Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

En la puta vida... por eggy33

[Reviews - 117]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Jamie rodeó a Bill con los brazos mientras sentía lo sentía correrse dentro suyo, jadeó suavemente en su oreja, pegando su delicado cuerpo sudoroso al del mayor. Bill estaba deliciosamente agotado, estaban en lo que se denominaba el “periodo de luna de miel”. Habían pasado cuatro días encerrados en la casa haciéndolo una y otra vez, hasta caer agotados y dormidos, solo para volver a empezar de nuevo. Bill se daba cuenta que había subestimado el apetito sexual de un chiquillo de 15 años, Jamie era tan insaciable como él mismo en su locura.

Bill salió lentamente del cuerpo del menor el cual dio un gruñido de protesta, iban por la segunda ronda y al rubio le gustaba tener a Bill dentro hasta que volvía a endurecerse lo suficiente para volver a empezar. Bill suspiró, Jamie era inexperto, adorable y entusiasta, con un cuerpo que lo volvía loco y la habilidad de provocarle una erección con solo un roce de su mano, pero llevaban cuatro días sin hacer nada más que satisfacer sus cuerpos y el sentido común de Bill le obligaba a terminar con eso.

-Ve a darte una ducha-dijo Bill levantándose de la cama y enciendo un cigarrillo.

-¿Para qué?-preguntó el menor mientras se llevaba una mano entre las piernas.-Me volverás a ensuciar enseguida-dijo mientras contemplaba los dedos manchados con el semen de Bill.

-Ve a ducharte, prepararé el desayuno y después te iras a la escuela-dijo Bill.-Yo tengo trabajo que hacer en la tarde, si todavía no me han despedido por haberme ausentado tres días sin aviso.

Jamie abrió la boca para protestar pero la expresión del mayor no admitía replicas, se levantó de la cama y salió de la habitación mientras Bill contemplaba el cuerpo lleno de marcas de mordidas, chupones y pequeños moretones sintiendo una punzada de culpa, aunque el menor nunca se quejaba de su brusquedad, más bien parecía disfrutarla.

La habitación parecía el escenario de un desastre natural: la cama revuelta y con sabanas manchadas, el piso cubierto de colillas de cigarrillo, latas de cerveza y catones de ponche de huevo vacío, restos de la cena navideña que habían ido comiendo cuando el hambre los vencía…Bill decidió que limpiaría después y bajó a la cocina a hacer el desayuno, Jamie bajó un rato después vestido con unos jeans harapientos y una camiseta negra del mayor, Bill frunció el ceño al ver que Jamie no había tenido reparos en rasgarla por debajo y arrancarle las mangas para que le calzara mejor, pero se mordió la lengua mientras le servía el desayuno. Jamie se sentó y frunció el ceño.

-¿No hay tocino o algo así?-preguntó mientras miraba con recelo el cuenco de frutas cuidadosamente peladas y cortadas que Bill había preparado.

-Come y calla, enano-dijo Bill sirviéndose café.-Un poco de fruta de vez en cuando no va a matarte.

-Bill.

-¿Qué?

-Me agradas más cuando estamos en la cama-dijo Jamie mientras se metía un trozo de durazno a la boca. El rubio le lanzó una miraba provocadora que Bill rehuyó.

-Apresúrate que vas a llegar tarde-dijo Bill cortante mientras abría el periódico.

Jamie engulló la comida, se puso la chaqueta y salió de la casa con sus nuevos patines de hockey bajo el brazo. Ese día tenía practica después de la escuela y estaba ansioso por estrenarlos. Era la primera vez que tenía algo nuevo que mostrar después de navidad, recordó a los pocos chicos ricos de su clase exhibiendo sus regalos año tras año, Jamie se moría por hacer lo mismo, Torbay se moriría de envidia.

 

-----------------------------------------

 

Había sido un día agotador en el trabajo, Bill había tenido que disculparse con el señor Douglas por haber comenzado el trabajo tres día después de lo acordado, le había dicho que había agarrado un resfriado en navidad y que había tenido que estar en cama por cuatro días, al menos lo último era cierto.

Pero había terminado más temprano de lo que había creído, decidió darse una vuelta por el bar de Lou y tomarse unas cervezas con los otros hombres del pueblo.

Se sentó y pidió una cerveza mientras mantenía conversaciones insulsas con los otros clientes. Cada momento apiñado en aquella barra mugrienta rodeado de hombres sudorosos era como un doloroso recordatorio de que en ese momento podría seguir en la cama con el rubio si no fuese por su propia estupidez. Había extrañado a Jamie todo el día, pero era un adulto responsable, sabía que la comida no se pagaba sola y que el rubio debía asistir a la escuela de vez en cuando. No podían romper toda rutina y encerrarse en aquella habitación para siempre, no era sano. Por muy increíble que fuera el sexo con Jamie.

Nate, un tipo algo turbio que trabajaba como mecánico de autos, se acercó a él y le invitó una cerveza con una sonrisa desagradable en el rostro.

-Hace mucho que no te vemos Bill-dijo lo suficientemente fuerte para que media taberna pudiera oírlos. Bill se preguntó si Nate tramaba algo malo solo deseaba llamar la atención.

-Estuve ocupado-dijo Bill aceptando la cerveza que le ofrecía.

-¡Y ya lo creo!-exclamó Nate alzando las cejas.-Dios, deberías soltar el número de esa chica.

-¿De qué estás hablando?-preguntó Bill mientras se ponía tenso, sentía todas las miradas puestas en ambos, los oídos atentos. Los hombres podían ser tan chismosos como las mujeres.

-De esa rubia menuda de culito respingón con la que estuviste encerrado dos días-dijo Nate. Enseguida hubo unos cuantos silbidos junto a un grupo de hombres borrachos felicitando a Bill y dándole palmaditas. Uno incluso le puso un condón en la mano mientras le guiñaba un ojo. Bill no tenía idea de cómo sabía Nate aquello, pero estaba aliviado que no hubiese reconocido a Jamie y que la hubiese confundido con una mujer.-¿Y bien?-preguntó Nate satisfecho.-¿Cómo se llama esa pequeña maravilla que logró tenerte encerrado por dos días?

-Se llama gripe, Nate-gruñó Bill.-No existe tal mujer, estaba enfermo.

-Vale, quieres mantener a la chica en secreto-dijo Nate con suficiencia.

Bill se encogió de hombros sin molestarse en seguir contradiciéndolo a sabiendas de que aquello podía ser interpretado como culpabilidad. Pidió un whisky con soda y se quedó bebiendo en silencio hasta que Nate se largó a jugar billar. Bill siguió bebiendo hasta que una conversación de una de las mesas cercanas le llamó la atención: era Lars Turner, Bill apretó los labios recordando los feos moretones que había encontrado en el cuerpo del menor.

-Ese hijo mío bueno para nada-decía Lars a un amigo mientras empinaba de ginebra.-Hace días que no se aparece por casa, tampoco es que lo extrañe ni nada. El imbécil suele ser un estorbo. Pero necesite que me ayude con el puto negocio-Lars escupió en el piso de la taberna y rebuscó en sus bolsillos hasta dar con un cigarrillo arrugado que prendió con satisfacción.-Todos esos mocosos son unos putos malagradecidos Ben, les das todo y después nunca cooperan contigo.

-Los hijos son todos unos malditos-asintió su amigo ben, algo más borracho que Lars.-caminan por el mundo como si lo merecieran todo y se olvidan que si no fuera por tus pelotas ellos no estarían perdiendo el tiempo aquí en primer lugar.

-Ya ves-dijo Lars.-Si Jamie no vuelve aparecerse pronto la próxima vez que lo vea voy a reventarle las costillas. Ese mocoso es igual de inútil que su madre, no me sorprendería que terminara colgándose del techo como ella.

Bill apretó los puños consciente que no podía hacer nada más estúpido que abalanzarse sobre Lars en esos momentos, no había nada que pudiera hacer respecto a cómo Lars trataba a su hijo, y no podía, bajo ningún concepto, revelar su relación con el rubio.

Bill se terminó su bebida, pagó dejándole una generosa propina a la camarera y se fue a casa. Al llegar se encontró a Jamie sentado en las escaleras de la puerta con el cabello revuelto y un ojo morado.  Bill se recordó que debía darle una llave al rubio.

-¿Qué te pasó?-preguntó el mayor mientras examinaba el ojo herido.

-No tiene importancia-dijo Jamie, su voz estaba extraña y Bill comprobó, con horror, que salpicaba sangre sobre la sucia nieve al hablar.

-¿Te han saltado otro diente?-preguntó Bill intentando serenarse.

-Solo tengo un poco dañado el interior de la boca-dijo Jamie evasivo mientras encendía un cigarrillo.-No hagas una ópera del asunto ¿vale?-dijo exhalando el humo mientras Bill contemplaba fijamente como el filtro de cigarro también se había manchado de sangre. Bill abrió la puerta y entró después del rubio.

-Siéntate-ordenó señalando una butaca, Jamie se sentó obedientemente y abrió la boca cuando Bill se lo pidió. El mayor examinó la cara interna de la mejilla izquierda la cual tenía una profunda herida sangrante, como si el rubio se hubiese dedicado a masticar agujas.-Lo preguntaré una vez más y espero que está vez me digas la verdad: ¿qué te pasó?

-Algunos chicos del equipo me vieron con mis nuevos patines y decidieron que no era justo que yo los tuviera y ellos no, pero eran demasiado pequeños como para que les calzara a ninguno así que no me los robaron. Sencillamente me esperaron después de la práctica, me los quitaron y les prendieron fuego, pero había mucha nieve y no se quemaron demasiado bien así que se enojaron y me dieron una pequeña golpiza-Jamie se encogió de hombros.-La verdad es que salí bastante bien parado: cuando Billy North llegó con una raqueta nueva el año pasado le rompieron el brazo. Y a mí no me han roto nada.

-¡Voy a llamar a esa escuela!-bramó Bill enfurecido-¿Cómo pueden dejar que estas cosas ocurran en las narices de los profesores? ¿Es que acaso algún día van a traerme tu cadáver aquí solo porque te compré un bate de baseball nuevo?

-Cálmate-dijo Jamie con tono desapasionado.-No creo que lleguen a matarme y los patines quemados siguen estando en mejor estado que los de la escuela. En cuanto a los profes, ellos no tienen la culpa. Impedir que no nos matemos entre nosotros no es su trabajo, es el de la poli, y mientras más lejos estén esos malditos, mejor.

-No tienes por qué tener miedo de la policía ¡tú eres la víctima!

-No pienso volver al reformatorio, Bill-dijo Jamie con tono siniestro. El mayor calló, no sabía cómo manejar las sombras que se escondían en aquel tono. No quería ni pensar que significaba el reformatorio para Jamie.

-No diré nada-dijo Bill logrando que la expresión crispada del rostro de Jamie se relajara.-Pero cuídate ¿vale?-Jamie asintió y le dedicó una media sonrisa que logró aplacar la ira del mayor.-Anda, deja que te cure. Cuando Bill terminó de desinfectar las heridas y aplicar pomadas ambos se sentaron en la mesa de la cocina a retomar las lecciones. Bill seguía enseñándole palabras sencillas como flor, ajo, luz y mano que Jamie iba copiando diligentemente con su temblorosa e infantil letra.

Después se sentaron a comer y Jamie le contó cómo el chico de su escuela que vendía cigarrillos en el baño de hombres había sido expulsado ese día. Jamie se quejaba de que ya no podría conseguir cigarrillos, Bill sabía que era una indirecta para que él se los comprara pero se hizo el tonto.

-Por cierto-lo interrumpió Bill.-Creo que deberías volver a tu casa mañana.

-¿Qué?-Jamie abrió sus ojos grises al máximo mientras su rostro empalidecía.-Oye no me eches a la calle-dijo con una risita nerviosa teñida de quebrada desesperación.-Lo haré mejor, no volveré a quejarme de la fruta y podemos hacer esa postura rara en la cama…no importa si me rompo algo…solo no me…

-Tranquilo-le interrumpió Bill.-No hablo de nada permanente, solo digo que tu padre podría alterarse si no te pasas en mucho tiempo ¿entiendes?

-Ah-dijo Jamie aliviado mientras el color volvía a su cara.-No creo que a mi viejo le importe mucho si me aparezco o no.

-Solo digo que te quedes ahí un par de noches a la semana-dijo Bill.-No queremos que la gente sospeche.

-¿Que sospeche qué?-preguntó Jamie confundido.

-Pues de nosotros, claro-dijo Bill.-No podemos arriesgarnos a que descubran nuestra relación.

Jamie se quedó sin habla. No tenía idea de que su relación con Bill era un tema secreto, tampoco entendía por qué debía serlo ¿se avergonzaba Bill de él? era obvio que no era una chica, pero a Bill eso no parecía importarle demasiado cuando estaban en la alcoba. Pero al parecer sí que le importaba si estaban en público, Jamie comprendió de pronto por qué Bill ya no lo llevaba a la escuela y por qué no había querido hacer las compras navideñas con él. Bill se avergonzaba de él, Jamie no era más que basura blanca, mierda de los barrios bajos, era obvio que no estaba a la altura de alguien respetable como Bill.

-Mañana me quedaré con mi padre-dijo Jamie poniendo toda su concentración para no echarse a llorar.-Me voy a la cama.

Bill se quedó sentado y con el ceño fruncido, era la primera vez que Jamie se retiraba con el plato a medio comer.

 

-----------------------------------------------

Jamie volvió a su casa l noche siguiente, ese día no había ido a la escuela: estaba demasiado abatido como para estarse quieto en clases. Había estado dando vueltas en el bosque hasta las nueve de la noche, cuando comprendió que no podía aplazar más el asunto.

Jamie estaba enojado consigo mismo, había sido tonto e ingenuo, había creído que si le daba su cuerpo a Bill él lo aceptaría como amante. Los últimos días incluso se había permitido vivir en el delirio de que, ahora que él y Bill eran amantes, podrí mudarse definitivamente a la casa del mayor y abandonar a su padre. Se había permitido pensar en una vida sin más palizas, ni insultos, ni hambre. Pero había sido un puto ingenuo, un mocoso que creía que si abría las piernas todo se solucionaría. Pero Bill no estaba dispuesto a tener esa clase de relación con él, y parecía ser que la convivencia con su padre daba para rato.

-¿Dónde andabas?-gruñó su padre cuando Jamie entró en la casa.

-Por ahí-dijo el rubio haciendo un gesto impreciso. Su padre se encogió de hombros y Jamie respiró aliviado, parece que se había salvado de la paliza…por ahora.

-Mete a Greg y Demian en las jaulas-dijo su padre señalando el corral de gallos inquietos que había fuera de la casa.-Hoy tenemos una pelea importante.

Jamie fue al corral y miró a los gallos con lástima, se pasaban toda la vida peleando, morían sin pena ni gloria y vivían a merced de un tipo como su padre. Jamie estaba en la misma situación, en cierto modo. Pero hubo un tiempo en que el rubio les tenía envidia a los gallos, al menos ellos comían a diario.

Caminaron en silencio y con las dos jaulas a cuestas hasta el bar más sórdido de la ciudad, se llamaba Laster´s y estaba junto a la carretera. Jamie avanzaba penosamente por el largo camino, su padre iba bebiendo una botella de vodka y de vez en cuando le convidaba unos sorbos. Para cuando llegaron a Laster´s lo dos ya iban medio borrachos.

Afuera del bar ya había dispuesto un corral de alambre para que los gallos pelearan, también estaba John Cress, el eterno rival de su padre cuyos gallos eran famosos por sus victorias en distintos pueblos. Jamie entendía porque su padre siempre perdía, sus gallos siempre estaban escuálidos y nerviosos mientras que los de Cress se hallaban finamente entrenados y mejor alimentados que la mayoría de los habitantes de Hammond.

También había una pequeña multitud que examinaba a los gallos con detenimiento, bebía y mantenía conversaciones ruidosas antes de apostar. Las reglas eran simples: el primer gallos en rendirse, huir o caer muerto perdía. La gente podía apostar al gallo ganador pero también podía apostar por el tiempo de duración de la pelea, el cómo perdería el gallo, etc. Un 70% del dinero se usaba para pagar  los ganadores de las apuestas, un 10% iba a los corredores de apuestas y el 20% restante correspondía al dueño del gallo ganador. El dueño del gallo perdedor no solo se iba sin un centavo sino que a menudo con un gallo menos.

La pelea comenzó, los dos gallos de Lars contra los dos de John. Uno de los gallos de Cress no tardó en matar a Greg a picotazos furiosos, Jamie escuchó como su padre maldecía detrás de él. los dos gallos de John Cress se lanzaron juntos contra Demian y lo desgarraron con sus pequeñas pero afiladas garras, Demian se defendía pero uno de los gallos le arrancó un ojo de un picotazo y Demian entró en pánico saltando el corral y huyendo hasta internarse en el bosque, demasiado rápido para que un montón de borrachos embrutecidos pudieran alcanzarlo.

Jamie escuchó como su padre estrellaba la botella vacía contra el piso, absolutamente rojo de ira. La gente se fue dispersando, cobrando sus apuestas y entrando en el bar, la pelea no había durado más de diez minutos. Su padre se serenó y tiró el cadáver de Greg a un grupo de perros callejeros que se dieron un festín, John Cress se les acercó sonriente.

-Vaya, lo siento Turner-dijo con una sonrisa encantadora.

-Lo sientes y una mierda-gruñó Lars arrastrando las palabras.-Estoy seguro que drogas a tus gallos, puto tramposo.

-Vamos Lars, no tenemos porqué llevarnos mal-le tranquilizó Cress, al fin y al cabo Lars le sacaba una cabeza.-¿Por qué no entras al bar y los invito a ti y a tu hijo a una ronda?

El rostro de Lars se encendió ante la mención de alcohol gratis, rodeó a Cress como si fuera su mejor amigo de toda la vida y le siguió al interior del bar. Jamie los siguió unos pasos por detrás, también le vendría bien una copa.

Entraron en el local abarrotado y su padre no tardó en acodarse en la barra para pedir una copa tras otra, Jamie se sentó en una mesa a jugar al póker usando los siete dólares que había ganado poco antes de navidad. Jamie observaba desde la mesa como su padre se ponía más y más borracho y como iba agotando el poco dinero que le quedaba. Mientras, Jamie también bebía bastante y daba palizas en el juego. Antes de darse cuenta ya había ganado 64 dólares y se sentía el rey del mundo con siete gin-tonics revoloteando en su estómago.

-Eh, pedazo de mierda-Jamie se dio vuelta para ver a su padre borracho mirándolo fijamente.-Es tu noche de suerte ¿no?

-Me las apaño-dijo Jamie con voz atona.

-Claro que sí-dijo Lars mientras agarraba todas las fichas de Jamie de un manotazo. El rubio miró impotente como su padre se tambaleaba y cobraba las fichas para volver a beber.

Los otros jugadores miraban divertidos y Jamie sintió un enorme vacío. Había un montón de cosas que podría haber hecho con 64 dólares: comprarse unos pantalones decentes, comer por un mes, pagarle a una prostituta…y ahora no tenía nada, excepto un padre más borracho.

Fue al baño y se lavó la cara, se miró al espejo y comprobó que el ojo  le estaba curando rápidamente, Bill siempre lograba curar sus heridas en tiempo record. Encendió un cigarrillo y escuchó como la noche llegaba a su apogeo en el bar, no tenía ganas de volver y mirar como su padre se gastaba su dinero.

De pronto entró un tipo, Jamie no le tomó importancia y siguió fumando mientras el tipo miraba en los cubículos como si buscara algo. Finalmente se dio por vencido y se acercó a Jamie.

-Oye niño-dijo el tipo, Jamie lo reconoció como Nate, un tipo de unos veinticinco años que trabajaba en el taller de autos.-¿Sabes dónde está Vince?

-Pues aquí no está-dijo Jamie escupiendo en el piso.

-¿Eres el nuevo vendedor?-preguntó Nate mientras sacaba un billete de 50 dólares del bolsillo.-Dame cinco gramos ¿quieres?

-Ve a buscar a otra parte-dijo Jamie apagando el cigarrillo.-Yo no vendo nada.

Intentó caminar a la salida pero el maldito de Nate le agarró del brazo. Jamie se lo quedó mirando furioso, Nate tenía un gesto pensativo mientras lo miraba, como si estuviera atando cabos. Jamie se puso nervioso, sabía de lo que era capaz un drogadicto cuando estaba en abstinencia.

Notas finales:

buneo, decidí terminar el capítulo con un poco de suspenso porque sino me iba a salir muy largo

¡No me odien! ya viene la conti

¡Dejen reviews!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).