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Demasiado corazón por olgap_k

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Yunho nació con dos corazones en el pecho, pesados y llenos de amor, que le hacían sentir todo el doble de intensamente que una persona normal; a pesar de eso, él andaba por la vida entregándose de lleno y siendo una persona alegre y llena de vida, de amor por compartir, alguien que se exponía, a pesar de saber que las consecuencias de saberse no correspondido por alguien podrían llegar a ser fatales para él. Vivía sin preocuparse de dichas consecuencias, siempre creyendo que su misión en la vida era dar todo lo que tenía para dar, aunque no le dieran mucho a cambio, o incluso nada.

Muchas veces había sufrido fuertes golpes emocionales, la primera vez cuando su madre falleció y el sintió como si sus dos corazones ardieran en su pecho recordándole constantemente el dolor de la pérdida, y pasó noches en vela queriendo calmar el malestar, deshacerse del sufrimiento, pero como tenía dos corazones, no era posible.

La segunda vez fue cuando conoció a Kim Jaejoong, y creyó que con él encontraría todo aquello que le hacía falta, que estarían ambos juntos por siempre, que podría darle ese amor de más que estaba almacenado en su corazón extra, y no tuvo ningún problema en bañar de amor a su pareja, en andar por el mundo con la única misión en la vida de hacerle feliz.

Plantó polvo de estrellas en su jardín y cuidó las estrellas brillantes y hermosas, pequeñas, del tamaño de botones de rosa que se dieron, y se las entregó todas a él, junto con su amor, su dedicación y su necesidad urgente de ser uno mismo.

Pero Jaejoong no estaba listo para tanto amor, se sofocaba con éste, se sentía presionado y casi obligado a tener que hacer algo a cambio por Yunho, aunque él no le pidiera nada, y no podía vivir así, sintiendo siempre que daba menos de lo que recibía, por lo que cuando las estrellas murieron, las hizo polvo, que guardó en un frasco pequeño y fue a entregarle al otro.

Yunho recibió el frasco, el brillante polvo en su interior burlándose de él, pero no lo destruyó contra un pared o lo tiró a la basura, no. Lo que hizo fue guardar ese polvo de estrellas en su cocina, y desde ese día, fue el condimento "estrella" en todas sus comidas.

El sabor que le daba a su comida le servía como un medicamento momentáneo para todo el malestar que la partida de Jaejoong dejaba en su vida, porque se había acostumbrado, quizás demasiado rápido, a él, a su presencia constante, a sus ojos oscuros, su piel pálida y el sabor agridulce de sus besos.

Era un sabor que no podía duplicar, por eso comía con polvo de estrellas.

Con el paso del tiempo, sus dos corazones dejaron de estar sincronizados, tenía 26 años y se cansaba demasiado rápido, lo único que quería era dormir, o estar acostado todo el día observando el cielo, las nubes tomando forma y siendo arrastradas por el viento, vagabundeando en el cielo azul y hermoso, eterno.

Cuando respiraba, le dolía, cuando sonreía le dolía, cuando hacía cualquier cosa, sus corazones parecían entrar en batalla, y no le quedó más remedio que ir al hospital, donde lo admitieron para una cirugía removedora de corazón.

No era algo extraño que en el mundo hubiera personas que nacieran con dos corazones, pero sí era extraño que él hubiera soportado tanto tiempo con éste, que era foráneo a su cuerpo a pesar de haber nacido con él.

Se despidió de su hermana, su único familiar, y le prometió que todo iba a salir bien, aunque no sabía si era cierto o no, no vió motivo alguno para arruinar la esperanza que aún brillaba alrededor de ella.

Recibió un beso en la mejilla y uno en la frente, ambos de ella, y se despidió con una enorme sonrisa, ocultando todo el sufrimiento que estaba experimentando dentro de su pecho. No valía la pena despedirse con una expresión de agonía.

Así que no lo hizo.

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Changmin tenía 24 años y no era una persona normal, si bien vivía en un mundo donde nacer con órganos internos extra no era algo anormal, sí que era anormal ser alguien como él, a pesar de que no era el único caso documentado, sí era el único caso que existía de alguien que haya nacido con un espacio vacío en el pecho, ahí donde se suponía que todos los humanos tienen un corazón que bombea sangre a todo su cuerpo.

Por eso, cuando nació, el doctor colocó una pequeña máquina mecánica que cumplía la función del corazón, con la enorme diferencia que debido a esto, su cerebro y "corazón" no estaban conectados y era imposible para él poder experimentar emociones intensas, amor, afecto o incluso el más sencillo tipo de cariño.

Toda su vida ha pasado sin algún acontecimiento que se haya guardado en sus recuerdos, todo era como un film que pasaba en cámara rápida y él no tenía idea de muchas cosas. Se relacionaba con la gente, pero en un plano bastante superficial, tenía compañeros de clases, un par de amigos e incluso uno que otro compañero sexual para sus necesidades físicas, pero nunca iba más allá de unos acostones y él escabulléndose en medio de la noche sin sentirse culpable de lo que ha hecho.

No tenía corazón y por ende no era capaz de experimentar sentimientos afectivos.

Ni siquiera con su familia, sabía que tenía que apreciarlos y les mentía diciéndoles que lo hacía, pero realmente aquella máquina que bombeaba sangre en todo su cuerpo no se aceleraba cuando alguien se acercaba, no le hacía sonrojarse cuando alguien le daba un cumplido, y no almacenaba amor ni siquiera para sus seres queridos.

A falta de ese vínculo emocional, su cerebro era puro conocimiento, teorías e inteligencia pura, que le ayudaron a ser el mejor estudiante en su clase, y a conseguir de ese modo una beca que le llevó a la ciudad, donde pudo conocer más gente y conocer a quien se convirtió en su mejor amigo.

Kyuhyun nació con un cerebro muy bien desarrollado, él sí tenía corazón, pero su cerebro era más lógico que emocional, y por eso su relación con Changmin era muy buena, los dos se fijaban más en los aspectos lógicos de la vida y eso hizo que Changmin, sin corazón, pudiera crear un primer vínculo, y si bien era puramente intelectual, lo aceptó.

Andaba por la vida incompleto pero sin preocuparse por ello, hasta que un día soleado, la bomba pareció irse alentando de modo que todo esfuerzo físico le drenaba y le dejaba sintiéndose cansado y no podía más.

Pasó una semana en cama, creyendo que estaba enfermo, hasta que admitió que el simple hecho de respirar era agotador, y dormir tampoco le ayudaba mucho, y con la poca energía que aún tenía, casi se arrastró al teléfono para hablar a su madre.

Después de decirle lo que estaba sintiendo, cayó dormido, producto del cansancio.

Así lo encontró su padre, inconsciente en el suelo, junto al teléfono, lo levantó en sus brazos y lo llevó al hospital.

Ahí, lo admitieron para reemplazar la bomba en su pecho.

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Quizás fue cosa del destino, o quizás no, pero Yunho y Changmin terminaron compartiendo una habitación en el hospital. Cuando Changmin entró a la habitación, empujado por su madre, en una silla de ruedas, enfocó su atención en su compañero de habitación, quien estaba durmiendo.

Era alguien con una belleza notoria, lo confirmó por la expresión de su hermana, quien estaba observando nada discretamente al otro; se sintió aliviado de saber que éste estaba durmiendo y no podría juzgar a su familia.

A veces, se preguntaba cómo era que estaba emparentado con ellos, cuando él era todo lo opuesto a su familia, y después se preguntaba si quizás era por el agujero en su pecho que alguien había rellenado con una máquina que hacía el trabajo de un corazón.

Se miró las manos y suspiró, después hizo un esfuerzo para ayudar a su madre y su hermana a que le levantaran de la silla y le llevaran a la cama. En ese momento, su padre estaba en su trabajo, y no podía llevarlo, suficiente había hecho cuando le llevaron por primera vez al hospital, y en la situación en que se encontraban ahora, no podía faltar al trabajo. Su cirugía sería gratuita, lo costoso sería la máquina nueva.

Cerró los ojos y permitió que su madre le acomodara la almohada y le despeinara con una caricia maternal, no se sintió reconfortado, porque no podía, pero supo que esas dos mujeres estaban genuinamente preocupadas por él, y por eso hizo un mayor esfuerzo del normal, para sonreírles y hacerlas sentirse apreciadas.

—Vas a estar bien, Changmin —prometió su madre y depositó un beso en su frente.

Su hermana lanzó una última mirada al dormido paciente de al lado, y después de un breve abrazo a Changmin, siguió a su madre, quien estaba abandonando la habitación para dejar a su hijo descansar en silencio.

Se acomodó sobre la cama, miró a su alrededor y se hizo a la idea que sus padres iban a gastar una pequeña fortuna para que él no muriera. Quiso poder ayudarlos, pero a como se encontraba, lo único que haría sería ocasionar problemas.

El mismo doctor se lo había dicho: “Mucho reposo, Changmin, de lo contrario todo lo que tus padres han hecho por ti será un sacrificio en vano.”

Y no quería que sus padres hubieran hecho tantos esfuerzos para que al final él muriera, por lo que no se quejó y siguió todas las instrucciones, a pesar de lo mucho que quería poder hacer algo al respecto.

Estaba cansado, no había hecho ningún esfuerzo y sin embargo todo su cuerpo le pedía un descanso.

Estiró la mano y sujetó el libro que su madre había puesto en el buró junto a su cama y se dedicó a leer, porque de ese modo podía imaginarse en el sitio del protagonista y viajar lejos de aquella depresiva habitación de hospital que olía a antisépticos y a desesperanza, y aunque él no experimentaba emociones, lo metálico y blanco de casi todo le parecía desagradable y mejor ponía a trabajar su mente en algo más.

Enterró la nariz en su libro y se olvidó del mundo a su alrededor.

Por lo que no notó que su acompañante despertaba en ese momento y se quedó inmóvil observando a la otra persona que ahora estaba con él en la habitación, su corazón –aquel que iban a remover de su cuerpo-, dio un salto dentro de su cuerpo y todo él se estremeció.

Había algo maravilloso en ese joven que estaba leyendo, y él con sólo verlo lo había captado.

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Después de un par de horas de lectura no interrumpida, la necesidad de tomar un poco de agua le hizo bajar el libro y encontrarse con su compañero de habitación observándole fijamente, no importándole que él pudiera darse cuenta. Frunció el entrecejo e instintivamente levantó un poco el libro, de nuevo, que le cubriera parcialmente el rostro, porque sentirse observado así de intensamente, como si quisieran ver a través de él, no era algo que le gustara demasiado.

Podía ver aún al otro joven mirándole, esos ojos oscuros fijos en él.

Bajó el libro y alzó una ceja.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó fríamente, el tono que normalmente usaba con todos los desconocidos que desfilaban por su vida, y que de la misma forma en que llegaban, inesperadamente, así mismo se marchaban.

Yunho ladeó la cabeza y sonrió ampliamente, una sonrisa brillante que deslumbró momentáneamente a Changmin y le hizo querer cubrirse los ojos.

Eran pocas las personas con esa cualidad de generar brillo de la nada, pero existían y era la primera vez que Changmin estaba frente a una.

—Mi nombre es Yunho —se presentó el joven y volvió a sonreír, no tan intensa y brillantemente como la primera vez, pero igual fue una sonrisa cargada de esperanza y Changmin no pudo evitar apreciarla—, sólo estaba observándote, porque parecías bastante interesado en ese libro, como si allí pudieras encontrar las respuestas a todas las interrogantes del mundo.

Changmin rió cortamente, porque el movimiento le hizo sentir un dolor en el pecho, ahí donde su bomba de tiempo estaba, esa que parecía estar a punto de acabar con él.

Yunho hizo un movimiento sobre la cama, como si quisiera levantarse e ir hacia él, pero del mismo modo, una pesadez que le dificultó la respiración, le hizo detenerse de repente, con el brazo elevado y la mano en dirección a Changmin.

—¿Estás bien? —fue todo lo que pudo preguntar, sonaba cansado, como si acabase de correr un maratón.

Él mismo se sentía del mismo modo, y sólo pudo asentir, porque aunque dijera la verdad –que no, no estaba bien-, ¿qué podría hacer ese extraño por él?

Después de regularizar un poco su respiración, miró a Yunho, él tampoco se veía muy bien.

—Y tú, ¿estás bien? —preguntó, pero continuó antes que pudiera recibir una respuesta—. Te ves demasiado agitado, ¿necesitas que llame a la enfermera?

Yunho sacudió la cabeza en una negativa y soltó una leve risa, suave, breve, aún más corta que la suya, casi como una exhalación sonora, más que nada.

—Estoy bien, estoy bien —repitió el joven—, es sólo que mi corazón se cansa muy rápido estos días.

Changmin hizo una mueca, y lanzó un ‘oh’ como respuesta.

Sin esperar a que Yunho le preguntara, fue él quien habló.

—Lo mismo me pasa a mí —cerró los ojos y ladeó la cabeza—. A decir verdad, no, no es lo mismo. Necesitaría tener un corazón para poder tener un problema con éste.

Yunho abrió mucho los ojos, sorprendido, y Changmin cerró los suyos y se volvió a esconder tras su libro, creyendo que había revelado demasiado sobre él muy rápidamente, y que el otro no le aceptaba por no ser normal.

Lo que no sabía era que Yunho estaba más bien sorprendido por lo irónico de sus situaciones y el hecho que uno tenía de más lo que al otro le faltaba.

Iba a decirlo en voz alta, a compartir esa información con Changmin, cuando éste regresó su atención a su lectura, y no quiso presionarle en ese momento, por lo que decidió guardarse su propuesta para más adelante, cuando el otro joven no estuviera tan susceptible y vulnerable, cuando volvieran a establecer una comunicación ligera, como al principio.

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Fue hasta el día siguiente, después de la visita de los padres de Changmin, cuando escuchó a su padre suplicarle con lágrimas en los ojos a su hijo que aguantara un poco más, que resistiera, que no se dejara vencer, que le faltaba ya muy poco para reunir el dinero suficiente para poder comprar la nueva bomba mecánica, aquella que le salvaría la vida, pero que luchara, que no desobedeciera a sus médicos y que por amor a Dios descansara lo más que pudiera. Si era necesario, que dejara ese libro de lado, porque se veía bastante pesado y eso era un esfuerzo extra, y, y, y…

Su madre había llorado, le había abrazado con cuidado de no apretar demasiado su cuerpo herido, y le había alborotado aún más el levemente ondulado y corto cabello castaño, le había besado las mejillas y susurrado palabras de amor, que dejaban un brillo sobre la piel pálida y fría del joven, la luz del sol colándose por la ventana iluminaba su rostro demacrado y las pequeñas hadas de esperanza que rondaban el hospital parecían querer decirle algo con la mirada, y Yunho no estaba prestándoles mucha atención, porque el perfil de Changmin era hermoso.

Cuando los señores Shim se despidieron de su hijo, e incluso de él, Yunho les hizo un gesto a las hadas para que se marcharan y enfocó su atención en Changmin.

—Pierden su tiempo aquí —comentó Changmin sin mirar a Yunho, observaba obstinadamente al frente.

Seguía recriminándose mentalmente por haberle confesado al otro que no era alguien normal, que no tenía un corazón.

Yunho le sonrió, a pesar de que él no estaba viéndole, le sonrió y se movió para poder bajarse de la cama y acercarse a Changmin, quien pareció alarmarse un poco más a cada paso que el otro daba para llegar a él.

Veía el esfuerzo en sus ojos, pero no se movió, aunque quiso ayudarlo, porque le había hecho una promesa a sus padres, y aún tenía muchos libros que leer y muchas cosas más que aprender, y lugares que conocer, y necesitaba un poco más de tiempo para que sus padres pudieran terminar de reunir el dinero para el reemplazo del reemplazo de su corazón inexistente.

Yunho casi se dejó caer sobre él, en la estrecha cama, estaba respirando agitadamente y estaba sudando.

—Estoy bien —aseguró, aún antes que pudiera preguntarle.

Yunho le miró de cerca, sus ojos enfocando los suyos, y Changmin se sintió demasiado consciente de todo él, y del hecho que no tenía un corazón que pudiera acelerarse en ese momento y enviar la alerta del sonrojo a su rostro.

—Estaba pensando —empezó Yunho—, en lo compatible que tú y yo somos y en que tengo una solución para el problema que tienen tus padres…

Changmin se movió un poco, apartándose de Yunho, quien se quedó inmóvil, de lo cansado que estaba.

—No nos interesa tu dinero, mis padres pueden muy bien solos…

—¡Woah-woah! —exclamó el joven y se movió sólo un poco para poder ver a Changmin a los ojos—. No estaba hablando de dinero, a lo que me refiero es que… ok, ahí va, eh…

Changmin le dio un golpe en el brazo, un manotazo que dejó marcados sus dedos en la piel de Yunho.

—¿Qué cosa? —casi exigió y Yunho hizo una mueca que casi le hizo reírse, de lo ridícula que era, pero se contuvo.

—Que tú me dijiste que no tenías corazón —hizo una pausa, sujetó la mano de Changmin y la llevó a su pecho—, y yo tengo uno extra. Si hablamos con tu doctor, podría donártelo, después de todo, yo sólo necesito uno.

Cuando su palma se posó sobre el pecho de Yunho, el latido disparejo de dos corazones fue lo que le recibió.

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Los padres de Changmin habían aceptado la propuesta, y el doctor también, la cirugía estaba planeada para ese día por la noche, y Yunho estaba preocupado, no sabía cómo saldrían las cosas, pero no debía preocuparse demasiado. Estiró la mano y buscó sobre su buró el frasco de polvo de estrellas y la cuchara que estaba a su lado.

Tragó el contenido de una cucharada y se calmó un poco.

Vio que Changmin le miraba con la misma intensidad con la que él muchas veces se dedicaba a mirarlo, por lo que sujetó el frasco y la cuchara y se los ofreció.

—¿Quieres un poco? —preguntó.

Changmin los aceptó, pero antes de imitar la acción de Yunho, se dedicó a mirarlo, el resplandor del frasco y la calidez de éste entre sus manos.

—¿Qué es esto? —quiso saber mientras abría el frasco y olfateaba, tenía un aroma agridulce y fuerte, que penetraba su nariz.

El otro joven suspiró y se encogió de hombros, se notaba un poco triste.

—Son los fragmentos del amor que tuve hacia una persona —comentó—, pero son un muy buen condimento y excelente medicamento para este dolor que tengo aquí —y se señaló el pecho—. Como estamos en situaciones similares, creí que podría ayudarte.

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Cuando Changmin abrió los ojos, la cirugía ya había terminado, ya estaba de regreso en su habitación y todo se sentía diferente a como lo conocía, en su pecho había un tambor que sonaba constantemente y que se sentía tan bien, se llevó una mano al pecho y se permitió su primera sonrisa real.

Miró a un costado, ahí estaba Yunho, le observaba con una enorme sonrisa, se veía mucho mejor que la última vez que se habían visto, ya no se notaba cansado y con ganas de querer dormir todo el tiempo. Esperaba que él también se viera mucho mejor, que su cabello estuviera cooperando y no pareciera un nido de pájaros.

—Gracias por el corazón, Yunho-hyung —le agradeció, y estaba sonrojándose.

Yunho se levantó de su cama, se dirigió a la suya y le sujetó una mano, que llevó a sus labios para poder depositar sobre el dorso de ésta, un casto beso.

Ambos podían sentirlo, sus corazones latían de forma sincronizada.

Yunho se atrevió a sentarse en la cama de Changmin, y éste se movió a un costado, haciéndole espacio para que se acostara con él.

Con los dedos entrelazados, las sonrisas pegadas al rostro y dos corazones alocados, se quedaron dormidos prendidos uno del otro.

El polvo de estrellas que estaba en la cama se había reconstruido y en medio del frasco había dos pequeñas estrellas que imitaban a las del cielo, y brillaban ardientemente.

-fin-

 

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Notas finales:

Un HoMin más, en vez que me ponga a actualizar el que tengo pendiente. Perdónenme la vida, pero la idea no me abandonaba y si no la escribía, ¡moría! ;)

¡Disfruten!


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