo. –Dijo cohibido. Kai sonrió.

–Lo sé.

 

Fin. 

Notas finales:

fjklñajfklsdñajklñfasjkñlfsda ¡Fin! 

 

Y a las muchachas y muchachos -no sé si habrá mas de uno- del grupo, ¡Gracias por hacerme escribir! Sin ustedes, habría dejado esto hace mucho rato -y sin su Maiko-

 

En fin, nos leemos después :D

 

 

Maka

 

@GomitaAmarilla


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