El vampiro llegó hasta donde se hallaba la habitación de Gumball y entró por la ventana. El pelirosa seguía dormido y Marshall cerró las cortinas dejando la habitación en penumbras para poder soltar la sombrilla. Miró al príncipe por unos segundos mientras dormía, se veía tan apacible y vulnerable. Se le ocurrió la idea de despertarlo con un susto. Se colocó flotando sobre él e hizo sonidos de murciélago fuertemente, ocasionando que el príncipe despertara gritando y se levantara de golpe. Haciendo que ambos chocaran sus frentes.
-¡Hey! ¡No hagas eso Bubba!- El vampiro frotaba su frente al igual que el príncipe.
-Tú fuiste el que lo provocó al despertarme así ¡Y no me digas Bubba! Sabes que no me gusta, suena a… -Se sonrojó y evitó terminar aquella frase.
-No es mi culpa que te llames así rosadito. –Marshall reía y el príncipe inflaba sus mejillas enojándose.
-¿Y bien? ¿Qué haces aquí?- Gumball se levantaba de su cama dejando ver la camiseta que Marshall le había regalado.
-Así que no mentías cuando dijiste que la usabas como pijama.- Gumball se sonrojó un poco olvidando por un instante su enojo.
-Un príncipe jamás miente.- Se sentó de nuevo en su cama. – ¿No vas a responder? - Marshall había olvidado el motivo de su visita, pero al recordarlo no dijo nada. Se miraron por unos segundos y Gumball bufó con molestia.- De acuerdo, toma. –El príncipe se quitó la camiseta, quedando solamente con un pantalón de terciopelo púrpura y se la dio al no muerto.
-¿Por qué me la das?- Se enfadó.
-¿Venías a recuperarla no es así?
-No venía por esto.- Marshall se la arrojó al rostro, haciendo que el otro también se enojara.- Vine por lo que le hiciste a Fiona.
-¿Fiona? Yo no le hice nada.- Gumball arrojó la camiseta al suelo.
-¿Romperle el corazón es nada?- Lo miró con furia y se acercó hacia él para hacer sus palabras más hirientes.
-Yo… -Gumball se sentía derrotado, lo que decía el vampiro era cierto.
-Siempre haces lo mismo. –Marshall se alejó de él y volvió a tomar la sombrilla. –Habla con ella cuando estés dispuesto a dejar de ser un cobarde.
-Espera.- Gumball lo detuvo y el otro giró para verlo. –Tienes razón.- Marshall se sorprendió al escuchar aquellas palabras, el príncipe nunca actuaba así. Normalmente le hubiese arrojado algo o al menos le gritaría.- Hay cosas que aún no puedo aclarar en mi cabeza, estoy muy confundido.
-¿No sabes si te gusta o no?
-No es eso, ella es increíble y en un tiempo pensé y actué como si estuviera enomorado, pero ahora estoy convencido de que no. –Gumball intentó no mirarlo.
-¿Y por qué no se lo dices?
-No quiero herirla, la quiero como una hermana, pero si se lo hago saber me odiará y tampoco quiero ilusionarla más. No sé qué hacer.- El príncipe suspiro, sintiéndose atrapado ante la situación.
-No te odiará, se le pasará y todo será como antes, sólo díselo. – Marshall le sonrió para tranquilizarlo.
-Esté bien, lo haré.
-Bueno, debo irme. –Levantó la camiseta que ahora estaba en el suelo y tomó una cortina para recorrerla y salir de ahí, pero Gumball lo tomó por brazo. -¿Qué haces?
-Dame eso. –Le quitó la camiseta y volvió a ponérsela.
-Creí que ya no la querías.
-No seas tonto, es mi favorita.- Se cruzó de brazos.
-¿Y por qué me la querías devolver?
-Pensé que la querías de vuelta y no quería que te enfadaras. –Marshall se sonrojó hasta que Gumball prosiguió. –No es conveniente para mi reino una disputa con el tuyo.
-¿A sí que sólo eres amable conmigo por eso?- Marshall ahora sí se había enfadado y le gritó al príncipe. Lo jaló por la camiseta e intentó quitársela por la fuerza.
-¡Suéltame!- Gumball lo pateaba para zafarse del agarre.
-¡Eres un imbécil!- Logró quitársela y se dirigió de nuevo a la ventana para marcharse.
Gumball susurró antes de que este se fuera. –No debí rechazar a Fiona por tu culpa.
Marshall alcanzó a oír esto último pero prefirió no decir nada y salió del castillo.