Marshall no podía creerlo, se sentía completamente abrumado y miraba con desconcierto al dulce príncipe. Gumball observaba casi sin parpadear las sábanas de la cama del príncipe desayuno, las cuales estaban parcialmente cubiertas por las prendas de ambos.
-¿Cómo pudiste?- El vampiro pronunció la pregunta, aunque verdaderamente no quería escuchar la respuesta.
-No tenía otra opción.- Levantó levemente su rostro para encontrarse con las orbes escarlatas de su amado.
-¿No tenías opción? -Una risa sarcástica emergió de sus labios formando una sonrisa que asustó al príncipe.- Estas queriendo decirme que deseas mi ayuda para capturar a la reina helada, la mujer que salvó mi vida más de una vez cuando era un niño y que la muerte va a utilizarla para destruir la Nocheósfera y matar a mi madre. ¡¿Cómo piensas que voy a aceptarlo?!
Los ojos color violeta de Gumball se cristalizaron de inmediato. -¡No tenía opción! ¡Cake se quedaría en esa dimensión sino cerraba el trato!
-¿Para eso tienen nieve vidas, no es así?
El príncipe miró con rabia al vampiro y se levantó para buscar su ropa entre el desorden de la cama y ponérsela. -Eres un maldito egoísta.
-¿Yo? Tú eres el que piensa esclavizar a Simone y asesinar a mi madre para que la muerte se quede con mi reino. ¿Qué sentirías si yo le hiciera eso a tus padres?
Gumball terminó de vestirse y caminó directo hacia la puerta.- En primer lugar no es tu reino, rechazaste tu derecho a ser rey y en segunda deberías saber que yo no tengo padres.
Cerró fuertemente la puerta, mientras Marshall se dejó caer en la cama, arrepentido por haberle gritado al príncipe, pero también herido por lo que Gumball había aceptado hacer.
El pelirosa caminó con pasos pesados y evitó seguir pensando en lo que el vampiro había dicho, ahora tenía asuntos que atender, como asegurarse de que sus súbditos estuviesen a salvo después de la batalla.
Se topó con el príncipe desayuno y su pequeño hermano al andar por uno de los pasillos que aún estaban enteros.
-¿Cómo se encuentra Marshall?- Preguntó rápidamente al mirar que Gumball caminaba a su lado sin detenerse y con el ceño fruncido.
-Bien.- Respondió secamente y continuó su andar.
Ambos príncipes del reino desayuno cruzaron miradas con desconcierto y prefirieron dirigirse a su propia habitación para asegurarse de la salud del rey vampiro.
Gumball salió finalmente de aquella parte del castillo y miró a Cake quien estaba jugando con una tira de tocino que halló en el suelo.- ¡Hey Gummy!- Se acercó corriendo hacia el dulce príncipe soltando el embutido y picó con sus patas el estómago del príncipe.- ¿Cómo durmieron tú y Marshall?- Sonreía con picardía mientras proseguía con tocarlo repetidamente en forma de juego.
-¿De qué estás hablando?- El rostro de Gumball continuaba con su semblante serio.
-Por favor, sus gritos se escucharon por todo el reino. Se nota que Marshall ya está bien y se divirtieron un rato.-La sonrisa de la felina se hizo aún más grande al imaginarse lo que pudieron haber hecho en aquellas cuatro paredes.
Gumball giró sus ojos con fastidio y apartó de él las patas de la minina.- No quiero hablar de él.- Se sentó cerca de la orilla del río de café, suspirando y contemplando la pila de huesos que aún no retiraban de la ardiente bebida.
Cake lo siguió y se sentó a su lado, mirándolo con curiosidad y preocupación.- ¿Ocurrió algo entre ustedes?
El pelirosa volvió a suspirar y cubrió su rostro entre sus manos esperando calmarse.- No entiendo cómo podré seguir adelante.
-¿A qué te refieres?- La felina apoyó una de sus garras sobre el hombro del príncipe.
-Mi reino está destruido, mis súbditos tal vez perdieron toda confianza sobre mí y… bueno, está el gran detalle de que debo capturar a la reina helada para que la muerte venza a la señora del mal y es por eso que ahora Marshall me odia.
Cake dio pequeñas palmaditas a la espalda del príncipe.- Todo se arreglará, Fiona y yo te apoyaremos como siempre y encontraremos alguna solución.
Gumball miró con desgano a la minina. –Hablando de ella… ¿dónde está?
Mientras ellos hablaban cerca del río, una muy alegre y enamorada rubia no se apartaba de su príncipe de fuego desde que se habían vuelto a ver.
El conjuro que Flambo le hizo a Fiona continuaba y ahora podían tocarse sin que la ojiazul se lastimara. El príncipe flama estaba más que feliz por volver a encontrarse con su novia.
Le había dado muchas vueltas en la cabeza a lo que el vampiro dijo en su más reciente discusión. Ahora sabía el por qué ambos tenían que ocultar su relación y no era sólo para evitar las burlas de los demás, como él mismo había hecho cuando Marshall le dijo a su madre la verdad y amenazó con matarlos, sino también que debían evitar un escándalo entre la dulce gente o Gumball podría ser retirado del puesto de monarca del reino.
Todo eso le pareció que eran demasiadas consecuencias para una simple relación; a comparación con la suya, no tenía ningún problema con Fiona, su madre ya la había aceptado y ahora podían tocarse el uno al otro, todo estaba resuelto entre ellos y quería que durara por siempre.
Debió admitir que se sentía realmente mal por lo que sabía que se avecinaba, ahora Marshall se había convertido en un amigo para él y no podía abandonarlo al tener que enfrentarse nuevamente con su madre, pero tampoco debía permitir que el vampiro se casara con su novia; lo que le recordaba que Fiona no sabía nada al respecto.
-Fiona, debo decirte algo.
-¿Hmm?- La rubia abrazaba fuertemente al príncipe, recargada contra su pecho y con sus ojos azules completamente cerrados, disfrutando de la calidez del momento.
El príncipe flama rodeaba la cintura de la heroína con ambos brazos y la miraba con ternura, no quería arruinar aquel instante, pero no tenían mucho tiempo así que optó por hacerlo rápido.