Mentita salió del cuarto del dulce príncipe y se dirigió a una de las esquinas más alejadas del castillo. Cruzó sus ojos haciendo bizcos, con esto abrió un portal hacia la tierra de los muertos, llegando a una escalera mecánica y a una puerta con una larga fila de cadáveres queriendo entrar. Frente a la fila se encontraba el guardián, un esqueleto rojo de un ave gigantesca con un solo ojo en su cráneo y alas de color púrpura. La pequeña mentita se acercó hasta el comienzo de la fila para poder entrar e ignorando a los demás.- ¡Hey tú! ¡Tienes que formarte!- El guardián la miró y al instante se hizo a un lado para dejarla pasar.- Lo siento mentita, puedes entrar.
Caminó por varias cavernas plagadas de huesos y llegó al río del olvido, estando ahí tomó varios huesos y armó una balsa para poder navegar sobre él. El paisaje era completamente gris y tétrico. Antes de llegar a una cascada, mentita bajó de la balsa y caminó hasta el castillo de la muerte. El castillo estaba compuesto de luz y al entrar observó un gran jardín zen. Al atravesarlo sus pies dejaban marcas en la arena, el frío en ese lugar era mucho más fuerte que el de afuera, se acercó hasta divisar un escenario con varios instrumentos sobre el muro. Mentita subió al escenario donde se encontró con la muerte practicando con su batería.- ¿Qué haces aquí?- Su voz era profunda y tenebrosa, dejó de tocar para mirar a mentita.
-Vengo a proponerte un trato.
En el castillo el príncipe Gumball trataba de leer uno de sus libros de física transdimensional para entender mejor el collar que Marshall le acaba de obsequiar.- Llevas así dos horas, estoy aburrido.- El vampiro flotaba detrás de él e intentaba leer lo que el libro en manos del príncipe decía, pero era inútil, habían más números y códigos que letras. Para distraerse comenzó a jugar moldeando el cabello rosa del príncipe.
-Marshall no hagas eso.- Movió su mano derecha para alejar las traviesas manos del vampiro.
-Me aburro.- Había dejado el cabello de Gumball en forma de helado.
-No juegues con mi cabello.- Marshall lo volvió a moldear, ahora con un peinado punk. Gumball se miró en un espejo al lado de su cama.- No se ve mal, pero no es mi estilo.- Lo acomodó como siempre y volvió a sentarse para continuar leyendo. Marshall golpeó el libro haciendo que cayera y el príncipe en lugar de molestarse únicamente suspiró.- Está bien, ¿qué quieres hacer?
-Veamos una película de terror.- Flotó hasta donde se hallaba su sombrilla y un pequeño saco que tomó de su recién visita de hace unas horas con Fiona y Cake. Dentro había una variedad de comida de color rojo y una película VHS en blanco y negro que GMO le había prestado.
-¿Siempre les robas?
-La película es prestada y la comida es algo así como agradecimiento por regalarles mi antigua casa, cada vez que voy me dan algo.- Marshall sacó una manzana y comió el color rojo de ella, la dejó en el suelo y fue hacia donde se encontraba el príncipe.- No creo que podamos verla aquí en el castillo, vamos a mi cueva.
-No sé si deba salir.
-Vamos Bubba, sólo será mientras dura la película.- Tomó al príncipe por la cintura y abrió la sombrilla para salir del castillo y pronto también del dulce reino. Llegaron a una oscura cueva donde dentro había una casa de color púrpura. El vampiro bajó a Gumball frente a la entrada y abrió la puerta. El dulce príncipe se sorprendió al ver el interior de la casa, era demasiado ordenada, la primera y última vez que estuvo ahí fue cuando el portero había robado sus cosas y no se había detenido a observarla.
-¿Dónde la veremos?
-En mi habitación.- Gumball se sonrojó al escucharlo y Marshall lo notó.- Bubba he estado en tu habitación todo este tiempo, no te pongas así.- Tomó su mano y cruzaron la sala hasta unas escaleras. Marshall abrió una pequeña compuerta sobre estas y subió junto con el príncipe. La habitación era del mismo color del resto de la casa con piso de madera, las paredes adornadas con varias cabezas de animales y algunos cuadros, también tenía un largo sillón rojo, un televisor, lámparas, un pequeño estudio de grabación, una cama; tres alfombras, una de color púrpura, otra verde y una de piel de lobo debajo de la cama; un clóset y una puerta que daba hacia un baño. El vampiro dejó su sombrilla junto a su hacha-bajo recargada en la pared cerca de su estudio y el saco en el sillón, no sin antes sacar el VHS y colocándolo dentro del reproductor bajo el televisor. Gumball se sentó en el sillón y Marshall junto a él tomó el control remoto.- Espero que no te asustes.- Miró sonriendo al príncipe y lo atrajo para poderlo abrazar por el hombro.
La película más que de terror era gore, en la pantalla sólo se podían observar desmembramientos y entrañas por todos lados. El vampiro tomó del saco unas fresas y después de comerse el color rojo se las daba a Gumball en la boca hasta que terminaron con todas. Marshall periódicamente observaba de reojo al príncipe esperando algún cambio en su rostro, pero no se asustó con la película en lo más mínimo. Gumball se recostó sobre el pecho del vampiro y comenzando a bostezar cerró sus ojos. Marshall lo abrazó con más fuerza y continuó viendo la película, rindiéndose ante la idea de espantarlo. Cuando estaba a punto de terminar, una imagen en la televisión lo hizo dar un salto y e hizo que Gumball despertara.
-Marshall ¿te asustaste?- El príncipe observó el rostro del vampiro completamente ruborizado y no pudo evitar reír un poco, pero cubriéndose con una mano para no soltar una carcajada. –Se veía muy falsa.
Marshall se levantó y sacó la película del reproductor.- No me asusté.- La volvió a meter en el saco y miró a Gumball.
-Sí, claro.- El príncipe continuaba riendo. El vampiro se lanzó contra Gumball haciendo que cayeran al sillón y lo aprisionó contra su cuerpo colocando sus manos lado a lado del rostro del dulce príncipe. Gumball trató de moverlo de encima pero la fuerza de Marshall era mayor. El azabache se sentó sobre el príncipe para tener un mejor control y poder hacerle cosquillas, en cambio, al sentir sus entrepiernas rozarse, Gumball hizo un gran gemido y ante esto se cubrió la boca y miró muy apenado al rey vampiro. Marshall se acercó a su rostro observándolo con sensualidad y lamió las manos que aún seguían cubriendo los labios del príncipe. Gumball cerró con fuerza sus ojos evitando mover sus manos. Marshall sonrió y comenzó a mover su pelvis hacia delante y atrás, robándole más y profundos gemidos al príncipe, pronto sintió como comenzaba a ponerse duro. Marshall bajó del cuerpo de Gumball y de pie observó al príncipe con una enorme erección. El príncipe movió sus manos y giró su cabeza para poder ver a Marshall. – ¿Me vas a dejar así?
El vampiro sonrió de lado y se dirigió hasta la pequeña compuerta en el suelo de su habitación.- Ya es tarde tienes que volver.
Gumball se levantó del sillón.- Creí que íbamos a…
-Tómalo como un castigo por la película.
Bajaron y estando ya en la sala, Marshall de nuevo tomó la cintura del príncipe para después salir de la casa, la cueva y regresar al dulce reino; pero antes de llegar, escucharon fuertes gritos, al parecer la dulce gente estaba siendo atacada.
Paralelamente a esto, Fiona salía de la casa del árbol dejando a Cake y a GMO para ir como cada noche con su novio, el príncipe flama. Caminó hasta encontrarse cerca de un lago, a las orillas había una gran hoguera donde ahora el príncipe vivía desde que abandonó el reino de fuego. La rubia mientras caminaba, quitó su gorro con orejas de conejo y arreglaba su cabello. Cuando llegó al frente de la hoguera, el príncipe salió para recibirla.
-¡Fiona!
La ojiazul se sonrojó, no sólo por el intenso calor que la hoguera provocaba en contraste a las recién salidas estrellas en el cielo.- Hola.- Saludó jugando nerviosamente con sus manos.
-Estaba pensando justamente en ti, te tengo una sorpresa.- Del interior surgió Flambo, un pequeño león de fuego y subió a los brazos de su amo.- Le ordené ir con los magos de la montaña para que hallara un hechizo de protección más duradero.
Fiona sonrió ampliamente y se acercó al león para observarlo, que más bien parecía ser un pequeño gato.- ¿Quieres decir que ya no podrás quemarme?-
Miró al príncipe, el cual asintió.- Pero es necesario elaborar un ritual.- Bajó a Flambo.
-¿De qué se trata?
-Dame tu mano.- Fiona la acercó aunque sin mucha confianza.- Dolerá un poco.
Flambo comenzó a recitar un largo e ininteligible conjuro, mientras el príncipe flama tocaba con ambas manos la muñeca de la heroína, provocándole una gran quemadura que Fiona tuvo que soportar. Pasados dos largos minutos la soltó.
-¿Eso es todo?- Fiona frotaba su muñeca adolorida y punzante, esperando que no tuviera que repetir algo parecido. De pronto observaron cómo Fiona se ponía completamente de color azul, al igual que Cake la primera vez que fue al reino de fuego. Miraba sus brazos y después todo su cuerpo.- No seré permanentemente azul ¿verdad?
El príncipe rio.- No, sólo cuando estés cerca de mí.- Caminó hacia ella y tomó sus manos. Fiona ya no sentía su piel arder, únicamente una tibia sensación. La abrazó con fuera al notar que ya no podía hacerle daño y Fiona correspondió.
-Nunca creí que pudiera pasar.- Susurraba cerca de su cuello y el príncipe la separó un poco para tomar su rostro y besar sus labios. Sus lenguas se unieron y la heroína no pudo evitar dejar salir una pequeña lágrima, el príncipe lo notó cuando esta se evaporó al llegar desde la mejilla de la chica hasta él.
-Veo que al final un ser de agua y uno de fuego si pueden estar juntos.- Fiona sonrió al escucharlo y se miraron a los ojos. Estaban a punto de besarse de nuevo cuando escucharon un fuerte estruendo y vieron a Cake con GMO corriendo rápidamente hacia ellos.
-¿Por qué estas azul?- La minina preguntó y observó que ambos se tomaban de las manos, pasó su mirada de ellos hasta Flambo que se encontraba detrás del príncipe, evitó seguir preguntando puesto que ya intuía que aquello era obra de su amigo de fuego.- Fiona debemos apresurarnos, están atacando el dulce reino.
Cake le dio su espada a Fiona y esta subió a la felina colocándose de nuevo su gorro.- Acompáñanos.- Le dijo al príncipe flama, el cual las seguiría detrás.
En el dulce reino sólo se podían escuchar más y más gritos.
