El portal los condujo dentro de la casa del árbol. GMO estaba bailando junto a unos modelos en traje de baño.
Salieron rápidamente y Cake creció para llevarlos en su lomo. Marshall se negó y prefirió convertirse en un murciélago gigante para que llegaran al reino helado en menos tiempo.
Durante el trayecto discutieron el cómo salvarían a Gumball, Simon y al príncipe flama, pero la respuesta del vampiro siempre era entrar por la fuerza y atacar hasta que quedaran libres. A pesar de ello, Marshall aun no pretendía entregar a la reina helada a la Muerte.
Fiona y Cake no tenían otro plan, así que accedieron al de Marshall.
Fuera del reino helado había cientos de guardias de nieve. Fiona los partía en dos con su espada, que había tomado antes de salir de la casa del árbol. Los muñecos de nieve caían por montones, pero cuando los restos de unos se mezclaban con los otros, se levantaban más y más.
Cake bajó del lomo del vampiro para atacar en tierra a los muñecos, incrementó su tamaño y con sus garras despedazaba y apartaba la nieve de su camino.
Por fin llegaron a la entrada principal del castillo y Marshall de un golpe abrió el gran portón de hielo. El vampiro volvió a su forma original al igual que Cake y los tres fueron en busca de los rehenes guiados por Fiona.
Al llegar al salón donde la reina helada se encontraba, se escondieron detrás de una pared para intentar elaborar un nuevo plan. Los tres se asomaron y Fiona casi vomita al ver que la reina helada y el dulce príncipe continuaban con lo mismo.
Marshall se encontraba en shock, no podía ni siquiera parpadear, su respiración se detuvo y si su corazón aún latiera, se habría detenido en ese momento. Por un instante pensó en irse, abandonarlo ahí, porque lo veía tan feliz como jamás podría ser con él. La reina helada, Simone, Betty, como sea que la llamara siempre sería la madre que nunca tuvo, la mujer que lo mantuvo con vida y le brindó el amor y protección que necesitaba de niño; quería también su felicidad.
Las dos personas que más amaba ahora se hallaban juntas. No podía evitarlo, la mezcla de emociones que sentía dentro de sí era un completo caos. Ira, por la traición de Gumball. Tristeza, por perder al único ser que estaba seguro de haber amado. Alegría por ver a la mujer que más quería con alguien que le pudiese corresponder.
Deseaba llorar, ansiaba desahogarse, pero a pesar de la escena que presenciaba, sabía que su deber era comenzar a pensar con lógica. Aunque su decisión fuera dejar a ambos en paz, no podría, la muerte se llevaría a Gumball para cobrar el trato, pero cabía la posibilidad de llevarse a los dos.
No sabía qué hacer y verlos besándose frente a él no ayudaba en nada. Se volvió para no mirar más e intentar aclarar su mente. Fiona y Cake preguntaban algunas cosas, Marshall no las escuchaba, sólo lograba oírse a sí mismo.
Un nudo en su garganta no desaparecía, no podía hacer nada. Todo estaba perdido. ¿Tendría que elegir? ¿Gumball o la reina helada? ¿A quién de los entregar a la muerte?
No podía escoger.
Entonces se le ocurrió una idea, tal vez igual o más descabellada que las anteriores que había tenido. El amuleto de su madre provenía de una gema mágica, un tipo de gemas que son difíciles de hallar, pero que son usadas en las coronas y tiaras de los miembros de la realeza de toda Aaa. Si a una gema se le une a un ojo demoniaco, puede convertir a quien la porta en cualquier persona que desee.
Marshall pensaba en entregarse a la muerte con la forma de la reina helada. Tal vez no funcionaría, pero era el único plan que tenía.
El vampiro envió a las chicas a rescatar al príncipe flama. Con sigilo, se dirigió a la celda donde ocurría el “romance”. Al estar la reina helada muy ocupada, no notó a Marshall detrás de ella cuando le arrebató su tiara mágica. El ojo demoniaco de la reina lo portaba en su cuello desde que Gunther lo utilizó para romper todas las botellas del dulce reino. Haló con fuerza la cadena para romperla y con todas sus fuerzas unió ambos piedras objetos que se reusaban a estar juntos.
Al instante, Marshall tomó la forma física de la reina, incluyendo su amplio vestido azul. Al tener un duplicado de la reina, el hechizo de Gumball se rompió y regresó en sí, asqueado por lo que le habían obligado a hacer.
No tardó demasiado en deducir lo que ocurría, podía notar que Marshall era la reina con la tiara. Asustado se aproximó a él y el vampiro lo apartó.- No digas nada, es la única opción.- Gumball comenzó a llorar, mientras la verdadera reina helada se lanzaba contra Marshall para recuperar su tiara. No había mucho tiempo, así que el vampiro abrió un portal al reino de los muertos. -¡Sujétala!- Le ordenó al dulce príncipe y este no tuvo elección. La tomó de la cintura y la acercó a sí mismo para que Marshall entrara a aquella dimensión.