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Relación peligrosa. (Traduccion) por B_Chan

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Notas del fanfic:

Autor: Lucrethia.

Resumen: Shun cree que su hermano sospecha algo, su relación con Hyoga puede ser la causante de una separación muy dolorosa para él.

Serie: Saint Seiya.

Pareja: Shun-Hyoga.

Clasificación: Romance-Drama.

Advertencia: Lemon.

Notas: Continuacion de "Bonito Alboroto". Lucrethia me dio su aprobación, cuando le pedí traducir sus fics, así que esto es una traducción autorizada.

Fecha de la Traducción: 6 de Junio de 2005.

Beta Reader:

Disclaimer: Todo lo referente a Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y a la Toei.

Relación peligrosa.

 

El joven de cabellos verdes andaba entre los árboles cerca de la mansión Kido, buscando a alguien.

—¿Hyoga?... ¿dónde estás?...—. Lo llamaba, tratando de no elevar la voz. —Hyo...

De repente fue jalado por un brazo hacia atrás de un árbol, de tronco bien ancho. Hyoga empujaba a Shun acercándolo contra el tronco, con una luminosa sonrisa en los labios. Andrómeda retribuyo la sonrisa, adorando la sorpresa del juego.

Sin decir una palabra, Hyoga ataco vorazmente el pálido cuello del otro Santo con cálidos besos, haciéndolo retorcerse en sus brazos. Shun se agarraba a los cabellos del otro.

Habían estada lejos uno del otro casi toso el día, ocupados con algunos pequeños quehaceres. Y para unas personas que hace poco tiempo descubrieron que estaban enamoradas, aquella distancia los hacia sentir mucha falta el uno del otro. Y como necesitaban mantener el secreto de los otros Santos, esos eran los únicos momentos en que podían matar un poco su soledad, antes de la hora de dormir en que podían estar solos.

—¡Ah, Hyoga!... ¡Te amo!... —Shun murmuraba, controlándose para no gemir muy alto.

Hyoga se detuvo y miro bien profundamente en los ojos verdes de Andrómeda, sonrió dulcemente, se aproximó a los labios de Shun y antes de besarlo susurro suavemente.

—Yo también, te amo...

Al sentir el aliento cálido del Santo rubio invadirle la boca, Shun se estremeció y no espero a que Hyoga lo besase, lo tomo por la nuca, besándolo con hambre y desesperación.

—¡Shun!... ¡Oye, Shun!... —Era la voz de Ikki. El Santo del Fénix buscaba a su hermano, con actitud desconfiada, como si esperase encontrar algún misterio.

—¡¿Shuuun?! —Llamo una vez más, todavía más fuerte.

Ambos amantes dejaron de besarse bruscamente, viéndose. La voz de Ikki era cada vez más fuerte y cercana, y la respiración de ambos estaba suspendida.

—¿Qué hacemos? —Shun preguntó en un susurro casi inaudible.

—No sé... —Hyoga respondió en el mismo tono de voz.

—¡Necesitamos hacer algo o nos descubrirá! —La voz de Shun, a pesar de ser baja, temblaba y sus ojos llevaban lágrimas al sentir la cercanía del Cosmo de su hermano.

—¡Ya sé! —La mente del rubio se iluminó, en una súbita idea, que tenia que resultar. —Ve primero e intenta despistar a Ikki, levándolo de vuelta a la mansión, inventa cualquier historia. Yo voy luego de que ustedes entren.

Shun balanceo la cabeza positivamente, enjugo las pequeñas lágrimas, que se formaban y salió detrás del árbol, enfrentando al Fénix. Casi detrás de donde estaban.

—¿Shun, dónde estabas? —Ikki pregunto, desconfiado.

—Estaba aquí, sentado detrás de este árbol, descansando un poco. Fue un día agitado. —Comento el Santo de Andrómeda, tomando el brazo de su hermano, guiándolo hacia la mansión.

—¿Y por qué tardaste en contestarme? —Insistió, viendo el rostro de Shun, que a pesar de intentar disimular, estaba tenso. Ikki sabía que algo pasaba, él era su hermano y no le podía esconder nada.

—Creo que me dormí un poco. —Shun retruco rápidamente y enseguida pregunto que era lo que Ikki necesitaba de él, en una tentativa de cambiar el tema.

Ambos hermanos caminaban lentamente uno al lado del otro. Ikki pregunto se Andrómeda podía ayudarlo con algunas compras que Sahori le pidió, busco a los otros Santos, pero parecía que todos habían hecho algún acto de desaparición. No podía encontrar a Seiya, Shiryu y mucho menos a Hyoga.

—Claro que te ayudo. —Respondió Shun, sonrió fraternalmente.

Hyoga espió brevemente a ambos hermanos por detrás del árbol, luego se apoyo en el tronco, suspirando hondamente decepcionado, pero un poco aliviado. Casi más Ikki los descubre allí, a él y a su amado. Se sentó, esperando que los Santos entren para que el pudiese salir y volver también a la mansión.

Ikki y Shun entraron por la puerta trasera de la mansión. Andrómeda decía que era una gran idea ir al supermercado, necesitaba comprar un nuevo Shampoo, pues el suyo se estaba terminando.

El Fénix entro primero, citando la lista de cosas que Sahori le pidió que comprase, y luego Shun, pero se detuvo en la puerta mirando entre los árboles. A lo lejos podía verse el grueso árbol, donde Hyoga todavía estaba escondido, dio un pequeño y corto suspiro de decepción. ¡Como quería estar en los brazos de su Santo del Cisne!

—¿Que paso? ¿Perdiste algo? —Pregunto el Fénix, sin ocultar su desconfianza.

—No... Nada... pensé haber visto a alguien, pero no hay nadie allá afuera. — Respondió. —¡Espera un minuto que voy a buscar mi billetera!

—Está bien.

Ikki vio a su hermano cruzar la gran cocina corriendo, mirándolo desconfiado. Hace dos semanas Shun estaba actuando de forma extraña, desde aquella noche en que se oyeron ruidos en su cuarto. Desaparecía por largos periodos de tiempo y volvía con el rostro levemente tenso y Hyoga consecuentemente tampoco era encontrado.

Súbitamente algo llamo la atención del Santo. Ikki vio una figura rubia saliendo detrás del mismo árbol, donde su hermano estuvo. Hyoga acomodaba su blusa azul, quitándose algunas hojas, y también de los cabellos llevándolos un poco hacia atrás. El Fénix pudo comprobar lo que sintiera antes, había percibido dos cosmos, pero ahora estaba seguro. ¿Pero sería posible que Shun y el Santo del Cisne tuviesen algo?

—¡Listo! ¿Vamos? —Shun llamo a Ikki, con una bella sonrisa en los labios que lo volvía aun más lindo.

Ikki miro a su hermano desasiéndose del aire indagador de su rostro, ofreciéndole una sonrisa, no quería que Shun desconfiase de sus pensamientos. Y salieron.

* * *

Cuando Shun e Ikki volvieron a la mansión, ya era de noche. Ambos hermanos hablaban animadamente, cargando algunas bolsas. Andrómeda abrió la puerta, recibiendo un gran susto gracias a la escena frente a sus ojos. Hyoga sentado, de piernas abiertas sobre la espalda de Seiya, inmovilizándolo.

—¿Pero qué es esto? —Pregunto Shun, estupefacto, muerto de celos con lo que veía.

—Solo están jugando, Shun. —Shiryu respondió, encontrando gracioso a ambos amigos.

—Apenas estamos jugando, Seiya me quito el libro, que estaba leyendo, de mis manos y lo estoy castigando. No necesitas ponerte nervioso. —Explico en rubio, intentando ser natural, mas percibía claramente los celos en el tomo de voz de su amado.

—¿Si... por qué tanto nerviosismo, Shun? —Ikki pregunto, extrañado con el tono de voz de su hermano, aumentando sus sospechas.

Al escuchar la pregunta de su hermano, Shun lo miro pálido, mas por la pregunta que por le escena que viera. ¿Sería que Ikki sospechaba de algo? Pensó por un segundo, antes de responder.

—Por nada... solo me asuste al verlos... no estoy acostumbrado a este tipo de juegos entre ustedes desde hace mucho tiempo.

Todas las miradas que estaban posadas sobre Shun, ahora se desviaban, menos la del Fénix. Lo miraba con una desconfianza todavía mayor. Hyoga salió de encima de Seiya y lo ayudo a levantarse, este le entrego su libro pidiendo disculpas, con una sonrisa picara en los labios, que no fue retribuida, puesto que el Santo del Cisne sentía los celos de su amante sobre él.

—Deja que yo llevo las compras para la cocina. —Anuncio Ikki, tomando las bolsas de Shun, y se dirigió hasta la cocina.

* * *

Después de comer todos los Santos volvieron a la sala. Hyoga intentaba leer, mientras Seiya hablaba sobre sus partidos de fútbol, en los que solo Shiryu prestaba atención.

—Ya vienes hablando de fútbol otra vez. ¿Será que no sabes hablar de otra cosa, Seiya? —Ikki hablo, demostrando toda su saturación del asunto.

—Por lo menos me gusta hablar de algo. No soy como tú que no te gusta nada. —Retruco el Santo del Pegaso, malcriadamente.

A partir de ahí dio comienzo una pequeña pelea. Seiya e Ikki insultándose mutuamente y Shiryu en medio de los dos tratando de enfriar los ánimos, siendo la parte sensata. Los únicos que continuaban impasibles eran Shun y Hyoga. El primero perdido en sus pensamientos, y el segundo leyendo o intentando leer.

—¡Me voy a acostar, muchachos! ¡Buenas noches, a todos! —Saludo Shun y se dirigió a las escaleras que llevaban a los cuartos.

—¡Estúpido! — Grito Seiya, pero no obtuvo respuesta en palabras.

Ikki miraba a su hermano, subiendo las escaleras, con el semblante tristemente preocupando. Y Seiya sin entender nada acompaño la mirada del Santo y dio gracias a los dioses, que el Fénix pusiera fin a la oleada de insultos.

Hyoga, al oír a Shun declarar su retirada, quito los bellos ojos azules del libro que intentaba leer y los dirigió hacia su amado. Sabía que estaba celoso y tuvo un loco deseo de subir a consolarlo en sus brazos, decirle que era solamente suyo. Pero no podía hacerlo, no sin que todos desconfiasen de lo que pasaba entre ellos, por eso se contuvo, esperaría a que todos se fuesen a dormir pacientemente.

Cuando volvía sus ojos al libro, su mirada se cruzo con la de Ikki. El Santo del Fénix, lo miraba con el ceño fruncido y un cierto aire de sospecha brillaba en sus ojos. Hyoga trago en seco, tal vez fuese solamente su impresión, Ikki no podía estar desconfiando de nada, siempre fueron discretos.

* * *

—Hyoga, me voy a acostar. ¿Te quedaras todavía? —Ikki pregunto, ya en la cima de la escalera. Eran los últimos en retirarse, minutos antes Seiya y Shiryu fueron juntos a sus cuartos, hablando como dos comadres.

—Si todavía me quedare, quiero terminar este capítulo. Esta muy interesante. —Respondió Hyoga, dando vuelta otra página. La verdad era que aquel libro no tenía nada de interés para el Santo del Cisne, lo leía, pero no entendía nada, ya había olvidado hasta el titulo, si por acaso alguien preguntase sobre de que hablaba con seguridad no sabría qué decir. Era solo un pretexto para esperar a que los demás se acostasen, para poder ir a la cama de su amado.

—¡Como quieras, entonces buenas noches! —Ikki deseo, subiendo las escaleras, sin alejar los ojos del rubio.

—¡Buenas noches!

Hyoga cerró el volumen en sus manos, luego de que Ikki subiera, y suspiro profundamente. Deseo por un segundo no tener que esperar por nadie para poder tener a Shun en sus brazos. Espero por largos minutos para poder ir al cuarto de su amante, sin que los otros lo vieran. Se quito los lentes y los puso sobre el libro, subió las escaleras, entro en su cuarto cuidadosamente y lo dejo sobre la cama. Des pues fue hasta el cuarto de Andrómeda y dio leves toques en la puerta.

—¡No quiero verte hoy, Hyoga! —Desde dentro del cuarto hablo un Shun un poco melancólico.

—Amor... —retruco el Cisne. —Déjame entrar. ¿No estás celoso, o si?

—Solo no quiero verte.

—¿Por qué, Shun? —Hyoga insistió. —No sabes que te amo, soy solo tuyo. ¡Abre la puerta, amor!

Shun apenas abrió un poco la puerta, lo suficiente para ver a su amado Cisne solo con una de sus ojos verdes.

—¡Por favor!... —Hyoga susurro casi inaudible.

Ya con los ojos llenos de lágrimas, el Santo de Andrómeda balanceo la cabeza negativamente. Y cuando intento decir algo, vio al rubio apoyar el pecho contra la puerta y empujarla junto con él.

—Estás loco al dejarme afuera. —Hyoga se quejo, cerrando la puerta a sus espaldas y tomando a Shun, jalándolo hacia él. —Quieres matarme de abandono¹ de ti, de tu cuerpo...

—No es eso, Hyoga. Es que creo... —Shun no termino lo que trataba de decir, pues Hyoga, sediento de amor, callo al Santo con un voluptuoso beso.

En pocos minutos el rubio ataco al otro Santo con ardientes besos y osados toques, haciendo Shun temblar en sus brazos de un anticipado placer.

—¡Oh, Zeus!... Hyoga... necesitaba tanto hablar contigo…

—Después, mi amor... después... —El Cisne contesto callando a su amado con nuevos besos e impulsándolo hacia la cama.

Hyoga recostó a su amado Santo cuidadosamente en la cama y comenzó a desprender los botones de la camisa del pijama. Shun llevaba aquel pijama verde que tanto amaba verlo vestir, el que su amado usaba la primera vez que se amaron. Cuando abrió la camisa observo a su amante, notando la apasionada mirada que le dedicaba. ¡Shun era tan lindo y se volvía más bonito a cada di que estaban juntos!

Se quito también su camisa, arrojándola lejos y tendiéndose vorazmente sobre el cuerpo del otro. ¡Como se sentía necesitado²  y lleno de hambre³ de su amado Shun! Lleno cada centímetro libre de la piel del Santo de besos. Shun gemía suavemente, estremeciéndose de placer.

En pocos minutos ambos estaban desnudos, uno sobre el otro, besándose tocándose... las manos se deslizaban buscando placer, gemidos se oían y palabras de amor intercambiadas.

—¡Te amo Shun!

—¡Yo también, amor!... —Respondió Andrómeda entre pequeños gemidos.

—No necesitas tener celos de mi... soy todo tuyo... de nadie mas... —Hyoga declaro entre besos y caricias.

—Lo sé... lo sé... mi amor lo sé...

Hyoga volvió a llenar la boca de Shun con su lengua cálida y húmeda, en un beso lleno de pasión. Andrómeda recibió los labios del rubio en los suyos correspondiendo a la lujuria y al deseo que le eran ofrecidos. Tomo la nuca del otro Santo y en un movimiento brusco, sobrepuso su cuerpo sobre el del otro, con una impaciencia loca.

—¡Oh Hyoga!... termina con esto miedo que estoy sintiendo...

El Santo del Cisne no contesto nada, se dejo ser llevado por los movimientos de Shun, que lloraba e imploraba para ser amado y tomado.

Shun guió el sexo erecto de su amado hacia su entrada, introduciéndolo. Ambos amantes gimieron juntos con la penetración, entregados a la lujuria. Después iniciaron las estocadas, lentamente. Andrómeda rebotaba y se movía de arriba hacia abajo, intentando controlar los gemidos. Hyoga lo observaba excitado de ver el bello rostro de su amado lleno de deseo.

En el clímax del placer y explotando de deseo, Shun llevo su mano a su propio sexo, también necesitaba de alivio, pero la mano de Hyoga lo detuvo.

—Deja que yo lo hago... —Pidió dulcemente, casi en un susurro.

Shun miro a su amante, luego gimió, cuando sintió la mano del rubio tocarle el sexo y comenzar a masajearlo en el mismo ritmo en que él descendía y subía sobre su erección.

El Santo de cabellos verdes acabo primero, no aguanto más el placer y la excitación, lamiendo la mano del rubio. Hyoga gozó en seguida, con algunas estocadas más. Mientras sostenía el cuerpo de Shun, que gemía un poco más alto, volcando sus cabellos hacia atrás, haciendo que los finos hilos verdes se adherían a su espalda empapada de sudor.

Extasiados y satisfechos, un amante cayó sobre el otro, agitados, cansados, pero felices de estar juntos y de haberse amado tanto. Permanecieron así por un largo tiempo hasta que Shun giro hacia un lado quedando de espaldas a su amado. Hyoga lo abrazo desde atrás oliendo y besando los perfumados cabellos verdes de su amado Santo.

* * *

Por una pequeña brecha en la puerta, Ikki vio a Hyoga aproximarse al cuarto de su hermano. También los vio conversar, pero no logro oír que hablaban y luego vio al rubio empujar la puerta y entrar. Casi tenía la certeza de lo que pasaba entre Shun y el Cisne, pero no quería creer en sus pensamientos. Tal vez fuese solo una breve charla de amigos, pensó rápidamente.

Se quedo parado un buen tiempo, esperando a que el Santo del Cisne volviese para su cuarto y todas sus sospechas y dudas acabasen. Mas Hyoga no salía... y los minutos pasaban, pasaban y pasaban sin parar.

La mente del Fénix fue invadida de viejas imágenes. Primero la noche que oyeron ruidos en el cuarto de Shun y todos aparecieron menos Hyoga, después todas las veces que su hermano desaparecía y también el rubio. Su cabeza parecía un festival de imágenes, hasta llegar a la escena donde viera al Cisne empujando la puerta del Santo de Andrómeda.

¿Será qué?... balanceo la cabeza, sacudiendo los cabellos oscuros, alejando esa idea. No... No podía estar pensando en ellos, mas necesitaba tener una prueba. Descubrir si era verdad lo que imaginaba.

Se dirigió hacia la puerta del cuarto del hermano y tomo la manija, pensativo. No la abrió, al principio... no, tal vez debiese estar imaginando cosas, pensó balanceando la cabeza una vez más. ¿Pero, y si?... ¡oh, Zeus! ¡Que duda! ¿Cómo podía estar dudando de su propio hermano? Su cabeza parecía un torbellino de pensamientos.

* * *

—¿De qué tienes miedo? —Hyoga pregunto abrazando a Shun, acomodando al pequeño cuerpo junto al suyo.

—¿Miedo? ¿De qué tendría miedo? —Shun contesto con preguntas, no quería que su amado conociese sus temores.

—Tú lo dijiste, cuando nos estábamos amando. ¿Tienes miedo de perderme? ¿Es eso, amor?

—No. —Shun respondió rápidamente.

—¿Entonces qué es? —Hyoga insistió.

—No lo sé...

—¿Como que no sabes?

—Sabes que es... —Comenzó con voz melosa. —No sé, mas creo que Ikki... —Cuando iba a terminar su frase, su hermano, Ikki, abrió la puerta, descuidadamente sin trabar, enfrento a ambos Santos, recostados juntos, desnudos...

Ikki vio a los dos atemorizados. ¡¿Como su hermano, SU HERMANO, sangre de su sangre, podía estar en la misma cama que aquel Santo?!... aquel rubio... ¡¿Desnudos?! ¿Cómo? ¿COMO?

La sangre le hervía en las venas, subiendo hasta la cabeza. Ikki desencajo los ojos enfurecido con la escena que veía. Los otros Santos lo miraban paralizados, esperando alguna reacción del Santo del Fénix.

—¿Pero que... pero que... pero que es esto? —Ikki comenzó a embravecerse, yendo en dirección de su hermano y su amante.

Ikki gritaba tan irritado, que Shun se encogió en los brazos del Cisne, temiendo llevarse un golpe de su hermano. Pero el Fénix se detuvo a pocos centímetros de la cama, donde ambos enamorados estaban y comenzó a gritar todavía más fuerte.

—¡No creo lo que estoy viendo, Shun! ¿Pero que... quien me va a explicar lo que está ocurriendo aquí? ¿QUIEN, SHUN?

—¡Cálmate, Ikki! —Hyoga pidió gentilmente, percibiendo ya la presencia de los otros Santos. Se levanto, tomo su pantalón, lo vistió y volvió a hablar calmadamente. —Yo te expli...

—¡¡¡CIERRA LA BOCA!!! —Grito Ikki, trastornado. Impidiéndole hablar a Hyoga.

—Ikki, yo solo quiero hablar...

—¡Aléjate de mí, Hyoga! ¡No quiero verte frente mío, mucho menos oír tu vos! —Ikki todavía irritado, trasfigurado por la rabia que sentía.

—¡No! No voy a alejarme de ti y abandonar a Shun a tu merced. —El Santo del Cisne declaro, enfrentando a Ikki.

—¡Mira, tu... tu... tu, pervertido! —Ikki salto hacia arriba del otro Santo, pero fue impedido por una llave que Shiryu le hiciera, en el mismo momento en que su hermano gritaba un sonoro “¡NO!”

El Santo del Fénix, inmovilizado por los brazos de Shiryu, observo a Shun de soslayo. Su hermano estaba encogido en la cama, con su bellos rostro bañado de lagrimas, su cuerpo, todavía desnudo, era sacudido por los altos sollozos que daba. Parecía tan indefenso, como cuando eran pequeños e Ikki tenía que encargarse de él... sintió a su corazón apretar su pecho y quiso por un instante consolar a su amado y pequeño hermano, mas vio la imagen de Hyoga acercándose a él y su rabia volvió a incendiar sus ojos.

—Creo mejor que bajemos para que resuelvan esta situación. —Shiryu sugirió. —¿Van a hablar y resolver todo, está bien?

Los Santos amantes acordaron con un movimiento positivo de la cabeza. Solo Ikki continúo imparcial.

—Ikki, voy a soltarte, pero no te quiero tirándote sobre Hyoga. Vamos a hablar civilizadamente. ¿Me oíste?

—¡Sí! —Ikki respondió, casi sin aliento.

Cuando Shiryu lo soltó, llevo una mano suavizando su cuello, intentando aliviar la presión mientras miraba, con los ojos en llamas, hacia la pareja a su frente.

—Vamos primero. Hyoga y Shun vienen después. Ven, Ikki. —Seiya ordeno, guiando al Santo del Fénix hacia la sala de la mansión.

Ikki obedeció al Pegaso muy a contra gusto, pero no había más que hacer, ya había perdido demasiado la cabeza por una noche. Y Hyoga y Shun quedaron solos en su cuarto.

—¡No llores, amor! —Hyoga pidió, secando las lágrimas de su amado. —¡Vamos, Shun! Tenemos que bajar y hablar con tu hermano, resolver esta situación... y llorar no va a resolver nada.

Shun refunfuño viendo a su amado Santo, y al final hablo:

—¡Era esto lo que yo temía, Hyoga! ¡Era de esto que yo tenía tanto miedo... de la furia de Ikki!

Hyoga acogía a Shun en sus brazos, en un abrazo consolador y este lloro un poco más.

Después de algunos segundo, Hyoga alejo a su amante de sus brazos y secos las recientes lagrimas, emitiendo palabras de incentivo. Ayudo a Shun a vestirse. Y al bajar las escaleras, vistió su camisa azul.

Los otros Santos ya estaban en la sala. Seiya y Shiryu sentados en el sofá, todavía en pijama, observando aprehensivos, los pesados y nerviosos pasos que Ikki daba de un lado al otro.

La pareja de Santos descendió las escaleras también aprehensivas. Hyoga estaba preparado, esperaba cualquier clase de reacción de Ikki. Y esperaba lo peor...

Shun se sentó en un sillón, con el rostro hinchado por el llanto, y Hyoga se sentó en el posa brazo del mueble, la mano tomada a su amado.

Ikki respiro hondo cuando vio la escena y casi salto encima del cuello de ese Cisne. Ah, como quería matarlo!... se sentó en una silla contraria a la que ellos estaban y antes de que alguno comenzase a hablar, fue el primero en pronunciar palabra:

—Me voy de aquí. —Hablo así, fría y crudamente.

Shun miro a su hermano con los ojos verdes desmesurados, sorprendido con las palabras de Ikki y sintió nuevas lagrimas brotar.

—¡No, Ikki!... ¡quédate!... —Imploro llorando.

—¡No! No sirve implorar, llorar, humillarse... no retrocederé, Shun. —Ikki declaro fríamente, pero sin ver a su hermano. Sabía que si lo miraba y veía sus grandes ojos llenos de lágrimas, seria más difícil y doloroso de lo que estaba siendo para él.

—¡Ikki, por favor!... —Insistió el Santo de Andrómeda.

Ikki se levanto, con la expresión más sombra de lo habitual, pero no miro a Shun. Seiya y Shiryu se miraron ansiosos. Y Hyoga, callado, trago en seco.

El Santo del Fénix se dirigió a las escaleras que llevaban a su cuarto, para ordenar sus cosas, paso indiferente frente a su hermano, que lo acompañaba con sus ojos lagrimean tés.

Sin aguantar más la frialdad con que Ikki lo trataba, Shun se levanto de la silla, soltando la mano de su amante, y se abrazo a la espalda de su hermano.

—¡No te vayas, Ikki! ¡Por favor, hermano! ¡No te vayas! ¡Quédate! —Imploro llorando compulsivamente.

Ikki paro por un instante. Cerró los ojos, sintiendo una puntada de dolor en su pecho. Para él también era difícil. No le gustaba lastimar a su hermano, abandonándolo de aquella manera, pero no había otra manera. No soportaría ver a Shun, su hermano, sangre de su sangre, con aquel rubio. No podría quedarse. ¡Tenía que partir, y rápido!

Se volvió hacia su hermano y lo tomo por los hombros tan fuerte como el dolor que sentía, haciendo a Hyoga sobresaltarse, temiendo que Ikki golpease a su amado.

—Shun, no me puedo quedar, entiende eso! No voy a poder verte con ese. —Y apunto a Hyoga, que fruncía el entrecejo. —No tendré estomago para eso.

—¡No, Ikki! —Exclamo Andrómeda, deshaciéndose en lágrimas.

—Necesito un tiempo solo. Pensar en esto, que tú y el Cisne se quieren, y acostumbrarme a la idea.

—¡Ikki, por favor!... —Insistió le otro lloroso.

Pero Ikki no quería saber más nada, tan solo soltó a su hermano y subió, yendo a su cuarto. Shun lo siguió, subiendo las escaleras corriendo, mientras las lagrimas corrían por su rostro sin parar.

Ikki entro a su cuarto y tomo algunas mudas de ropa, las coloco en una mochila roja. Shun, con la cara mojada, paro enfrente, observándolo colocar las prendas en la bolsa.

—¿Cuánto tiempo vas a estar fuera? —Pregunto desesperadamente entre el llanto.

—No sé. —Ikki respondió fríamente.

—¿A dónde vas?

—Tampoco lo sé. ¡Y deja de llenarme de preguntas! —Hablo irritado, sin paciencia a las preguntas de Shun, pero continuo sin mirar su rostro.

Hyoga quedo en la sala, en la base de la escalera, temiendo lo peor. Luego vio a Ikki en el otro extremo de los escalones y a Shun implorando para que su hermano se quedara, casi humillándose.

—¡No, Ikki! —Grito, llorando Shun, tomando uno de los brazos de su hermano, intentando impedir la salida de Ikki.

Ikki descendió las escaleras, arrastrando a Shun agarrado a su brazo, ignorando los pedidos lagrimas de su hermano menor. Hyoga observaba todo desde debajo de la escalera. Se lanzaría sobre el Santo de Fénix, en caso de que este lastimase a su amado. Mientras tanto, Seiya y Shiryu observaban todo impasible. Era una pelea de familia y no se meterían, a menos de que uno saltase sobre el otro.

—¡Ikki, por favor no hagas esto! —Con el rostro cubierto de lágrimas, Shun suplico al Santo del Fénix, su hermano. —¡No me dejes solo!

Cuando estuvo de nuevo en la sala, Ikki se detuvo, sostuvo otra vez a su hermano por los hombros recién en ese momento miro profundamente en los verdes ojos de Shun. ¡Era muy difícil hacer aquello! ¡Ver a su hermanito triste de esa manera por su culpa!

—No vas a quedarte solo. Vas a quedarte con Hyoga. —Y viendo al Santo del Cisne, entrego a su querido hermano a sus brazos. Completando al final. —Cuida bien a mi hermano, Hyoga! —En su vos no había más rabia, pero parecía tener mucho dolor.

Hyoga sostuvo a Shun, abrazándolo firmemente por detrás, en cuanto este se debatía y lloraba mas, implorando para que el Fénix desistiese de todo se quedase. Ikki le dio la espalda a su hermano, ignorando su suplica, mas sentía que en su pecho su corazón pesaba una tonelada. Paro por un segundo en la puerta, sin mirar a sus amigos, despidiéndose con un: “¡Adiós, muchachos!”

Shun continuo debatiéndose, intentando huir de los acogedores brazos de su amado rubio, llorando, gritando e implorando para que Ikki volviese. Lucho hasta que finalmente, por un descuido de Hyoga, escapar del abrazo consolador de este. Corrió detrás de su hermano gritando su nombre, pero ya era tarde... Ikki acababa de doblar la esquina, sin mirar a atrás.

—¡Ikkiii! —Grito una vez más entre lágrimas de desesperación y cayo de rodillas en el portón de la Mansión Kido.

Hyoga que venía corriendo detrás de su amado, paro a poca distancia de Shun. Era muy doloroso y duro para él ver al ser que más amaba sufriendo de esa manera. Si por lo menos Ikki fuese más comprensivo... pero no lo era, y tal vez fueses mejor para todos, para Shun, Hyoga, y quien sabe, para él mismo. Se aproximo al sufrido Santo de Andrómeda y coloco una mano sobre su hombro.

—Shun... ven, vamos a entrar.

—¡Déjame aquí!... —Se enojo Shun aun lloroso, soltando la mano del rubio.

—Shun, Shun... —Continuo el rubio. —Sé lo que estas sintiendo, también estoy herido por lo de Ikki. Pero no sirve de nada quedarte aquí, en la calle, llorando de esa manera.

—Lo que tú sientes por Ikki es diferente. —Retruco el Santo de Andrómeda.

—Lo sé. Eres su hermano, y tu dolor y heridas son mayores. Pero te repito que no sirve quedarte aquí. ¡Ven, amor!

Luego de mucha insistencia, Hyoga consiguió llevar a su lloroso y lastimado amado para dentro de la Mansión. La pareja paso por delante de los otros Santos de la mano y luego Seiya quiso decir algo.

—Shun, yo...

—Mañana, Seiya. Mañana hablas con él. —Hyoga impidió que Pegaso terminase lo que espeso a decir. La verdad él no quería que nadie más se entrometiese entre él su amado. Quería consolar a Shun solo.

Ambos subieron las escaleras, pero en vez de ir al cuarto de Shun, se dirigieron al de Hyoga y se acostaron en la cama. Shun lloro hasta dormirse, abrazando a su amado Santo del Cisne, que lo consolaba de la terrible y dolorosa noche que pasaron. Y probablemente no volverían a ver al Fénix tan pronto...

 

Fin.

Notas finales:

Notas Finales de la Traductora: A pesar de los años que tiene el Fic traducido, trate de arreglar algunas cosas, más lo que me parecía que estaba muy literal… pero como soy yo, siempre se me pasa algo.


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