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Del otro lado del espejo. por Angel_Chan

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Notas del capitulo:

Notas: Mi computadora acaba de morir una vez más. Por ello, y siendo este el único trabajo que tenia fuera de ésta cuando llegó el momento de su fallecimiento… no creo poder adelantar nada, al menos por un tiempo. Lo siento.

Fecha: 16/02/2010.

Beta Reader:  Pleasy “TheYoko” Stay.

Disclaimer: Todo lo referente a Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y a la Toei.

Del otro lado del espejo.

 

Capítulo 02: La búsqueda.

 

Era el ringtone con el que él mismo había programado su teléfono porque era el que más le gustaba. Aquel le recordaba de manera vívida a la persona que más amaba… ¡Pero en verdad ya se había hartado de oír!

Su teléfono no había dejado de sonar con sincronizada regularidad que ya había comenzado a odiar esa melodía.

Además, no había buenas noticias para recibir. Cada vez que Sahori llamaba, tan sólo la misma negativa de siempre. Y los últimos mails que llegaban a su aparato, eran los avisos masivos de que Shiryu también había podido volver a la mansión.

Jabu había sonreído al leer aquella noticia. Estaba realmente contento de que otro santo hubiera podido encontrar cómo volver con Sahori. Pero seguían faltando Shun y Seiya, y él tenía la plena seguridad de que su intuición lo llevaría a hallar al Pegaso.

Había recorrido casi toda Europa, de punta a punta, cruzándose con el personal que Sahori había contratado en varios puntos. Sólo que estaba seguro de que, para encontrar a un Santo… no había nada mejor que otro. Por ello, volvía a recorrer los lugares marcados como ya ‘revisados’, tratando de encontrar la pista del ‘Jefe’ de los Santos de Athena.

Sin embargo no halló nada, y al cruzarse con Shaina y Marin, que ya se habían decidido a viajar a otro lugar… una sensación extraña lo invadió.

Era como si una cuerda invisible lo arrastrara hacia el aeropuerto, pues en cada uno de estos en todo el mundo, había un avión a su disposición, esperándolo.

Los pilotos estaban listos para salir hacia cualquier punto del planeta que los Santos a cargo de las búsquedas, les pidieran. Y así lo hicieron en cuanto la torre de control les avisó que podían utilizar la pista.

Jabu permaneció sentado, viendo por la ventanilla. Sólo había pronunciado un: ‘Hacia Inglaterra’, con poco animo, antes de ocupar su lugar y descansar unas horas antes de su arribo.

No había dormido casi nada en el tiempo en que la búsqueda dió inicio; no sabían si sus compañeros estaban mal heridos, por lo cual iban a contra reloj. Sus vidas podían depender de que los encontraran a tiempo.

Por ello, apenas aterrizaron, sus ojos se abrieron sin pesadez alguna, para recorrer las calles durante horas enteras. Sin encontrar nada relevante en ese tiempo, comenzó a sentir la necesidad de hacer algo que tampoco había hecho muy seguido en los últimos días: Comer.

Buscó con la mirada algún lugar donde pudiera comprar alguna clase de alimento que no lo obligara a esperar mucho tiempo por él; o tal vez, algo que simplemente le sirviera para engañar a su estómago.

Una famosa cadena de comidas rápidas le llamó poderosamente la atención, y a los pocos minutos salía del local llevando una bolsa de papel en las manos, con unas hamburguesas con queso dentro, junto a una buena ración de papas a la francesa, sin la necesidad de perder el tiempo sentándose en una mesa.

Volvió a revisar su teléfono celular, luego de que extrañamente no sonara en varias horas, para buscar alguna buena noticia… pero nada le había llegado. Prosiguió su camino, haciendo un equilibrio impresionante con su comida, mientras no perdía ningún detalle de nada su alrededor.

Lentamente se fué alejando de la parte céntrica de la ciudad, metiéndose por calles más pequeñas, casas familiares y hoteles de paso. Jabu apreció uno que parecía estar en buen estado, y trató de recordar su ubicación. Volvería si al llegar la noche no encontraba nada, pero no seria probable eso… no al menos a la velocidad que venia recorriendo todo.

Se paró en una esquina, donde nuevamente dejó que su cosmo fluyera de manera libre, alcanzando varias calles a su alrededor, sin obtener nada nuevamente. Sacaba su última hamburguesa de la bolsa, cuando sintió un agudo dolor en el pecho, una señal de que algo a su alrededor estaba completamente mal…

Lo único que Jabu desconocía, era la gravedad del problema a resolver.

—¡Onegai!

Se sobresaltó, no sólo a las conocidas palabras japonesas, si no también a la mano blanca que atravesó las rejas, varios pasos delante de donde él estaba.

Arrojó todo lo que traía en sus manos, llegando al lugar de donde había visto aquella mano en segundos apenas, las rejas le dejaban ver el interior del lugar, el patio que daba a la parte trasera de un viejo edificio… y antes de que se perdiera en su interior… ¡Lo vió!

—¡Maldito mocoso! ¡No volverás a tratar de escapar de nuevo!

El inconfundible acento británico, en una frase cargada de desprecio. Aquel hombre… que según como Jabu lo veía vestido, no era más que un enfermero, zamarreaba a un joven de su brazo izquierdo, entre insultos y golpes de puño.

—¡Deja de hacer eso! —Gritó en su mal aprendido inglés, mientras su furia era recibida por la viejas y oxidadas rejas. De nada le servia hacer eso… además aquel hombre ya había ingresado al edificio junto con aquel chico.

Jabu buscó la puerta como un poseso, tratando al mismo tiempo de serenarse y pensar con algo de claridad si no había sido un juego de su agotada cabeza. Ese chico allí era…

—¡Por Athena! Ese era Shun… ¡Estoy seguro de ello!

El Santo de Unicornio sintió cómo toda la sangre de su cuerpo bullida de rabia. ¿Cómo se había atrevido aquel hombre a golpear a un guerrero de la Diosa Athena?

En su razonamiento, no le pareció raro que Shun no se defendiera, a su entender, Andrómeda era el único Santo que conocía que era más feliz recibiendo golpes que proporcionándolos… Shun jamás heriría a alguien, aun si ese alguien lo hacia sufrir.

—¡Pero esto es el colmo!... —Se dijo a sí mismo, mientras sus ojos recorrían la placa de bronce en la entrada.

“Instituto de menores.”

Tal titulo era lo que rezaban aquellas letras, las cuales tradujo a su propio idioma con una exhalación difícil de contener.

¡Shun no era ningún delincuente juvenil! No había en el universo razón valedera alguna para que estuviese en ese lugar.

Golpeó las puertas del lugar como si en verdad las quisiese tirar abajo, mientras marcaba tembloroso los números de los abogados de la fundación; no le extrañó realizar la llamada con ellos antes de que alguien se dignara a contestar sus golpes, pero al menos ya estaban al tanto de la situación y llegarían rápidamente.

Tenía en su mochila una carpeta llena de certificados y papeles correspondiente a cada uno de sus compañeros aun desaparecidos; cosas que podrían corroborar que ambos eran hijos adoptivos del viejo Kido. Pero ningún dependiente de allí parecía entender de lo que hablaba, y hasta le negaban tener la presencia de un chico extranjero en su establecimiento.

—¡¿Cómo que no?!... ¡Yo lo vi!

Jabu comenzaba a exasperarse, gracias a aquella mujer que no sólo le estaba negando cualquier tipo de información, sino que también el acceso al lugar. Entró por la fuerza, rogando que ello no le jugara en contra en cuanto diera aviso a las autoridades. Al menos tenia la esperanza que los abogados llegaran antes que cualquier uniformado.

Se quitó a varios guardias y enfermeros de encima; el lugar era mas bien un ‘loquero’, un sitio horrible, destinado a chicos con problemas mentales o de drogadicción; chicos con problemas debido a familias disfuncionales, y de difícil adaptación al mundo real. Jabu no se pudo imaginar a Shun en un lugar así.

—No está… —Dijo luego de revisar cada una de las habitaciones.

—Le repito, señor Kido, que se retire o llamaré a la policía.

Jabu se giró para arremeter contra la mujer, cuando vio a los trajeados hombres ingresar por la puerta delantera, sin que los guardias les pudieran negar la entada tal como lo hicieron con él.

—¡Hágalo! Mis abogados están aquí… y tendrá que decirles a ellos, o a la policía dónde está la persona a la que busco.

La mujer perdió la totalidad del color de su rostro al oír la seguridad en la voz de Jabu, no tenia nada, ninguna manera de evitar que aquel joven descubriera lo que quería.

Jabu volvió a dejar salir su cosmo, sin tener una respuesta favorable… y realmente se sentía aprehensivo de saber si todo había sido una ilusión.

Los papeles desfilaban por sobre el escritorio de esa mujer, mientras los abogados nombraban leyes y artículos, haciendo que cada vez se viera peor, sentada en su sillón frente a ellos. Contrario a lo que le había dicho a Jabu, aquel joven al que buscaban estaba allí… la pregunta era… ¿dónde?.

Uno de los guardias los guió, junto con la mujer que no era otra que la dueña de aquel lugar; los llevó por un pasillo angosto y largo. Las puertas a cada lado de este estaban abiertas, dejando ver los cuartos pequeños y claustrofóbicos.

“Celdas de castigo”, había dicho la mujer. La razón por la cual Shun la estaba ocupando se la guardó por algún motivo.

—¿Shun? —Jabu casi gimió al escuchar el débil sollozar venir desde una de las últimas puertas del pasillo.

—Niisan, me quiero ir… quiero estar en casa, Niisan…

Podía oírlo con claridad, murmurando entre el llanto, mientras pedía por su hermano.

—¡Abra la puerta!

Su voz y su paciencia ya estaban al límite. Estaba enfadado, en su interior no había forma para explicar cómo era que quien había salvado al mundo y las vidas de cada uno de los que estaban allí de las manos del Dios de los Infiernos, podía estar pasando por una situación similar.

Apenas la puerta se abrió, sintió aun más asco y ganas de tirar el lugar abajo hasta dejar a todo el mundo bajo sus ruinas.

—Tranquilo Shun, ya estoy aquí… voy a llevarte a casa.

El Santo de Andrómeda era solo un pequeño bulto en una esquina del sucio cuarto, sentado en el suelo, con sus rodillas pegadas al pecho. Tan sólo levantó un poco su rostro frente a Jabu, para revelar más que los surcos que las lágrimas amargas habían dejado en su descenso por su rostro ennegrecido.

—Niisan… —Shun parecía ido, con sus grandes ojos abiertos en su totalidad, perdidos en algún punto.

Sin embargo su primer reflejo fué aferrarse a Jabu con todas las fuerzas que tenia en ese momento.

—Ahora todo esta bien, Shun… Volveremos a casa; Ikki estará feliz de tenerte.

El Santo de Bronce estrechó su abrazo alrededor del cuerpo delgado; prefirió hacer eso antes que prestar más atención a los golpes que presentaba el rostro, y de seguro el cuerpo, de su compañero.

Se giró sólo para ver a los abogados de Sahori detrás de él, en la puerta. Los miró con el ceño fruncido; aquella mujer había comenzado a dar excusas estúpidas desde el mismo momento en que que Shun lo había reconocido; sudaba y balbuceaba cosas como que ella no había dado ninguna orden de castigarlo, que rápidamente contradecía a la anterior excusa de un mal comportamiento, que según ella y los guardias, le habían endilgado a Shun desde su ingreso en el hospital, luego de que lo hallaran perdido y herido deambulando en la calle.

—Quiero sacar a Shun de aquí lo antes posible.

Jabu ignoró las excusas que aun intentaba inventar la mujer, hablándole directamente al más grande de los hombres que lo estaban acompañando. Le preocupaba que Shun no había dejado de temblar en lo que se había abrazado a él.

Olía realmente mal, y apenas se movía de su lugar. Parecía estar siempre murmurando algo constantemente, de manera inaudible.

Algo no estaba bien con Shun… sólo esperaba que la vuelta a Japón lo ayudara.

 

Continuará.


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