Hábiles, masculinos, fuertes, moviéndose rítmicamente al compás de la música.
Aquí, allí, mirara donde mirara Taemin, allí estaban, había traseros por todas partes, traseros cubiertos tan sólo por unos diminutos tangas.
--Madre de Dios. –Se dijo a si mismo en voz baja.
Atravesó la muchedumbre de hombres que gritaban “Muévete, guapo, muévete” y que llenaban “SHINee”, un selecto club de striptease situado en el centro de Seúl y donde sólo se permitía la entrada a los hombres. Taemin estaba pasando por un largo periodo de sequía sexual, por lo que la visión de aquellos exquisitos ejemplos de masculinidad lo hacía sentir… algo… necesitado.
La selección de hombres era impresionante, no le resultaría difícil encontrar un bailarín para la fiesta de despedida de soltero de su hermano, como muy bien le había dicho su vecino Minho. Con el que, por cierto, había tenido una conversación un tanto extraña.
Esa mañana Taemin había estado sacando de su coche las cosas para la fiesta y, justo en el peor momento, se le había roto una bolsa y se le había caído todo al suelo. La acera había quedado cubierta de preservativos que brillaban en la oscuridad, esposas de terciopelo y de mas artículos sexuales.
Al ver que Minho acudía a ayudarlo, Taemin había estado a punto de correrlo para evitar que viera todos aquellos regalitos. Sabía que su vecino se avergonzaba con facilidad, pues cada vez que lo veía sin camisa por su piscina, se ponía a tartamudear y ni siquiera era capaz de mirarlo a la cara y cada vez que Taemin se quejaba con él de su inexistente vida sexual, se le ponían las mejillas del color carmín intenso.
Era un buen tipo, siempre dispuesto a ayudar, tenía el atractivo de un profesor despistado, a pesar de sus enormes gafas, de la ropa deforme que se empeñaba en ponerse y de que su cabello necesitara un buen corte. Pero lo cierto era que tenía una sonrisa preciosa que siempre hacía que Taemin tuviera una misteriosa sensación en el estómago cada vez que la veía.
En resumen, su vecino era un diamante en bruto esperando que llegara la persona adecuada y lo puliera. Pero esa persona no sería él, no señor.
Para empezar, Minho era un cerebrito doctorado en arqueología, mientras que el ni siquiera había conseguido acabar el instituto. Bien era cierto que había obtenido un titulo en artes contemporáneas, pero eso no había hecho que dejara de sentirse inseguro por su falta de formación.
Además, Minho era de esos hombres a los que sólo les interesaban las relaciones estables, mientras que Taemin había aprendido a golpes que la vida era demasiado corta, su nueva filosofía de vivir el presente no le permitía comprometerse con nadie para siempre. Y sin embargo, no podía dejar de fantasear con él.
Ahí estaba el problema. Lo que necesitaba era dejar de pensar en su adorable vecino y tener una aventura salvaje con un rebelde, con alguien que supusiera un desafío, una locura. Algo que Minho y sus fósiles no eran en absoluto.
Por eso cuando Minho le había dado la caja de ropa interior comestible sin decir nada y su mano le había rozado los dedos un instante, Taemin había preferido no hacer caso de la descarga eléctrica que le había provocado tan breve contacto.
–Qué suerte la mía –había dicho Taemin sin siquiera mirarlo a los ojos–. Primero me falla la empresa encargada del salón, después me llama el stripper para cancelar su actuación y ahora se me rompe la bolsa.
– ¿Un stripper?
–Sí, para la despedida de soltero de Key, es el sábado por la noche.
–Yo sé dónde puedes encontrar otro. Un amigo mío trabaja en un club que se llama SHINee, es “Keroro”, dile que vas de mi parte.
Y allí estaba, sexualmente necesitado y rodeado de hombres prácticamente desnudos.