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En la puta vida... por eggy33

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Bill observó a Jamie por encima de la mesa. Como de costumbre, el chico estaba devorando la comida con las manos dejándolo todo sucio. Ese día había alitas de pollo con salsa barbacoa así que el rubio estaba haciendo un desastre de proporciones considerables. Bill suspiró, había intentado que aquel chico insufrible conociera a los cubiertos pero había terminado pinchándose con el tenedor y doblándolo en un ataque de rabia. Así que Bill ya estaba acostumbrado al espectáculo que se presentaba ante sus ojos.

Jamie había estado yendo a su casa desde hacía más de un mes, iba cuando tenía hambre, se quedaba un rato viendo la tele o hablando y después Bill lo echaba por mucho que el chico rogase que le dejase quedar. No dejaba que Jamie pasara la noche allí porque sabía que entonces todo se saldría de control. Aquel chico era un invasor, había llegado como un tifón destruyendo su agradable y monótona vida, comiéndose su comida y echándose siestas en su sofá siempre que podía.

Bill miró a Jamie como un científico mira a un chimpancé con el que está experimentando. El rubio sintió la mirada un poco demasiado intensa del mayor y terminó por levantar la vista de su festín.

-¿Pasa algo?-preguntó Jamie hurgándose entre los dientes con los dedos machados de salsa.

-A veces no pareces humano-murmuró Bill como para sí mismo.

-Oh, eso es muy bonito-dijo Jamie sorprendido.-¿Dices que parezco una especia de ángel o algo así?

-No-dijo Bill en tono cortante.-Pareces más bien un mono…no…creo que un roedor te calza mejor. Eres algo así como un cobayo mofletudo o una ardilla carnívora.

-No te mataría decir algo agradable de vez en cuando ¿sabes?-dijo Jamie arisco mientras volvía a atacar el pollo.

-Digo muchas cosas agradables-replicó Bill.-Lo que pasa es que no te las digo a ti. Creo que con toda la comida que te doy soy lo suficiente amable contigo.

-Hablas como si no ganaras nada con esto dijo Jamie chupándose los dedos sucios de uñas ennegrecidas de mugre.-Si no fuera por mí, te pasarías la noche solo mirando alguna película mierdosa en la tele. Yo te doy compañía porque me apena verte tan solitario. Deberías casarte, estás en edad ¿no?

-¡Tú qué sabes!-bramó Bill iracundo parándose de la mesa. Solía ser un tipo de lo más calmado y apático y Jamie nunca le había visto así. El grito le había hecho pegar un salto y cubrirse la cara como acto reflejo. Bill se quedó mirando a Jamie encogido en la silla, con el cuerpo temblando notablemente y cubriéndose la cara sin atreverse ni a mirar. Se sintió como un monstruo, Jamie se las daba mucho de duro, pero en el fondo no era más que un niño vulnerable y desorientado que había recibido más palizas de las que cualquiera debería.-Oye cálmate-dijo Bill incomodo mientras volvía a sentarse.-Baja las putas manos, no voy a hacerte daño.

-No tenías porqué gritar así-dijo Jamie bajando las manos y camuflando su miedo con reproche.

-Tienes que aprender que no puedes ir por ahí soltando esa clase de cosa, algún día alguien va a matarte por eso-gruñó Bill.-Termínate eso y vete, mañana tengo que trabajar.

-Mañana es domingo-dijo Jamie suspicaz.

-Entonces me pasaré por la iglesia-dijo Bill rodando los ojos.

-En ese caso podemos irnos juntos-dijo Jamie.-Solo he estado en misa para dos navidades y el funeral de mamá. Me gustaría ver una misa normal.

-No vas a quedarte aquí, Jamie-dijo Bill con firmeza.-Y no creas que puedes sacar a la madre muerta para conseguir cosas conmigo, mi madre también está con los topos así que no me causas pena.

Jamie frunció el ceño y siguió devorando su cena con frustración mientras se hacía la idea de llegar a la choza esa y enfrentarse a su probablemente borracho padre. Últimamente las palizas se habían intensificado por el mal humor de su padre, se le habían muerto dos gallos y aquello había disminuido considerablemente sus ya de por sí míseras ganancias.

-En casa hace demasiado frio-lo intentó de nuevo.-La caldera se descompuso y hace tanto frio que no puedo ni pensar.

-Pues te aguantas-le cortó Bill. Sabía que lo de la caldera era puro cuento, Jamie debía de vivir en un sucucho que con suerte tendría ventanas. Pero el chico le mentía porque era orgulloso y no quería que Bill se enterase de lo pobre que realmente era.

Jamie encendió un cigarrillo e hizo otros pobres intentos por convencer al mayor de quedarse, pero todo fue en vano y una hora después ya estaba en la solitaria carretera que lo llevaría a casa, hacía cada vez más frio y Jamie no tenía otra cosa que la chaqueta de cuero y los guantes de hockey que no se atrevía a usar demasiado por miedo a estropearlos. Jamie se fue caminando apresuradamente mientras veía el vaho saliendo de su boca y pensaba en como Bill podía ser tan antipático y amable a la vez.

 

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-Escuchen pedazos de mierda-comenzó el entrenador Blake con su tipio discurso antes de los partidos, los chicos del equipo de hockey se volvieron a regañadientes mientras terminaban de alistarse.-No hemos ganado un jodido partido en lo que llevamos de temporada y la culpa es de ustedes. Ya hemos perdido tres partidos por faltas y peleas, si quieren pelear háganlo en otra parte pero que quede calo: ¡No más faltas! Si hoy tenemos otro de sus numeritos me encargaré de que todos lo paguen con un castigo ¿entendido?-un silencio tenso inundó la sala.-Dije: ¡¿entendido?!

-¡Si entrenador!-gritaron los chicos a coro y de mala gana. Aquello no era más que protocolo, tarde o temprano alguien iniciaría una pelea, los chicos lo sabían y Blake lo sabía. Y nadie podía hacer nada para evitarlo.

-Oye Turner-dijo Torbay, uno de los tipos más grandotes del equipo, acercándose a Jamie junto a su grupito de lacayos descerebrados.-Si nos haces perder me encargaré de darte la paliza de tu vida.

Jamie se limitó a escupir en el piso mientras terminaba de acomodarse los guantes para demostrar que le valía mierda lo que aquel tipo pudiera decirle. Nadie, ni siquiera el gigante de Torbay, de atrevía a joder a Jamie solo, siempre iban en grupo porque Jamie era capaz de cargarse a cualquiera en un combate justo.

Los jugadores salieron de los roñosos camerinos a la cancha destartalada de hielo trizado de la escuela donde sus rivales esperaban con expresiones tan sanguinarias como las de ellos. Nadie iba allí a jugar hockey en realidad, solo iban a matarse un poco entre ellos bajo una excusa deportiva. Todos sabían eso, Blake también estaba al tanto y aunque hacía toda la comedia de quejarse y castigarlos, la verdad era que disfrutaba del espectáculo del montón de idiotas adolescentes intentando sacarse los ojos mientras hacían equilibrio en sus patines de segunda mano.

El partido comenzó con el pitido del árbitro, y tras tan solo unos minutos fue evidente que no era correcto llamar “partido” a semejante masacre sobre hielo. Los ánimos estaban inflamables en ambos equipos y los empujones, las zancadillas y los no demasiado disimulados golpes con los palos eran demasiado numerosos como para que el árbitro pudiese dar cuenta de todos. Uno a uno los jugadores iban saliendo de la cancha lesionados, las bancas de suplentes se iban vaciando gradualmente hasta que ya no quedaba ninguno, en ese momento el equipo contrario llevaba la delantera y la forma más fácil de ganar era dejar fuera a un jugador del otro equipo de forma que no pudieran cumplirse los veinte jugadores reglamentarios y el juego se diera por terminado. El equipo visitante de Norkshire todavía no olvidaba el partido de hace un año cuando Jamie había destrozado el tobillo de su mejor defensor impidiéndole jugar por casi toda la temporada, así que Jamie fue el elegido para el movimiento final.

Jamie jugaba de centro, son los jugadores que más se mueven en la cancha y su función principal es hacer goles. Al inicio del segundo tiempo se las arregló para apoderarse del puck y salir disparado a la portería contraria. Antes de atravesar un par de metros, seis jugadores de Norkshire se le habían echado encima y lo habían arrinconado contra la pared, la cosa fue rápida: dos patadas en la pierna y en la cadera, cuatro puñetazos en el estómago y otro en el costado y, lo peor de todo, un golpe con el palo directo a su boca. Jamie vio como el puck se escurría entre la masa de cuerpos y como la sangre comenzaba a chorrear por su barbilla hasta manchar el hielo. El árbitro los separó como pudo y Jamie, entre el atontamiento producido por los golpes, pudo ver como un chico del equipo contrario levantaba el trozo de diente que le habían sacado y se lo guardaba en el bolsillo, como trofeo.

Un par de chicos de su equipo lo empujaron hacia la banca donde Blake esperaba de brazos cruzados. Jamie no recordaba ni su puto nombre y se quedó sentado en la banca con cara de idiota mientras el árbitro le explicaba a Blake que el partido tendría que darse por terminado por falta de jugadores.

-¡Maldita sea Turner!-gritó Blake levantándolo de un tirón de brazo.-¿Puedes dejar el papel de Blancanieves y volver a la cancha como un hombre? ¿Es qué no tienes espíritu de equipo?

-No me joda entrenador-dijo Jamie escupiendo sangre al hablar.-Claro que puedo volver al puto juego, ni que fuera Mary Poppins.

La verdad es que Jamie solo quería echarse en una cama y mandar el hockey a la mierda, pero su orgullo se lo impidió. Se quedó dando tumbos por la cancha durante unos diez minutos antes de desmayarse sobre el hielo.

 

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Bill estaba cenando solo por primera vez en un largo tiempo, aunque al principio le había parecido algo bueno había terminado por levantar la vista cada dos segundos solo para toparse con el puesto vacío frente a él. Jodidamente vacío.

El sonido del teléfono terminó por sacarlo de sus pensamientos, se precipitó a la cocina preguntándose quien estaría llamando a esas horas.

-¿Diga?-dijo Bill con voz grave tras levantar el auricular.

-¿Bill?-dijo una potente voz masculina.-Hombre, soy Blake.

-¿Blake?-dijo Bill algo sorprendido.-Ha pasado tiempo, ¿Cómo está tu padre? ¿Sigue con eso de los problemas cardiacos?

-Oh, está mejor, creo que ese viejo no se va a morir nunca-dijo Blake en tono desenfadado. Bill estaba algo desconcertado, había jugado al póker con Blake unas cuantas veces pero nunca habían tenido una relación muy cercana por lo que no se explicaba el por qué lo llamaba ahora.-Mira Bill-dijo Blake como leyéndole la mente.-Te llamó para que vengas a buscar a este chico, Jamie. Está acá medio muerto en la enfermería de la escuela, en su casa no contestan y el chico te ha estado como llamando inconsciente un buen rato ¿Eres tú el Bill a quien llama?

-Joder, supongo que sí-gruñó Bill con fastidio.-Voy para allá.

Cortó el teléfono y puso los ojos en blanco. Mientras se ponía la chaqueta se reprochó haber ayudado a aquel chico tan problemático que solo sabía complicarle la existencia. Se metió en la camioneta dando un portazo esperando que Jamie estuviera lo suficientemente grava como para justificar semejante escándalo.

Cuando llegó Jamie seguía inconsciente en la chapucera camilla de la enfermería, nadie se había preocupado en ocuparse de sus heridas y el chico no tenía ni una mísera tirita. Bill saludó brevemente a Blake y se fue con Jamie en brazos a casa.

Dejó al chico tirado en el sofá enfrentándose a un gran dilema. Sabía que debía a empezar a curar  esas heridas cuanto antes pero tenía miedo de enfrentarse al cuerpo desnudo del chico. Los pensamientos no demasiados castos hacia el chico no habían desaparecido, más bien habían aumentado. Tanto así que había dejado de comprar plátanos para no tener que ver al rubio comiéndolos.

Su sufrimiento se prolongó demasiado ya que los ojos de Jamie comenzaron a abrirse lentamente. El chico miró a su alrededor algo desorientado mientras lo asaltaba una oleada de dolor en todo el cuerpo.

-¿Ganamos?-preguntó algo atontado.

-¿Qué cosa?-dijo Bill algo perdido.

-El partido por supuesto-dijo llevándose una mano a la mejilla magullada tras caer desmayado sobre el duro hielo.

-¡¿Y cómo se supone que vaya a saberlo?!-rugió Bill levantándose de la silla en la que se había echado.-¡Casi te sacan la madre, Jamie! ¡Y tú solo te preocupas por toda esa mierda del hockey!

-¡No es mierda, de verdad quería ganar!-gritó Jamie tratando de igualar el vozarrón de Bill.

-¿Puedes pararte?-dijo Bill intentando recuperar la calma.

-¿¡Y por qué carajo no podría!?-dijo Jamie evidentemente sin intentar recuperar la calma.

-¡Entonces sube a darte un baño!-bramó Bill con renovada cólera.-¡Y después vete! No sé cómo te las arreglas para estar siempre jodiendo a todos.

En cuanto lo dijo se arrepintió, pero ya era muy tarde. Jamie apartó la mirada y se incorporó con dificultad para empezar a subir la escalera con paso peligrosamente tambaleante. Como si fuera a caerse en cualquier momento y romperse la columna. Bill se precipitó preocupado e intentó agarrarle del brazo.

-Déjame ayudarte…

-No me toques-chilló Jamie zafándose del agarre y mirándole con esos ojos acuosos, dolidos, desesperados.

Bill lo dejó que subiera y se diera un baño a sus anchas mientras él encendía la televisión y se echaba a ver las noticias locales. Se reprochaba haber dicho algo como eso a Jamie, pero el daño ya estaba hecho y lo único que podía hacer era dejarlo solo y que se le pasara.

Mientras, Jamie contempló las putas de sus pies saliéndose de la superficie del agua. Nunca antes se había metido en una bañera y era toda una novedad, el espacio, el agua caliente y perfumada y los botes de shampoo y olorosas pastillas de jabón eran todo un lujo. Sin embargo no podía disfrutar del todo la experiencia debido a las palabras de Bill.

Jamie pensaba que el hombre tenía razón, al fin y al cabo o único que hacía era molestarlo y darle problemas. Estaba abusando de la generosidad del mayor sin siquiera merecérsela. Ni siquiera estaba seguro de agradarle a Bill, lo más probable es que no. Probablemente no era más que un caso de caridad, quizás Bill era de esos cristianos fanáticos que les encanta ayudar a los miserables como él.

Se removió en el agua incomodo, puede que Bill fuera un aguafiestas y que le gritara todo el tiempo. Pero a él sí que le agradaba Bill, es más: quería creer que Bill era su amigo, necesitaba un amigo…

No estaba enojado con Bill, solo se sentía como un idiota por creer que Bill podría sentir cierto aprecio hacia él. Jamie salió de la bañera dispuesto a vestirse y largarse de aquella casa para siempre. De verdad le agradaba Bill, y le estaba agradecido por todo lo que había hecho, justamente por eso quería desaparecer y dejar de darle problemas.

Jamie bajó a la sala donde Bill ya lo esperaba con el botiquín listo. El mayor sintió que el corazón se le aceleraba de solo ver a Jamie con el pecho descubierto y el pelo mojado.

-Ven, déjame que te cure todo eso-dijo Bill haciéndole una seña.

Jamie asintió y se sentó en una silla dejando que Bill hiciera lo suyo. Esparció pomada sobre los hematomas, y desinfecto los pequeños cortes producidos por el hielo. Las marcas que habían dejado los golpes estaban prácticamente negras y Bill pensó que era un milagro que el chico no tuviera algún hueso roto, aunque por las dudas le palpó los dedos y las costillas.

En un momento mientras le hundía los dedos en el costado en busca de alguna costilla rota, a Jamie le entró un ataque de cosquillas haciéndolo reír de forma histérica. Bill alzó la vista algo preocupado y quedó en shock al ver la evidente irregularidad en la boca del rubio, se apuró a tomarle d la barbilla acercando su rostro para mirarle con mayor detalle.

-Abre la boca-ordenó Bill. Jamie hizo lo que le decían dejando al descubierto el diente roto. Uno de los caninos había sido reducido a la mitad quedándose con una punta aún más filosa que antes lo que le daba el aspecto de un vampiro o un animal salvaje.-¿Cómo te hiciste esto?-Jamie pestañeó un par de beses y se pasó la legua por el diente roto. Se había olvidado por completo de él.

-Me dieron un golpe con el palo en la boca-dijo como si nada.

-¿Tienes el trozo?-preguntó Bill irritado por la indiferencia de Jamie.-Podríamos pegarlo.

-Un chico del otro equipo se lo guardo.

-¿Y por qué haría algo como eso?-dijo Bill sin entender nada.

-No lo sé, para enseñarlo-dijo Jamie con simpleza.-Como las pandillas irlandesas con las orejas.

Bill lanzó un resoplido haciendo que Jamie cerrara los ojos al recibir el aire en ellos, solo entonces Bill se percató de su proximidad y soltó la barbilla del chico bruscamente. Ese crío de mierda le estaba poniendo de los nervios sin siquiera proponérselo.

-Oye Bill-dijo Jamie cortando el silencio.-Tengo hambre.

-Vale-dijo Bill secretamente aliviado de poder alejarse del chico por un rato.-Te prepararé una sopa o algo.

-Prefiero algo de carne…

-No jodas-le cortó Bill con fastidio.-Acabas de romperte un diente así que por una semana solo van a haber alimentos blandos para ti.

Jamie abrió la boca para protestar pero entonces se percató de que lo único que hacía Bill era preocuparse por su salud. Jamie se sintió confundido, nadie había hecho eso por él además de su difunta madre y era algo nuevo y extraño…pero agradable.

Jamie se quedó solo en la sala y empezó a dar vueltas por ella, se paró frente a un par de libreras abarrotadas de gruesos libros. Los libros le resultaban algo fascinante debido a su naturaleza desconocida, como lo eran los jeroglíficos para los arqueólogos. Los libros eran un toque extraño en aquella casa, los tipos comunes en Hammond con suerte abrían un periódico, y se preguntaba por qué un tipo supuestamente común que trabaja reparando cosas tenía semejante colección.

Jamie eligió uno al azar y se sentó junto al espejo de la sala haciendo como si leyera, examinó su reflejo sintiéndose como un tipo culto y con clase leyendo aquel grueso volumen empastado en cuero antiguo. Se sobresaltó cuando Bill entró en la sala y le echó una ojeada curiosa al libro y a él.

-Pouvez-vous lire le français?-preguntó Bill haciendo que Jamie ladeara la cabeza sin entender nada.-Te pregunto si sabes leer en francés.

-No…yo no…-dijo Jamie sin saber que decir mirando el libro aparentemente escrito en francés.

-Si no sabes leer francés ¿para qué agarraste ese libro?-inquirió Bill.

-No me di cuenta-dijo Jamie en un arranque de sinceridad involuntario, demasiado intimidado por la mirada inquisidora de Bill como para poder mentir.

-¿Cómo es posible que no distingas que no está escrito en tu idioma?-dijo Bill exasperado pensando que aquel renacuajo le estaba tomando el pelo.-Ten-dijo sacando un libro al azar y echándoselo en el regazo.-¿Está escrito en inglés?

-Yo…-Jamie temblaba de pánico mirando fijamente el montón de letras que no tenían sentido para él.-Sí…-se arriesgó con voz debíl.

-¡Está escrito en checo!-gritó Bill horrorizado.-¿¡Es qué no sabes leer!?-Bill lo soltó como una expresión pero ante el silencio avergonzado de Jamie comprendió que era una realidad.-Oh Dios, pero si estás en secundaria ¿Cómo…?

-Ellos solo te dejan pasar de curso con tal de que te largues rápido-explicó Jamie con la vox temblando de rabia y humillación.-Además, no soy el único ¿vale?

-Eso no arregla las cosas precisamente-replicó Bill impactado.

-¡Cállate!-gritó Jamie fuera de sí. Justamente Bill, la persona que menos quería que se enterara de aquello.-¿Crees que no sé leer porque quiero? ¡Maldita sea! ¡Que te jodan a ti y a todos tus libros! ¿¡Quien los necesita!?

Jamie jadeó por el esfuerzo que había supuesto gritar de esa manera, Bill no dijo nada. No  tenía nada que decir. Así que el resto de la velada, Jamie comiendo y largándose a casa sin pedir quedarse por primera vez en mucho tiempo, se desarrolló en completo silencio.

 

 

 

Notas finales:

lamento muchisimo la tardanza, pero estuve de vacaciones y sin accesoa internet y llegué hace poco. He intentado subir un capitulo más largo que los otros para compensar. Perdon nnuevamente, que lo disfruten y dejen reviews.


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