Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

...:::A Million Roses:::... por aLeXXsHaWoL

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

BLAH... BLAH... LEAN, DESPUES HABLAMOS... xD

CAPITULO I

“Una rosa por…”

 

“… Por eso y mucho más… Te amo.”

 

Y yo, aún preguntándome, ¿por qué hace estas cosas?

No es que me moleste el que sea tan romántico o que me diga que me… Me ama. Solo, no entiendo, ¿cómo puedes amar a alguien con quien nunca ha cruzado una palabra? ¿Alguien a quien no conoces?

No creí que eso fuera posible, pero un completo extraño me hizo darme cuenta que estaba en un error. Para poder amar, no hace falta más que cerrar los ojos y abrir el corazón.

 

.*.*.*.*.*.

 

¡Qué cansancio!

La mañana, desastrosa. El metro, horrible. Las clases, aburridas. El trabajo, estresante. ¡Odio mi vida!

Lo único que quiero es llegar a casa, prepararme un baño de burbujas y deshacerme de todo lo que me agobia, ahogar todas mis frustraciones en la tina de mi baño.

Al llegar al edificio donde vivo, liberé un suspiro, esperando que el resto de mi tarde no sea arruinada como lo fue todo mi día. Al llegar al ascensor, me topé con el pequeño cartel, cortesía de la casera, el cual decía en una ortografía no muy buena, “Fuera de Servicio”. ¡Bien! Igual puedo caminar. Fui a las escaleras, al final del pasillo y al pisar el primer escalón, un balón de futbol salió cruzando por sobre mi hombro derecho, sacándome el susto más grande del que tenga conciencia.

-¡Lo siento, hyung!- los dos hijos de la señora Kang se disculparon al verme ahí parado con el corazón en la mano, pasando por mi lado para ir a recoger su balón y salir del edificio, supongo que con rumbo al parque de enfrente.

Respiré hondo y me dispuse a seguir mi camino. Cuando llegué al segundo piso y antes de salir al pasillo para doblar y seguir, miré a ambos lados, no vaya a ser que vuele otro balón de quien sabe dónde. Al no ver a nadie, subí el último escalón, pero apenas apoyé mi pie, me resbalé y caí de bruces al suelo, quejándome en el acto.

-¡Lo siento tanto!- llegó la señora Park con un trapeador en su mano y, después de ayudarme a levantar, se dispuso a limpiar el jugo que su hija de dos años dejó regado por el pasillo.

Conté hasta tres y solo le sonreí, excusándome antes de que quiera quedarse a platicar conmigo, o mejor dicho, comenzar a chismosear de la señora Jung, su vecina. Así que, casi corriendo, a pesar del dolor en mi retaguardia debido a la caída, me retiré del lugar, con rumbo al tercer piso. Una vez ahí y después de verificar que ningún balón o líquido peligroso en el piso obstruya mi camino, corrí a mi puerta, marcada con el numero 36, al final del pasillo.

Solo unos pasos me separaban de mi meta. Unos cuantos pasos que se me hacían eternos. Me preparé metiendo mi mano en el bolsillo de mi pantalón, buscando mi llavero, pero un repentino golpe me detuvo, sintiendo arder mi pecho.

-¡Lo siento! - se acercó a mí el señor Hwang, quien recién salía de su departamento, y al chocar conmigo, me vació su taza de café caliente encima. Se acercó, con las claras intenciones de limpiar mi camisa del líquido que llevaba en su taza.

-¡Yah! ¡Así déjelo!- le grité mientras trataba de despegarme la prenda aun caliente del pecho. Lo dejé ahí parado, disculpándose todavía y me fui  a mi departamento, con mi llave en la mano ya lista para abrirme camino a mi santuario de relajación. Al llegar a la puerta, lo primero que noté fue un extraño papel. Una tarjeta roja pegada en la entrada de mi casa. Sin ponerle atención, pues tal vez es solo publicidad, la despegué de mi inmaculada puerta y me abrí paso hasta el interior de mi hogar.

Una vez adentro y con la puerta separando mi hermoso mundo de todo lo demás, me fui directo al sofá y me dejé caer, rendido ante el horrible día que pasé, enfrentando al exterior. ¿Por qué no puedo simplemente quedarme aquí, entre mis cuatro paredes, para siempre? La vida es tan difícil una vez que creces. Porque cuando eres niño, no te preparan para enfrentar las responsabilidades que conlleva una vida de adulto. Cuando eres niño, todo es color de rosa.

Sin mirar hacia donde, solo lancé las llaves, esperando que con ello se fuera un poco de mi enojo con el mundo. Al hacer eso, noté que en mi otra mano aún llevaba algo. Era la tarjeta que encontré pegada a mi puerta al llegar. No era publicidad, aún así, seguía sin ser de mi interés. La tarjeta era linda, con rosas rojas impresas de fondo y un mensaje que no supe cómo interpretar.

 

“Una rosa.

Una rosa por cada razón que tengo para amarte.

Para eso, creo que un millón no serán suficientes.”

 

¡Ok! ¡Este definitivamente no es mi día!

Estoy atravesando la peor racha de mala suerte en mi corta vida, y para colmo, me salen con esto. O se equivocaron de puerta, o a alguien le dio por andarse haciendo el gracioso con ese mensajito. De suerte que no tengo perros, pues solo faltaba que uno llegara a orinarme, para coronar el pastel de infortunios, con semejante cerecita bochornosa.

Tomé la tarjeta y la lance lo más lejos que pude. Ya se iría mañana definitivamente, cuando la aspiradora se lleve todas las porquerías acumuladas en mi piso.

Me levanté del sofá, con mi camisa ya incomodándome, al quedar toda pegajosa por el café derramado sobre mi persona. Me la quité, corroborando que el líquido hirviendo no me haya lastimado. Excepto por el ardor y una pequeña irritación, no había de que preocuparse. Ya sanaría para la mañana. Lástima que por mi ropa no pudiera decir lo mismo. Esa iría directo a la basura.

Fui a mi alcoba, donde tomé mi toalla y mi bata, para dirigirme al baño y terminar mi día como lo tenía planeado. Mi baño de burbujas me esperaba. Una vez que la tina estuvo lista y con una música ligera de fondo, me deshice de mi ropa, para disponerme a tomar mi baño sanador.

Mi momento sagrado del día. Y, de nuevo, fue interrumpido, por el timbre de mi puerta. Intenté ignorar a quien quiera que fuera, pero al parecer no entendía mi indirecta de que no quería abrir, pues ese alguien seguía pegado al timbre, presionándolo sin misericordia.

¡Juro que si es alguno de mis vecinos que viene a interrumpirme, ME MUDO!

Tomé  mi bata y enfundándome en ella, fui a abrir la puerta. El timbre sonaba y sonaba, rogando por que llegara rápido a abrir para que el “Señor Desesperado” dejara de martirizarlo.

-¡Ya voy!- grité al ver que no se detendrían hasta escucharme responder. Y efectivamente, el timbre dejó de sonar cuando le hice saber que ya atendería. Tomé el cerrojo en mi mano, girándolo para dejar ver a quien interrumpía mi momento de serenidad- ¿Qué quieren?

Salí, casi saltando al pasillo, tratando de sorprender a quien quiera que fuera. Pero al incorporarme y ver a ambos lados del pasillo me di cuenta que no había nadie. Seguramente fue alguno de los molestos niños del segundo piso, esos que se la pasan haciendo este tipo de bromas a todos los vecinos.

Tragándome mi enojo, entré de nuevo en mi departamento, empujando la puerta tras de mí, pero al ver hacia esta, como se cerraba lentamente, noté en el piso frente a mi puerta lo que parecía ser,  ¿una flor?

Detuve la puerta antes de que esta se cerrara completamente y, mirando a ambos lados del pasillo, para verificar que no hubiera nadie husmeando por ahí y que me viera, tome el tallito envuelto en celofán y, con él en mi mano, entré a casa.

Una vez resguardado nuevamente, miré el  pequeño botoncito color rojo. Era una rosa roja, envuelta en un hermoso papel transparente con corazoncitos rojos impresos. En el tallo de la rosa había amarrada una pequeña tarjeta, con un diseño bastante familiar.

Y entonces, el colmo del ridículo fue el verme de rodillas por mi sala, sin nada más que mi bata de baño, buscando un simple pedazo de papel al que hacía apenas unos minutos no le había prestado atención. Cuando lo encontré, debajo de la pequeña mesa junto a la puerta de la cocina, salté celebrando por todo el lugar. Con la tarjeta en mi mano derecha y la rosa en la izquierda, tome asiento en mi sofá. Ya teniendo ambas en mis manos, mire la tarjeta con otros ojos.

 

“Una rosa.

Una rosa por cada razón que tengo para amarte.

Para eso, creo que un millón no serán suficientes.”

 

Habría jurado que era una broma, de no ser por la rosa que estaba ahí, para confirmar que esto era real. Y era para mí. Pues la pequeña tarjeta  tenía el mismo diseño que la anterior, rosas rojas de fondo y una hermosa y muy similar caligrafía.

 

“Una rosa por… tu bella sonrisa. Esa que adorna tu hermoso rostro hasta en el peor momento.

Esa sonrisa que le regalas al mundo todos los días.

Gracias, Kim Kibum.”

 

Ese es mi nombre.

Kim Kibum, el chico mala suerte. El chico que en su peor día tuvo un extraño encuentro. Con una hermosa rosa roja.

 

 

Notas finales:

ASI KOMIENZA EL KE SUPUESTAMENTE SERIA MI FLASHFIK... ESPERO KE LES HAYA GUSTADO Y LA PROXIMA SEMANA SUBO EL SIG KAPITULO PORKE SOY MALA Y LAS KIERO DEJAR EN SUSPENSO A PESAR DE YA TENERLO TERMINADO... MUAJAJAJAJA *risa de villano mal pagado*

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).