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En la puta vida... por eggy33

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Notas del capitulo:

Siii lo sé, me demoré un montón. pero aquí lo tienen <3

Jamie recogió una de las camisetas tirada en el piso y la olfateó, terminó apartándola bruscamente al darse cuenta que estaba todo menos limpia. El rubio suspiró, últimamente las cosas habían sido una locura y no habían tenido tiempo de lavar ropa. Rebuscó entre la poca ropa limpia que quedaba e intentó colocarse una vieja camiseta roja, pero la tela no alcanzaba para tapar su vientre de tres meses que ya había comenzado a tornearse redondeado.

-¿Vas a ir así?-preguntó Bill mientras lo veía bajar las escaleras.

-Es esto o ir desnudo-dijo Jamie restándole importancia.-También podría quedarme en casa…

-Quiero que vayas a la escuela mientras puedas-dijo Bill quien todavía se sentía mortificado por truncarle el futuro al menor.

Jamie se puso de puntillas para darle un largo beso, desde que Bill había aceptado tener el bebé prácticamente no habían tenido peleas. Por supuesto, Bill se había puesto mucho más sobreprotector que de costumbre, pero lejos de molestarlo, el rubio se sentía más amado que nunca.

Jamie se largó a la escuela, antes lo había estado llevando Bill en coche, pero el mayor le había dicho que, con todo lo que estaba comiendo, era mejor que hiciera algo de ejercicio. Y es que Jamie sí que se había tomado en serio eso de “comer por dos”. Bill sentía que entre el creciente apetito del rubio y la inminente llegada del bebé, iba a terminar en la ruina.

Jamie llegó a la escuela donde Randy le esperaba como todas las mañanas, cuando su amigo lo vio llegar abrió mucho los ojos.

-Jamie, estas enorme-exclamó Randy.

-No creo que haya crecido mucho entre ayer y mañana-señaló Jamie divertido.

-Es que con ropa más grande no se notaba tanto-murmuró Randy sin poder apartar los ojos del vientre del menor. Y no era el único, muchos otros estudiantes y varios profesores tenían la mirada fija en él.

-Bueno, solo me voy a ir poniendo más grande-dijo el rubio en tono alegre mientras frotaba su panza.

Los interrumpió la campana de la escuela, Jamie se dirigió con el resto de los estudiantes al interior del edificio y se sentó en su puesto. En el último tiempo había logrado progresos bastante significativos en la escuela, especialmente con la lectura. Hacía poco había terminado de leer su primer libro. Bill le había comprado un clásico americano llamado Tom Saywer asegurándole que le iba a gustar. Y había tenido razón, Jamie se había partido de risa leyendo la historia, nunca se le había ocurrido que los libros podían ser divertidos.

Pero aquella era la clase de matemáticas y a Jamie todavía le parecía que aquello era un lenguaje alien. Apoyó la cabeza en el pupitre y se puso a dormir hasta que una mano le sacudió el hombro. Jamie se despertó medio desorientado creyendo que uno de sus compañeros lo despertaba para salir a recreo. Pero en lugar de eso se encontró con la secretaria del director.

-Acompáñeme-dijo la mujer en tono seco.

Jamie se levantó y la siguió nervioso, el director no solía llamarte a su oficina al menos que fuera a expulsarte. Pero Jaime no recordaba haber hecho nada para que lo expulsaran.

La mujer lo hizo sentarse en una dura silla en el pasillo y Jamie esperó, y esperó y esperó. Había pasado más de una hora, y ya se había perdido el recreo, cuando vio aparecer a Bill caminando por el pasillo. Jaime se levantó de un salto sin entender un carajo.

-¿Se puede saber qué hiciste?-preguntó Bill con rostro serio.

-Ni idea-dijo Jaime.-¿Por qué te llamaron?

-Ni idea-dijo Bill arqueando las cejas. Jaime se rio e intentó darle un beso pero Bill lo apartó suavemente.-No creo que aquí sea…apropiado.

-Pero si la otra vez casi me follas frente a la escuela-dijo Jamie burlón.

Bill iba a mandarlo a callar cuando la secretaria les anunció que el director estaba listo para verlos. Jaime y Bill entraron a la oscura oficina donde el directo, el señor Millard, los esperaba de pie tras su amplio escritorio.

-Siéntense, por favor-dijo el hombre. Jaime y Bill se sentaron obedientemente.

-¿Cuál es el problema?-preguntó Jaime yendo directo al grano.

-Es bastante obvio cual es el problema-dijo el señor Millard señalando la panza de Jaime.-¿Cuántos meses tienes?

-Tres-respondió Jamie con orgullo. Mientras tanto Bill se iba hundiendo en el asiento.

-Tengo entendido que están viviendo juntos-dijo mirando a Bill, el mayor asintió con la cabeza.-¿Puedo preguntarle cuando van a casarse?

Ambos se quedaron callados con los ojos como platos, a ninguno se le había ocurrido pensar en matrimonio, aunque era el paso más lógico. Jaime se giró hacia Bill, la idea de casarse con él le había producido un extraño calor en el pecho, pero al ver la expresión atónita del moreno supo que a este no le había pasado nada parecido.

-No hemos decido nada respecto a eso-dijo Bill con voz cortante.

-Creo que Jaime se benenficiaría mucho de nuestro programa de economía doméstica-dijo el director cambiando de tema mientras le entregaba un papel con el plan de estudios a Bill.

El mayor inspeccionó el papel con seriedad, los únicos ramos que habían consistían en cocina, cuidado del hogar, cuidado de los niños, religión, labores de aguja y algo llamado “compostura”. Bill se giró hacia Jaime confundido.

-¿Qué es todo esto?-preguntó el moreno.

-Las chicas se cambian a economía doméstica cuando se comprometen o se quedan embarazadas-explicó Jaime.-Te enseñan a ser la esposa perfecta o algo así.

-Esto es una estupidez-gruñó Bill mientras agitaba el papel.-Lo que Jaime necesita es una educación como dios manda: matemáticas, literatura, ciencias…no está basura.

-Tomando en cuenta las circunstancias creo que le sería bastante útil-dijo el señor Millard.-Además, no es como si los chicos como Jaime fueran a graduarse de todas formas.

-¡Y quién es usted para decir eso!-dijo Bill levantándose furioso.

-He sido educador por más de 20 años y puedo asegurarle que Jaime nunca terminará la escuela-dijo el señor Millard en tono incisivo.-Además, no fui yo el que lo puso en esta situación.

Bill no supo que decir, al fin y al cabo, el director tenía razón. Era su culpa que Jaime no pudiera tener una educación como era debido, es cierto que el rubio nunca se había quejado de todas las cosas a las que había tenido renunciar por aquel bebé. Pero aquello solo hacía que el mayor se sintiese más culpable.

Jaime se hundió en el asiento, no le gustaba ver a Bill tan alterado, menos por algo tan estúpido como la escuela. A Jaime no le molestaba lo que el director decía, había escuchado ese tipo de cosas (y peores) toda su vida.

-La realidad es que Jaime es un doncel embarazado-dijo el señor Millard con decisión.-Lo mejor que puede hacer por él es ponerle un anillo y olvidarse de la escuela después de que el bebé nazca.

-Eso es discriminación-dijo Bill.

-Yo prefiero llamarlo pragmatismo-dijo el señor Millard encogiéndose de hombros.

-Vámonos, Jaime-dijo Bill mientras tomaba su chaqueta. Jaime lo siguió hasta la camioneta aparcada frente a la escuela. Se sentó junto al moreno, el cual estaba tan furioso que encendió un cigarro junto a Jaime sin darse cuenta.

-Bill…yo..-Jaime se esforzó por encontrar las palabras adecuadas-Yo tampoco creo que sea tan mala idea…

-¿Qué dices?-le preguntó el moreno confundido.

-Bill no soy idiota-dio Jaime llevándose las manos al vientre.-Sé que te sientes culpable con todo esto y que quieres que termine la escuela pero…creo que sería mejor hacerle caso al director.

-Jaime, no tienes que escuchar a gente como él. Yo sé que puedes terminar la escuela-dijo Bill convencido.-Incluso he intentado ahorrar algo par tu universidad, quiero que seas cualquier cosa que quieras ser. Y no solo porque me sienta culpable, quiero lo mejor para ti.

-Lo sé-dijo Jaime acurrucándose contra el moreno.-Pero ahora hay que pensar lo que es mejor para el bebé. Y la verdad es que no tengo idea de como cuidar de un niño ni de una casa, siempre dependo de ti.

-La casa está bien-dijo Bill cortante.

-¡La casa es una desastre!-dijo Jaime.-Desde que estás trabajando prácticamente el doble los platos se apilan, la ropa esta toda sucia y el desorden…

-Vale, vale ya entiendo-dijo Bill.-Pero eso no significa que vaya a dejar que te cambies a un montón de clases que no alimentan tu cerebro. No quiero que termines siendo una simple ama de casa…

-No veo nada malo con eso-dijo el rubio.-Quizás algún día, cuando el bebé sea más grande, pueda terminar la escuela y hasta ir a la universidad, eso suena genial. Pero por ahora debo concentrarme en mi…en mi familia.

Jaime se puso rojo al decir lo último, pero de verdad creía todo lo que estaba diciendo. Quería ayudar a Bill y estar preparado para cuando su hijo naciera.

Bill suspiró, no podía negar que el rubio tenía buenos argumentos. Pero no podía evitar sentir que sus actos le habían impuesto una vida a Jaime, y el hecho de que este se lo hubiera tomado bien no lo libraba de su profunda culpa.

-¿De verdad es lo que quieres?-preguntó Bill. Jaime asintió enérgicamente con la cabeza.-Bueno, ve a ver a ese jodido director y dile que te cambie de clase, yo tengo que volver al trabajo.

-Eres el mejor-le dijo Jaime mientras se acercaba a besarlo, esta vez Bill no se apartó, el delicado baile de la pequeña lengua de Jaime contra la suya era como un bálsamo para sus heridas. Cerró los ojos y se perdió un rato en el dulce beso.

Se separaron a regañadientes y Jaime salió del coche con paso rápido, habló con la secretaria para que lo cambiaran al programa de economía doméstica y esta le escribió una nota para que se presentara en el aula.

Jaime entró a su nueva sala de clases, era un grupo de once chicas, siete de las cuales estaban claramente embarazadas. La maestra era una mujer de cuarenta años de sonrisa amable que le dio una cálida bienvenida, Jaime se sentó junto a una chica cuyo embarazo estaba bastante más avanzado que el suyo.

-Me llamo Tricia-dijo la chica de espeso cabello negro.-¿Tu eres Jaime, cierto? Te vi jugar al hockey un par de veces.

-Hola-dijo Jaime con inusitada timidez. Nunca había sido especialmente bueno hablando con las chicas.

La clase era de cocina, estaban aprendiendo a cocinar estofado y se pusieron en grupos de tres, Tricia lo unió a su grupo junto con otra chica llamada Jane.

-Tu si que necesitas esta clase-se rio Jane mientras veía como Jaime luchaba por cortar las verduras de forma más o menos pareja.-¿cómo conseguiste un hombre cocinando así?

-Con mi encanto por supuesto-dijo Jaime riendo, le habían terminado cayendo bien las chicas, eran amables y pacientes aunque le reñían para divertirse.

-Bill parece un buen tipo-dijo Tricia.

-Es maravilloso-dijo Jaime con ojos brillantes.

-Qué suerte tienen-dijo Jane.-El chico de Tricia, Malcolm, también es un encanto. Pero Bryce, mi novio, es todo un caso.

-No sé porque lo sigues aguantando-dijo Tricia frunciendo el ceño.-¿Sabías que el otro día la golpeó porque se le olvidó comprarle cerveza?

-Bueno, la verdad no se me olvidó. Solo no quería que anduviera tan borracho todo el día, sobre todo porque aún no encuentra trabajo.-dijo Jane.-Pero todos los tipos son así ¿no? Tu querido Malcolm es la excepción que confirma la regla.

-A mi Bill nunca me ha golpeado-dijo Jaime.-Pero supongo que la mayoría de los tipos por aquí son parecidos a mi padre…supongo que tuve suerte.

-Además, Bill siempre tiene trabajo-añadió Jane.

-Y casa propia-siguió Tricia.-Malcolm y yo todavía vivimos con su madre, y parece que vamos a quedarnos allí para siempre.

Las chicas siguieron hablando mientras Jaime luchaba con las verduras, sabía que tenía un montón de suerte de haber encontrado a alguien como Bill que le quería y cuidaba tanto. Cosas como la casa eran muy útiles, claro. Pero no era lo que el rubio más valoraba, lo que de verdad lo hacían sentir la persona más suertuda del mundo era el hecho de que Bill lo escuchase, que considerase su opinión a la hora de tomar decisiones. Jaime no conocía a ningún otro hombre que hiciese eso con su pareja.

Le hubiese gustado tener una forma de expresarle aquello al mayor, sabía lo culpable que este se sentía. Pero Jaime no se sentía atrapado por la vida que estaba llevando, sentía que él la había elegido.

 

********

 

Cuando terminaron la práctica Jamie y Randy se fueron primero, Randy insistía en acompañarlo a casa, sobre todo porque desde hace un par de semanas Hammond se había convertido en una zona de guerra desde que tres pandillas rivales, incluyendo la de Jeff, habían comenzado a atacarse. Jamie siempre le decía que no necesitaba que lo estuvieran protegiendo, pero en el fondo le gustaba caminar a casa con su amigo, aunque significara que Randy se desviara como tres kilómetros.

Iban discutiendo la estrategia que tenían para el próximo partido, cada vez estaban más cerca de las finales estatales, el equipo nunca había llegado tan lejos en el campeonato y los chicos estaban más motivados que nunca. Apenas se habían alejado de la escuela cuando un grupo de tres tipos, uno de ellos blandiendo un trozo de tubería, los hicieron detenerse.

-No queremos problemas-dijo Randy colocándose frente a Jamie.

-Había escuchado que había un doncel en este pueblo, pero no me lo había creído-dijo uno de los tipos señalando a Jamie.

-Está preñado y todo-agregó otro.

-Joder, esto es como caído del cielo. Dicen que los donceles se sienten mejor que las chicas-dijo el tercero acercándose peligrosamente.

-Déjenlo en paz-dijo Randy furioso.

-¿Y si no qué?-dijo el tipo amenazador.-¿Vas a detenerme?

-Lárgate-insistió Randy.

El tipo sonrió y le golpeó con el trozo de tubería en el estómago, el golpe fue demasiado rápido para que Randy lo esquivara, intentó recuperarse pero antes de siquiera lograr levantar los puños otro de los tipos lo golpeó en la nariz llenándole la cara de sangre. Jamie no pudo quedarse solo mirando, tomo el palo de hockey de Randy y le dio a uno en la nuca con él dejándolo fuera de juego.

-Impresionante-dijo uno de los tipos, más divertido que asustado, mientras Randy y el otro forcejeaban se acercó a Jamie. Jamie levantó el palo e intentó golpearlo en el hombro pero el tipo resulto ser rápido y lo esquivó, Jamie vio brillar el metal de la navaja en la mano del tipo antes de que esta le hiciera un corte superficial en el antebrazo. Jamie retrocedió y el tipo terminó arrinconándolo contra la pared, pegando su cuerpo al de él.

-Siempre quise saber cómo era estar con un doncel-dijo el tipo con voz lujuriosa. Jamie intentó sacárselo de encima, pudo ver a Randy tirado en el piso en un charco de sangre mientras el otro tipo seguía dándole patadas. Se movió más violentamente pero se quedó congelado al sentir el frío metal de la navaja tocando su vientre.-Vamos, quédate tranquilo, no quieres que te abra y saque al niño antes de tiempo ¿verdad?

Jamie dejó caer los brazos a los lados derrotados, los ojos llenos de lágrimas mientras el tipo se le arrimaba rozando su erección contra él y dándole besos húmedos en el cuello. Cuando el tipo estaba a punto de colar sus manos debajo de su camiseta, Jamie sintió el sonido de un golpe sordo y el tipo prácticamente se le desplomó encima.

-¿Estás bien?-preguntó Steve sacándole el tipo de encima, lo había noqueado con un hábil golpe de su palo de hockey, Jamie vio como Torbay terminaba con el otro tipo.

-Sí…eso creo-dijo Jamie atontado.-¿Cómo está Randy?

-Míralo por ti mismo-dijo Steve señalando el cuerpo apaleado de Randy, el cual seguía inconsciente.-No creo que sea nada grave, Torbay déjalo en su casa ¿vale?

-Su madre me va a matar-gruñó Torbay mientras lo levantaba sobre su hombro sin demasiada dificultad. Se giró hacia el rubio y arqueó una ceja.-Joder, Turner, antes les habrías roto la cara sin problemas.

-Idiota-dijo Jamie sintiéndose un poco mejor con Torbay molestándolo como siempre.-¿Sabes lo cansador que es crear una vida?

-Dejen de hacer el tonto-dijo Steve sorpresivamente serio mientras examinaba el brazo de Jamie.-No es grave, pero de ahora en adelante yo y Jeff te acompañaremos a casa, seguro que a Jeffy le hace ilusión y todo.

-A Randy no va a hacerle mucha gracia-dijo Jamie.

-Me la suda-dijo Steve.

Caminó con el castaño de vuelta a la granja, se sentía como un sonámbulo, como si aún no lograse procesar lo que acababa de suceder. Steve lo dejó en la puerta de la granja, Jamie lo invitó a comer algo, pero Steve lo rechazó diciendo que Bill todavía le daba miedo.

Jamie se encerró en el baño para curarse la herida, deseó que no hubiese sido en un lugar tan visible, no quería que Bill se enterara. No quería que el mayor se preocupara, últimamente su semblante siempre mostraba sombras, como si algo lo estuviese atormentando.

Cuando Bill llegó sus ojos fueron directos al brazo mal vendado del rubio, el mayor sintió que el alma se le caía al suelo. Creía que los días de encontrar a Jamie lleno de heridas habían terminado.

-¿Qué pasó?-preguntó preocupado tomando el delgado brazo del rubio con toda la delicadeza posible.

-Unos idiotas de una pandilla nos atacaron-dijo Jamie obligándose a sonreír.-Pero salí bastante bien parado, el corte es superficial y creo que ya dejó de sangrar…

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo?-dijo el moreno incrédulo.

-Bill, estoy acostumbrado a estas cosas-dijo Jamie restándole importancia.-Estoy bien.

-Cuéntame que pasó-insistió Bill preocupado.

-Unos tipos se nos acercaron a Randy y a mí-comenzó a contar Jamie.-Y empezaron a pelear con nosotros…no sé por qué…bueno supongo que porque querían follarme-la voz del rubio se volvía cada vez más temblorosa.-Y golpearon a Randy hasta que quedó…inconsciente. Y se me tiraron encima-Jamie comenzó a llorar sin poder evitarlo.-Y.. y me dijeron que le harían daño al bebé-Jamie ya casi no podía hablar por los sollozos.-Y que me lo cortarían…

Jamie se deshizo en lágrimas mientras Bill lo abrazaba con cuidado, Jamie no sabía porqué se había puesto así. A veces parecía que no lograba entender cómo se sentía hasta que lo hablaba con Bill.

-¿Tuviste mucho miedo?-le preguntó el mayor con cariño cuando Jamie se hubo calmado un poco.

-Fue horrible-dijo Jamie.

-Está bien, estoy aquí-le dijo Bill acariciándole la espalda.

Jamie se hundió en el pecho del mayor y aspiró su aroma, cuando estaba entre los brazos de Bill se sentía en casa. Nadie sabía mejor que él lo hostil que podía llegar a ser el mundo, pero acurrucado como estaba en ese momento, ese tipo de cosas le parecían muy lejanas, como un sueño.


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