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En la puta vida... por eggy33

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-Yo te conozco-dijo Nate con una sonrisa maliciosa mientras empujaba a Jamie contra la pared.-Eres la putita rubia de Bill, siempre pensé que era un tipo raro pero de ahí a acostarse con críos…

-¡No sé de qué estás hablando!-chilló Jamie con desesperación.

-Vamos-dijo Nate arqueando una ceja.-Es inútil intentar negarlo, tú y yo sabemos perfectamente de lo que estoy hablando.

-No se lo digas a nadie-dijo Jamie con desesperación. Si la gente se enteraba de su relación con Bill el mayor se sentiría avergonzado y ya no querría saber nada de él, no podía permitir que eso sucediera.

-¿Y qué gano yo a cambio?-preguntó Nate con suficiencia.

-No tengo dinero-dijo Jamie maldiciendo a su padre por haberle quitado los 64 dólares.

-No me refería a dinero precisamente-dijo Nate con una sonrisa burlona mientras acariciaba la cara del rubio, el menor entró en pánico al captar el brillo lujurioso en los ojos de Nate.-Hazme un pequeño servicio y seré una tumba.

Nate tomó la mano del menor y la llevó a su entrepierna despierta, Jamie cerró los ojos mientras abría torpemente la cremallera y liberaba la erección del mecánico, estaba caliente y pegajosa. Jamie no quería mirar, no quería tocar a ese tipo, pero no podía darle la espalda a Bill y dejar que su relación fuera descubierta. Maldita sea, era importante para Bill.

Jamie comenzó a masturbarlo mientras Nate se pegaba a su cuerpo y lamía el lóbulo de su oreja, Jamie cerró los ojos con más fuerza mientras intentaba imaginar que se encontraba en otro lugar.

-Podrías ser un poco más entusiasta-le susurró Nate mientras le acariciaba el trasero.-Con esto no me correré nunca-Jamie aumento la velocidad sin abrir los ojos, sentía ganas de llorar de asco y desesperación.-Usa tu boca-ordenó Nate. Jamie se arrodillo tembloroso y miró le miembro de Nate, erecto y palpitante-¿Qué tanto miras?-le apremió Nate.-¿Te gusta?

Jamie no le dijo lo que estaba pensando: que aquel miembro no era ni la mitad de grande que el de Bill. No le convenía hacer enojar al mecánico. En lugar de decir nada se metió el miembro en la boca con resignación, empezó a subir y bajar lentamente sacándole un gruñido de satisfacción a Nate.

-Joder, que boca-dijo Nate mientras Jamie le lamía el glande.-El viejo Bill te enseñó bien ¿eh?-Jamie no respondió, se metió toda la erección en la boca y  succionó con fuerza-más rápido-le ordenó Nate tirándole del cabello, Jamie obedeció aumentando la velocidad del vaivén sintiendo el conocido sabor del líquido preseminal.-¡Mierda! Esto es bueno. Tienes talento para no ser más que un crío, podrías dedicarte a esto-dijo mientras empujaba la nuca del menor-¡Voy a llegar!-anunció en éxtasis. Jamie intentó apartarse pero Nate lo empujó con fuerza mientras se corría abundantemente en su boca. A Jamie se le llenaron los ojos de lágrimas cuando sintió una horrible quemazón en la herida de su boca la cual volvió a sangrar.-Trágatelo todo-dijo Nate mientras le agarraba de la quijada obligándole a mirarlo a los ojos, Jamie vio un brillo sádico en ellos y tuvo miedo, se tragó la esencia de Nate dócilmente. Antes de que pudiera sacarse el miembro de la boca sintió como alguien entraba en el baño, Jamie se volteó y vio a su padre que miraba la escena con ojos vidriosos. El rubio abrió la boca para decir algo pero solo salió una mezcla de saliva, sangre y semen que se escurrió hasta el piso.

-¿Qué hay Lars?-dijo Nate con serenidad mientras se subía la bragueta y se dirigía a la salida.-Gracias por el servicio-dijo burlón mientras le ponía el billete de 50 dólares en la mano.

Jamie se levantó y miró a su padre, Lars miró el billete y a su hijo con el ceño fruncido. Finalmente se guardó el dinero y salió del baño. Jamie le siguió y volvieron a casa en silencio, el rubio no entendía por qué no tenía ningún hueso roto todavía, supuso que su padre estaba demasiado borracho como para entender lo que había visto en el baño. O al menos eso esperaba.

 

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Jamie había decidido que no le diría nada al mayor, no quería que Bill pensara que era una puta. Porque así se sentía Jamie: como una puta.

Como no era muy buen mentiroso decidió quedarse un par de días más en casa de su padre. A la mañana siguiente salió antes de que Lars despertara, llegó a la escuela con los nervios a flor de piel, sentía que todo el mundo lo miraba y sospechaba de su relación con Bill y, lo que era mucho peor, que todos comentaban lo que había hecho en el baño. Pero nadie dijo nada, el día transcurrió normal hasta la práctica de hockey.

Jamie se calzó sus patines, estaban algo chamuscados y la suela izquierda se había desprendido un poco pero seguían siendo los mejores del equipo. Estaban en los vestuarios y el capitán de equipo estaba dando un pequeño discurso.

El anterior capitán, Jeff, había sido expulsado hacía cuatro días. Estaba conduciendo borracho, como de costumbre, y había chocado el auto contra el muro de la escuela, no había habido heridos pero el director decidió que ya era suficiente. Las autoridades habían aprovechado de elegir a un nuevo capitán que, a diferencia de Jeff, no convirtiera el hockey en una carnicería. Randy era el nuevo, un pelmazo de esos que se proponían a terminar la escuela como era debido y luchar para ir a la universidad. El discurso de Randy era conmovedoramente patético: hablaba del espíritu de equipo, de la dedicación, de las grandes posibilidades del equipo, etc. Lo más triste de todos era que Randy parecía creer que podían llegar a ganar un partido, pero aquello era absurdo: a nadie le importaba ganar un partido, nadie se molestaba en pensarlo siquiera, nadie quería ganar un puto partido. Los chicos de Hammond sabían, desde pequeños, que cosas como la victoria estaban reservadas para los chicos de institutos privados.

Cuando por fin terminó de hablar los chicos salieron a la cancha con paso perezoso. Jamie vio como Randy se le acercaba y todo el cuerpo se le tensó ¡prefería dejarse joder por Torbay antes de tocarle la polla al imbécil de Randy Carson!

-Hola Jamie-dijo Randy con su clásica sonrisa de oreja a oreja. Jamie hizo un gesto con la cabeza mientras terminaba de atarse los patines.-Lamento eso-dijo señalando los patines chamuscados.

-¿Por qué?-dijo Jamie con voz tirante.-Tú no hiciste nada.

-Aun así lo lamento-dijo Randy encogiéndose de hombros.

-¿Qué quieres Carson?-preguntó Jamie perdiendo la paciencia.-Lo que sea que te haya contado Torbay es una maldita mentira, yo no hago esa clase de cosas.

-¿Torbay? ¿De qué estás hablando?-preguntó Randy confundido mientras se rascaba el alborotado cabello castaño claro.-Solo quería preguntarte si crees que lo hice bien recién, ya sabes, animando al equipo.

-Parecías un idiota-dijo Jamie  secamente.-Me sorprende que todavía no te hayan dado una paliza.

Jamie se preparó para el puñetazo que Randy le lanzaría pero en lugar de eso el chico suspiró y se sentó en uno de los bancos. Estaba pálido y con la boca temblorosa como si fuera a echarse a llorar de un momento a otro.

-Ayúdame-suplicó Randy con voz desesperada.-Estos chicos te respetan Jamie, ayúdame para conseguir que ganemos.

-Oye, no te pongas así-dijo Jamie nervioso.-No puedes pretender animar al equipo,  todo el mundo se la suda si gana o no, incluyéndome.

-¿No les gusta acaso el hockey?-preguntó Randy.-¿Cuál es el problema de jugar para ganar? ¿Cuál es el punto de que siempre nos descalifiquen?

-No sé-dijo Jamie y era verdad, nunca se había preguntado el porqué de aquello. Los chicos como Jamie aprenden que preguntar demasiado bien puede costarte un par de costillas.

-Quiero que no divirtamos-confesó Randy-Quiero que ganemos, subir la moral del equipo, sentir que algo vale la pena…¿Por qué no me ayudas?

-Porque eso es mierda Carson, nunca vamos a ganar nada-dijo Jamie exasperado.-Y yo no me quejo.

Dicho aquello Jamie se dio media vuelta y se dirigió a la cancha. Pobre Randy, era un idiota de la peor clase: ingenuo. Se lo comerían vivo en el puesto de capitán. Aquella había sido una charla penosa, pero al menos no había tenido que chupársela.

 

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Bill estaba nervioso, le temblaban las manos mientras intentaba arreglar el techo de los Thomson, estaba haciendo un trabajo chapucero y no podía hacer nada para evitarlo. Cada segundo que pasaba se preguntaba si Jamie estaría bien con su padre, se arrepentía de haberle dicho que se quedara un par de días con él y a cada rato le asaltaba la imagen de un Jamie cubierto de feos y grandes moretones. Jamie nunca le había dicho que su padre le golpeaba pero Bill lo sabía, era evidente para cualquiera que tuviera ojos. Pero nadie hacía nada, a nadie le importaba lo que le pasaba a chicos como Jamie. Tanto daba si morían.

Pero Bill tenía otros problemas, tenía que renovar la licencia de conducir y temía las posibles preguntas peligrosas que pudieran surgir respecto a su identidad. El miedo a que su secreto fuera descubierto le dificultaba respirar, como si tuviera un desagradable agujero negro en el pecho, imposible de llenar.

Siguió dando martillazos con las manos temblorosas hasta que lo dejó. Estaba dejando el techo peor que antes.

 

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Jamie llegó a su casa exhausto tras la práctica, su padre estaba escuchando un partido en la radio. Jamie aprovechó de escabullirse en su habitación, su padre no había dicho nada acerca de lo pasado anoche pero Jamie seguía muerto de miedo.

Se tiró en el viejo colchón que le servía de cama y cerró los ojos, hacía frío y el viento helado se filtraba a través de las chapas de hojalata pero aun así no tardó en quedarse apaciblemente dormido. Se despertó por unas bruscas sacudidas.

-Despiértate de una vez-lo apremió su padre mientras lo removía con el pie.-Tenemos cosas que hacer esta noche.

-¿Otra pelea?-preguntó Jamie mientras se restregaba los ojos.

-Son solo negocios-dijo su padre cortante. Jamie se levantó pesadamente y se puso la vieja chaqueta de cuero, nunca usaba la chaqueta nueva frente a su padre ya que este tenía la mala costumbre de vender sus cosas sin preguntar, la vieja chaqueta de cuero estaba demasiado desgastada como para que un vagabundo la quisiera.

Ambos caminaron a Laster´s en silencio, Jamie suponía que su padre se proponía a pedir un préstamo o algo así, Lars Turner estaba endeudado hasta el cuello y sus prestamistas eran cada vez más siniestros y sospechosos.

No había mucha gente en el bar aquella noche, el propio Laster estaba detrás de la barra limpiándola, un grupo de hombres que jugaban al billar miraron a Jamie con curiosidad.

-Mierda, Lars-dijo Laster encendiendo un cigarrillo.-Así que lo decías en serio, eres más capullo de lo que creía.-Lars rio desenfadado mientras le daba un par de palmaditas a Jamie en el hombro.-Supongo que funcionará-dijo Laster mirando a Jamie fijamente.-Aunque yo no entiendo de estas cosas.

-Entonces tenemos un trato, 75% para mí y 25% para ti-dijo Lars extendiendo su mano, Laster le dio un apretón firme.-Dale una copa al chico-dijo Lars mientras señalaba a Jamie.-La necesitara.

Jamie estaba confundido pero se bebió de un trago el whisky con soda que Laster le sirvió, sentía como si todas las miradas del bar estuvieran puestas en él, evaluándolo en cierta manera.

-Vamos allá-dijo su padre empujándolo al baño, Jamie lo miró confundido pero no protestó. En el baño había una ordenada fila de unos seis hombres que sonrieron ampliamente en cuanto entró, el corazón le empezó a latir fuertemente por el miedo y sintió como su padre se inclinaba sobre el para susurrarle al oído.-Los señores aquí estaba esperando por el mismo servicio que le diste a Nate el otro día, cien dólares por cabeza ¿puedes creerlo?-Jamie se dio vuelta con una mirada de terror en el rostro mientras observaba a su padre con el rostro crispado por la codicia.-Si hubiera sabido que valías tanto…-Lars rio encantado.-…y solo por abrir esa puta boca-le tocó los labios con sus dedos grasientos.-Siempre creí que habías sacado la boca de tu madre.

Algunos de los hombres de la fila se rieron. Jamie sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas: no podía mover las piernas y echarse a correr, tenía demasiado miedo, no podía hacer absolutamente nada, iba a tener que hacer quién sabía que cosas con aquellos extraños, no podía hacer nada para evitarlo.

-Anda arrodíllate-dijo Lars empujando a Jamie y dejándolo de rodillas en el frio suelo frente al primer hombre de la línea.-Este es el señor Lewis, trátalo bien-dijo su padre burlón. Jamie vio como el viejo se bajaba la cremallera de los pantalones y comenzó a tiritar. Pero entonces el miedo paralizante se convirtió en ira ¿qué le había hacho a su padre para que lo tratara de aquella manera? ¿Acaso lo culpaba del suicidio de su madre? Probablemente, Lars Turner se las había arreglado para culpar a su hijo de todo lo malo que le había pasado en la vida. Pero ya no más, maldita sea, ya no más.

Podían romperle los huesos y quemarle la piel, gritarle hasta que se le cayeran los oídos, podían violarlo y destrozarle las entrañas. Pero joder, no se los haría fácil, no iba a arrodillarse sumisamente y chupársela a aquel viejo repúgnate, si le metían una polla en la boca iba a arrancarla a mordiscos.

-¡Jódete viejo de mierda!-gritó Jamie con toda su ira y su pena desbordándose. Se puso de pie para encarar a su padre, las piernas habían dejado de temblarle.-¡No soy uno de tus putos gallos!¡Soy tu hijo! Maldita sea. Deberías cuidarme, no venderme ¡No recuerdo haber hecho nada para que me odies de esta manera!-las lágrimas le resbalaban por la cara y le quemaban las mejillas como si fueran ácido. Se volteó hacia la fila de hombres que miraban toda la escena expectantes.-¡Y ustedes!-vociferó Jamie con los ojos llenos de asco y desprecio.-Si me tocan un solo pelo los denunciaré ¿entienden? Iré a la policía, a los medios ¡a la puta Casa Blanca!

Dicho aquello Jamie dio media vuelta para largarse, pero antes de llegar a la puerta sintió la fuerte mano de su padre agarrándole el brazo. Jamie se dio vuelta y lo encaró, le sostuvo la mirada, demasiado iracundo como para ser prudente. Y Lars Turner miró los ojos de su hijo, y vio dolor, rabia y sufrimiento pero también vio determinación y fuerza, vio los ojos de un hombre capaz de matar, y tuvo miedo. Soltó a Jamie y observó como el rubio de largaba del bar, en silencio, sin mirar a nadie, pero con la frente en alto.

 

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Jamie irrumpió en la casa de Bill una hora después, había tomado un tiempo para serenarse. No quería que Bill lo viera así: lloroso, jadeante y tembloroso, los ojos enrojecidos y la ira palpitándole en la sangre.

Bill estaba sentado leyendo el periódico, la casa sin Jamie era endemoniadamente solitaria, en especial la cama la cual le parecía hueca y fría sin el pequeño y cálido cuerpo del menor junto al suyo. Alzó la vista cuando vio entrar al rubio, tenía el rostro pálido y los ojos enrojecidos.

-¿Qué pasó?-preguntó Bill preocupado mientras el menor se sentaba junto a él en el sofá.

-No importa-dijo Jamie con la voz rasposa, agarró un cigarrillo de la cajetilla de Bill y lo encendió, el moreno no protestó.-Quiero vivir aquí-terció Jamie, sentía un nudo en la garganta. Si el mayor le decía que no entonces no tendría ningún lugar adonde ir, no podía regresar a su casa, eso era impensable.

-¿Qué fue lo que pasó, Jamie?-dijo Bill cada vez más preocupado, sentía como si en ese momento el menor fuera una figurita de cristal a punto de romperse entre sus dedos.-¿Te hizo algo tu padre?

Ante la mención de Lars los dedos que sujetaban el cigarrillo se pusieron a temblar descontroladamente. Jamie abrió la boca para decirle a Bill que su padre no le había hecho nada, pero el nudo en su garganta era demasiado grande como para que pudiera articular una sola palabra. En lugar de eso se puso a llorar de una forma violenta y jadeante, los sollozos le cortaban la respiración y las lágrimas parecían quemar sus ojos enrojecidos y nublarle la vista. Sintió como los brazos de Bill lo rodeaban y apoyó la cabeza en su pecho mojando la camisa de Bill con sus lágrimas. El mayor esperó pacientemente a que se serenara y Jamie se lo agradeció.

Cuando los sollozos se hicieron más controlables Jamie le contó a Bill, se lo contó todo, como si vomitara la verdad, desde el incidente con Nate hasta lo sucedido con su padre un par de horas atrás. Bill lo escuchaba en silencio pero el rubio podía ver como la vena del cuello del mayor se volvía cada vez más grande a medida que iba avanzando en su relato.

-Lo mataré-dijo Bill con semblante asesino cuando Jamie hubo concluido.-Voy a matar al hijo de puta de Lars Turner.

-No lo hagas-dijo Jamie estaba asustado por la expresión del mayor, pero su tono era desapasionado, como un adulto diciéndole a un niño que no está bien quemar hormigas.

-¿¡Cómo puedes defender a ese cabronazo después de lo que te hizo!?-vociferó Bill fuera de sí.

-¡Es mi padre!-gritó Jamie con la voz quebrada.-No le hagas nada-Jamie cerró los ojos mientras sentía que un dolor profundo y antiguo inundaba su pecho.-No te atrevas a dejarme huérfano, Bill.

-Pero…

-Es un cabronazo-dijo Jamie sintiendo como las lágrimas volvían a surcar sus mejillas.-Pero es mi padre, es el único que he tenido.

Bill se dejó caer sobre el sofá y hundió el rostro en las manos mientras intentaba controlar la ira homicida que parecía haberlo poseído. Jamie se limpió las lágrimas con la manga de su chaqueta y encendió un cigarrillo, se sentía inexplicablemente tranquilo, como si al decirlo todo se hubiese sacado un enorme peso de encima.

-¿Por qué lo hiciste?-dijo Bill después de un rato.-¿Por qué hiciste esa clase de cosas con Nate en primer lugar?

-Sabía de lo nuestro-dijo Jamie encogiéndose de hombros.-Tú no querías que nadie lo supiera, hice lo que hice para que el no abriera la boca. No quería causarte problemas, mantener lo nuestro en secreto parecía muy importante para ti ¿qué esperabas que hiciera?

-Soy un idiota-dijo Bill con la voz ronca.-Un idiota, un egoísta y un irresponsable. Todo esto es mi culpa.

-Está bien-dijo Jamie acongojado.-Sé que te avergüenzas de mí, no quería hacer algo que pudiera dañarte o humillarte.

-¿Qué dices?-dijo Bill levantando la cabeza de sus manos.-¿De dónde sacaste eso?-Jamie se encogió de hombros con resignación. Bill le tomó las manos y lo miró con el rostro serio.-Nunca, jamás, me avergonzaría de ti. Cometí un grave error, pero ya no tienes que guardar más secretos: voy a hacer pública nuestra relación. Mañana te mudaras aquí, yo iré a tu casa a buscar tus cosas y si tu padre me da problemas le diré que voy a denunciarlo por lo que hizo esta noche.

-¡No hagas eso!-dijo Jamie alarmado.

-Tranquilo, los tipos como tu padre le temen más a la prisión que a la muerte misma. No dejara que llegue a tribunales.

-Gracias-dijo Jamie con una débil sonrisa en los labios.

- Lo lamento tanto, Jamie-dijo Bill mientras rodeaba al menor con los brazos.-Lo púnico que hago es causarte problemas.

-Creí que era yo el que siempre te causaba problemas-murmuró Jamie.

-En ese caso causémonos problemas el uno al otro-dijo Bill. Jamie sonrió contra el pecho del mayor, se sentía seguro en aquel lugar cálido con los brazos de Bill rodeando su cuerpo. Todo iba a estar bien.-¿Puedes perdonarme?-preguntó Bill con la voz quebrada.

Jamie se aparató y tomó la cara del mayor ente sus manos antes de inclinarse y darle un beso. Bill se dejó sumergir por la ternura de Jamie, sus besos seguían siendo torpes e inexpertos pero Bill amaba cada aspecto de ellos: la suave y pequeña lengua de Jamie metiéndose tímidamente en su boca, el sabor a tabaco, la forma en que su diente roto le raspaba los labios…

-Eres demasiado bueno para mí-dijo Bill mientras le acariciaba la nuca. Jamie sintió como el dolor en su pecho era barrido por una sensación mucho más cálida.

 

Notas finales:

aqui el octavo capitulo!!!

ojala les guste y dejen reviews!


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