Changmin se siente apreciado, como si fuera una pieza frágil que pudiera romperse, como si cuando llegó a la vida de Yunho y éste se enamoró de él, hubiese sido con una advertencia de "manéjese con cuidado", porque el líder siempre es cuidadoso con él, al punto en que a veces él pierde la razón y es brusco con el otro, demasiado tosco, le empuja y le araña, y deja marcas escondidas en su cuerpo. Marcas que sólo él puede ver.
Yunho no se queja, le besa y le acaricia y recorre todo su cuerpo con una admiración que le roba el aliento a Changmin, pero éste quiere más, necesita más y convierte todo momento con Yunho en algo más desesperado, quiere ser uno con él, que sus cuerpos se sincronicen, se unan, que sus corazones latan a un mismo ritmo.
Cuando Yunho entra en él, su reacción es morderle el hombro con fuerza, arrancando un gemido ronco del líder, y para apaciguar el dolor que sabe que debe estar experimentando el otro, lame la marca que dejó, acaricia con su lengua tibia y húmeda, y después dirige su boca a la del otro, para beberse sus gemidos y su respiración.
Alcanza el clímax y se arranca del beso, un hilo de saliva uniéndolos aún y él repitiendo como disco rayado una infinidad de "te amo" que tienen como único propósito inundar el corazón de Yunho.
Eso es justamente lo que hacen, y al líder no le queda más remedio que responder con un solo, pero todo el afecto que reflejan sus ojos es suficiente para hacer sentir a Changmin no merecedor de tanto amor.
Se hunde en los brazos del mayor, esconde el rostro en el cuello tibio de Yunho y le vuelve a morder, esta vez menos bruscamente.
Su piel es pálida y fría, hermosa como porcelana, como mármol tallado para crear ese hermoso rostro del que Yunho está enamorado, de esos ojos negros que son como dos ónices hermosos que brillan, de toda su belleza fría y distante, tan perfecta que siente que no se merece.
Changmin es un descendente de la hermosa luna que brilla plateada en lo alto del cielo, o eso es lo que él le recita todas las noches, mientras lo desviste, hasta dejarlo completamente descubierto, expuesto al máximo para que sus ojos mortales se deleiten con esa hermosa criatura de largas piernas, cintura pequeña y hombros estrechos.
El menor se ríe, burlándose de él y no lo aparta porque también le desea, lo suyo es un deseo mutuo a tiempo completo.
Siempre que tienen sexo, es por las noches, después de sus muchas actividades, y aunque están completamente agotados, para eso siempre tienen energía. Changmin abre las cortinas y permite que la luz de la luna se filtre.
Así fue como comenzó esa historia fantástica que Yunho se inventó.
Érase una vez un hermoso rayo de luna que descendió sobre la tierra y tomó la forma del más perfecto humano que jamás haya existido.
Sus besos húmedos le embriagan y le muerde el labio, lo confunde con sus caricias, separa las piernas y lo aprisiona entre éstas, lo enloquece para que no continúe con ese relato ridículo.
Y un simple mortal (yo, dice mientras le besa) no pudo resistirse a sus encantos y acabó atrapado en un romance letal, destructivo e incierto que le robaba toda esperanza y que lo mantenía siempre queriendo más, entregándose de lleno a esa fría criatura.
Changmin lo abraza, le besa el cuello, la barbilla, los labios, el ojo derecho y gime contra su mejilla, un ronco sonido que le demuestra lo bien que lo está satisfaciendo.
—Eres un idiota —le dice y lo abraza más, más, más fuerte—. Te amo.
Y Yunho se permite una sonrisa.
Un día, en medio de la noche, cuando la luna era testigo de su pasión, aquél rayo de luna que ahora era humano, se enamoró, y se entregó de lleno.
Changmin no puede negarlo, porque aunque no quisiera, él ya pertenece por completo al líder… lo bueno es que el líder es tan suyo como él es de Yunho.
Changmin lo piensa una y otra vez, hasta que llega a la conclusión que esa desesperación que le invade de lleno es como un caminar en el desierto, en medio de la nada, buscando consuelo, confort; y se siente sofocado, respirando aire caliente, con la garganta reseca, pero no se detiene, sus ojos escanean todo a su alrededor, se siente perdido, quiere salvación.
Avanza, sintiéndose desfallecer, débil y agotado, una parte de él quiere darse por vencido, permitir que todo lo que se cierna en torno a él lo derrote, está a punto de alzar la bandera blanca cuando sus ojos lo ven... él, siempre dispuesto a ayudarle, como un oasis en medio del desierto en que está muriendo, ese desierto despiadado que se han convertido los medios de comunicación, sus propias admiradoras y el resto del mundo.
Se arrastra un poco, lo suficiente para alcanzarle, cerrar sus brazos alrededor suyo y aspirar su aroma, lanzarse un clavado en él y permitirse ser sostenido. Puede ser frágil y débil en ese momento, Yunho va a cuidarle, va a acariciarle el cabello, le va a besar la frente y le murmurara una y otra vez, sus palabras entrando en él a través de sus poros, que todo va a estar bien, que están juntos, que no importa lo que el mundo opina, él está ahí para él. Jamás va a dejarle.
Y es más que suficiente, porque el resto del mundo no significa nada para él, mientras que Yunho lo es todo, es su mundo.
Se hunde más en el calor de Yunho, le mira a los ojos y le regala una sonrisa, está mucho más tranquilo.
—Gracias, Hyung —su voz es apenas un suspiro que Yunho apenas puede descifrar.
Sus ojos no dejan de observar los labios de Changmin, pero lo hace para establecer contacto visual con el otro y le sonríe.
Y esa sonrisa, todo él, su presencia, el saberlo a su lado... siempre serán su oasis en este cruel desierto que es la vida.