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Íntimamente, Uruha por Aoi Tori

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Notas del fanfic:

Y una vez más, nos leemos acá, Alejandra.

Esto va en gratitud por todo lo que has hecho por mí. Prometo ponerle mucho sentimiento, y pues... no es tu pareja favorita, lo tengo claro, pero tú dijiste que lo hiciera con la pareja que más me acomodara TwT quizás esa sea la clave para que me salga bonito, y yo no quiero darte una porquería.

Te quiero, te lo digo a diario, pero léelo una vez más y recuérdame. Gracias por todo >u<

Notas del capitulo:

¡Hola! hola hola hola :33 nos encontramos de nuevo...

ammmm ¿qué puedo decir? De pronto me dio por redactar esto y publicarlo, pero no se preocupen... ya terminaré mis demás fics *intenta convencerse de ello* xDD

A quien ha leído antes Cereza Negra y le ha gustado... creo que este también será de su agrado.

No tengo mucho qué decir ammm... lo dejo y me voy a dormir... disfruto mi último día de vacaciones ;u; </3 ¡los quiero! Bye c:

“Creo que diré estupideces, como suelo hacerlo siempre, pero esta vez… para desahogarme. No lo soporto más.”

 

Podría iniciar mi relato suspirando tu nombre, ese que me llena y recorre el cuerpo como cálida brisa de verano. Podría dibujarte una sonrisa, una que sea únicamente para ti, porque te la mereces; podría tararear una canción recordando tu vieja guitarra, pero no. No lo haré, en ese entonces, por donde comenzaré, no te conocía, entonces todavía no debo mencionarte.

De hecho, ahora que lo reflexiono, creo que nunca te conocí.

Utilizaré tres personajes, creo que uno sobra, pero es necesario mencionarlo. Él, tú y yo. Seremos nosotros.

Él es Uke Yutaka, mi novio. Con él llevo 2 años de relación, creo que todo parte de maravilla. Es amable, atento, dulce, tierno, y muy tonto, es el novio ideal.

Siempre salimos juntos, me compra todo lo que deseo, me besa cada que se lo pido, me toma de la cintura y me lleva a las estrellas en una alfombra mágica. Bueno, no, lo hace en la cama, pero es igual de turbulenta. ¡Qué cosas digo! Tú, mi amado extraño, lograste llevarme al fondo del océano con una mirada; a lo más alto de una montaña con una sonrisa; y más allá de lo inimaginable con tus caricias.

Soy taaaaaaaaan cursi… creo que a este paso vomitaré leche de fresa, y odio la leche, sin mencionar la fresa. ¡Ah! Quedé dañado, y todo por tu culpa.

 

“Tu puta culpa.”

 

Lo siento, debo dejar de mencionarte, es que me distraes, te odio, te detesto, moriré de amor. Más adelante podré nombrarte y renombrarte, pero será después. He dicho mucho y no he dicho nada.

Ejemmmm como iba narrando, él es Kai, ¿o le dije Uke? Es lo mismo, un amable hombre que se dedica al magisterio. Yo lo quiero tal como es, pero a veces me molesta con sus peticiones.

Venidas las vacaciones de verano de aquel pasado año, me sugirió que viajáramos a Yokohama, lugar donde sus padres, hermanos, sobrinos y tíos vivían, o bueno, por desgracia… viven. En sus planes estaba presentarme ante ellos, “tienen la mente muy abierta”, me dijo, “por lo que sin duda te aceptarán”. Porque sí, soy hombre, me llamo Takanori.

¡Como sea! Todo pasó de una sugerencia a ponerlo en práctica. Hice mi maleta y partí de mal humor, ¿y cuándo no estoy así? Pareciera que padezco de síndrome premenstrual siempre, pero no, repito: soy hombre.

Me aventuré con él hacia dicho lugar en su bonito auto blanco. No recuerdo cuánto tiempo hicimos, pero incluso de pensarlo me aburre. Música de radio, su risa, mi somnolencia… fue algo perturbador.

Nos adentramos al lugar y quedé impresionado por la belleza de éste. Había una rueda gigante, edificios, autos, gente bonita, en verdad pintaba muy bien.

Y yo pensé que me llevaría a la casa de su madre, por eso me había vestido así, qué tramposo, pero no, bueno, sí me llevó, pero antes…

 

“Cometió un grave error.”

 

–Escucha, Taka, ahora mismo hemos llegado al puerto, aquí cerca quedan varios puestos y necesito llevarle fruta a mi madre, ¿bajas conmigo a comprar o te quedas en el auto? –Ofreció amablemente, como siempre.

–¡Puff! –Hice un gesto y suspiré, desparramándome en el asiento. –Creo que me bajaré… pero no contigo. Estoy cansado, necesito aire fresco. –Kai estacionó el auto y volteó a verme “así”. Odio cuando lo hace, es esa expresión de “eres un capón huevonazo al que amo con locura y pasión”. Y es cierto, lo soy, pero detesto que me lo repita.

–¿Qué? –Lo reté. Siempre lo he tratado mal, creo que es masoquista, o quizás ya se acostumbró a mi amargura.

–Nada. –Ocultó sus comentarios en una risita traviesa.

Se acomodó, buscó la cartera y se salió, no sin antes decir: “No te apartes, acuérdate de lo que pasó en Tokio”, burlándose por dentro.

Yo le mostré mi lengua y salí del auto. Tendía a perderme constantemente, era cierto, formaba parte de mi pasado triste y gris, pero no importaba, en absoluto. Lo único que quería era relajarme, olvidar todo lo referente a ese asqueroso viaje y cuidar que mi apariencia siguiera siendo buena.

Observé el lugar, mis pies estaban sobre concreto, pero más allá había un camino de duela que llevaba al mar. El sol estaba en su esplendor, cálido, amable, como siempre suele estarlo en Yokohama. Las personas caminaban alegres, tomando nieves de sabores, en su mayoría de piña. Claro, turistas. El agua se apreciaba en toda su extensión, brillaba azul, sonaba acogedor, aunque yo no supe valorarlo en ese momento, no estabas tú para mostrarme cómo disfrutarlo. O bueno, quizás si estabas, pero vestido como siempre, entonces debiste pasarme desapercibido.

Busqué en dónde sentarme a observar el panorama, caminé un poco y me encontré con una casita de ladrillos, donde decidí postrarme sin pena. Había muchas casas más, pero no tenían quicio…

 

“Quizás fue el destino y tu muy mugrosa suerte las que me pusieron ahí.”

 

Saqué mi espejito de bolsillo y comencé a observarme. Rubio, de cabello largo y alocado, labios rosas, ojos resplandecientes, pero atajados por unas gafas de borde blanco. Todo marchaba bien, mis tejanos de por sí estaban deshilachados y mi playera blanca no se había manchado aún, por fortuna no había desayunado.

Suspiré y me recargué mirando a la nada. Pasaron 30 minutos y me aburrí, ¿por qué tardaba tanto ese cabeza de hoya?

Observé mis uñas, ¿es que tenía quebrada la del dedo índice? ¡Qué rayos! Ya me hacía falta volverlas a barnizar, estaban muy opacas y no iban con mi estilo.

Desvié la mirada, me quité las gafas y me hice para atrás, golpeando suavemente mi espalda contra la puerta. Me hice para adelante y volví a pegarme, de nuevo me moví para adelante y me pegué, una vez más me incliné y me azoté contra la puerta. Estaba muy aburrido, entonces continué con lo mismo.

“Viene un avión cargado, cargado de… amor”

Comencé a hablar mientras me mecía.

“Viene un avión cargado, cargado de… tangas”

Me reí al imaginar la gran variedad de prendas que habría en ese avión… no me vendría mal una color rosa, a Kai le gustan esas cosas, pero bah… ya tenía como 5 de ese tono pero más claro, incluso una con colita de conejo. Quizás por eso me quiere, porque me dejo violar de todas las formas posibles que caben en su “colorida” imaginación.

“Viene un avión cargado, cargado de… vodka”

Y continué así, hasta que de pronto me cayó una hoja de papel en la cabeza.

Alcé la mirada y busqué la cruel amenaza que intentó rebanarme el cráneo con arma tan letal, pero no. No había nada.

“¿Qué carajos…?”

Observé la hoja y la tomé. Estaba un poco sucia y arrugada, y tenía un trocito de cinta gastada que la mantenía adherida a la puerta. De seguro la tiré de tanto golpe, además de que ya casi no tenía pegamento.

“Veamos qué dice…” pronuncié y comencé a leerla.

 

A quien lea esta carta le seré sincero y hasta cierto punto, cínico.

Soy un depredador romántico en busca de una presa sabrosa… eh, tú, quien lee esto… ¿a qué sabes? Déjame probarte, prometo no lastimarte, tan sólo llenarme de tu suculento sabor.

Amante mío, ¿te gusta la música? Porque te cantaré al oído mil canciones con mi rota guitarra, como solían hacerlo antes los que padecían de amor.

También navegaremos hacia lo más oculto del placer… ¿qué te gusta más? ¿Sentir manos? ¿Una lengua juguetona? ¿O te gustan “otras” cosas?

¿Te atreves a amarme como yo te amo a ti? No me importa tu nombre, ni tu sexo, ni tu edad… sólo una cosa: tus palabras. Respóndeme y halágame, te estaré esperando con ansias para que, mientras esté sosteniendo una copa de vino entre mis dedos, lea aquello que proviene de tu corazón.

Vamos, sedúceme.

No involucremos nada de dinero. Dame amor, que yo te lo doy.

Y como una mariposa después de alimentarse, me voy ahora mismo, y prometo hacerlo de igual forma en tu vida. No te quitaré más que un crepúsculo y un amanecer, claro, además de unas cuantas hojas de papel.

Considérame, ponte un sobrenombre y juguemos al juego del amante extraño.

Abrazos, besos y caricias.

 

Íntimamente, Uruha.

 

Volví a doblar la carta, miré al panorama y…

–¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! –Estallé a risotadas.

“¿Íntimamente Uruha? ¿Quién estúpido se apoda así? Uruha… Uruha… U-RU-HA… ¡JAJAJAJAJA! ¿Y cantar al oído con una guitarra rota? O sea, ¿la guitarra al oído? ¿Me quiere dejar sordo? Además esto es estúpidamente cursi, ¿de verdad pretende ese tipo atraer a alguien con semejantes pachotadas?” Eso fue lo primero que pensé,y pues sí, me atrajiste.

 

“Respóndele tú, Ruki,  no pierdes nada con hacerlo”

 

Me mordí los labios y observé nuevamente el panorama.

–¡Taka! –En eso, mi molesto novio llegó corriendo con una bolsa que se veía pesadísima.

Me puse de pie.

–¿Qué te pasó? ¿Por qué tardaste tanto? –Pregunté y me llevé las manos a la espalda, haciendo bolita la carta y metiéndola con discreción al bolsillo trasero de mi pantalón.

–Pues las viejas argüenderas que me querían dar a 1730 yenes una puta sandía.  –Se dio la vuelta en modo de “vámonos”.

–Ay, no me jodas, ¿en serio? ¿Quieres que te ayude? –Ofrecí “amablemente”, tomando de abajo los frutos y caminando.

–Sí, y me puse a regatear.

–¿Y qué pasó?

–No le querían bajar.

–Ay, siempre tú de peleonero, menos mal que no te acompañé.

–¿Qué? ¿Nunca has regateado en tu vida?

–No, no me hace falta.

–Ay, sí, soy niño rico. –Bufó.

–Me envidias.

–Claro.

–¿Y qué? ¿Al final en cuánto te la dieron? –Llegamos al auto.

–A 1400, ya suéltalo… –Depositamos la bolsa en el piso mientras Kai abría la cajuela.

–Pufff… bueno, ¿al menos se ve sabrosa?

–Claro, hoy la comeremos de postre.

Le ofrecí una sonrisa “cálida” y hui disimuladamente, eso de acomodar las cosas lo detestaba.

De pronto un calorcito y un cosquilleo me hicieron recordar la travesura que estaba a punto de hacer, o bueno, debía buscar el momento indicado.

Vimos a la familia de Kai, comimos sandía, bromeamos y dejamos que la calurosa tarde pasara rápido.

Esa noche, mi novio se quedó dormido de inmediato, ni siquiera me besó.

Yo no podía dormir, amaba mi habitación, no el cuarto de huéspedes. Los mosquitos me atacaban salvajemente, hacía un calor terrible y él insistía en taparse.

Aventé la cobija, me bajé de la cama y fui por la carta.

 

“Tu carta.”

 

La volví a leer y callé mis carcajadas. Busqué un lapicero, una hoja y me puse a redactar la respuesta que tanto anhelabas, Uruha, me divertiría de lo lindo jugando contigo… o al menos eso creía.

Notas finales:

¿Qué opinan? Háganmelo saber :33


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