CAPITULO II
“… tu hermoso corazón.”
*… las 6:15 a. m. en la hermosa Seúl. Esperamos que este sea el mejor de sus días. Los dejamos con uno de los éxitos de Súper Ju…*
Nota mental: Debo programar ese despertador en un volumen más bajo, o un día de estos me dará un infarto del susto.
Es curioso. Normalmente, todos los días son aburridos o desesperantes para mí, por ende, todos los días quisiera no tener que levantarme. Pero hoy, a diferencia de siempre, estoy con muchos ánimos, a pesar de haber sido despertado tan bruscamente por “Don’t Don”.
Y, como todos los días, mi rutina comienza con mi ducha matutina, seguida de mi desayuno express, el cual consiste en un pan tostado y un vaso de leche. Me cepillo los dientes, listo para salir de mi casa de nuevo, a enfrentar al cruel mundo que está en mi contra y no sé exactamente por qué. Yo no le hice nada, al menos no que yo recuerde.
Antes de salir, recordé que la noche anterior dejé tiradas las llaves por ahí, pero no supe exactamente donde, así que comencé a buscarlas, desesperado porque ya casi son las siete y el metro que sale a esa hora se irá sin mí. Cuando las encontré, me dispuse a salir, no sin antes dar un último vistazo a la pequeña mesa al centro de mi sala, donde coloqué un hermoso florero de cristal, regalo de mi mejor amiga.
-Nos vemos en la tarde- me despedí de la hermosa rosa roja, regalo de un extraño, quien, en vez de asustarme con su “detalle”, me alegró el día.
Cuando cerré la puerta, lo primero que encontré fue al señor Hwang, sentado frente a su casa. Al verme, se levantó de su mecedora.
-¡Kibum! ¿Estás bien? Siento mucho lo de ayer…- se acercó a mí, disculpándose por el accidente del día anterior.
-No se preocupe, señor Hwang- le dije, apoyando mi mano en su hombro anciano- Esas cosas pasan. Y quien debería disculparse soy yo, por haberle gritado como lo hice.
-¡Claro que no! Tenias razón al hacerlo- miró mi mochila en mi hombro y luego a mi- ¿Vas a la escuela? Anda, no te entretengo o se te hará tarde.
Me despedí, bajando las escaleras al segundo piso, donde encontré a la señora Park conversando muy animadamente con su vecina, la señora Jung.
-¡Kibum! ¿Cómo amaneciste?- solo me limité a sonreírle, pues si me detenía a conversar las señoras me entretendrían y se me haría más tarde- ¡Que te vaya bien!
Me despedí, mirando como las señoras continuaban con su conversación entre risas y murmullos. Sonreí, pues era gracioso ver que eran tan buenas amigas, a pesar de sus pleitos diarios.
Seguí hasta la primera planta, donde la señora Kang, acompañada de sus hijos, esperaba por mí.
-¿Se te hizo tarde?- me preguntó preocupada.
-¡Lo siento!- me disculpé.
-No te preocupes, acabamos de bajar también- se giró para mirar a sus dos hijos- ¡Se portan bien con su hyung! Suficiente hace con soportarlos aquí, así que agradezcan que los acompañe a la estación todos los días.
-¡Si, umma!- dijo apenado el mayor, de apenas 9 años- Ya nos vamos.
Ambos se despidieron, tomándome de la mano para no perderse. Nos fuimos corriendo a la estación, a dos calles del edificio, antes de que el metro de las siete nos dejara, pues el siguiente no pasaba hasta dentro de quince minutos.
Estando casi por llegar, el menor de los niños se tropezó, lastimándose el pie. ¡Genial! Ahora si perderemos el metro. Le quité la mochila y se la entregué a su hermano y, subiéndolo a mi espalda, con mi mochila en mis manos, continuamos nuestro camino, ahora más lento, debido al peso extra que el mayor de ellos y yo, cargábamos.
Al bajar las escaleras, hasta el subterráneo, casi tropiezo. Por suerte para mí y el pequeño en mi espalda, un joven detrás de nosotros, detuvo nuestra caída, sosteniéndome por la cintura al vernos casi caer.
-¿Estás bien?- pregunté al pequeño. El solo asintió, apretando más sus brazos alrededor de mi cuello. Solo atiné a agradecerle torpemente a quien nos salvó, aun corriendo escaleras abajo.
Cuando llegamos, el metro estaba ya ahí. Puse mi mochila bajo mi brazo, tomando al mayor de los niños de la mano y corrimos entre la gente, buscando espacio para poder entrar. Apenas cruzamos la puerta, esta se cerró, dejando a varios incautos afuera. De haber tardado un segundo más, nosotros estaríamos entre ellos.
-¡Oppa!- escuché la hermosa vocecita de mi amiga, quien me llamaba, ondeando su manita, llamándome entre la gente-¡Taemin, acá está!
Cuando la miré que venía hacia mí, le devolví el saludo. Taemin venia tras ella y ambos se veían preocupados. Tal vez, al igual que yo, creían que no llegaría a tiempo.
-Hola, Luna, Taemin- los saludé, cuando llegaron con nosotros- Se nos hizo tarde.
-Ya lo notamos, hyung- dijo Taemin, riendo al escucharme aún con el aliento entrecortado por la maratónica carrera que hicimos los niños y yo.
Todos íbamos parados junto a la puerta. El vagón en el que íbamos, no estaba lleno, pero no había asientos desocupados. Con el pequeño aún en mi espalda, caminamos al medio del pasillo, pues si nos quedábamos ahí, al bajar la gente en la siguiente estación podrían empujarnos.
En uno de los asientos iba un muchacho, ocupando tres lugares con su mochila, un estuche para guitarra y su nada caballeroso trasero. Lo miré con mala cara, pues Luna estaba con nosotros y ni siquiera a ella le brindaba un asiento. El tipo ni por enterado se daba de mi molestia. Iba a decirle algo, cuando su móvil sonó. Lo vi sacarlo de su chaqueta y contestar.
-Hola… Si…- me miró en ese momento, analizándome de pies a cabeza- Entiendo. Me debes una muy grande, ¿sabes?
Se levantó de su asiento, tomando sus cosas con él.
-Toma asiento, por favor- me invitó a sentarme, haciendo una venia solemne, se veía casi teatral el hombre, haciendo eso. Taemin y Luna nos miraban atentamente, de seguro preguntándose lo mismo que yo. “¿Qué le pasa a este tipo?”
-No, gracias. Así estoy bien- dije, acomodándome al pequeño a mi espalda, quien ya incómodo, solo se retorcía, agarrándose fuerte a mi cuello.
-Insisto- me tomó de los hombros, quitándome al niño de la espalda y empujándome al asiento. Iba a gritarle unas cuantas verdades, por atrevido, pero al verlo, el solo me sonrió, dejando al pequeño en mi regazo- Por favor- invitó a Taemin y a Luna, quienes no se hicieron del rogar, tomando asiento con el mayor de los niños entre ellos, dándole las gracias al sujeto.
En ese momento, el muchacho dejó su mochila junto a mis piernas y sacando su guitarra del estuche, lo lanzó junto a su mochila.
-Bien, aquí vamos- recargándose en una delgada barra frente a nosotros, comenzó a tocar una suave melodía que nunca había escuchado. Acariciando las cuerdas, comenzó a cantar.
Quiero estar contigo en la cama de tu cuarto solo por un día.
Quiero hacer que duermas, confortable y lleno de calor en mis brazos
Por ti, Yo puedo hacer que tus problemas y ocupaciones acaben,
a pesar del monstruo de tus sueños…
Era una canción hermosa, al igual que su voz, pero no entendía porque al cantarla, el sujeto me miraba a mí. Todos en el metro, guardaron silencio inmediatamente, cuando el chico comenzó a cantar. Se escuchaba uno que otro murmullo, pero nada que interrumpiera la interpretación del sujeto.
…Por ti mismo, estoy curioso por saber, cuanto es
lo que tú realmente me amas.
Yo quiero ser el diario, que tienes en aquel pequeño cajón
Quiero tener todos tus secretos en mi corazón, sin que tu lo sepas…
Taemin y Luna me miraban. No los veía, pero podía sentir su mirada sobre mí, al igual que la de todos ahí. El pequeño sentado en mis piernas no dejaba de abrazarme, mientras miraba atento al chico tocar la guitarra.
…Mi corazón es así.
Tú eres la única persona, quien lo puede ver.
No importa a quien vea, o donde este
Yo siempre te miro a ti…
Esta extraña situación me estaba poniendo nervioso. Pues por más que lo pensara, no identificaba a este sujeto de ninguna parte. Nunca en mi vida lo había visto, y si lo conocía, no lo recordaba.
Iba a decirle que parara, pero sentí a Luna tomar mi brazo, al captar mis intenciones. Sin alejar los ojos del chico, negó con la cabeza, prohibiéndome interrumpirlo.
…En mi corazón, en mi alma
El amor aun se siente algo difícil para mí,
Pero yo, quiero darte todo en este mundo
Aunque solo pueda hacerlo en mis sueños.
Mi corazón es así. Solo el hecho, de verte
Me hace sentir agradecido…
Respiró hondo, dejándose escuchar entre el silencio del vagón, terminando así con su interpretación. Entonces la gente comenzó a aplaudir como loca. Las chicas se sonrojaban, las señoras sonreían; hasta los hombres le demostraban al sujeto este, lo mucho que les había gustado su inesperada interpretación.
Pero el tipo ni siquiera agradecía tales muestras de afecto. Solo estaba ahí, parado frente a nosotros, mirándome.
Cuando se movió, fue hasta donde estaba yo, tomando su estuche y guardando su guitarra. Me sonrió. Con el estuche al hombro y su mochila en mano, de esta sacó una rosa y me la extendió.
-De parte de tu admirador- al ver que no la tomaba, la dejó sobre las piernas del pequeño.
El metro se detuvo en ese momento, pues había llegado a la siguiente estación. El sujeto se acercó a la puerta, esperando que se abriera. Yo no lo miraba, pero sentía su mirada aún sobre mí. La puerta se abrió, dejando salir a la gente que esperaba bajar.
-Por cierto, la canción, él la escribió para ti- lo escuché decir. Cuando volteé a mirarlo, ya había bajado.
Le entregué el niño a Luna, quien iba a mi lado y me paré para ir a la puerta del vagón, pero al llegar, esta se cerró. Lo miré ahí parado, hablando por su móvil. Solo sonreía y asentía. Cuando me miró por la ventanilla de la puerta me saludó, apuntando con su índice a su móvil, dándome a entender que hablaba con Él. Mi… admirador.
El metro continuó su camino, dejando al sujeto en la estación. Fui hasta mi lugar, que Luna me había guardado. Me senté, siendo observado aún por la gente ahí, al menos la que quedaba y había sido testigo del espectáculo, incluyendo a mis amigos. Volví a tomar al pequeño en mis brazos, para que Luna no se cansara. Entonces, abrazado a mí, el pequeño me entregó la rosa que el sujeto ese había dejado.
Era igual a la del día anterior. El mismo papel de corazones, la misma etiqueta impresa con rosas, pero el mensaje era diferente.
“Una rosa por… Tu hermoso corazón. Ese que guarda tanto amor para los demás.
P.D. Ten cuidado al bajar escaleras.
K J H”