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En la puta vida... por eggy33

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Nate se acodó a la barra de Laster´s con gesto perezoso, era martes por la noche pero el local se encontraba repleto de tipos taciturnos bebiendo a pequeños sorbos. Desde que la fábrica de circuitos había cerrado sus puertas, se había duplicado el número se tipos desempleados que se entregaban a la bebida para combatir la desesperación y el aburrimiento. La policía tenía las manos llenas con casos de violencia doméstica ya que los hombres, irritables por no poder actuar de proveedores a sus familias y sintiendo su hombría dañada, se desquitaban con sus esposas e hijos.

En conclusión, el ambiente en Laster´s y el resto de la ciudad era deprimente y Nate comenzaba a aburrirse mortalmente entre aquel montón de tipos patéticos y callados bebiendo un whisky barato tras otro. Comenzó a sopesar la posibilidad de largarse a algún club de striptease o algo así cuando una enorme figura entró en el local. Nate frunció la boca al ver como Bill entraba con paso firme y se dirigía directamente hacia él con una cara que no podía calificarse de amistosa.

-Eh Bill-dijo Nate forzando una sonrisa.-¿Qué cuentas?

-Afuera-dijo Bill cortante mientras señalaba la puerta.

-¿Qué?-preguntó Nate ladeando la cabeza y haciéndose el tonto, pero cuando vio como Bill estrechaba los ojos peligrosamente decidió cambiar de táctica.-Vamos amigo, no quiero problemas. Estoy aquí bebiendo tranquilo y…

Pero Nate no pudo terminar porque de pronto Bill lo había agarrado del brazo y arrastrado con total facilidad afuera del local. Nate se debatió intentando tranquilizarlo primero para después insultar sin resultados hasta terminar pidiendo ayuda a gritos. Pero el resto de los hombres silenciosos en el local, lejos de ayudarlo, recuperaron sus voces para gritar de júbilo mientras se agrupaban alrededor de Nate y Bill, ansiosos por ver una pelea de las buenas y escapar un poco de la apatía en la que habían terminado por sumirse.

-Vamos Bill, tu eres un buen tipo-siguió Nate inútilmente.-No eres de los que pelean porque sí-pero nada parecía da resultado-Oye no es esa la policía-dijo Nate señalando detrás de Bill el cual, por puro instinto se volteó, ni corto ni perezoso Nate se apresuró a golpearlo en la nuca con toda sus fuerzas pero, para su horror, Bill ni se tambaleó. El mayor se dio vuelta lentamente y clavó sus ojos de mirada asesina en los del mecánico antes de alzar el puño y estampárselo en la nariz. Nate chilló al sentir como los huesos se rompían bajo el robusto puño pero apenas tuvo tiempo de insultarlo un par de veces antes de que Bill le diera otros dos solidos puñetazos en el estómago dejándolo tendido en el piso y sin aire para maldecir.

Nate se colocó en posición mientras los hombres en círculo vitoreaban a Bill exaltados, la pelea había sido condenadamente breve pero lo suficientemente intensa como para animar la noche. Bill ni siquiera prestó atención a la multitud, en lugar de eso se inclinó sobre el cuerpo contraído de Nate para susurrarle al oído.

-La próxima vez que le toques un pelo a Jamie te castraré ¿entendido?-Nate asintió con la cabeza frenéticamente incapaz de formular palabra alguna. Bill volvió a alzarse todo lo alto que era y miró atentamente a la pequeña multitud.-El que se atreva a hacerle algo al chico Turner va a terminar mucho peor-tronó.

La multitud lo miró extrañado ¿Qué podía importarle a Bill lo que le pasara a la basura blanca de Jamie Turner? Pero nadie se atrevió a decir nada. Bill, con los nudillos salpicados de sangre y los ojos de toro enloquecido, no era el tranquilo Bill de siempre y nadie tenía ganas de alterarlo y correr la misma suerte que el pobre miserable de Nate.

Bill dio media vuelta y se subió a la vieja camioneta mientras la multitud seguía en shockeado silencio.

 

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Esa mañana Jamie desayunaba tranquilamente, o eso intentaba, mientras Bill revoloteaba nerviosamente a su alrededor. Había pasado una semana desde que el rubio se había mudado oficialmente a la casa del mayor y aquella era la primera vez desde el incidente de Nate que Jamie iba a la escuela. Bill había pensado que lo mejor era que el rubio perdiera algunas clases (al fin y al cabo tampoco se podía decir que aprendiera demasiado en ellas) mientras la gente digería la noticia.

Porque desde hacía una semana que la relación de Jamie y Bill era públicamente oficial. Lars Turner no había podido hacer nada para oponerse o aprovecharse de esa situación, de hecho ni siquiera se había enterado ya que la misma noche en que Jamie lo había enfrentado en el bar Lars había huido sin dejar rastro, al parecer Shelly efectivamente estaba embarazada de dos meses y le reclamaba pensión alimenticia por lo que Lars había huido sin que nadie tuviera idea alguna de su paradero.

Bill había pensado que tendría ciertos problemas con las autoridades que probablemente se opondrían y mandarían a Jamie al orfanato de Hammond: Chester Fields, un viejo edificio gris donde vivían hacinados más de doscientos niños sin hogar y que, para lo niños y adolescentes de Hammond, resultaba igual de amenazante y horrendo que el reformatorio. Pero por primera vez Bill se alegró de la indiferencia de las autoridades, ni la escuela, o cualquiera de los maestros, protestó ya que solo planeaban tener a Jamie un año más en la institución (el hecho de que los alumnos problema abandonaran la escuela a los dieciséis también constituía un alivio para ellos) y el ayuntamiento también parecía aliviado de no tener que hacerse cargo de otro niño sin hogar.

Todo había salido relativamente bien, y aunque a Bill su relación con Jamie no le había afectado sus escasas amistades ni su campo laboral, el mayor temía por Jamie y por cómo podría ser recibido en la escuela ahora que toda la pequeña ciudad estaba enterada de su relación. Es por eso que aquel día se encontraba tan nervioso, a diferencia de a Jamie a quien honestamente le valía mierda lo que fueran a pensar de él.

-¿Seguro que quieres ir hoy?-preguntó Bill nerviosos mientras Jamie terminaba de atacar sus waffles.

-Algún día tengo que hacerlo ¿no?-dijo Jamie arqueando una ceja. Bill lo contempló a través de la mesa, por primera vez desde que lo conocía Jamie no tenía ninguna herida en el cuerpo, su cabello brillaba y parecía estar cada día más abundante e indomable (por mucho que se lo peinara hacia atrás con gomina al más puro estilo Teddy Boy lo mechones seguían cayendo sobre su frente y rizándosele ligeramente alrededor de las orejas). Le gustaba ver a Jamie así y temía que volver a la escuela significara volver a las peleas y perder dientes y volver a casa con los patines chamuscados.

-Si algo no va bien vuelves a casa ¿vale?-dijo Bill con la voz estrangulada, Jamie asintió sin prestarle demasiada atención a su histeria.

-Me voy-dijo Jamie levantándose de la mesa y colocándose la chaqueta. Se acercó al mayor para dale un suave beso en la boca, apenas un roce de labios, y salió por la puerta con paso animado. La verdad es que ya llevaba una semana en aquella casa y era mortalmente aburrido cuando Bill estaba trabajando durante el día y Jamie no tenía otra cosa que pasearse de un lado al otro y ver la televisión. Al final del día cuando Bill legaba del trabajo Jamie estaba tan desesperado por un poco de diversión que terminaba arrastrándolo a la cama y manteniéndolo despierto hasta las tantas de la madrugada. Así que Jamie estaba curiosamente aliviado de volver a la escuela y tener algo que hacer durante el día, además de que le pobre Bill ya empezaba a sufrir los efectos de la falta de sueño.

Pero a medida que Jamie se iba acercando a la escuela comenzó a ponerse nervioso, no tenía ni idea de cómo la gente iba a reaccionar, de cómo lo tratarían ¿Lo golpearían? ¿Se reirían de él? ¿Lo evitarían? ¿Empezarían a tratarlo como una chica?

Sin embargo se obligó a entrar a la escuela con paso firme, se encaminó a su salón y sintió como todas las miradas se clavaban en su persona. Pero aquello duró solo un momento antes de que todos volvieran a sus asuntos. Nadie le tocó las pelotas en todo el día y sus compañeros no lo miraron ni mucho ni poco, de hecho los únicos que lo miraban fijamente o evitaban mirarle a los ojos eran los profesores. Y a Jamie le importaba un comino lo que pensaran o hicieran los profesores.

El punto era que la pequeña parte de los chicos de la escuela que venían de familias más o menos prósperas tenían demasiado miedo a tipos como Jamie como para estar jodiéndolo, además los chicos como Jamie era tipos duros a sus ojos y cualquier cosa que hicieran no podría sacarles la etiqueta de tipos duros. Y la otra parte de la escuela, la mayoría, vivía en condiciones tan miserables como la de Jamie, ellos veían su relación con Bill como una forma de supervivencia no como algo amoroso. Para ellos, el hecho de que Jamie viviera con Bill era lo mismo a que se estuviera prostituyendo y, en sus códigos morales, prostituirse era más o menos lo mismo que trabajar en el taller. Como decían los chicos de Hammond, basura blanca pobres como ratas y sin futuro aparente, “cada uno se lo curra como puede”. Para estos chicos el que Jamie se estuviera prostituyendo era mucho más aceptable que el que sintiera un auténtico cariño por Bill.

Así que aquel día las cosas transcurrieron con relativa normalidad, excepto por el hecho de que, durante uno de los recreos, Torbay se le acercara mientras Jamie estaba apoyado sin hacer nada especial en el patio de la escuela. Jamie se puso tenso enseguida cuando lo vio acercarse pero sabía que estaba relativamente a salvo de cualquier putada que pensara hacerle ya que estaban rodeados de gente.

-Hola-dijo Torbay algo incómodo, Jamie arqueó las cejas sin dignarse a responder por lo que Torbay decidió decirle lo que quería sin más rodeos estúpidos.-Ese tipo, Bill…¿no vendrá a darme una paliza por lo que te hice, verdad?

-¿Eh?-preguntó Jamie desorientado. No tenía idea de lo que estaba hablando pero Torbay parecía seriamente preocupado, por muy grandote que fuera seguía siendo un niño.-¿De qué carajos me hablas?

-Ya sabes-dijo Torbay pero Jamie seguía igual de desorientado.-Que Bill molió a golpes a Nate el otro día fuera de Laster´s y dijo que cualquiera que te hiciera algo iba a terminar peor. Mi padre lo vio todo.

-No tenía idea-dijo Jamie con total honestidad. En serio, no tenía idea.-Mira Torbay, Bill no te va a hacer nada pero la próxima vez que intentas meter tu sucia polla donde no es bienvenida yo mismo voy a encargarme de arrancarte un ojo con una cuchara ¿entendido?

Torbay asintió confundido, aunque claramente  aliviado y se largó apresuradamente. Pero Jamie era el más confundido de todos, decidió mandar a la mierda las clases de la tarde y aclarar todo el asunto cuanto antes así que se fue de la escuela para ir a ver a Bill.

Aquella semana Bill estaba trabajando en la parte más adinerada de Hammond, en una elegante tienda de trajes de hombre. Su trabajo era instalar las nuevas ventanas con cristal doble y aislante para que a los distinguidos caballeros que fueran a renovar sus guardarropas no los rozara ni una brisa. Jamie había vivido en Hammond toda su vida pero nunca había ido a esa parte, para él, los barrios altos eran tan lejanos como China. En aquella parte de la ciudad las calles estaban perfectamente pavimentadas, sin un solo bache, las casas estaban pintadas y todas eran construcciones de cemento y ladrillo, nada de pequeñas cabañitas de madera, remolques oxidados con ladrillos en lugar de ruedas o chabolas de hojalata. Junto a las casas no habían montones de neumáticos y basura incendiándose sino parques cuidadosamente podados, parques en los que todos los columpios funcionaban y no se veían borrachos durmiendo en las bancas y adolescentes fumando hierba y rayando paredes.

Aquel era como un universo paralelo y aunque Jamie podía reírse de todo aquello y mirarlo despectivamente en realidad no podía evitar querer ser uno de aquellos ricos de mierda, con su ciudad perfecta y sus tiendas caras. No podía evitar pensar en lo diferente que habrían sido las cosas si él hubiera nacido allí.

Finalmente llegó a la tienda, esas clásicas tiendas que se enorgullecían por tener un ambiente “sobrio y masculino” con un montón de butacas de cuero, papel tapiz verde oscuro y un penetrante aroma a loción de después de afeitar costosa. Jamie supuso que no aceptaban ni clientes negros ni indios. Encontró a Bill midiendo las ventanas que daban a la calle y se alegró de no tener que entrar en la tienda para buscarlo, dudaba que lo fueran a dejar pasar.

-¿Qué haces aquí?-preguntó Bill al percatarse de tu presencia.-¿Pasó algo en la escuela?

-Vengo a hablar contigo-dijo Jamie en un tono inusualmente solemne.

-Claro-dijo Bill confuso mientras guardaba la cinta medidora.-¿Qué pasa?

-¿Cómo es eso de que le diste una paliza a Nate la otra noche?-preguntó Jamie claramente irritado.

-Bueno, no podía no hacer nada ¿no?-dijo Bill nervioso ante el semblante del rubio.-¡Se aprovechó de ti!

-No soy una puta damisela en peligro para que se aprovechen de mí-dijo Jamie irritado.-¿Y cuándo planeabas decírmelo?

-Eh…

-Ósea que no planeabas decírmelo-dijo Jamie, Bill bajó la cabeza.-¿Quién te crees que eres? ¿Un puto mafioso para ir por ahí golpeando a la gente y soltando amenazas? ¿Cómo debería llamarte ahora? ¿Al Capone?

-Es algo que tenía que hacer, una cuestión de honor. Son cosas de hombres, no lo entenderías-en cuanto terminó de decirlo Bill se arrepintió, pero ya era demasiado tarde.

-¿Cosas de hombre?-dijo Jamie furioso.-¡Que me la metas no significa que no sea igual de hombre que tú!

-Mierda, cálmate-dijo Bill cuando se percató de que la adinerada gente había dejado de hacer las compras para ver el espectáculo. Una discusión así habría pasado desapercibida en el caótico Bajo Hammond, pero allí, en los barrios altos, la gente parecía volver la cabeza cuando una mosca zumbaba demasiado fuerte.-Estas haciendo un escándalo, maldita sea.

Jamie miró alrededor y vio a todos esos ricachones con rostros alarmados, como si vieran a un par de monos peleando en el zoo. Como tampoco le apetecía actuar de payaso para aquella gente Jamie se obligó a serenarse y seguir la discusión en casa.

-¡Vete a la mierda!-soltó el rubio antes de largarse con paso airoso.

 

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Jamie volvió a la escuela iracundo para su practica de hockey, no podía creer la forma en la que se había desarrollado todo aquel asunto. Detestaba que Bill lo tratara como a una chica, ya era suficientemente difícil mantener su masculinidad mientras se acostaba con un hombre como para que Bill lo mandara todo a la mierda. Además, lo que pasó entre él y Nate no era asunto de Bill, y el hecho de que ni siquiera se hubiese dignado a preguntarle lo hacía sentirse absolutamente sublevado.

Jamie se arrastró a los vestidores donde Randy intentaba dar otro discurso sin demasiado éxito, tendrían un partido en dos semanas contra el instituto Pencey de Milburn y, si no ganaban, terminarían descalificados de la copa estatal juvenil. Pero a nadie le importaba la copa estatal juvenil, aquella copa que los institutos adinerados ganaban año tras año con sus entrenadores experimentados y sus patines caros. Los chicos que jugaban según las reglas y ganaban en lugar de ser descalificados, los chicos cuyas escuelas tenían duchas de agua caliente en los vestuarios y cuyos padres, vestidos de traje, se escapaban de sus rimbombantes trabajos para ir a verlos y gritar como posesos.

Jamie todavía tenía la imagen fresca de las calles limpias y las tiendas elegantes de los barrios altos, las casas enorme de jardines cuidados, la gente con rolex en las muñecas y collares de perlas rodeándoles el cuello, niños con juguetes caros de colores brillantes, los niños que terminarían por heredar los negocios de sus padres, el país, las fortunas, el mundo. Y lo atacó una rabia bestial, porque el instituto Pencey de Milburn era un puñado de niñatos ricachones y les iban a patear el culo en dos semanas, y aquello no era justo. Aquellos chicos habían nacido con todo, iban a heredarlo todo, iban a ser sus jefes algún día. Así que ellos, la basura blanca de Rutherford Haytes, merecían patearles el culo, aunque fuese alguna vez. Era cosa de equilibrio, de justicia divina.

-¿Por qué no les pateamos el culo?-dijo Jamie interrumpiendo el insulso y desesperado monologo de Randy.

-¿A quién? ¿Randy?-dijo Todd Somerset un tipo alto y orgulloso de su tatuaje de sirena en el brazo.-Yo me apunto.

-No, a Randy no ¿Qué no ven que intenta ayudarnos a su manera jodidamente fastidiosa?-dijo Jamie, todos lo miraban extrañados pero le respetaban lo suficiente como para escucharlo.-Lo que quiero decir es que ¿No sería bueno patearle el culo a esos ricachones una vez? Ósea podemos patearles el culo cuando queramos pero si ganamos el partido va a ser mucho mejor porque les patearemos el culo según sus propias putas reglas. Nunca ganamos un puto partido, pero no ven que es la mejor forma de humillar a esos hijos de puta.

-Hablas como un imbécil-lo atacó Lou, un chico de pelo rizado y muchos granos en la cara que jugaba como guardametas.-Si yo quiero patearles el culo voy y les rompo la cara.

-Ya, sí. Pero si les ganamos limpiamente, o no tan limpiamente ahí veremos, sería como una paliza pública y completamente legal-los chicos no parecían muy convencidos pero Jamie no se desanimó, el sentimiento de odio y rencor todavía se mantenía fresco en su pecho desde esa tarde con ese montón de ricachones mirándolo como a un monstruo de feria, como si tuvieran miedo de tocarlo y ensuciarse sus dedos blandos y paliduchos.-Piénsenlo así, probablemente en unos años más todos estaremos trabajando para esos cabrones pero siempre sabremos que ellos recordaran que el tipo que les limpia el coche o trabaja en su fábrica le pateó el culo alguna vez, y lo mejor: pública y legalmente.

-¡Joder sí!-soltó Mark, uno de los lacayos descerebrados de Torbay. Jamie se asombró de conseguir su apoyo pero Mark era fácil de convencer, por algo era un lacayo.

-Podríamos intentarlo…-dijo Jim algo inseguro, pero era un tipo de pocas palabras y el hecho de que se hubiese manifestado ya mostraba una cuota razonable de entusiasmo.

-Yo me apunto-dijo Steve, un chico corpulento que siempre llevaba una navaja encima y del cual se rumoreaba que pertenecía a una pandilla. A Jamie también le sorprendió contar con su apoyo ya que Jeff, el anterior capitán, era uno de sus mejores amigos. Después de aquello todos, los nueve chicos incluido Torbay, se emocionaron con la idea y salieron a la pista de hielo más animados que nunca.

-Gracias-dijo Randy cuando los demás se fueron.-No era el discurso que me esperaba, pero estuviste genial.

-Oye que no lo hice por ti-dijo Jamie cortante pero sonriente.-¡Vamos a practicar!

 

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Jamie volvió a casa agotado por la noche, entrenar en serio, entrenar para ganar, era mucho más cansador de lo que creía. Pero aún no había olvidado la discusión con Bill, y al parecer él tampoco  juzgar por los sendos platos de carne asada que le esperaban en la mesa.

-No vas a comprarme con comida-dijo Jamie obstinado.

-No era esa mi intención-dijo Bill serio.-Esto es más bien una disculpa. Debí haberte preguntado, pero el solo pensamiento de ti tocando a ese tipo me pone enfermo. Fui un idiota, debí haberte dejado manejarlo por tu cuenta.

-¿No más mentiras?-preguntó Jamie mientras sentía como la rabia abandonaba su cuerpo ante el semblante arrepentido del mayor.

-No-dijo Bill sin mirarlo a los ojos.-Perdóname.

-Está bien-dijo Jamie mientras se acercaba a besarlo.-¿Comemos?

Bill puso los ojos en blanco mientras veía como Jamie se zampaba las montañas de carne con una cara de felicidad máxima. Aquella puta ardilla carnívora.

 

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Habían sido dos semanas difíciles para el equipo de hockey. Primero Randy había intentado tomar el mando, se había conseguido un libro sobre hockey en la biblioteca pública e intentaba enseñarles las reglas del juego. Pero a los chicos no les gustaba que les dijeran qué hacer así que Jamie tuvo que hacerse cargo de las practicas antes de que mataran al pobre Randy. Leyendo el libro Jamie se dio cuenta de que, pese a que llevaba jugando durante tres años, apenas sabía jugar hockey. Había un montón de reglas y recursos que no conocía, toda esa cosa de las jugadas y las estrategias le sonaban a chino, e incluso la historia del hockey le era desconocida (no tenía idea de que era deporte olímpico, por ejemplo). Así que se aplicó para aprender todo aquello y enseñárselo al resto del equipo. Entrenaban durante horas hasta quedar agotados y adoloridos y, de tanto pasar tiempo juntos, terminaron haciéndose algo parecido a amigos. Jamie se sorprendía bromeando incluso con el retardado de Torbay o el menso de Randy, todo aquello resultaba completamente nuevo para él.

Finalmente el día del gran juego llegó, habían decidido las posiciones después de un acalorado debate dejando a Steve y Torbay como defensores (ya que eran los más grandes y pendencieros del equipo), a Randy y Todd como extremos (ya que eran rápidos para hacerse con el puck y moverse entre los tipos del otro equipo), Lou como eterno guardametas (porque nadie quería jugar esa posición de mierda) y Jamie con centro (tenía la mejor puntería del equipo y era rápido como una bala en el hielo). Jim, Mark y Jerry quedaron como suplentes.

El partido fue glorioso, ahora que eran capaces de jugar de acuerdo a las reglas se dieron cuenta de lo fácil que era hacer anotaciones y mantener al equipo contrario lejos de su portería, los niños ricos se cagaban de miedo cuando veían a tipos como Torbay o Steve, como si les fueran a robar la billetera (cosa que habrían hecho sin pensarlo de tener la oportunidad). Lou hizo un par de atrapadas espectaculares también pero la estrella de la noche fue Jamie quien se las arregló para hacer quince anotaciones además de dejarle un ojo morado a uno de los defensores del equipo contrario de forma que no se lo cobraran como falta.

Blake, el entrenador, no sabía que mierda estaba sucediendo. Rara vez se aparecía por las practicas y no se hallaba enterado del cambio de actitud del equipo. Los chicos salieron de la pista eufóricos mientras le hacían gestos obscenos al equipo derrotado. Se fueron en grupo a uno de los bares de la calle principal y comenzaron a beber como posesos.

Jamie bebía vodka tras vodka, habían logrado que Randy se pusiera a beber también, un verdadero acontecimiento, y todo el equipo estaba achispado. Steve andaba con una chica algo mayor que él, una rubia demasiado maquillada, pero eso no lo cortaba a la hora de coquetear con la camarera. Todd estaba con su novia Patty, una chica de tetas enormes y risa fácil y hasta Jim estaba logrando enganchar a una de las camareras.

Jamie estaba cada vez más borracho y eso, combinado con su inmensa felicidad, hizo que se pusiera curiosamente hiperactivo, encendiendo cigarrillos al revés, hablando estupideces con la camarera y sentándose sobre las piernas de Steve hasta que Randy le chilló que se bajara ya que Steve estaba a punto de meterle la lengua en la oreja.

Finalmente abandonó el loca de forma repentina y caminó tambaleante y borracho hasta la vieja granja. Entró haciendo un montón de ruido y despertando a Bill el cual se incorporó pesadamente en la cama.

-¡Ganamos!-gritó Jamie triunfal mientras abrías los brazos. Bill se restregó los ojos sin levantarse de la cama.

-¿Estás borracho?-preguntó. Jamie frunció el ceño como si estuviera pensándolo.

-Sí-dijo finalmente.-Y se siente genial.-Jamie se subió a la cama y se colocó sugestivamente sobre las piernas estiradas del mayor antes de comenzar un profundo y lujurioso beso, Bill sintió el intenso sabor a vodka cuando la pequeña lengua del rubio se internó audazmente en su boca. Intentó protestar pero Jamie le agarró firmemente de la nuca y profundizó el beso, la técnica del menor iba mejorando a pasos agigantados: el rubio ahora le acariciaba y tiraba los cabellos, mordía juguetonamente sus labios y metía la lengua con maestría comenzando embriagantes bailes húmedos que solo la falta de aire era capaz de terminar.

-Quiero hacerlo-dijo Jamie cuando por fin se separaron.

-Son las tres de la mañana-dijo Bill. La verdad es que le incomodaba un poco hacerlo cuando el rubio estaba borracho, sentía como si se aprovechara de él.

-¿Y?-dijo Jamie obstinado mientras se inclinaba para sacar el miembro de sus boxers.-Ganamos, estoy feliz, borracho y jodidamente caliente. Mierda Bill ¿qué más quieres?

Y tras decir eso se metió el miembro en la boca de golpe. Bill jadeó ronca y sensualmente al sentir su miembro atrapado por la cálida y húmeda boca del rubio. El menor comenzó a subir y bajar a un ritmo enloquecedoramente lento, lo hundía todo lo que podía en su estrecha garganta mientras apretaba la base con una mano y pasaba la lengua lentamente por el glande cuando subía la cabeza. Cuando se hizo demasiado grande como para poder albergarlo en su boca comenzó a masturbarle, con movimientos lentos y la mano bien apretada, mientras hundía la lengua en los testículos y mordisqueaba suavemente la piel haciendo que Bill perdiera completamente la cabeza.

-Joder-dijo Bill con la voz ronca.-Lo haces cada vez mejor.

Jamie levantó la cabeza sin dejar de masturbarlo para lamer lánguidamente el cuello. Bill aprovechó la proximidad para quitarle la parte de arriba del uniforme de hockey, sudado y salpicado con alcohol.

-Creo que esto se me da mucho mejor que lo de leer ¿no crees?-dijo Jamie con una sonrisa traviesa mientras se pasaba una mano sensualmente por el pecho descubierto.

-Leer es importante-replicó Bill con seriedad antes de atacar los pezones. Rodeó uno con la boca succionándole lenta y profundamente antes de morder sorpresiva y bruscamente la punta, como si pretendiera arrancársela. Jamie no pudo evitar gemir ente aquello ya que el mayor había terminado por hacer de su pecho una zona vergonzosamente sensible.

-Oye que vas a dejar marcas-protestó Jamie jadeante mientras sentía como su miembro se endurecía todavía apresado en sus pantalones de hockey.

-Te encanta cuando dejó marcas-replicó Bill mientras le hundía los dientes en el hombro. Aquello era cierto pero el rubio no lo admitía ni loco, no fueran a pensar que era medio masoca o algo, que claramente lo era.

Jamie agarró al mayor de los hombros y lo obligó a acostarse en la cama, se alzó sobre sus rodillas y comenzó a desabrocharse el pantalón apresuradamente pero tenía dificultades para bajarlo, Bill le agarró los pantalones y los bajó brusca y ansiosamente arañándole un poco las piernas en el proceso. Pero Jamie no le tomó importancia mientras quedaba desnudo del todo. Se llevó los dedos a la boca y los lamió de la forma más lenta y pervertida posible solo por el placer de ver como la erección de Bill crecía y palpitaba. Llevó los dedos a su entrada y comenzó a estimularla con movimientos circulares. Jamie se mordió el labio para no gemir mientras se penetraba con sus dedos y Bill sintió frustración por perderse de esos deliciosos sonidos, agarró el miembro del menor y se puso a masturbarlo rápida e inclementemente sacándole los tan ansiados gemidos.

Los movimientos de Bill eran enloquecedores y aquello, sumado a los dedos internándose en su interior para prepararse para el miembro del moreno, era demasiado. Jamie sintió como un calor conocido se extendía por su vientre y supo que se encontraba próximo al orgasmo.

-Quiero correrme-dijo Jamie con la voz ronca.

-¿Qué? ¿Tan pronto?-dijo Bill mientras apretaba la erección del rubio para que no pudiera correrse.-Si es que eres un niño intentando jugar en las grandes ligas.

-¡Oye!-protestó Jamie.-¡Tampoco es tan rápido! ¡si es que vengo con el calentón desde el bar pedazo de…!

Pero no pudo seguir ya que Bill lo interrumpió con un beso furioso rodeando la pequeña lengua con la suya, sacándole el aire y mordiéndole los labios hasta hacerle sangre. Disminuyó la presión sobre la erección del menor haciéndolo gemir dentro del beso mientras se corría abundantemente en su mano.

-Métemela-Dijo Jamie agotado pero todavía con el miembro semi-erecto, lo único que deseaba e ese momento era tener el miembro de Bill golpeando su interior.

-Lo pensare…-dijo Bill con tono aburrido.

-¡Bill!-se quejó Jamie. El mayor rio mientras alzaba las caderas del rubio para posicionarlo sobre su miembro, Jamie le rodeó el cuello con los brazos mientras se dejaba caer lenta y trabajosamente sobre la erección, aquella cosa era demasiado grande, no importaba cuantas veces lo hiciera Jamie siempre sentía como si lo partieran por la mitad, hizo un esfuerzo por abrir sus paredes interiores todo lo posible hasta albergar por completo el miembro dentro suyo.

Jamie gimió largamente mientras hundía el rostro en el cuello del mayor, este hizo amago de alzar sus caderas pero Jamie lo detuvo con impaciencia, se separó de Bill y volvió a agarrarlo por los hombros y recostarlo en la cama.

-Esta noche el que va arriba soy yo-dictaminó Jamie con solemnidad.-estate quieto, yo me encargare de que te corras.

-¿En serio?-dijo Bill divertido.-Si es que no te corres unas tres veces antes de que yo lo haga…

-¡Ja! Como si alguna vez me hubieses hecho correrme tres veces-dijo Jamie.-Ya vas a ver que no me corro hasta que tú lo hagas.

-Eso no va pasar nunca, tienes una resistencia de pena-siguió pinchándolo Bill, la verdad es que le excitaba verlo tan adorablemente molesto pero no tenía idea de que el rubio empezaba a tomárselo como un reto personal.

Jamie comenzó por apretar pausadamente las paredes interiores, asfixiando el miembro poco a poco provocándole roncos jadeos al mayor. Jamie apoyó las manos en el fuerte pecho de Bill y arqueó la espalda para llevar el miembro aun más profundo dentro suyo.

-¿Se siente bien?-preguntó Jamie con la voz temblorosa por el placer.

-Joder, como te quiero-dijo Bill mientras acariciaba la suave y flexible espalda con movimientos acompasados.

Solo entonces Jamie comenzó un enloquecedor movimiento circular, lento y cadencioso, sin apenas separar los cuerpos o aflojar el férreo agarre de las paredes. Un movimiento que, en un punto del círculo, hacía que el miembro de Bill chocara de lleno con la próstata del rubio y sacándole sonoros gemidos. Siguió así, con movimientos lentos pero profundos, deteniéndose un poco más en la parte en el que aquel punto era estimulado, apresando el miembro del mayor sin permitirle movilidad alguna, arrancándole jadeos cada vez más roncos y fuertes y alguna que otra frase obscena susurrada en su oído.

Jamie comenzó a apurar los movimientos, demasiado ansioso por sentir como aquel punto era enloquecedoramente presionado por el miembro de Bill dándole un placer mucho más abrasador, aunque no tan intenso, que el de las estocadas.

Pero también se apresuraba porque se sentía al borde del orgasmo y por ningún motivo se correría antes que el moreno. Apretó aun con más fuerza intentando que Bill se corriera con todas sus fuerzas mientras intentaba controlar las sacudidas que recorrían su cuerpo a punto de colapsar.

El movimiento se hacía cada vez más vertiginoso haciendo que Jamie echara la cabeza hacia atrás mientras se le escapaban lágrimas y que Bill cerrara los ojos con fuerza. Jamie supo enseguida cuando Bill estaba a punto de correrse y se las arregló para hundir el miembro aún más dentro suyo.

-¡Ah! ¡Bill! ¡Córrete…ah…dentro!-gimió Jamie apretando su interior más que nunca, a sabiendas que aquella impúdica frase y la presión de sus paredes arrastrarían al mayor al orgasmo. Bill sintió una explosión en su vientre mientras se corría dentro del apretado interior. Jamie, al sentir las oleadas de líquido caliente derramándose dentro suyo, tan profundamente dentro suyo, se corrió a su vez con un montón de gemidos escandalosos.

Jamie sonrío triunfal entre el agotamiento mientras sacaba lentamente el miembro de su interior y se recostaba sobre Bill, completamente exhausto. El mayor le acarició los cabellos mientras Jamie sentía como el sueño empezaba a ganarle.

-Felicitaciones, ya eres todo un hombre-dijo Bill con sorna.

-Vete a la mierda-dijo Jamie sin fuerzas para gritar siquiera.

 

Notas finales:

Bueno aqui la tan esperada conti. mi compu esta recuperada y el reencuentro ha sido hermoso, la separacion nos ha hecho darnos cuenta cuanto nos amamos la una a la otra. la recibi ayer y me he aplicado para subir un capi enseguida, aunque no fue tan largo como me habría gustado :(

Gracias por leer y dejen reviews (al menos para que sepa que alguien esta leyendo esta historia y que no todos la abandonaron por la obvia irregularidad de la autora)


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