Seguían estando en la completa nada. Fiona se desesperaba por el silencio sepulcral mientras observaba como Gumball continuaba sentado en la tierra en la clásica posición de loto para poder meditar. Sus ojos estaban completamente cerrados y la rubia podía jurar que estaba dormido. Se acercó lentamente a él e intentó picar su rostro con un dedo. Antes de que su índice rozara con su piel de goma de mascar, el príncipe la tomo rápidamente y siguió con los ojos aún cerrados.- deja de Jugar Fiona.
-¿Pero cómo…?- El rostro de la ojiazul indagaba sorpresa. Gumball soltó su mano y continuó sumergido en sus pensamientos. Fiona se sentó a su lado y miró a todos lados, continuaba aburrida y colocó sus codos sobre sus piernas para poder sostener su rostro entre sus manos. Dio un gran suspiro y sopló para alejar un mechón de sus dorados cabellos que se había posado entre sus ojos. Giró la cabeza levemente y miró al príncipe.- ¿No vamos a hacer nada?
Gumball se inmutó sin abrir sus violáceos ojos.- ¿A qué te refieres?
-¿No vamos a idear algo? ¿Pedir ayuda? ¿Nos quedaremos aquí sin hacer nada?- Dijo con impaciencia y levantando un poco su tono de voz. El dulce príncipe sólo se atrevió a asentir.- ¡Perfecto!- La rubia se incorporó lo más rápido que pudo.- Nos pudriremos en este lugar.- Intentó patear la tierra con enojo.
El príncipe abrió finalmente sus ojos y miró a la rubia con total tranquilidad.-Ten paciencia.
Fiona lo observó con furia.- ¿Cómo quieres que tenga paciencia? Moriremos aquí sin un plan para escapar.
-¿Quién dijo que no tengo un plan?- La rubia se lanzó contra el príncipe para intentar darle una golpiza después de tanto tiempo sin que hablaran al respecto de la situación.- ¡Suéltame!- Gumball logró hacerla a un lado. Fiona no tenía la misma fuerza desde que llegaron ahí, la pelea con los esqueletos la había agotado.
-¿Por qué no me lo dijiste?- Sus ojos azules denotaban tristeza.
-Porque sabía que harías eso.
-¿Y cuál es el plan?
-Dijiste que este sitio es sólo para quienes han muerto.- La rubia asintió.- Al no estar muertos es deber de la propia muerte sacarnos de aquí.
-No creo que funcione así.
Gumball suspiró y volvió con su meditación.- Es lo único que se me ocurre, tendremos que esperar.
Fiona intentó digerir el “plan” del dulce príncipe. -En caso de que la muerte venga por nosotros… ¿qué pasará con Cake?
-Tengo que pensar en ello.- El príncipe cerró sus ojos nuevamente.
Fiona se desesperaba con cada segundo que pasaba. Decidió ir a explorar el lugar dejando a Gumball atrás. Caminó hasta poder hallar algo que los ayudara a salir, pero nada. Todo ese lugar estaba completamente desierto, sólo tierra y más tierra.
Suspiró rendida, incluso le hubiese gustado toparse con otro esqueleto o algo con qué entretenerse. Quería estar ocupada para evitar volver a pensar en su hermana y su novio. Se imaginaba a Cake sufriendo, asustada y sola en un sitio más horrible que en el que ella ahora se encontraba.
El príncipe flama probablemente tampoco lo estuviese pasando mejor. Furioso, quemando cosas por todos lados con la desesperación por no verla. Acarició la marca en su muñeca que su novio le había hecho hace poco. Realmente no tuvo el tiempo suficiente como para disfrutar del hechizo que flambo y él le hicieron para que ya no sintiese dolor por el fuego.
Golpeó con su puño una piedra del suelo, como si con esa acción liberara toda su frustración. Gritó de rabia por no poder hacer algo al respecto por los dos seres que más amaba. Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas, hicieron un camino hasta caer por su barbilla y de ahí hasta el estepario suelo sin vida.
Pero no se dejaría vencer, no tan fácil. Tenía que regresar por Gumball y hacer algo para llamar la atención de la muerte, poder obligarla a regresarlos a la tierra de Aaa junto con Cake, vencer al monstruo de azúcar y salvar a todos como siempre lo hacía. Era una heroína, la mejor que hubiese existido y ganaría como siempre.
Corrió a donde había dejado a Gumball sumiso en su meditación. No se esperaba ni creía lo que sus ojos veían, la muerte se encontraba hablando con el príncipe. Sus pies no respondieron, sólo se detuvo a observar.
-Ambos somos de la realeza.- Gumball ya estaba de pie y caminando de un lado a otro con los brazos cruzados.- Somos los amos en nuestros propias tierras.
-¿A qué quieres llegar con eso príncipe?- La muerte se impacientaba y ya estaba lista para echar a Gumball y Fiona de sus dominios.
-Me refiero a que, tanto tú como yo, estamos acostumbrados a que nuestros “reinos” estén en conflicto con otro; en desacuerdo con otro miembro de la monarquía.- La muerte lo escuchaba ahora con atención.- Debe existir alguien a quien quieras ver sufrir con ansias, que goces su agonía.
La mirada de Gumball asustó a la rubia, era casi como escuchar y ver a Marshall frente a ella.
-Existe alguien como dices.- Contestó la muerte.- Una vil criatura que quisiera ver perecer ante mí.
-Y es…- Esperó Gumball a que la muerte prosiguiera.
-Hana Abadeer.
Fionna conocía bien ese nombre, la madre de Marshall. Se había enfrentado a ella un par de veces y a diferencia de la reina helada, Hana era una mujer muy peligrosa.
-La señora del mal. Tengo entendido que la Nocheósfera está a cargo de ella.
La muerte asintió.- Esa mujerzuela se apoderó de parte de mis tierras y las llenó con sus horribles criaturas, además la incendió con su asquerosa amiga, del reina del fuego.
Fiona quedó atónita al escuchar que la madre del vampiro era amiga de su, por decir, suegra.
-Y si te dijera… que podría darte un… arma, para que apagaras a la Nocheósfera, porque según mis contactos, tú no puedes reclamarla a menos que el fuego se disipe.
-Hana es una mujer odiosa, sabía que la única forma de detenerme era con el poder del fuego. ¿Qué trato piensas hacerme?
-Verás muerte, lo único que humildemente te pido, es que nos dejes salir de aquí a salvo. A ella- Señaló a la rubia con la mirada.- y a mí junto con una felina que acaba de morir hace unas cuantas horas.
-Cake, la recuerdo bien. Sería la segunda vez que podría escapar de mis garras. Si los dejo ir y a ella le devuelvo la vida ¿qué me darás a cambio?
-Prometo ofrecerte a la reina helada, enfriará a la Nocheósfera y podrás recuperar lo que es tuyo.
-¿Cómo estoy seguro de que cumplirás tu palabra?
-Ofrezco mi vida como seguro.
-Tentador príncipe, muy tentador. Acepto, pero tienes 48 horas.- Chasqueó sus huesudos dedos y en pocos segundos Gumball, Fiona y Cake se hallaban de regreso frente a las ruinas del dulce reino.