-¡¿Ya está el jacuzzi?!- Gumball gritaba desde su cama a mentita, quien preparaba un baño caliente para el “inexplicable” dolor de cuerpo que el príncipe tenía por supuesto estrés, el cual sospechosamente no quería una revisión de su médico de cabecera, la doctora helado.
-Ya casi está listo su majestad.- Salió la mucama del blanco baño y se dirigió a la cama color rosa donde seguía quejándose Gumball con las sábanas cubriéndole de la cintura para abajo. Ayudó a levantarlo y lo llevó directo a la amplia tina, dejándolo a solas para que pudiera relajarse.
El príncipe introdujo su mano dentro del agua para revisar su temperatura y dejó caer las sábanas al suelo, entrando lentamente y sentándose, cubriéndose hasta el cuello y resbalando hasta casi recostarse, dejándose llevar por la sensación de calidez.- Ojalá la próxima no duela tanto o sino terminará partiéndome a la mitad.- Cerró sus ojos e intentó no seguir pensando el dolor que aún sentía.
Aquella mañana Marshall lo había despertado con un tierno beso en la frente, el príncipe se hallaba recostado sobre el pecho del vampiro y con sus piernas entrelazadas; seguían sin separarse, con cuidado Marshall movió sus caderas hasta salir completamente del pelirosa, provocándole algunos gemidos de dolor y acariciando sus mejillas.- ¿Y qué tal estuve?- El vampiro sonrió y Gumball escondió su rostro en el cuello de su amado.
-¿Es necesario que responda?- Lo abrazó por el cuello e intentó dormir de nuevo, aquel desenfreno de la noche anterior lo había dejado exhausto.
-Tú estuviste muy bien, a pesar de haber sido tu primera vez.- Marshall acarició y apretó el trasero del príncipe, arrancándole un pequeño grito.
-¡Duele! No hagas eso.- Lo miró con enfado fingido puesto que en el fondo se encontraba muy feliz de lo que habían hecho.
-Eres tan tierno.- El vampiro lo besó mordiendo su labio inferior y observándolo con inmenso deseo acarició su entrepierna.
-No quiero otra ronda, deja que me recupere.- Gumball se sonrojó e intentó cubrirse con una sábana.- Déjame dormir un poco.
-De acuerdo.- Marshall movió a Gumball y se levantó buscando sus prendas del suelo de la habitación.
-¿A dónde vas?
-Te dejaré dormir, yo ya no tengo sueño.- Se colocó su ropa interior y sus pantalones.
-No me dejes solo.
-Volveré en un rato, quiero traerte algo, tú sigue durmiendo.- Terminó de vestirse y besó la nariz del príncipe.- Pero antes… ¿Le puedes pedir a tu mucama mi sombrilla?
Gumball lo miró con el ceño fruncido, pero accedió y llamó desde la puerta a mentita, la cual se la regresó por una rendija de la puerta y sin mirar, ya que el príncipe le dijo que no se encontraba vestido apropiadamente puesto que recién se había levantado y que quería la sombrilla para guardarla en su habitación. Mentita no creyó la mentira pero no debía de cuestionar al príncipe, únicamente le preguntó sobre el paradero del vampiro a lo que Gumball respondió que se había ido durante la noche después de la broma. La mucama se retiró sospechando lo que ocurría. Dentro de la habitación el príncipe observó cómo su amante desaparecía por la ventana y recostándose de nuevo sobre su cama, intentó volver a conciliar el sueño, en espera de que su dolor se esfumara.
Para su desgracia el dolor no cesaba y tuvo que volver a llamar a mentita para que le pudiese preparar un baño caliente. Mientras la mucama hacía todos los preparativos en el baño pensaba en lo extraño que estaba últimamente el príncipe y cuál fue su sorpresa cuando al ayudarle a levantarse de la cama, observó unas mordidas en su piel. Obviamente pensó que esas marcas y el dolor que ahora estaba padeciendo eran obra de Marshall. Mentita relacionó todo y llegó a la conclusión no errónea de que el príncipe y el vampiro eran pareja. No podía permitir que esa relación llegara más lejos, si el dulce reino y los vampiros se unieran, sería una verdadera catástrofe, dos reinos tan diferentes no podían ser uno. Gumball estaba mal de la cabeza; a menos que el vampiro le haya hecho algo para incitarlo a tan insolente acción. Si eso era cierto, el príncipe no se encontraba en condiciones de seguir liderando aquellas dulces tierras, sólo alguien con el suficiente conocimiento para poder sacar adelante al reino y a la dulce gente tenía que hacerse cargo de ahora en adelante, y esa persona era indudablemente ella. Pero debía ser cautelosa y aparentar que no sabía absolutamente nada, tenía que idear un plan para eliminar a Gumball del poder, tendría que utilizar sus influencias en la tierra de los muertos para su cometido.
Mientras tanto, Gumball seguía recostado en su caliente bañera, quedando casi dormido hasta que un pensamiento cruzó por su mente, un pensamiento que deseó no haberse planteado. La suposición que hacía tiempo había temido se podría hacer realidad. Era cierto que ahora él y Marshall tenían una verdadera relación que apenas había comenzado, pero una relación a fin de cuentas; y también era cierto que el amor que sentía hacia él era inconscientemente enorme y hacía que su mente se nublara y divagara en una que otra “cursilería”, pero seguía sin saber si era lo correcto. ¿Tenía que decírselo a todo el reino? No sería para nada sencillo y tal vez un compromiso así de formal asustaría a Marshall. Aquel dilema no era bueno para un momento de paz como el que quería obtener, pero no encontrar una solución a eso lo podía volver loco, lo más sensato era hablar con el vampiro y discutir sobre el asunto de divulgar su relación o esconderla.
-¡¡¿Qué hiciste qué?!!
-Ya no podía ocultárselos, Cake ya lo sabía y Fiona lo estaba sospechando.- Marshall acababa de regresar de jugar videojuegos con GMO y buscando a Gumball por su habitación entró al tocador real encontrándose con el príncipe que intentaba vestirse.
-¡No puede ser!
-Cálmate, les dije que guardaran el secreto.- El vampiro divisó mejor a Gumball, el cual seguía mojado y con una toalla rosada que cubría la mitad de su cuerpo.
-¿No se asustaron? ¿Seguirán siendo nuestras amigas?
-Claro que sí, que estemos juntos no hace diferencia con ellas o con cualquier otra persona.
-¿Seguro?
-Ya te dije que sí Bubba.
-Pero ahora que ellas lo saben… -Susurró intentando no hacer enojar al vampiro. -¿Deberíamos contárselo a mis súbditos?
Marshall lo meditó un segundo, no se esperaba aquella pregunta.- No creo que debamos ir tan rápido.- Observó la tristeza en los ojos púrpuras del príncipe.- Digo... no es que no quiera que los demás lo sepan, sino no se lo hubiera dicho a Fiona y Cake, pero creo que deberíamos esperar un poco más.
-Está bien.- Gumball se hallaba cabizbajo, no quería admitirlo pero sintió como si Marshall estuviese avergonzado de estar con él.
El vampiro lo notó y se acercó a Gumball rodeándolo por la cintura y bajando la toalla que se encontraba alrededor de la misma. Con su mano libre acarició el mentón del otro y se aproximó hasta sentir su aliento.- No pienses que no te quiero.- Rozó sus labios para continuar sin separar sus bocas.- Disfruta el momento, después sabremos qué hacer, sólo espera.- Lo besó intensamente para después acariciar su excitada entrepierna. El príncipe había alcanzado su punto máximo de rubor, no por las caricias ni por hallarse completamente desnudo y mojado, sino porque cada palabra que Marshall pronunciaba era una orden directa a su cerebro, no reaccionaba, era un completo títere y no le importaba, porque él haría lo que su amado le pidiera y el vampiro haría todo para ver a su príncipe feliz.
Las caricias aumentaron y su mano tomó con firmeza aquel miembro rosáceo, masajeándolo para finalmente masturbarlo. Gumball daba ligeros gemidos frente al oído izquierdo de Marshall, gemidos que hacían que el otro también se excitara e hiciera movimientos de muñeca más veloces. No soportó y se arrodilló frente al príncipe para poder lamer aquel caramelo. Comenzó posando su lengua en la punta, recorriendo de arriba hacia abajo con su lengua, saboreando cada parte hasta introducirlo lentamente y por completo a su boca, haciendo círculos pequeños con su lengua sin sacarlo y succionándolo con hambre. Sus manos acariciaban su parte posterior, apretando y sujetándolo para ayudarse a no dejar salir aquel delicioso miembro. Gumball gemía cada vez más fuerte hasta que llegó al éxtasis y no pudo evitar correrse dentro de la boca de Marshall. El vampiro lamió la caliente crema batida y limpió con su lengua los restos del miembro de Gumball. Se levantó y lo besó con pasión, separándose únicamente por la falta de aire.
-Lo olvidaba.- Marshall sacó del bolsillo de su pantalón el ojo demoniaco de la reina helada y se lo dio a Gumball en las manos.- Lo tomé el día que te secuestraron, antes de que llegáramos al dulce reino se lo di a GMO para que lo escondiera.
-Wow siempre había querido estudiar cómo es que funciona la magia de alguno de estos artefactos.
-¿Te gusta?
-Me encanta.- Gumball sonrió y Marshall comenzó a reír.
-Sigues desnudo.
El príncipe se sonrojó y tomó la toalla del suelo cubriéndose y saliendo del baño en busca de ropa que ponerse.