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Carlitos. por NENI

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Notas del fanfic:

 Carlitos no es un niño, es un adolescente. En mi país se acostumbra llamar a los chicos con diminutivo y más cuando son como Carlitos; hiperactivo y problemático. Además del voseo, se usa mucho el ustedeo, pero los jóvenes no ven diferencia y lo mezclan. Suena feo, pero es así.

Esto no es bueno y si está, es porque Carlitos es muy insistente.

 

Si buscan a Carlitos, tal vez sea el chico que está siempre interrumpiendo la clase y hablando de cosas que no siente...

Notas del capitulo:

Tamarindo: Es una fruta ácida que viene de un árbol del mismo nombre.

Español en mi país es la materia que abarca gramatica y literatura.

Un chico verde es uno muy aplicado que saca buenas notas.

Caminar era molesto, y más con los horribles zapatos que su madre le compró por ser más baratos, ya eran viejos y en uno de los tantos agujeros que tenía se colaba alguna piedrecita. La escuela y todo lo que tuviera que ver con aprender le daba flojera hasta el punto de quedarse dormido en el pupitre tan viejo como su profesora preferida a la que apreciaba; pero no se lo demostraba precisamente con respeto.

La última vez que hizo de las suyas su padre lo castigó sólo para demostrar su autoridad; no era un secreto que al hombre no le importaba si su hijo iba o no, bien en el colegio.

Las motivaciones de Carlitos para ir al colegio eran más bien pocas, pero suficientes para levantarse cada día; podría enumerarlas, pero no era tan consciente de ellas.

Al menos había una de la que sí era consciente; la comida. Su madre era mala cocinera y en el comedor del colegio servían la comida más exquisita que su madre jamás cocinaría, no podría cansarse de comer la carne en salsa tan deliciosa que se servía a la hora del almuerzo y el fresco de tamarindo* que en manos de su madre sabía rancio. Entre otras tantas estaban los amigos, esos de los que se podría burlar y contarles lo horribles que son las matemáticas, o cómo estuvo su programa favorito, o el dolor de los brazos producto de ayudar a su padre en taller mecánico los fines de semana. Pero estaba también Ricardo; no era su amigo, pero le hubiera gustado serlo. Ricardo era lo que sus amigos llamarían el verde de la clase, siempre andaba solo, sacaba cien en todas las notas y era torpe. Carlitos se entretenía viendo como a veces parecía muy avergonzado y ocultaba la cara en el flequillo de cabello castaño. Le gustaba su rostro rosa cubierto de espinillas, y los camanances en sus mejillas; le gustaba verlo reír cuando él decía una ocurrencia y le gustaba decirlas para ver la sonrisa de Ricardo. Pero él no pertenecía al mundo de Ricardo, él era uno de los tres chicos más rebeldes de escuela. A veces se quedaba absorto viéndolo, cada movimiento, la forma en que sostenía el lápiz con fuerza y sus trazos de letras redondeadas. ¿Qué pensaría Ricardo de él? ¿Le desagradaría por lo que la gente hablaba de él?

Tal vez Ricardo hacía la misma mueca de desprecio que hacía su profesor de matemáticas cuando llegaba tarde y demasiado cansado para poner atención a una materia que odiaba. Pero el profesor de matemáticas no sabía que Carlitos llegaba tarde porque caminaba una hora con unos zapatos incómodos, porque no tenía dinero para pagar el autobús. Pero Carlitos sabía que era su culpa que le fuera quitado el derecho de usar el transporte de estudiantes. Si tan sólo pudiera controlarse y no hubiera insultando al chofer del autobús, pero se lo ganó, si tan sólo no lo hubiera visto con desprecio, si tan sólo pudiera ser como los otros chicos que piensan en ir a bailes y en ligar respetando las reglas, pero él no podía quedarse callado, era Carlitos. Sacaba noventas en español y cincuentas en matemáticas. Era Carlitos, pero, ¿Ricardo lo querría? ¿Pensaba en él como él lo hacía cada mañana cuando lo buscaba entre cientos de cabezas que se disponían a ir a clases? Tal vez Ricardo si se imaginaba que él no era malo, que lo que hacía era sin querer, quizás supiera o se imaginara que el desearía ser mejor, agradarle a los adultos, sacar buenas notas en matemáticas, leer un libro completo sin pensar que no podía durar mucho tiempo porque tenía que ayudarle a su padre, no sabría eso porque él y Ricardo no hablaban, a pesar de que eran compañeros de clase. Esa mañana se levantó más temprano que de costumbre y llegó temprano a matemáticas que siempre era a primera hora, se sentó en el suelo en la entrada esperando que llegara el profesor.

—Con permiso —dijo una voz desde arriba.

Apartó los pies sin mirar, sabía quién era la persona que estaba frente a él y lo dejó pasar, para después verlo sentarse en el pupitre de en frente. Era demasiado temprano, el colegio aun no estaba del todo lleno. Decidió quitarse de la entrada donde le estorbaría a sus otros compañeros y se sentó a un asiento separado de Ricardo que parecía demasiado concentrado en un libro.

—Es temprano —dijo algo nervioso con los ojos fijos en la pizarra acrílica.

—Sí —respondió Ricardo despegando sólo un poco sus ojos del libro.

—Se nota que le gusta matemáticas —Era la primera vez que hablaba con él y de repente se llenó de valor.

—La verdad, no —dijo esta vez mirándolo y cerrando el libro. Carlitos lo miró extrañado con los ojos negros encogidos y más pequeños que de costumbre—. Sólo estudio mucho —sonrió Ricardo mientras tomaba de nuevo el libro.

—Me gustó ese cuento —dijo Carlitos señalando el libro que esta vez sí pudo ver con claridad el título «El reino de este mundo».

— ¡Verdad! —respondió emocionado—. ¿¡Ya lo leíste!? ¡Es muy bueno!

—Sí, lo leí en la biblioteca.—Bajó la vista y miró sus viejos zapatos.

—A vos te gusta español, ¿verdad?

Levantó la vista encontrándose con la amplia sonrisa de Ricardo. Le había hablado con más confianza.

—Sí.

— La profesora es genial, aunque parece que en cualquier momento se pensionará…

Carlitos sonrió, nunca había escuchado hablar a Ricardo y se daba cuenta de que hablaba demasiado. Era como si lo descubriera y la primera vez que lo vio quedara descartada automáticamente, lo miró fijo y se dio cuenta que tenía bonitos ojos, eran alargados y café claro. No era igual a él en nada, Carlitos tenía rizos negros y piel morena. Y le gustaba Ricardo, ahora más.

—Ojalá todas las materias fueran como español... —suspiró viendo las ecuaciones del día anterior. Sabiendo que no había entendido nada.

—Te puedo ayudar. —Carlitos miró sorprendido a Ricardo que seguía sonriendo —. A veces le explico algunas materias a Liliana, eso me ayuda a reforzar mis «conocimientos» —En la última palabra hizo comillas con los dedos.

Lo último lo sorprendió, siempre andaba con Liliana. Era la chica marimacho que nunca salía bien en ninguna materia; pero desde una semana atrás participaba más en clase.  

Y esa tarde y otras más ayudaron a que pudiera subir sus notas. Y por supuesto que valía la pena levantarse más temprano. Andar con Ricardo por los pasillos riendo de cada cosa que decían, o de sus vidas, ya no tendría que bromear frente a todos para ver la sonrisa de Ricardo. Pero había algo de lo que estaba seguro, Ricardo sería su amigo y nunca sabría que le gustaba, y era mejor, porque su amistad era valiosa, no era perfecto, pero le hacía sentirse mejor.

Mejor con el mundo, caminando cada mañana sabiendo que lo que le faltaba para mejorar era esforzarse. Pensar en él mismo como alguien capaz de mejorar por su cuenta con un apoyo extra. Seguía metiéndose en problemas, pero ya no era tan frecuente.

Notas finales:

Opinen.


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