Gumball después de pensarlo unos segundos siguió a Marshall. Había visto por cual dirección se había ido, pero no fue fácil alcanzarlo. Cuando lo divisó por uno de los tantos pasillos, corrió hacia él y para que no escapara se lanzó tacleándolo. Marshall intentaba apartarlo, pero el príncipe lo había abrazado fuertemente por la cintura. Ambos forcejearon en el suelo hasta que Gumball comenzó a hablar.
-Sólo fue una broma, no era para que te pusieras así.
-¡¿Qué?!- Marshall seguía intentando quitarlo y se enojaba cada vez más. Gumball lo observó sumamente arrepentido y no lo soltaba.
-Me enfadé por lo que hiciste y quería vengarme.- Marshall lo alejó y lo miró por un largo instante. Gumball se encontraba cabizbajo, pensando que se había propasado. –No volveré a hacerlo, no quiero que te enfurezcas.
Marshall lo pensó por unos instantes y al ver al príncipe realmente triste lo rodeó con sus brazos.- Creo que me lo merecía.
Gumball sonrió un poco.- Te lo merecías y yo no debí haber dicho nada, pero ¿no exageraste sólo un poco? Creí que ibas a matarme.
-Tal vez lo hubiese hecho.- Suspiró y se sentó recargándose en la pared mirando hacia una ventana.- Tenemos mucho de qué hablar.
El dulce príncipe se sentó a su lado y miró su rostro inexpresivo, aún no sabía si había tomado lo de la broma muy en serio o muy a la ligera.- ¿Qué ocurre?
-¿Aún quieres seguir con esto?
-¿De qué hablas?- Gumball se preocupó y Marshall lo miró a los ojos haciendo que el otro temblara levemente.
-Quiero decir… no sabes casi nada sobre mí.
-Ni tú de mí.
-Bubba, eso no es cierto. Además sin contar a todo tu reino, todos saben sobre ti. No hay mucho que puedas ocultar.
Gumball se sintió algo desanimado, lo que decía era verdad. –Pero quiero seguir con esto, si tú también quieres.
-Empecemos por definir “esto”…. ¿Yo te gusto?
-¿No es obvio?- Gumball se acomodó sobre su hombro y cerró los ojos.- Eres un imbécil.
-Yo soy el que te dice así.
-Por eso lo eres aún más.- Marshall se sonrojó.
-Entonces… tú…
-Claro que quiero ser tu novio.- Gumball adivinó sus pensamientos, levantó su rostro y lo besó con ternura, para después reír.- Creo que ya es oficial.
Marshall lo acercó un poco más a él.- Entonces, ¿quién te dijo todo eso sobre mí?- Gumball no dijo nada.- Fueron Fiona y Cake ¿cierto?
-No…
Marshall mordió su oreja.- Eres un mentiroso.- El príncipe rio y se lo quitó de encima.
-Si fuera así, ¿les harías algo?
-Probablemente.
-Te daré más papas fritas sino lo haces.
-Es un trato.
Gumball aún lo notaba serio. –¿Vas a contarme?- Marshall lo observó dubitativo.- Lo de las papas… sé que te afectó mucho de alguna manera.
-No debería decírtelo.
-Tú ya sabes todo sobre mí, es justo que también yo sepa algo de ti.
Marshall lo pensó y finalmente se rindió, de todas formas no descansaría hasta saberlo y era mejor que lo supiera por su cuenta.- Sólo no interrumpas, porque no lo repetiré.- Gumball asintió y esperó a que prosiguiera.- Nunca he vivido en la Nocheósfera, mi madre me dejó en este universo hace mil años para vivir con mi padre mortal, pero él murió durante la guerra de los champiñones. Yo sólo era mitad demonio y no tenía muchas posibilidades de sobrevivir, hasta que conocí a una mujer llamada Betty y su prometido Simon. Con el tiempo Simon murió, pero Betty sobrevivió por una tiara que su novio le había obsequiado. La guerra empeoraba, observé cómo casi todos a mí alrededor morían y mi madre no dejaba que volviera con ella a la Nocheósfera; pero para evitar que también muriese me convirtió en vampiro y me dejó a cargo de Betty. Ella fue la que me obsequió a Hambo y logramos sobrevivir así por un siglo, hasta que la tiara comenzó a actuar por su cuenta y congeló al planeta por 400 años. Cuando se descongeló mi madre volvió por mí y dejamos a Betty atrás. Aún no podía perdonarla por todo lo que había hecho, dejó que mi padre muriera, me abandonó durante una escena apocalíptica para que, según ella, forzara mi carácter y abandonó a la una única mujer que me trató como ella nunca podría hacerlo. El día que volví con mi madre me había comprado unas papas fritas y cuando regresé con salsa de tomate la encontré comiéndoselas para que después me dijera que yo tenía que hacerme cargo de la Nocheósfera y me negué rotundamente. Salí de ahí luego de varias peleas con ella y decidí hacerme independiente. Busqué a Betty por todos lados, pero no la hallé, aun así conocí a una maga llamada Ashley y nos hicimos novios. Construimos una casa del árbol, donde ahora viven Fiona y Cake, pero después de un tiempo terminamos porque era muy mandona y posesiva.
-¿No habían terminado por el oso de peluche?
-¿Qué te dijo Fiona?
-Que ella vendió tu oso por una varita mágica.
-Ahm… déjame terminar.- El príncipe rio y dejo que continuara.- Hace poco descubrí que Betty es la reina helada, me dio unas hojas de su diario para hacerte una canción y enamorarte, pero en esas hojas decía que la tiara la estaba enloqueciendo y que muy pronto no me recordaría.
-Espera, ¿quería que hicieras una canción para mí?
-Creo que le recuerdas a su prometido.
-Oh…
-Antes no era malvada como ahora.- Marshall suspiró y miró a Gumball.
-No creí que hubieras pasado por todo eso, lamento lo que te dije.
-No importa, no lo sabías.
-Creo que ahora me gustas más.
-¿Por qué?
-No eres tan sádico como pensaba.
-Ni tú tan aburrido.- Marshall tomó por la barbilla el rostro de Gumball y lamió hasta bajar a su cuello, el dulce príncipe dio un pequeño respingo y se sonrojó.- Aunque creo que debería conocerte más a fondo.- Gumball sintió que esa era su oportunidad de llegar más lejos con el vampiro y aunque su plan con la broma no hubiese funcionado como esperaba, le ayudó a conocer más sobre él y tal vez su ahora su recién comenzada confianza podría ayudarlos en su relación.
No pensó claramente, sólo de un momento a otro tomó su mano y corrió para que lo siguiera hasta su habitación. Sintió la adrenalina, la necesidad de estar a solas con la persona que ahora creía amar. No pensó en las consecuencias ni en lo que harían después, simplemente entraron y cerraron la puerta con llave.