—Sólo ha terminado el verano, Yongie, nuestra relación no —había dicho Seung la mañana en que él se marchó—Nunca terminará —
Pero lo hizo. Por razones que Sung nunca comprendería, Ji no respondió a ninguna de las cartas que le envió.
Poco después decidió marcharse de Corea para quitárselo de la cabeza, donde comenzó trabajando para una gran empresa YG Entretaiment donde ayudaban a las personas a salir adelante por medio del mundo artístico, su trabajo requería de mucho tiempo, ahora se había convertido en un traineer , por lo que así gran parte del día mantenía ocupada su cabeza, tratando de olvidar a Ji.
—Tus esfuerzos merecen recompensa—decía Yang — Eres un muchacho excelente. —Era el mejor cumplido que podía tener YG.
Pero a pesar de todo seguía pensando en Jiyong, sobre todo por las noches. Le escribía una vez al mes, pero nunca recibió respuesta. Por fin envió la última carta y se obligó a aceptar el hecho de que jamás compartirían nada más que aquel verano juntos.
Un mes después, Seung ya no era un joven por lo que había avisado a Yang sobre su próximo enlistamiento a milicia, días después allí recibió una carta de Yang dándole las gracias por su trabajo, y adjuntando un documento que le daba derecho a un pequeño porcentaje de las acciones de la YG entretaiment, las suficientes como para no volver a trabajar el resto de su vida.
"No podría haberlo conseguido sin ti", decía la carta.
Dos años después, salió del ejército, reconociéndose ya como un hombre. Una semana más tarde regresó a Corea recordando aquella casa deteriorada que alguna vez había visto junto con Ji y la compró, no un precio tan alto ya que la casa no otorgaba más que escombros.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Jiyong aún no lo podía creer, aunque tenía la prueba en las manos no podía, la había encontrado en el periódico de ayer, en casa de sus padres. .
—No puede ser —murmuraba, estaba sentado en el borde de la cama de la que seguía siendo su habitación leyendo el articulo
— Jiyong ¿Estás ahí— Su madre llamo a la puerta pero él no pudo responder de inmediato, y se percató de que le temblaban las manos.
Entonces había empezado todo.
—Y ahora tengo de nuevo la oportunidad—murmuró otra vez. Volvió a doblar el recorte y lo puso en su bolso sitio, aquel artículo era el culpable de que ahora él se encontrará ahí.
3 semanas después, nadie se había opuesto a su viaje improvisado, ni siquiera Bae, que llegó a comprender que solo era que estaba nervioso por los preparativos de la boda.
FIN DEL FLASHBACK
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~
Respiró hondo y volvió a ponerse de pie. —Ahora o nunca —murmuró, tomó sus cosas y salió por la puerta llegando hasta el vestíbulo. El gerente del hotel le sonrió al pasar, y sintió sus ojos clavados en su espalda mientras salía en dirección al coche. Se sentó al volante, se echó un último vistazo en el retrovisor, puso el coche en marcha y comenzó su trayecto hacia su destino
La claridad con que recordaba las calles del pueblo lo habían sorprendido, siete años de haber venido por última vez y paisaje se veía igual. Aunque hacía años que no iba por allí, era un sitio pequeño y resultaba fácil orientarse.
El paisaje era hermoso, como siempre, el terreno era llano, pero tenía el mismo suelo fértil y húmedo. Para él, nada había cambiado. La luz del sol filtraba sus últimos destellos entre las ramas de los robles iluminando los colores del otoño. Podía sentir un nudo en el estómago, y su garganta seca al reconocer uno a uno los lugares que creía olvidados, reviviendo la imagen viva de aquellos momentos con SeungHyung
Poco después avistó un majestuoso roble a orillas del río, y los recuerdos se intensificaron. Tenía el mismo aspecto de entonces jamás olvidaría aquel roble, testigo de un amor maravilloso que ahora pasaba solo a recuerdos.
Después de otra curva, finalmente vio la casa. Había cambiado radicalmente. Al aproximarse redujo la velocidad y giró por el largo camino de tierra condujo despacio, mirando la casa, detuvo la marcha del bentley, se quedó admirando por varios minutos la estancia, respiro hondo y salió del coche en dirección a la puerta, sentía sus piernas flaquear pero no le importaba, había llegado hasta ahí y ahora no se echaría para atrás.
Formó un puño con la mano derecha alzándola y poniéndola a escasos centímetros de aquella gran puerta de madera, dio un profundo suspiro, sacudió la cabeza y dio dos golpes, al cabo de que a los pocos segundos la puerta se fuera abriendo lentamente y detrás de ella la figura de un hombre alto, de complexión no tan robusta y de cabellos castaños.
Durante un largo rato ninguno de los dos se movió mientras se contemplaban. Seung no había dicho nada, su mirada se había vuelto estática, y por un momento JI pensó que no le había reconocido. . Había pensado que resultaría más sencillo, que sabría qué decir, pero no fue así.
Evocó el verano que habían pasado juntos y, mientras lo miraba se dio cuenta que no había cambiado mucho desde su último encuentro.
Cuando por fin se sintió en condiciones de hablar, respiró hondo y sonrió.
—Hola, Seung. Me alegro de volver a verte— Sus palabras lo sobresaltaron y lo miró con asombro. Luego, después de sacudir ligeramente la cabeza, esbozó una sonrisa lenta.
—Yo también me alegro... —balbuceó. —. Eres tú, ¿verdad? No puedo creerlo... — Ji podía oír la emoción en su voz y así mismo sintió la necesidad de abrazarlo, sintió una extraña emoción, una emoción profunda y antigua. Sacudió ligeramente la cabeza, no podía, no quería sentirse de aquel modo, estaba prometido, no había ido allí para revivir viejos sentimientos, aunque…
Sin mediar otra palabra, se acercaron, y Seung lo rodeó con sus brazos estrechándolo contra su cuerpo, se abrazaron permaneciendo largo rato así, hasta que el menor retrocedió para mirarlo sus ojos se llenaron de lagrimas separándose en el momento
—¿Estás bien? —preguntó, viendo como se secaba las lágrimas
—Lo siento. No quería llorar... —
—No te preocupes —respondió con una sonrisa
— Todavía no puedo creer que estés aquí. ¿Cómo me has encontrado? —Ji retrocedió, esforzándose por recuperar la compostura y secándose las últimas lágrimas.
—Hace dos semanas leí un artículo sobre la casa y supe que debía venir a verte—
—Me alegro de que lo hicieras. —
—. ¡Bueno! Tienes un aspecto fantástico. Estás incluso más hermoso que hace años. — Las palabras del mayor le hicieron ruborizarse
—Gracias. Tú también estás muy bien. — El silencio se hizo presente, ambos podían escuchar el latir de sus corazones.
— ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Qué haces aquí? — Tal vez estaba siendo muy apresurado con la preguntas, pero la emoción reinaba en su corazón y quería ponerse al tanto. Sus preguntas le devolvieron al presente, le hicieron tomar conciencia de lo que podría suceder si no tuviera cuidado.
—Seung, antes que te hagas una idea equivocada, quiero que sepas que quería verte otra vez, pero que también hay algo más. —Hizo una breve pausa. —Tenía otra razón para venir aquí. Debo decirte algo— Apartó la vista, debía admitir que la vergüenza se apoderó de él.
— ¿Qué? —Preguntó sintiendo un nudo de miedo en el estómago, presentía que aquel ‘algo’ no era nada bueno
—No sé cómo decirlo. Pensé que podría hacerlo, pero ahora no estoy seguro... —Agachó la mirada, viendo como detrás de las piernas de Seung se asomaba la cabeza de un perro.
—¿Es tuyo? —preguntó, el mayor asintió, sintiendo la tensión en el estómago, Ji solo quería cambiar la conversación.
—Si es mío, se llama GaHo—
—Qué lindo, Has hecho un excelente trabajo de restauración. Ha quedado perfecta, tal como imaginé que quedaría algún día.
—Gracias, eres muy amable ¿Qué pasa, Ji? Ya no más rodeos —Se volvió hacia él, obligándolo a sostener su mirada.
—Me comporto como un tonto, ¿verdad? —preguntó, esforzándose por sonreír.
— ¿A qué te refieres? — Sonrió.
—A todo esto. Al hecho de aparecer de la nada, sin saber siquiera qué decir —
—No estás loco—repuso con ternura, le buscó la mano y el menor permitió que la estrechara mientras seguían de pie, uno junto al otro.
—Bueno, esperaré a que estés listo ¿Ahora por qué no damos un paseo? — Propuso, aún con las manos juntas.
— ¿Como en los viejos tiempos? — Sonrió, como un niño ilusionado.
— ¿Por qué no? Creo que nos hará bien a los dos—
—¿Tienes que avisar a alguien? — Preguntó mirando a los adentros de la casa.
—No, no hay nadie más. Sólo GaHo y yo—Exclamó, a lo que Ji esbozo una gran sonrisa, de alguna manera lo ponía feliz.
—Bueno, entonces vamos—