Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

En la puta vida... por eggy33

[Reviews - 117]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Jamie colocó las salchichas en una sartén y comenzó a freírlas cómo pudo, era la primera vez que cocinaba y se daba perfecta cuenta de que no lo estaba haciendo bien. Pero eso no importaba, a esas alturas comería cualquier cosa.

-¿Dónde robaste eso?-Jamie saltó del susto antes de darse vuelta y toparse con su padre, estaba claramente borracho y no parecí de buen humor.-Te hice una pregunta, escoria.

-Se lo robe a tu puta madre-le gruñó Jamie mientras se volteaba para seguir cocinando. Podía sentir la ira de su padre a sus espaldas y como se acercaba pisando fuerte y haciendo que todo aquella mugrosa choza hecha de chapas de hojalata temblara. Jamie tensó los músculos, consciente de lo que iba a venir mientras intentaba seguir cocinando.

Antes de que se diera cuenta  tenía la enorme mano de su padre agarrándole el cuello, lo tironeo hacia atrás haciendo que Jamie tuviera dificultades para pasar el aire a sus pulmones, tomó impulso y le soltó bruscamente haciendo que el rubio perdiera el equilibrio y cayera sentado al suelo. Jamie hizo ademan de parase pero su padre lo detuvo pisándole el vientre de una forma tremendamente dolorosa.

-¡Mírame!-Jamie se empeñó por mantener los ojos fuertemente cerrados. Su padre aumentó la presión de su pie-¡Mírame!-finalmente Jamie abrió los ojos. Su padre sintió que la cólera le poseía, como de costumbre Jamie mantenía esa mirada orgullosa, casi burlona. Le sacaba de quicio no doblegar a ese maldito hijo suyo, y sabía que si el chico no cambiaba la mirada él terminaría matándolo a golpes.-Escucha-djo su padre con voz cargada de desprecio.-¡No eres nadie! ¡Nadie te quiere! ¡ni siquiera deberías haber nacido, es por eso que ni tu propia madre quiso quedarse contigo!

Cualquiera se habría desmoronado con esas palabras, pero para Jamie aquello era pan de cada día. Como cuando empiezas a repetir una palabra una y otra vez hasta que esta termina perdiendo su significado, aquellos monólogos de su padre habían dejado de herirlo hacía mucho. O al menos eso es lo que Jamie se decía.

-Ahora solo voy a repetírtelo una vez más-dijo su padre arrastrando las palabras.-¿Dónde coño robaste esas salchichas?

-De la carnicería de la calle principal-mintió Jamie para no involucrar a Bill.-Te juro que nadie me vio.

Su padre le soltó y caminó hasta la cocina sacando las salchichas de la sartén y sirviéndolas en un plato. Jamie se incorporó y se quedó plantado en una esquina de la habitación temblando de rabia. Y es que joder, él sabía pelear, podía sacarle la madre a cualquiera del equipo de hockey (siempre y cuando no vinieran a matarlo en grupos de tres, como era lo normal), era un tipo duro que sabía soportar los golpes y que no había llorado ni cuando le destrozaron el brazo a los doce en uno de sus primeros partidos. Pero su padre le sacaba casi dos cabezas y él no era tonto, sabía que el día en que se enfrentara a su padre sería hombre muerto.

Jamie había pasado casi toda su infancia solo en el bosque, ninguno de sus padres pensó en llevarlo a la escuela hasta que tuvo nueve años. En la escuela todos creían que era retrasado porque no sabía leer, ni a ser sumas, ni…bueno, para hacerla corta no sabía nada de nada. Incluso la maestra solía darle palizas con un palo que  tenía únicamente para golpear a sus alumnos (una práctica muy común en la primaria de Hammond). Así que Jamie odiaba la escuela y se dedicaba a hacer novillos constantemente, pero la mentalidad de la primaria de Hammond es que, mientras menos chicos problema vinieran a clase, mejor. El problema es que si volvía a casa se arriesgaba a recibir la paliza del siglo, así que se la pasaba metido en el bosque entre los lobos, los osos, los conejos y los gavilanes. Jamie no tardó en adoptar su conducta, la de un animal casi salvaje, alerta, primitivo y guiado por sus instintos.

Cualquier otro chico con las características de Jamie (su intrepidez, su conducta violenta y su inexistente temor hacia el dolor) se habría enfrentado a su padre, porque era cuestión de orgullo. Pero el orgullo era algo demasiado humano para Jamie, porque él estaba regido por el instinto de supervivencia y sabía, por instinto, que su padre era capaz de matarlo si se enfurecía de verdad.

-¡Puaj!-dijo su padre apartando el plato de salchichas al primer bocado-No tienes ni puta idea de cómo cocinar. Pero no me sorprende, nunca haces nada bien-dicho esto tomó el plato y salió al patio para arrojarles las salchichas a los gallos de pelea. Jamie se sintió horrorizado a sabiendas que había perdido su única comida en quien sabe cuánto tiempo.

 

         -------------------------------------------------------------------------

Habían pasado dos días desde que Bill había recogido a ese chico de la carretera. El hombre todavía no se explicaba por qué lo había hecho, nunca había sido un mal tipo, pero tampoco había sido especialmente bueno y no estaba en su naturaleza ayudar a un extraño tan desinteresadamente.

Suponía que había sido esa mirada rabiosa y desconfiada lo que lo había empujado a hacerlo, por alguna razón aquella mirada le había dado más lástima que cualquier cara llorosa en su vida. Para tener una mirada como esa debías de estar muy solo.

Sabía que lo que había hecho era una insensatez, había sido como darle un trozo de carne a un perro. Algo le decía que, después de lo sucedido, el chico no le dejaría tranquilo.

Fue por eso que no se sorprendió gran cosa cuando al aparcar la camioneta en su casa pudo ver al chico sentado en los escalones de la entrada. Eran pasadas las doce y Bill acababa de volver del bar luego de un arduo día de trabajo.

Salió de la camioneta y se plantó junto al chico en silencio, estaba aún peor desde la última vez que lo había visto: tenía el cabello sucio y revuelto, un ojo morado y parecía incluso más hambriento que antes.

-Hola-dijo el chico sin mirarlo a los ojos.

-¿Qué quieres?-dijo Bill con voz áspera.

-Comida-dijo Jamie con sinceridad, demasiado desesperado como para disimular y darle más rollos al asunto. Bill suspiró y no dijo nada mientras abría la puerta y le hacía una seña para que entrara.

-Ven, voy a cocinarte algo-dijo Bill mientras se metía en la cocina. Abrió el refrigerador para sacar unos trozos de pollo que comenzó a cortar hábilmente.-¿Qué te pasó en el ojo?-preguntó sin apartar los la vista de su tarea.

-Me tropecé con una puerta-dijo Jamie con tono jocoso.-Una puerta muy mala…

-No tienes que ir por ahí haciéndote el chico rudo-le dijo Bill molesto.-No conmigo.

-No fue nada, en serio-dijo Jamie tratando de restarle importancia al asunto.-¿Puedo ayudarte con algo?

-Hay una caja de puré instantáneo en la despensa que puedes cocinar-dijo Bill. Jamie se levantó y hurgó en la despensa hasta dar con la dichosa caja.

-¿Cómo lo preparo?-preguntó confundido.

-Las instrucciones están en la caja-respondió Bill en tono huraño. Jamie miró la caja mientras sentía que se llenaba de ira y de vergüenza, había hecho novillos casi toda la escuela primaria y en la secundaria ni siquiera prestaba atención alguna. En las escuelas públicas de la parte pobre de Hammond la política era pasar de curso a los alumnos, por muy tontos que fueran, para poder sacárselos de encima lo antes posible. Jamie había entregado todos sus exámenes en blanco y aun así siempre pasaba de curso con la nota mínima.

El punto era, que Jamie solo sabía escribir su nombre. Nada más, ni leer ni escribir. Lo peor es que no era el único. Pero eso no era algo que pudiera decirle a Bill, no era algo que pudiera decirle a nadie.

-Pensándolo bien…-dijo Jamie nervioso.-Mejor no hago nada, soy un desastre en la cocina.

-Me la suda lo que hagas o no-dijo Bill sin mirarlo.-Solo no me molestes.

Cuando la comida estuvo limpia ambos comieron en silencio, Bill miraba como Jamie comía la carne con las manos sin apartar la vista de él, como si lo vigilara.

-¿Cuánto te queda para terminar la escuela?-preguntó Bill por decir algo.

-Menos de un año-dijo Jamie con la boca todavía llena de carne a medio masticar.

-Creí que dijiste que tenías quince-comentó Bill llevándose el tenedor a la boca.

-En el estado de Nueva York uno puede dejar legalmente la escuela a los dieciséis-dijo Jamie.

-¿No vas a terminar la escuela?-dijo Bill preocupado.

-¿Para qué?-dijo Jamie interrumpiendo su masacre de carne.-No tengo dinero para la universidad así que de todas formas voy a terminar trabajando en una fábrica como los otros, además de que necesito ahorrar dinero para largarme de aquí.

-Sé que Hammond no es precisamente una metrópolis…pero, ¿por qué quieres largarte?

-Mi padre y yo no nos llevamos precisamente bien-musitó Jamie incómodo.-Además que la poli me está dando problemas con este asunto de la libertad condicional.

-¿Libertad condicional?-inquirió Bill sorprendido.

-Estuve en un reformatorio desde los trece a los catorce-dijo Jamie.

-¿Pero qué hiciste?-dijo Bill levantando las cejas con asombro.-¡Solo eres un niño!

-Casi mató a un tipo a golpes-dijo Jamie inexpresivo, en su voz no se encontraba remordimiento alguno. Solo una fría y hueca calma. Como si le estuviera contando el color de las paredes de su cuarto.-No fueron muy duros porque yo era pequeño, pero me alargaron la condena por mala conducta. Especialmente porque casi le arrancó una oreja a un guardia.

-Eres un estúpido-le dijo Bill recuperando su característica calma indiferente.-Haciendo esa clase de cosas no haces más que joderte a ti mismo. En todo caso ¿Qué hizo ese tipo para que reaccionaras así?

-Ese guardia se dedicaba a golpear a los más pequeños y confiscar el dinero que nos mandaba nuestra familia, necesitábamos el dinero porque la comida que nos daban era mala y poca y si queríamos más debíamos pagar por ella-Jamie se chupó los dedos manchados por el jugo de la carne.-Así que un día sencillamente me tiré encima e intenté arrancarle la oreja con los dientes, como lo hacían las andillas irlandesas del siglo XIX, cuando mataban al tipo le cortaban la oreja para exhibirlas como trofeo, algunos hasta se las colgaban al cuello.

-No me refería al guardia-gruñó Bill.-En todo caso, ¿cómo sabes esa mierda de las orejas?

-Mi abuelo era irlandés, por parte de mi madre-dijo Jamie encogiéndose de hombros.- Le gustaban ese tipo de historias.

-Pero dime que te hizo el tipo que casi matas a golpes-insistió Bill perdiendo la paciencia.

-Era el amante de mi madre-dijo Jamie apartando la mirada por primera vez en la velada.

Bill no dijo nada y terminaron de comer en silencio, finalmente sin planearlo de antemano ambos terminaron viendo una pésima película de terror de esas que solo dan a las dos de la mañana. Pasado un rato Bill se dio cuenta que el chico se había quedado apaciblemente dormido en su hombro. Bill aspiró la esencia del chico, olía a agua de río, cigarrillos y goma quemada (probablemente vivía en una de esos terrenos ocupados ilegalmente cerca de la fábrica de neumáticos). Era un olor curiosamente agradable: áspero, infantil y desaliñado como el propio Jamie.

Antes de darse cuenta Bill ya había hundido la nariz en el pelo sucio de Jamie para aspirar un poco más de aquel olor. Sintió que el pulso se le aceleraba y un tirón en una parte no demasiado adecuada de su anatomía por lo que separó bruscamente incrédulo ante su propia actitud.

Con la sacudida que hizo Bill al apartarse Jamie se despertó algo desorientado, no demasiado seguro de dónde carajo estaba. Se sintió más relajado al toparse con la cara de Bill que lo miraba fijamente y con el ceño fruncido, la clase de mirada que le das a una especie de pez raro en el acuario.

-Ya es hora de que te vayas-dijo Bill levantándose del sofá. Jamie quería quedarse, sabía que su padre debía estar con una mujer en la casa y que si los interrumpía se ganaría la golpiza del siglo. Sus dos únicas opciones eran dormir en el bosque o colarse en el sofá de la cabina del portero a cambio de cubrir parte de su turno para que el tipo también pudiera dormir. Pero era demasiado orgulloso como para pedirle tanto a Bill.

-Vale, ya me largo-dijo Jamie incorporándose. Mientras levantaba los brazos para ponerse la chaqueta su camiseta se subió dejando una franja de liso vientre pálido. Bill apartó la vista incómodo, aunque hacía tan solo unos días que había revisado ese vientre detenidamente, en esa ocasión no había tenido ninguna clase de pensamientos “pervertidos”. Bill no podía explicarse aquel cambio súbito en su actitud hacia el chico.

Jamie terminó por largarse, afuera era de noche y hacía frio, Jamie intentó no pensar mucho en ellos mientras caminaba a paso rápido con las manos hundidas en la chaqueta y un cigarrillo arrugado entre los dientes.

Bill se quedó solo. Subió las escaleras hasta el segundo piso y abrió un armario. En cuanto las puertas estuvieron sintió que le invadía un perfume muy distinto al de Jamie, uno más refinado y más conocido. Intentó inundarse en aquel perfume y desterrar el de Jamie. Miró el contenido del armario, impasible y acusador, y no pudo evitar sentirse como un traidor.

Notas finales:

dejen reviews!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).