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Invisible chains -Tera Online fanfic por TheJumpingMug

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Notas del fanfic:

A simple vista "Invisible chains" puede parecer un fanfic de un estilo shojo pero su contenido es complejo y de orientación yaoi.

Notas del capitulo:

En este primer capitulo conoceran a los dos primeros personajes que forman parte de este fanfic.

Leophy -Female Castanic -Priest

Ethian -Male High Elf - Slayer

Ella seguía buscándole entre la multitud que acababa de llegar a la Island of Dawn. Repasando cada uno de los rostros de todas aquellas personas allí reunidas pero sin ningún resultado."Quizás ya se ha marchado " pensó, mientras continuaba mirando la aglomeración de gente. "Puede que tomara otro vuelo aunque estoy segura de verlo subir en este" Sentía un hormigueo extraño en el estomago y un sudor frío empezó a cubrirle las palmas de las manos.

El área de embarque se encontraba casi vacía y la joven castanic comenzó a sentirte de la misma manera. No fue hasta que se acercó a los soldados que controlaban el primer puesto de vigilancia hasta que pudo ver a lo lejos una figura familiar. Si, definitivamente se trataba de él, jamás olvidaría aquel guerrero, quien no hacía dos días atrás le había salvado la vida.

Al reconocerlo se quedó mirando hacia él casi embelesada, un ligero color empezó a florecer en sus mejillas, el corazón le latía intensamente. No lograba entender que le ocurría, no comprendía porque en el momento en que él desapareció, una ansiedad, un sentimiento de desolación le invadió y le empujo a seguirle hasta aquella extraña isla. "Es él, estoy segura” Se dijo a si misma mientras lo miraba fijamente.

Ethian creía firmemente que había nacido para proteger a todo aquel que se encontrara indefenso y por esa misma razón se había dedicado desde muy temprana edad a entrenarse para lograr ser un gran soldado. Pero ahora la actual situación en la que se encontraba Arborea lo había llevado a dejar la majestuosa ciudad de Allementhaia para intentar asistir allí donde fuese necesario.

Se dirigía a pedir un mapa del lugar en el puesto de embarque cuando notó la presencia de la joven castanic mirándole fijamente. Colocó su mano en la frente para  tapar la luz del brillante sol que no le permitía ver con claridad. En ese momento Leophy vio que el elfo se había percatado de su presencia por lo que se giró rápidamente avergonzada, y tapándose la cara comenzó a caminar deprisa hacia el bosque. Ethian la observó marcharse confuso, se encogió de hombros y se acercó a un soldado.

La castanic podía escuchar el latido de su corazón directamente en sus oídos, su cuerpo prácticamente se colapso cuando sus miradas se cruzaron. Decidió sentarse un momento para poder calmarse y así controlarse, aunque no tuvo mucho éxito, no podía dejar de pensar en aquel momento en que le conoció, de sentir la lluvia helada cayendo en su piel, de escuchar aquellos gruñidos y sonidos infernales que la rodeaban, recuerdos que por un lado prefería olvidar. Pero de la misma manera, aquel momento había quedado grabado a fuego en su alma ya que también estaba él. Aquellos extraños ojos mirándola con preocupación, el calor de su cuerpo, el latido de su corazón, la sensación de estar en sus brazos, simplemente no podía quitárselo de la cabeza.

Habían pasado tres meses desde que había dejado su vida en la ciudad para buscar su propio destino. Quería convertirse en la mejor healer que el reino de Arborea jamás hubiera conocido. Pero las cosas no había resultado tan bien como ella pensaba que serían, Leophy se refería a sí misma como imán de mala suerte, hasta que en su camino de cruzó con aquel elfo.

Habían mandado a todos los recién llegados a un campamento no muy lejos de las zonas de desembarque. Habían racionado los pocos víveres que había, un poco de carne y unos mendrugos de pan, no había suficientes tiendas para todos así que no quedaba más remedio que compartir o dormir a la intemperie.

La hoguera crepitaba mientras jugaba con las sombras de la noche, la lluvia y la propia humedad de la isla hacía que el frío se calase en los huesos. Esto hacía que todos vieran a las hogueras con una importancia mayor.

Leophy intentaba calentar su cuerpo y esperaba a que el trozo de carne que les habían dado quedara bien hecho. Veía disimuladamente a Ethian, este mantenía su mirada fija en otra hoguera, parecía meditabundo, entonces su trozo de carne chisporroteó y una gota de jugo salpicó su mejilla. Ella sonreía viendo como él salía de sus pensamientos, se limpiaba la manchita con el dedo índice para luego chupar el jugo. De pronto ya no sentía frio, un calor interno invadía todo el cuerpo de la castanic, suspiró casi sin darse cuenta hasta que se percató de lo sonrojada que se había puesto.

Agachó la cabeza e intentó pensar en otras cosas. Fue entonces cuando notó que varias miradas estaban paradas en ella mientras cuchicheaban unos con otros. Ella se preguntaba qué era lo que pasaba viendo a todos lados y enseguida creyó encontrar la razón se quedó viendo la ropa que le habían dado al alistarse en esta aventura. Recordó que le habían preguntado cuál era su clase, y como le dieron aquel vestidito corto y aquellos zapatos altos. El vestido estaba segura que era, al menos, dos tallas más pequeño que la suya. En cuanto a los zapatos, si eran su número e incluso le habían parecido bonitos pero a la hora de llevarlos puestos ya le dolían los pies y ya estaba deseando quitárselos. “Esto no es para nada funcional para alguien que tiene que estar en el campo de batalla” pensaba. Echaba de menos las chaquetas grandes que le cogía al hermano, unos pantalones largos y de su talla y como no, sus zapatos planos y tan cómodos, “por qué no podría haber venido así, que tenía de malo”

Tiró del vestido con la esperanza de que este tapara un poco mas e insinuara un poco menos.

-Pues a mí, me encantan las castanic, son las que mejor culo tienen y no son tan estrechas como las elfas.- Escuchó Leophy un murmullo de un humano comentándole a otro a pocos pasos de ella.

Luego vio como se acercaba y se sentaba al lado de la chica. Ella se apartó con cara de pocos amigos.

-Mujer, no es necesario que te apartes, aquí todos somos amigos y los amigos están para hacernos favores entre nosotros, ¿no estás de acuerdo?- Le dijo el hombre a la castanic mientras apoyaba su mano en el muslo de la chica.

Leophy le lanzó una mirada fría, se apoyó en su báculo para levantarse y en un ágil movimiento, le golpeó con él en la entrepierna. El hombre, dolorido quedó hecho un ovillo. Ella se agachó para coger la carne que seguía calentándose en la hoguera, entonces el humano le agarró por la muñeca tan fuerte que la chica era incapaz de soltarse. El hombre sonrió.

-¿Eres una chica de las duras, eh?, eso me gusta.

No tuvo mucho tiempo para pensar, con un giro de muñeca inclinó el palo que sujetaba el pedazo de carne y dejó que cayera sobre la mano del humano. La carne estaba lo suficientemente caliente para provocarle una quemadura consiguiendo que ella pudiera soltarse. Dejando allí su comida caminó hasta otro lugar más apartado.

-¡Esto no quedará así!, ¡puta!- gritó el pervertido mientras asumía su derrota.

Leophy siguió caminando reprimiendo el temblor de su cuerpo, había pasado mucho miedo y la rabia se reflejaba en su rostro. Caminó con los puños cerrados un largo rato hasta que se relajó lo suficiente como para darse cuenta que había dejado el campamento atrás y ahora solo se veía el resplandor de las hogueras y las siluetas de las tiendas. Había parado de llover, pero todo estaba demasiado mojado como para dormir al raso. Escudriñó en la oscuridad buscando un lugar donde pasar la noche. Al final su mejor opción fue quedarse cerca de un acantilado que por lo menos le protegería de más lluvias durante la noche.

Después de estar toda la noche en vela, a causa del frío y el hambre, junto con el temor de despertar y que aquel hombre la hubiese encontrado, por fin amaneció. Agradeció esos primeros rayos que le calentaron un poco. Respiró hondo, se estiró y se dispuso a proseguir con su camino. No había dado ni tres pasos cuando ya le faltaron las fuerzas, tenía demasiada hambre. Sin esperanzas revisó su alrededor en busca de alguna planta comestible, pero no conocía ninguna de las plantas que crecían en esa maldita isla. Estaba a punto de rendirse cuando una gota de rocío le cayó sobre en la cabeza. Su ojos se iluminaron ¡Manzanas! Se le hizo la boca agua. Guiada por el hambre trepó al árbol rápido como un gato. Nunca se habría imaginado que algo tan simple como una manzana pudiera saber tan bien, no eran muy grandes y todavía no estaban del todo maduras pero para ella eran todo un manjar.

Escucho un ruido, se puso tensa, guardó silencio  y oculta entre las hojas observó. No muy lejos alguien caminaba con un espadón a la espalda. Caminaba derecho y muy tranquilo. Un suspiro salió de sus labios. Su subconsciente supo de quien se trataba antes que ella misma. “Parece que él es un chico madrugador” pensó. Una parte de ella se sintió aliviada, la tensión de la noche desapareció seguía observándole hasta que se perdió en la colina.

Algo dentro de ella le empujó, no podía perderle, tenía que estar con él. De un salto bajó del árbol, por desgracia aterrizó sobre su báculo y tras un breve momento de equilibrio cayó de culo sobre la hierba y se dio un croque en la cabeza. Con las lágrimas asomándole en los ojos se sujeto la cabeza mientras se quejaba del dolor. Cogió varias bocanadas de aire y con su arma a la espalda se dispuso a seguir a Ethian colina abajo.

Ya hacía tiempo que Ethian había salido del campamento y todavía no había parado. Su manejo con la espada era casi hipnótico, se había enfrentado a diversos enemigos tanto solitarios como a grupos, y en todas las ocasiones había salido ileso. Viéndole Leophy llegó a preguntarse si algún día podría salir de entre las sombras y  ayudarle, demostrándole que ella también era una gran curandera.

No sabía cómo pedirle si podía hacer grupo con él, de alguna manera había esperado que los enemigos le hirieran al menos un poco de daño para poder salir de manera casual y así poder curarle, después de eso, que formaran grupo resultaría la mejor de las elecciones.

Por fin habían llegado la noche y Ethian preparó una pequeña hoguera para ahuyentar a las alimañas nocturnas y cocinar algo. Al cabo de un rato un sabroso olor llegó hasta Leophy, la boca se le hizo agua, había guardado algunas manzanas antes de seguir al elfo, pero en estos momentos daría lo que fuera por llevarse algo caliente a la boca.

Atraída por el aroma, se acercó inconsciente un poco más hasta la posición del chico. Fue cuando el chasquido al pisar una ramita  hizo que ella se diera cuenta de que se había acercado demasiado. No tuvo mucho tiempo para pensar, antes de que Ethian alzara su cabeza, la chica se refugió entre unos arbustos. Las espinas del los arbustos se le clavaron en piernas y brazos, reprimiendo un quejido maldijo su indumentaria y su mala suerte.

Ethian tenía una mano ya en su espadón y se acercaba con sigilo hasta el escondite de la castanic prestando atención a todos los sonidos procedentes de la noche. Leophy no se atrevía a echar un vistazo, pero sabía que ya lo tenía al lado, podía notar su respiración, sus ojos clavados en ella, la baba cayendo sobre su pelo… “Un momento” Un monstruo grande como una mole que parecía estar hecho de tierra y roca le miraba, mientras una baba espesa caía de su boca. Un escalofrío de miedo y asco invadió a la chica.

Ethian se abalanzó sobre el enemigo, en cada movimiento que realizaba, su espadón destellaba con el reflejo de la luna. El monstruo parecía poderoso sin embargo este era demasiado lento. Leophy aprovechó la oportunidad para alejarse mientras se quitaba las espinas de su cuerpo.

Ya desde una distancia más segura, se curó las heridas con un poco de magia tal cual como le habían enseñado en la academia en su ciudad natal. Ya a una edad temprana Leophy había demostrado cierta actitud para la curación y a los diez años, la habían admitido en la academia de entrenamiento de healers, transformándose en cuestión de tiempo en una formidable priest. Sin embargo nunca pudo demostrar su valía ya que en la seguridad de la ciudad lo único que podía hacer era curar las heridas de cuando su hermanito pequeño caía o aliviar el dolor de la enfermedad terminal que mantenía a su padre postrado en cama desde hacía seis meses. Cuando este murió el mundo se le vino encima, poco a poco se sintió encerrada en aquella ciudad, sentía que allí se consumía, que se marchitaba. Comprendió que su lugar ya no estaba en aquella ciudad y se marchó emprendiendo esta aventura. En estos tres meses había vivido más que en sus diecisiete años juntos, por fin se sentía completa, o eso creía. Ahora volvía a sentirse insegura y pequeña. Los últimos acontecimientos le habían superado, pero cuando estaba con él… Cuando él estaba cerca se sentía segura, capaz y feliz, muy feliz. Ese elfo ya le había salvado dos veces y esta última de manera inconsciente y lo único que pudo saber de él era su nombre, Ethian.

Lentamente se adormeció mientras el cosquilleo de la magia conseguía curar sus heridas. Entre la bruma de los sueños pudo ver como Ethian se acercaba y le tendía la mano. Su mirada era firme, profunda y muy reconfortante, su sonrisa amable y cálida. Ella le devolvió la sonrisa, quiso agarrar su mano, mas no pudo moverse, todo su cuerpo estaba agarrotado.

Entonces él se acerca, casi puede sentir su aliento. El corazón de la chica entra en frenesí. Todo parece ir más despacio, puede sentir la caricia de su mano en la mejilla, el calor que desprende su cuerpo. Ella se acerca para besar sus labios, entonces su sueño se esfuma nuevamente entre la bruma, estira los brazos intentando retenerlo en vano.

Leophy se despierta, su corazón todavía va a mil. “Estuvo tan cerca” piensa. El rubor tiñe sus mejillas. Mira hacia el lugar donde trasnochó Ethian, parece que ya ha emprendido la marcha. Se acerca e inspecciona la zona, la hoguera está recién apagada, no puede estar muy lejos. Aprovecha los últimos restos del calor que desprende para calentarse las manos y se pone en marcha.

Entonces una risita pícara la sorprende. Prepara el báculo, y espera en guardia. Otra risa viene desde su espalda, se gira, algo se mueve entre la maleza. Canaliza energía con el báculo y la concentra en la mano que le queda libre, está preparada para el ataque. Un pequeño ser que ni tan siquiera le llega a las rodillas aparece, tiene grandes ojos y parece inofensivo. Sin embargo no se fía, puede tratarse de una trampa.

El pequeñín se acerca. Ella da un paso atrás. Esa cosita inclina la cabeza a un lado y le mira con sus grandes ojos. No, definitivamente es inofensivo. Rebusca entre sus cosas mientras el pequeño ser le ve con curiosidad. Saca una manzana y se la tiende. Esa cosita salta hacia la mano de la castanic, coge la manzana, se aleja y le de un pequeño mordisco.

-Aaahhh.- Parece que dice con dulzura.

Leophy sonríe. Otro pequeñín sale entre los árboles y luego otro y otro y otro. Pronto son un total de diez pequeñines, todos ríen con esa peculiar picardía. La chica empieza a buscar más manzanas, tan solo le quedan tres. Lanza rodando una, pero enseguida se la comen y se acercan a por más dando saltitos. Leophy empieza a ponerse nerviosa, lanza las dos manzanas que le quedan más lejos, las cositas las ignoran y se acercan más y más. Aparta a una con el báculo, otra le toca la pierna, ella da un respingo, nota sus manitas inmovilizando sus piernas hasta hacerle perder el equilibrio. Luego la recogen del suelo y se la llevan entre los árboles.

Leophy intenta zafarse pero esas pequeñas criaturas tienen más fuerza de lo que parece. Después de un rato la dejan en el suelo. En frente otra criatura igual está sentada en una piedra. Leophy se sienta despacio intentando no hacer ningún movimiento brusco. La que está sentada en la piedra se levanta, en comparación con sus compañeras es más grande. Esta si pasaría las rodillas de la castanic. Una conversación de risitas empieza entre las criaturas, una deja las manzanas a los pies de la más grande. Las risas cesan. La grande mira a la chica, agarra una manzana y la prueba.

-Aaahhh.-dice

El resto de las  criaturitas responden igual como si de un coro se tratase. La grande salta hasta llegar a la piedra donde estaba sentada. Luego vuelve a junto Leophy y le tiende una piedra. La castanic dubitativa acepta el regalo.

-Aaahhh.- vuelve a decir la grande.

Las demás vuelven a corear y empiezan a reír nuevamente. Empiezan a dar saltitos hasta perderse entre la maleza nuevamente. Leophy permanece inmóvil hasta que deja de escuchar las risas, mira la piedra de entre sus manos, parece irradiar un poco de calor. La chica se levanta, guarda la piedra entre sus cosas y vuelve al camino. “¿Cuánto tiempo habré perdido?” se pregunta. Ethian estará ya a  gran distancia, será mejor que se dé prisa.

Llevaba varias horas caminando sin encontrar nada, sus pies estaban llenos de ampollas y no tenía nada para comer, estaba empezando a oscurecer, sería mejor que se preparase para pasar la noche. Recogió ramas secas que encontró por los alrededores, busco un buen sitio donde pudiera cubrirse de las inclemencias de la intemperie  y que le ofreciera suficiente protección ante un posible ataque nocturno.

Había podido descansar un poco, pero se había pasado la mayor parte del tiempo en vela, mirando hacia la hoguera y perdida entre sus pensamientos. Al principio se preguntaba si tardaría mucho en alcanzar a Ethian pero poco a poco empezaron a primar otras ideas, no tenía nada que comer, necesitaba una indumentaria que le protegiese más ya que la que llevaba estaba rasgada debido a los últimos acontecimientos. También debía mejorar sus dotes de priest y hacerse más fuerte pero sobre todo, debía sobrevivir.

Cuando la luz de la mañana se extendió por la gran isla, Leophy decidió que era el momento de prosiguir con su camino. Cogió unas hojas llenas de rocío de una de las pocas plantas que reconocía en aquella isla y comenzó a mascarla para disimular el hambre, se puso el báculo a la espalda y apagó la hoguera que ahora no eran más que unas brasas templadas.

No tuvo que caminar mucho tiempo cuando a lo lejos en lo alto de una ladera vio dibujada las sombras de las casitas de un pequeño pueblo. Su ánimo mejoró. Cuando llegó al pueblito le faltaba el aire, la cuesta era mucho más empinada de lo que parecía. Lo primero que hizo fue acercarse a la fuente para saciar su sed y rellenar su cantimplora. Compró víveres y un una nueva indumentaria, que a pesar de que el vendedor aseguraba que le ofrecería mayor protección a ella le parecía igual a lo que llevaba pero de distinto color. Le había preguntado si no podía llevarse una chaqueta de piel, pero el vendedor rió con burla, “esa no es adecuada para una priest” le había respondido. En su interior deseaba haber cogido la chaqueta y habérsela hecho tragar, pero sólo le respondió con una sonrisa antes de alejarse.

No estaba muy segura de dónde dirigirse ahora, no encontraba ninguna pista para encontrar a Ethian. Había decidido quedarse a descansar al menos una noche en el pueblo hasta que entre el bullicio del mercado pudo escuchar el rumor que le devolvió la esperanza. El rumor era acerca de un elfo estaba buscando a Leander, un famoso hechicero elfo hermano del comandante elfo quien seguia desaparecido.

Preguntando a compradores y comerciantes llegó hasta una anciana vendedora. Esta le dijo que sí, que era cierto que el famoso Leander estaba por estas tierras, pero que muchos habían preguntado por él y lo buscaban. Leophy le describió como era Ethian, la vieja se encogió de hombros, no estaba muy segura pero sí que había pasado un elfo muy guapo preguntando por Leander, aunque no recordaba ver que llevara ningún espadón le contestó dubitativa.

No pudo obtener mucha más información. Se echó tres días siguiendo la dirección que la anciana le había indicado sin encontrar nada. No fue hasta el cuarto día hasta que divisó una extraña neblina negra que se mantenía en un lugar delimitándolo. Aquella zona estaba totalmente corrompida, la hierba nacía muerta, los árboles retorcidos y las pocas bestias que eran capaces de sobrevivir en aquel inhóspito lugar, parecían estar alimentados de odio.

Una parte de la castanic se negaba a atravesar la zona, sin embargo se sobrepuso, era la única pista que tenía, su única esperanza. Sorteó a tantos enemigos como pudo y se enfrentó a muchos otros. Cuando llego a la entrada de una mazmorra, sintió que se estaba acercando a su objetivo.

-Mira lo que tenemos por aquí.-Sonó una voz a su espalda.

Ella se giró, temiendo conocer al dueño de la voz. Lo reconoció al momento, sus manos, sus ojos, esa sonrisa prepotente. El humano del campamento estaba en pie ante ella, de alguna manera, parecía alegrarse de haberse encontrado a la castanic. Vestía una armadura de cuero y enfundadas dos espadas, por lo que ella supo que se trataba de un warrior.

-Ahora es cuando por fin vas a darme lo que me debes, puta- Le dijo mientras le mostraba su mano vendada.- Tienes suerte de que sea un maestro en el manejo de la espada con ambas manos.

-Puedo curarte la quemadura, pero luego debes largarte.- Contestó  Leophy con dureza.

-Eso está bien, lo que voy a hacer contigo es mucho mejor si lo hago con las dos manos.

-Imbécil

-No pensarás lo mismo dentro de poco.

Leophy se puso en guardia, estaba muy asustada, pero no iba a dejar que él lo notase.

-Nuevamente quieres ponérmelo difícil, entonces tendré que recurrir a la fuerza.

El humano desenfundó su espada atacó, Leophy esquivó. Era muy rápido, apenas había recuperado el equilibrio cuando con un giro de la espada le hizo un corte en la pierna. La castanic canalizó energía para curarse, el siguiente ataque sólo pudo bloquearlo con el báculo. Cada vez su enemigo atacaba con más y más rapidez, no podía detenerse a curarse, debía contraatacar.  Comenzó a lanzar esferas de energía, el humano las esquivaba con facilidad, y se acercaba a gran velocidad. Él no paraba para defenderse, su defensa era un contraataque directo. Leophy concentró la energía en sus pies y saltó hacia atrás inflamando el aire en el lugar que acababa de abandonar. Por fin logró dañar a su enemigo. Con desprecio el hombre desenfundó su otra espada con la mano vendada.

La batalla se volvió más intensa, Leophy estaba cada vez más agotada y a pesar de los conjuros de concentración no le quedaba mucha energía para seguir durante mucho más tiempo. En cambio el humano, cuanto más atacaba mayor  era la energía que parecía tener. Las dos espadas parecían moverse con total compenetración provocando heridas en la pobre chica.

Respirando por la boca tras un boqueo de un ataque repetitivo, Leophy analizó su situación. Tenía suficiente magia para un último ataque. Sólo tenía una alternativa, utilizar un único conjuro que consistía en el lanzamiento de de tres lineas de fuego consecutivas. Sólo podía pasar un segundo entre cada lanzamiento o perdería la inercia y desperdiciaría el conjuro. Saltó a un lado quedando cara a cara con su enemigo. Corrió hacia él y lanzó la primera linea. El humano la esquivó con facilidad echándose hacia atrás y dejando que la linea chocase en el suelo. Una nube de humo y polvo se levantó. Otra linea de fuego atravesó la nube y alcanzó su estómago. Dejando caer una espada el hombre se llevó la mano a la herida mientras se encogía del dolor. La nube volvió a brillar. La última linea de fuego fue directa hasta su cabeza.

Leophy se acercó a su enemigo que yacía en el suelo entre temblores. Lo había conseguido, estaba derrotado. Guardó su báculo y se dispuso a entrar en la mazmorra. El humano saltó detrás de ella con la espada que le quedaba preparaba. Casi por reflejo, la castanic se apartó, desenfundó su arma y le golpeó la mano. EL báculo se partió y se astilló clavándose las astillas en la mano. El humano cayó al  suelo con la mano ensangrentada. Se retorcía del dolor. Leophy se paró en frente, apoyó el báculo en la garganta de su rival, este empezó a suplicar, pero ella sólo podía sentir odio, no tenia motivo alguno para perdonarle, ni sus lágrimas ni la marca mojada que comenzaba a aparecer en sus pantalones. Entonces se puso a verlo un instante, tenía la cara quemada y sólo podía abrir un ojo, una mano vendada por la quemadura del campamento y la otra llena de sangre y astillas y su armadura carbonizada a la altura del estómago. Ya no le tenía miedo, ya no era nadie para ella. Los labios del derrotado hombre se movieron.

-Puta,- susurró.- Puede que no haya podido acabar contigo, pero morirás ahí dentro tu sola. Nadie que se haya internado en esa mazmorra solo ha podido salir de ahí con vida.

Desgraciadamente tenía razón,  a la chica se le hizo un nudo en el estómago, sabía que esa mazmorra era un suicidio para ella, pero Ethian podía estar ahí. Definitivamente necesitaba ayuda.

Salió de la zona corrompida y sintió como si se hubiese quitado un peso de encima, como si su corazón dejara de estar oprimido. Entonces pensó en aquel humano que había dejado allí tirado y lo cruel que había llegado a ser,había estado a punto de matarlo sin ningún tipo de escrúpulo.  Un escalofrío le recorrió el cuerpo pensando en lo que casi hace.

Una vez de vuelta en el pueblecito buscó compañeros dispuestos a entrar con ella en la mazmorra pero, no había tenido éxito alguno, le respondía con que era sólo una niña o que simplemente era demasiado débil. Había dejado incluso un anuncio en la posada, pero las respuestas seguían siendo las mismas. En una ocasión le habían pedido dinero a cambio de esa misión, pero no tenía suficiente.

Cabizbaja paseaba por el mercado, dejándose llevar por la multitud. Paró sin saberlo en la tienda de la anciana. Esta le indicó con la mano que se acercara.

-Le he visto, al elfo que me describiste.

El corazón de la castanic le dio un vuelco.

-Vino a la tienda hace apenas unas cinco horas, se dirigía a Velika. Si te das prisa estoy segura que podrías alcanzarlo, hay muchas cosas que hacer en esa ciudad, es muy probable que todavía siga por allí. Dirígete a la plaza central es donde se suelen reunir la mayoría de los aventureros.

-Muchas gracias.- dijo la chica con un brillo en los ojos.

-Y una última cosa.- Paró sonriendo la anciana a la chica que ya estaba por irse.-   Si yo fuera tú, yo también iría tras él.

Notas finales:

En el siguiente capítulo veremos mas detalles de estos dos primeros personajes y puede que alguna cara nueva haga acto de presencia.


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