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Nieve astral por Hyoneschwan

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Yūsuke Kishi, mangaka del anime Shin Sekai Yori.

Este One-shot es mi representación de una parte de lo que sucedió en la brecha que nos deja el anime entre el capítulo 7 y el capítulo 8, haciendo énfasis en la historia de Shun y Satoru: en cómo fue que su relación se tornó del modo en que se muestra el capítulo 8 y una pequeña explicación sobre lo sucedido en éste mismo. Si no viste el capítulo 8 de Shin Sekai Yori, te advierto que este Fanfic te resultará como un spoiler.

Let's go.

Nieve Astral

 

Satoru Asahina siempre se hizo notar como un rebelde. Como un niño habilidoso y fanfarrón, de espíritu guerrero y aura extravagante. Gustaba de relatar historias de propia invención, pero más que eso adoraba burlarse de las personas que no tenían sus mismas habilidades. Sus ojos desprendían un brillo lleno de vida y ganas de aventura. Pero él siempre ocultó un sentimiento, un deseo que se encontraba incrustado e inamovible entre sus cejas. Anhelaba con todo su ser poder estirar su brazo y alcanzar esa estrella que brillaba, mucho más alto que él, llamando su atención desde el principio de todo, desde que había podido encontrarlo. Pero esa estrella, no era realmente una estrella, pero aún así emitía su resplandor propio. Esa no-estrella brillante era un humano. Una persona física, con corazón, cerebro, pulmones y extremidades había sido desde siempre su gran anhelo. Era la única persona de la cual nunca podría burlarse, al contrario, la respetaba. La añoraba, la adoraba, era su ejemplo. Era su deseo, su inalcanzable estrella que brillaba en el cielo, resaltando con gran astucia del resto de los astros estelares, llamando su atención… Desde siempre. 
Esa persona, esa estrella, ese anhelo, era Shun Aonuma; el genio, el chico correcto. Ese niño que era tan diferente a lo que él era. Su pelo lacio, su ropa siempre prolija y planchada. Su mirada, esos ojos verdes esmeralda, profundos y misteriosos, pero aún así llenos de sinceridad. Por donde se los mire, ellos dos parecían provenidos de mundos diferentes. 

¿Qué lo atraía de él?

¿Sería su apariencia? Tal vez, era muy apuesto.

¿Su inteligencia? Tal vez, era muy capaz. 

Tal vez sería algo temporal, pensaba. Pero al pasar los años nunca dejó de contemplarlo. Sabía incluso cuántos centímetros habían crecido las hebras de su cabello cada mes; sabía todo lo que le pasaba o, más bien, se lo imaginaba. Conocía su fecha de cumpleaños muy bien, sin embargo siempre se hacía el desentendido no enterado cuando llegaba el día. Su plan era disimular y lo hacía muy bien, tanto que casi ni se sospechaba.
Poco antes de cumplir los 14 años de edad fueron enviados a un campamento, éste se diferenció del primero al que habían ido en varias cuestiones, pero la principal fue que era un desierto, con gran variedad de arenas, normales, movedizas, coloridas, grises. Había poca cantidad de seres vivos visibles a simple vista, la mayoría eran vegetales y, había también, muchos minerales. Pero, por suerte, no había rastro de Ratas Engendro o algún Minoshiro falso, les traían malos recuerdos. Aún así hubo ciertas similitudes con el pasado, entre ellas, que el grupo se había separado; Maria había visualizado unas amapolas turquesas que resaltaban del monótono color de la arena y corrió tras ellas emocionada, seguida de Saki y Mamoru, quedándose Satoru y Shun solos. 
Eran contadas con los dedos de una mano las ocasiones en las que ellos se habían quedado solos. Siempre que hubiera tenido oportunidad de acercarse a Shun, aparecía Saki a interrumpir, ¡cuánto agradecía a Buda que lo sucedido aquella noche en el bosque no haya pasado a más!
Durante el día no había sucedido mucho. Ni siquiera podría decirse que tuvieron una conversación; Satoru no sabía qué decir cuando estaba con él. Con cualquier otra persona podría haberse puesto a inventar historias o a relatar mitos, pero con Shun no podía. Se sentía avergonzado e inferior. Tenía miedo de decir algo tonto y que el otro pensara que era un completo imbécil. El silencio sólo era interrumpido por algunas palabras de Shun, de vez en cuando, describiendo el paisaje o tratando de sacar algún tema de conversación no muy profundo, pero no tenía mucho éxito en prolongar la charla.
Luego del atardecer comenzó a nevar. Los copos de nieve eran resplandecientes y muy hermosos, pero no completamente blancos, no podía definirse bien su tonalidad. Levantaron las carpas y encendieron la fogata. No había rastros de los otros, pero quisieron pensar que nada les había pasado. Revolvieron casi desesperados sus bolsos, pero los abrigos no eran suficientes, sólo pudieron encontrar unas camperas livianas. Se sentaron enfrentados, con la fogata de por medio. Shun mantuvo la mirada perdida en las llamas, recordando el pasado, tal vez. Satoru lo contemplaba con una profundidad tal como si se tratara de una obra de arte que sólo se ve una vez en la vida, lo miraba sumamente embobado; sus pálidas mejillas estaban sonrojadas, al igual que su nariz. Su pelo caía sobre los lados de su cara, sus ojos perdidos, reflejando la viveza de las llamas; se veía hermoso. Notó que había comenzado a tiritar, apretando más el abrigo que llevaba puesto. Satoru tembló por un momento, ante los nervios que le causaba la idea que surgía en su cerebro y, al calmarse un poco, se puso de pie, acercándose al otro y sentándose a su lado, abrazándolo y siendo correspondido por Shun.
Mientras más tarde se hacía, más frío se sentía y decidieron entrar en una de las carpas. Se recostaron, aún abrazándose, muy pegados. Ambas miradas se sostenían, observándose, sin saber bien qué expresar. Lentamente y como si estuvieran siendo manejados por hilos, sus rostros se fueron acercando hasta que sus labios se unieron. Las bocas se abrieron y dejaron paso a las lenguas, que jugaron y exploraron la cavidad ajena todo lo que quisieron. Las manos de Shun se posaron en la nuca de Satoru y las de éste en sus mejillas, para lograr un beso más penetrante. Las piernas de ambos empezaron a moverse de inquietud, enlazándose y sus entrepiernas frotándose. Sus respiraciones comenzaron a agitarse y Satoru descendió sus manos hasta llegar a la entrepierna de Shun, empezando a acariciarla. 

“Shun… Me gustas mucho…”

La noche transcurrió lentamente. Shun dudó, pero finalmente se dejó llevar por lo que su cuerpo necesitaba, respondiendo positivamente a todo lo que Satoru le hacía o decía. Los besos dejaron de ser suficientes y comenzaron a acariciarse íntimamente, sin temor. Tenían cualquier sensación menos frío. La ropa les empezó a sobrar y rápidamente comenzaron a sacársela, desparramándola por el suelo. Satoru se colocó encima de Shun y le separó las piernas, acercándose cada vez más y más, culminando en la noche en la que pasaron de ser lo que eran a ser algo parecido a amantes. Todo cambió en esa noche donde experimentaron por primera vez con sus cuerpos, para borrar el frío, encontrando algo más que sólo calor.

“A-a..ah”

Nunca nadie se enteró de lo que había pasado y tampoco tenían por qué enterarse. Satoru sólo recapacitó de sus acciones pasados unos días y no era algo que creyó al mismo instante. No estuvo completamente seguro hasta que llegó a su casa y se miró en el espejo de su baño, notando algunos leves chupones en el torso y pequeños arañazos en la espalda. Estaba confundido, pero se puso muy feliz luego, cayendo en la realidad. ¡Pudo cumplir sus sueños! Y sin tener la excusa del estrés. Lo había hecho, ¡Finalmente! Había besado a su anhelada persona y, más aún, había tenido sexo con ella. 
De un día para el otro la estrella había dejado de ser inalcanzable.
A partir de ese día comenzaron a hablar un poco más. Satoru ya no se mostraba tímido, todo lo contrario: Sus ojos habían vuelto a brillar, ya podía hablarle con más tranquilidad y mucho más entusiasmo. Empezaron a salir. Cada momento juntos era grandioso; los besos, los abrazos, las caricias, las veladas. Durante meses su cerebro colapsó en un sentimiento de dependencia absoluta hacia Shun; no hacía otra cosa más que mirarlo y estar con él, y, en el caso de no poder hacer ésto, simplemente se satisfacía imaginándolo: sonriendo, durmiendo, comiendo... Desnudo. Toda su vida pasó a estar en él, hasta por poco olvidaba que era poseedor del cantus y no recordaba, nuevamente, su mantra. 
Sin embargo Satoru cometió un error. Decidió dejarse llevar por su inconsciente, por sus impulsos sexuales, cuando otro chico se le aproximó más de la cuenta. 
Lo besó, se dejó besar. 
Lo tocó, se dejó tocar.
Y Shun estaba delante de él.
Al darse cuenta, empujó hacia atrás a la persona de aspecto pequeño que se le había acercado y miró a Shun. Notó sus ojos más brillantes que de costumbre, estaba llorando. Vio en esos ojos verdes su reflejo, donde él estaba sosteniendo a un niño, ¿lo había besado a él? ¿Por qué lo besó? ¿Por qué Shun lo estaba mirando? ¿Realmente eso estaba pasando pasado? 
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Shun, hasta caer sobre su camisa. Se alejó y salió corriendo. Satoru al darse cuenta corrió tras él, gritando su nombre. Todavía se encontraba confuso sobre lo sucedido. Finalmente pudo alcanzarlo y lo tomó de la mano para que frenara. Shun se inmovilizó, pero no dejó de darle la espalda. Satoru comenzó a hablarle y a darle explicaciones de las cuales ni él mismo estaba seguro. Estaba desesperado, más estresado que nunca, pero en ese momento no pensó en tener sexo, sólo en ver a Shun sonreírle y besarlo como siempre hacía.

“Shun, ¡te amo!”


Él no sonrió. Sólo lloró más y comenzó a gritarle, mientras más lágrimas desbordaban de sus irritados ojos.

“Me dices que me amas, ¡sólo después de haber besado a otro!”

Hubo unos minutos de silencio, en los que cada uno trató de tranquilizarse y ordenar sus ideas. Shun se frotó los ojos y dejó de llorar. 

“Shun.. Perdóname…”

Lo miró y procedió a sacarse su collar, el cual era igual al de Satoru, quien lo miró horrorizado al darse cuenta que se lo estaba entregando. Insistió en que se lo quede, pero su intento fue en vano. Satoru sintió la culpa, pero de nada sirvió ya.

“Satoru, ¿Podemos dejar de actuar como si fuéramos amantes? Ya me cansé de ser tu juguete”


Satoru sintió un dolor agudo en el pecho. Él nunca lo quiso como su juguete. Él lo amaba, y lo dijo enserio, ¿fue demasiado tarde, tal vez? Hubiera querido seguir insistiendo, pero sus pies sólo se plantaron en el piso, lo vio marchándose... Y no pudo perseguirlo esta vez.
Después de esa tarde, lo blanco se transformó en negro y la luz en oscuridad. 

“Quiero estar solo”

Sus palabras resonaron en su cabeza días y noches, sin dejarlo tranquilo. Su interior había muerto, sus ojos renacían sin brillo alguno y su sonrisa se había opacado. No tenía voluntad; ni siquiera podía sacarse de encima a ese maldito niño que había arruinado todo, tenía que fingir, de esa manera gastaba menos energía que echándolo. Seguía mirando a Shun y notaba como también estaba muriendo por dentro. 
Iba cada noche a su casa. Nadie le respondía, Shun nunca salía. El estrés lo agobiaba y debía acostarse con otras personas, no podía evitarlo, de otra manera podría morir. Se odiaba por tener que acudir a otras personas. Se odiaba por tener un autocontrol tan miserable. Se odiaba al pensar en todo el odio que le tendría Shun en esos momentos. Le rompió el corazón, pero al mismo tiempo se lo rompió a sí mismo.
Pensaba en su cama, observando cómo la luz de la luna entraba al cuarto, iluminando levemente la habitación. Sus intentos de dormir le resultaban fallidos y luego de unos minutos decidió ponerse de pie e ir a correr las cortinas de la ventana, entonces lo vio. Shun estaba enfrente de su casa, apoyado sobre una valla, con la mirada perdida en algún punto. Al verlo, corrió desesperadamente a su encuentro, saliendo de la casa, sin importarle si hacía mucho ruido o si dejaba la puerta abierta.

- Shun… – Susurró cuando se encontró lo suficientemente cerca, la esperanza había renacido en su alma. El aludido se enderezó, mirándolo de frente.

- Vengo a despedirme –Lo interrumpió. Satoru nuevamente no supo qué hacer, lo miró, buscando una explicación–No quería decírtelo yo, pero vine a este lugar casi sin darme cuenta-

- ¿Y quién iba a decírmelo? -Sintió enojo al escuchar en un susurro el nombre de Saki – ¿Fuiste a decírselo a ella y no a mí? -

- Yo no fui a decírselo, ella apareció en mi camino -Desvía la mirada- Además ya no somos novios, no tenía por qué venir a decírtelo personalmente, no te importa –

- ¡Sí que me importa! –Lo toma del brazo y lo obliga a mirarlo- ¡Todo lo que te pase me importa! ¡Todo lo que tengas que decir me importa! ¡Me importas porque te amo! –Le gritó.

- ¡Yo también te amo! –Contestó, gritando también. Se produjo un momento de silencio, en el cual nuevas lágrimas brotaron en los ojos de Shun- ¡Por eso es que me debo ir! –Toma aliento- Para salvarlos… ¡Y para salvarte, Satoru! –

- ¿Para salvarme de qué…? –Pregunta el susodicho, con la voz quebradiza- ¿A dónde vas…?-

- No te lo puedo decir – Responde, mirando hacia abajo- No podremos vernos más –

- ¿¡Por qué!? –Se aproxima a él y lo toma de los hombros- ¿¡Por qué, Shun!? –

- ¡Aléjate! –Lo empuja- ¡No puedo darte explicaciones, no las pidas! –

Satoru se acerca nuevamente, sin importarle los gritos de Shun diciéndole que se aleje y lo rodea con sus brazos en un cálido abrazo.

- Entonces llévame contigo… -Lo acurruca en su pecho, con temor de perderlo otra vez- No puedo vivir sin ti, Shun –

- Satoru… -Más lágrimas cayeron de sus ojos y con sus manos se aferró a la remera del otro, cerrando los ojos- No puedes… -Susurra- Tienes que quedarte aquí y proteger a los demás –
Satoru no entendía nada, pero aún así estaba aterrorizado por las palabras de Shun. Lo tomó del mentón, levantando su rostro y lo besó en los labios. Con un beso suave y dulce quiso demostrarle lo arrepentido que estaba. Quiso hacerle saber cuánto lo amaba. Quiso convencerlo de que se quede con él…
Sin embargo, Shun se separó.

- Basta, no puedo tardar más –Satoru estira su brazo para poder secar sus lágrimas, pero Shun lo empuja. Y luego arrepentido, tal vez, se acerca un poco a él y acaricia su rostro con su mano- Perdón, no es tu culpa… Yo estoy mal… Yo estoy loco –Susurra, con la mirada caída y triste. Satoru posa su mano sobre la que estaba acariciando su rostro y cierra sus ojos para sentir su calor. Shun la baja mano lentamente, haciendo que Satoru la suelte y vuelve a tomar distancia- Adiós, Satoru… –

El mencionado abre los ojos y vuelve a estirar su mano, para agarrarlo y que no se vaya, pero entonces una gran cantidad de fuego emergió de la nada, separándolos y haciendo que Satoru retroceda un poco- Yo… -Sus ojos comienzan a acumular lágrimas- ¡¡Yo te esperaré por siempre, Shun!! –Grita, utilizando su cantus para desvanecer el fuego, pero al despejarlo no vio ningún rastro del chico. Las lágrimas comenzaron a caer sin cesar por su cara y se puso de rodillas en el suelo para empezar a llorar sonoramente. Entonces sintió que algo le produjo un cosquilleo en el cuerpo y levantó su cabeza para mirar al cielo, notando que caían copos de nieve. Uno de ellos cayó en su mano, era resplandeciente y muy hermoso, pero no completamente blanco, no podía definirse bien su tonalidad. Fue en ese momento cuando se dio cuenta que se trataba de la misma nieve que había caído aquella noche en el desierto. La nieve caía de esa estrella, de la estrella que más brillaba en todo el cielo. Era la nieve que le había advertido el momento para empezar y ahora le indicaba el momento en el que todo terminaba. Sonrió, sin dejar de llorar y sintió cómo el copo de nieve se derretía en su mano, convirtiéndose en agua y escapándosele de entre los dedos. Una vez más lo había dejado ir.

Era la nieve de Shun.

Notas finales:

Gracias por leer, espero que haya sido de su agrado ^.^


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