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La leyenda de Kronos. por Sandwich

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Notas del fanfic:


Los personajes son totalmente originales. Los nombres son sacados de algunas deidades también, algunas mayoritariamentes religiosas, pero no es un fanfic de esa temática. Quería agradecer especialmente a unas cuantas personas. Ya que si no fuera por ellas me sentiría un poco... perdido. Pues, me había retirado hace mucho tiempo q.q Y tenia ganas de escribir algo nuevo.

Shawn.<3 Gracias por animarme, de verdad.

Mi hermanita :3! Siempre que me ves quejandome de mis fanfics, me dices que si no me esfuerzo no mejoraré. e_e Tienes razón.

Glo~ Porque se traga todas mis historias sin rechistar D:<


¡Y a todos los que lo leen!:3

Notas del capitulo:

¡Hola a todos los que estan leyendo este FanFic!

Hace mucho que no escribo un FanFic, mucho menos original. Pero he sido autor aqui de otros varios, que resubiré en esta cuenta si me da tiempo de re-hacerlos, ya que hay muchas cosas que me gustaría cambiar o alargar.

Siempre he sido un gran fan de las historias relacionadas con el Tiempo. Además del Latín y del Griego, ya se daran cuenta con las frases que habrán por ahí. e_e

No quiero alagar esto mas, disfruten con su lectura, y no olviden aunque sea aconsejar ; ;. Quiero saber si es de su gusto :3.

P.D: Nombre latín y griego debido a que... Kronos, Chronos o Cronos. Es un Dios que rige el espacio y el tiempo, tambien se le conoce como Saturno

Durante su niñez, las bellas y temerarias historias de su abuelo sobre los piratas del aire, le maravillaban de sobremanera. Aún ahora se acordaba de los domingos al atardecer, una hora antes del toque de queda; cogía una mochila de trapo y vestía sus zapatos favoritos para salir corriendo a la casa de su abuelo.

Corría con el viento en la cara y con la tierra y hierba teñida de naranja, un panorama en el que parecía no haber nunca problemas. Cuando por fin llegaba, tocaba la puerta emocionado y lleno de energía, entonces su familiar le abría riéndose dulcemente y le recibía con un abrazo. Recordaba que al pasar adentro, no solo le daba una bienvenida tan cariñosa, si no que el calor del hogar le reconfortaba… ¡Y para qué mentir! También le llegaba el olor de la cena.

Era entonces cuando le ayudaba a poner la mesa y minutos más tarde la degustaban, haciéndole compañía al anciano. Entonces, se reían y charlaban hasta que anochecía, y tocaba recoger y limpiar.

¡Por fin llegaba la hora tan esperada! Prendían fuego a la madera que estaba dentro de la gran chimenea de piedra, su abuelo se sentaba en una vieja  silla de madera y él mismo en la alfombra de piel de oso. Comenzaban los magníficos relatos, le hacían soñar, le volvían libre… Y eso era lo que hacía todas las semanas, los domingos.

Uno de esos domingos, el último se podría decir, se repetía la misma rutina. Iba a la casa del anciano con gran entusiasmo y alegría, pero hubo algo extraño, un cambio… La historia iba a ser diferente. No iban a haber más relatos sobre los piratas del aire, no iban a haber más fantasías con las que evadirse de este cruel mundo… “¿Por qué?” La pregunta era inocente, y el abuelo no la respondió. Conocía el fin de los días, lo predecía, y estaba cerca. El destino era cruel, y había fijado este pueblo en su historia. Así que empezó a contar su cuento, mejor dicho… La leyenda de Kronos.

Si, era diferente, no hubo bromas, no hubo risas, solo silencio y concentración y por medio, el relato de lo cruel que podía ser el destino de una persona. Aun no siendo siempre lo mismo, para el pequeño, le fascino de una manera diferente. Lo tuvo en mente mucho tiempo… Durante toda su vida.

Esa había sido parte de su infancia, quien iba a decir que ahora todo habría cambiado. Ya no quedaba nada de su querido pueblo, tampoco de sus sueños y esperanzas. Sucedieron tantos acontecimientos que en casi apenas un mes, la historia había dado un brusco cambio. No se escuchaba ya a los niños reír, sus risas se habían convertido en fantasmas del pasado y de su amada tierra… no quedaba más que el polvo y cenizas de lo que un día fue.

 

...

 

- ¡Deja de holgazanear! – Escuchó un grito a sus espaldas. Pegó un pequeño salto, giró lentamente un poco hasta dar una media vuelta sobre sí, quedando de bruces con su jefe. Como le apestaba el aliento… Asintió, y tan rápido como hizo ese gesto, se apartó de este, dispuesto a colocarse de nuevo tras el mostrador de la botica. Apoyó los codos en esta y soltó un largo suspiro… Observó por el rabillo del ojo que su jefe se marchaba de nuevo a su habitación, pasando por una de las puertas que estaba  a la izquierda y al fondo, tras el mostrador dónde estaba ahora mismo.

Kain estaba en contra de los levantamientos humanos contra las distintas razas que ocupaban las tierras de Gaia. Bueno, ni en contra ni a favor, le eran indiferentes en todos los sentidos, pero a veces sí que encontraba motivos para darle la razón a los humanos en cuanto odiar a sus diferentes. Podían clasificar las razas más comunes en 3 grupos, las demás razas se creían mitológicas. Los grupos estaban formados por los humanos, los barang y las nagas. Y el jefe de nuestro protagonista era un Barang.

El castaño lo consideraba una de las peores razas, no solo porque su aliento apestase siempre. Sino por su apariencia física, aunque aprendió que no todo era la apariencia, pero era inevitable tener ese tipo de pensamientos en cuanto a estos… Para dar más detalle, eran una especie de cerdo. A dos patas. Pero no literalmente, claro, su piel era como marrón y sus lunares eran enormes manchas que la cubrían de un color crema-marrón, parecido al tono de su piel. Sus ojos eran pequeños y de su boca sobresalían unos colmillos hacía abajo, siempre la mantenían abierta. Mientras que sus orejas eran caídas y largas, finas, su cuerpo era regordete, y eran enormes, no precisamente enanos. Eran buenos guerreros, poseían gran fuerza.

El tiempo se pasó volando. Por fin era la hora de cerrar, así que sin distraerse mucho más con sus pensamientos saltó por encima del mostrador, era bajo, así que no se preocupaba de dañarlo. Se despidió levantando la voz y cerró la puerta de la botica, no tardó ni tres segundos en salir de aquel establecimiento en el que trabajaba. Sonrió, sería un trabajo temporal.

Las calles estaban llenas de gente aun siendo ya de noche. Muchos de ellos eran Barang y otros Humanos, Nagas apenas se veían, y era una lástima porque eran realmente hermosas, o eso pensaban todos. Aunque había escuchado a sus amigos del barrio comentarle sus experiencias al ver a una. Cogió una pequeña bolsa hecha con trapos, y se la colocó en la espalda mientras caminaba por encima de las piedras mal colocadas, ese camino necesitaba una reforma aunque nunca la iban a aplicar. No con este gobierno.

Llegó hasta una puerta, bastante oxidada podría decirse. Aplicó un poco de fuerza en uno de los lados hasta encajar un botón en el fondo de esta, entonces giró, y en unos pocos segundos se escuchó, clic. Agradeció al cielo que por lo menos aún funcionasen los mecanismos para poder ir de barrio en barrio, él quería ir a uno de los barrios más pobres, que era donde él vivía. Tardó un poco en empezar a moverse la puerta, pero se fue deslizando a un lado conforme el esperaba, plantado delante de ella. Lo único que sí que le daban ganas de quejarse era la lentitud de esta al dejarle paso, pero esperó paciente que pudiera pasar. Y por fin, cruzó.

- Llega tarde. – Se quejó una voz muy joven, se enfocaba a una chica, de seguramente unos diez años, que esperaba sentada sobre unas cajas de madera. Sucias y podridas casi, pero que escritas en ellas ponía, alimentos. Ya uno se podía imaginar que habría allí dentro…

- Habrá tenido algún problema con su jefe… - Respondió otro niño esperanzado porque llegase ya.

- ¡O tal vez nos ha olvidado!

- Lo dudo. – Se escuchó una tercera voz. Los dos niños miraron a esta, y la niña sonrió. – Ya le han visto entrar por la puerta. – Añadió con el mismo tono de antes, un tono tranquilo, pero a la vez precavido. Sin embargo, seguro. El dueño de aquella voz, era un hombre adulto de ojos verdes y cabello azabache, largo a decir verdad y descuidado, aunque le daba un aspecto bastante atractivo…, era un poco moreno, su piel era bronceada. - No olvidemos que él tiene los planos... -

Mientras esos tres estaba reunidos, hablando, Kain apareció al doblar la esquina, rio un poco al ver como la niña golpeaba de una manera suave a su hermanito, pero su risa fue callada al ver al ojis verdes... Su amigo, pero a la vez su rival de toda la vida, ambos se odiaban. Pero entablaron una amistad por no tener más remedio. - Perdonad, mi jefe se enfadó. - Se disculpó rascándose la nuca, tambaleándose un poco, un gesto bastante descuidado que molestó al mayor, soltando un gruñido. Y claro, el castaño se había percatado de aquello..., pero qué diablos le iba a hacer si era verdad, necesitaba el dinero para que cuando salieran de allí...

- ¿Los planos? ¿Los trajiste o te olvidaste? - Se escuchó la aguda voz de la niña. Kain asintió, sacando de su bolsita de trapo unos papeles bastante viejos y arrugados, frente a estos, el grupo frunció el entrecejo, no parecían planos ni mucho menos. Pero si los tenía su líder en esta misión, serían de verdad, o eso querían creer. 

Los abrieron y los colocaron encima de una caja, y comenzaron a explicarse los mapas; las calles señaladas con un círculo rojo eran las calles que más vigilaban los guardias al anochecer y durante el amanecer, mientras que la línea verde trazaba un camino totalmente seguro para poder colarse por una de las puertas principales del Aeródromo, que iba a ser la parte más fácil de todas. Las puertas eran fáciles de forzar, sin embargo el problema sería la seguridad de dentro, que compensaba el fácil acceso de pandilleros y ladrones en este. 

- La idea es salir mañana por la noche. - Comentó el líder del grupo, Kain. - Y quedar en este sitio... - Señaló con el dedo una plaza, que a diferencia de las otras, esta tenía sobre si una cruz de color amarillo, ya se entendía que la habían marcado por alguna razón, así que con la confianza puesta en esos planos hicieron un gesto de aprobación. - Tenemos que quedar cuando suene la primera campanada.  - Prosiguió - Luego seguiremos por el camino marcado en verde y llegaremos, sanos y salvos. - Cerró los planos.

- Pero... ¿Qué haremos dentro? - Empezó la niña.

- ¡Sí! ¡La seguridad es muy fuerte! - Habló cortándole el turno a su hermana, de la cual recibió un pequeño golpe en la cabeza..., soltó un quejido - Jo... Perdón hermanita... - Cuando el castaño iba a contar lo que le había ocurrido, notó la presionante mirada de su supuesto amigo. Que por cierto, se llamaba Zarek. Siempre se habían mirado mal, sí, pero últimamente estaba demasiado extraño, demasiado controlador, ¡demasiado todo! Y es que lo que el castaño no sabía, es que Zarek se había estado sintiendo bastante extraño cuando estaba a su lado. 

- Ustedes me esperaran y cuando os de la señal podréis pasar, se cómo burlar esa seguridad. - Terminó diciendo, miró de reojo al pelinegro de ojos verdes, y contempló como este cruzaba los brazos y abría la boca, seguramente comenzaría a oponerse a que él solo se fuera. - ¡Bueno! Tengo que irme, recuerden coger todo, ¡nos vemos! - Habló rápido dejando a los otros tres atónitos. Recogió sus cosas y salió corriendo de allí...

Tomó la ruta más rápida a su casa, la cual era la más libre para correr, mientras llegaba sentía su pecho palpitar. Por fin, después de diez años lo había logrado, había conseguido todo lo necesario para salir de aquella ciudad, daba igual si era ilegal. Ahora solo necesitaba improvisar. Les había dicho a su grupo, que iban al aeródromo a por un barco de un amigo, pero era mentira. Planeaba robar uno, aunque no quería que se dieran cuenta, ya que para ellos eso sí que sería bastante descabellado. Y por fin, ¡por fin!, podré pedirle mi deseo..., Pensó para sí.

Como su casa no era lejos, pudo llegar con mucha facilidad. Entró por la puerta, pero no dijo nada, porque nadie le esperaba, no tenía familia, no tenía ni hermanos..., el Imperio se lo había arrebatado todo. Todo en cuanto le quedaba, incluso sus amigos, y esta vez, iba a hacer que este se lo pagase bien caro. - Prepárense, porque pienso cobrárosla - Murmuró entre dientes. Caminando cansado por el pasillo de madera, jadeando un poco por la carrera que se había echado antes.

Suspiró. Dejó de nuevo esa bolsa, si es que se le podía llamar así, en el piso, y una vez llegado a la puerta de su habitación, se internó en ella. Cerrando la puerta tras sí. Se tiró en la cama rápidamente, y se quedó pensando otra vez, miraba el techo con la mirada perdida, y apoyaba su cabeza en la almohada, tranquilizo su mirada. Aunque aún notaba su corazón palpitar con fuerza. Tenía tantas cosas que pensar... No había estado más que tres minutos en la reunión, y por querer evitar una pelea, había salido corriendo de esta. Además..., ¿estarían bien los planes? ... Algo le decía que lo iban a pasar mal. Pero hizo caso omiso a esa advertencia que su conciencia quería dar. Cerró los ojos... Lo haría por su abuelo.

Como ya era de noche, pensó en dormirse. Y aunque ya se estaba quedando dormido, no tenía ganas de dormir con esa ropa puesta, apestaba a sudor. Así que se la quitó, primero empezó por la camisa, y acabó por sus zapatos, de arriba a abajo. No había cena que cenar, nada que cocinar. Así que vistió unos pantalones hechos con algún tipo de tela bastante fina, y se cubrió con la única sabana que tenía, como no tenía lámparas en su casa, no tenía que molestarse en apagarlas, tampoco tenía agua, se sentía algo sucio. Pero aunque no tenia, sí que podía bañarse, pues a pocos metros de su casa había una especie de fuente, y como nadie visitaba ese sitio, y no tenía vecinos, era libre de hacer lo que quisiera allí. Salvo que Zarek este otra vez metiéndose donde no se debe..., Habló su mente. Pero tenía razón. A medida que conciliaba el sueño, una palabra se coló de repente en sus pensamientos.

Tempus Fugit

Y sin darle tiempo a reaccionar a su cuerpo, ni sobresaltarse, acabó durmiéndose. Soñando con su libertad y con todo lo que haría cuando por fin lograra salir de aquella ciudad que solo le esclavizaba de alguna manera. Que ganas tenía ya de... poder surcar los cielos.

Mientras tanto, la noche estaba siendo fría, no había luna que contemplar pues el cielo se nubló. Comenzó a llover, y aun así, a nadie le molestó, ni las goteras de su casa, ni nada... Pero había una persona muy inquieta, y ese era el pelinegro de antes, Zarek. Si bien el otro se había marchado corriendo, él no lo veía del todo claro. ¿Qué le estaba pasando por la cabeza a ese idiota? Conocía los peligros de que los pillasen tan bien como Kain, y sin embargo, este insistía en meterse y salir de allí. Cabía destacar que además le era un problema estar a su lado, eso lo ponía peor todavía. Incómodo, se colocó de lado en la cama, mientras intentaba dormir, algo se le paso por la cabeza..., ¿y si le pasaba algo malo a Kain? ... No solo pondría su vida en peligro, si no la de los niños. Ahh..., se sentía como un padre. Iba a ser una noche muy larga, porque ya no podía caer en los brazos de Morfeo. Pase lo que pase...

Notas finales:

@_@

Denme una oportunidad ; ; Intentaré hacerlo lo mas interesante que pueda. Si alguien no se ha dado cuenta aun(?) porque canta mucho (xD) Esta inspirado ligeramente en FFXII :3~ Salvo con grandes diferencias.

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