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¿Un chance más? por Dark Engel

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Notas del fanfic:

Mi primer fic de cazadores de sombras :D

Notas del capitulo:

Bueno, esto es algo que me fascina, la pareja de alec y magnus es taaaaan cute :D que me muero por ver la película. Espero que les guste y me dejen un review para saber que tal les pareció.

 

Contiene spoliers del cuarto libro. Pero tranquilas, leves spoliers. 

 

 

El túnel del subterráneo olía como que el invierno ya había llegado finalmente a la ciudad a metal frío, húmedo, tierra mojada y un ligero toque de humo. Alec caminando a lo largo de las vías, vio que su aliento salía en bocanadas de nubes blancas frente a su cara, y metió su mano libre en el bolsillo de su chaquetón azul para mantenerla caliente.

 

La luz mágica en la otra iluminaba el túnel verde y crema los azulejos pintados descoloridos con el tiempo, y el cableado caído, colgando como telarañas en los muros. Había sido un largo tiempo desde que ese túnel había visto un tren en movimiento.

 

Alec se levantó antes que Magnus, de nuevo. Magnus había estado durmiendo hasta tarde; estaba descansando de la batalla en el Burren.

 

 

-Simplemente… ¿Me dejaras? A pesar de que dices amarme –Alec trago saliva al ver a Magnus mirarlo de aquella forma, lo miraba como a un extraño, como si no le agradara. ¡Cómo si lo que habían tenido no hubiera significado absolutamente nada!

 

-Sí, te amo. –Magnus sacudió la cabeza- Pero eso no te da derecho a que decidas sobre si voy a vivir para siempre o viviré el tiempo que tú quieras.

 

-Sé qué me equivoque –gimió y quiso encontrar en Magnus aquella mirada, aquella que hacía que el azul de sus ojos se convirtiera en un espeso mar- pero no tienes idea de cuanto lo siento. Lo lamento, lo juro por el ángel. Nunca más.

 

-Lamentablemente, Alexander –Magnus sonrió, pero fue una sonrisa triste-. No te creo, tengo la suficiente experiencia para poder saber que… de una u otra forma, volverás a hacerlo. Y no quiero que sufras, sufrirás porque es lógico.

 

-Por favor –pidió con los ojos parecidos al espejo donde Magnus se miraba todas las mañanas- solo una, una nada más.

 

-No hagas esto. Te estas dañando, y no quiero eso. Tu eres un cazador de sombras, tienes una misión… morirías por eso, matarías. Yo simplemente, estaré aquí siempre. –Dijo con la voz suave, como queriendo enseñarle algo- No tengo una misión real, solo existo.

 

-Podemos hacerlo juntos, puedo seguirte adonde sea.

 

-No se trata de eso, ¿Qué harás si aparece otra Camille? –La voz de Magnus se quebró- habrán muchas y muchos así. Sé qué nunca has roto con nadie, ya aprenderás, tienes toda la vida para hacerlo.

 

-No quiero.

 

-No digas eso, solo lo dices porque es la primera vez. –Suspiró y murmuro- Estaré fuera todo el día, saca tu cosas del departamento, deja la llave en la mesa del comedor–. Sus ojos exploraron el rostro de Alec- Se acabó. No quiero verte de nuevo, o a ninguno de tus amigos. Estoy cansado de ser su mascota brujo.

 

Las manos de Alec comenzaron a temblar, quizás un “No lo eres” hubiera sido bueno pero sabía que había utilizado a Magnus, sino hubiera sido por él no hubieran estado vivos.

 

*

 

Jace y Clary estaban entrenando, preparándose para la futura lucha, quizás eran los únicos felices en el lugar. Ya habían pasado días desde que Alec y Magnus habían terminado, Isabelle no podía creer que Alec manejara el rompimiento de la forma en las que lo hacía.

 

-Se comporta demasiado normal –Le dijo a Clary mientras le ayudaba con algunos movimientos que no terminaba de dominar-. Es como si… no sé cómo decirlo. ¡Él nunca había estado con nadie!

 

-Dale tiempo que tú misma lo dijiste, él nunca había terminado con nadie.

 

-Él lo amaba, de verdad lo hacía. –Clary miro afuera, entendía eso, la duda- Magnus no entiende.

 

-Hay veces que simplemente no tienes que decir nada.

 

-Izzy, unos demonios atacaron en una tienda. Murieron dos empleados, no deben estar muy lejos –Informo Alec, ya estaba vestido con su indumentaria. Isabelle asintió y corrió a cambiarse- Clary, Jace dice que vayas a casa, él te acompañara.

 

-¿No irá con ustedes?

 

-Nos alcanzará allá. Adiós.

 

-Espera, Alec –Le detuvo Clary- Sé qué quizás no somos muy amigos pero… ¿Cómo estás?

 

-Bien, eso creo. –El rostro del cazador se contrajo unos segundos- Aún no lo asimilo completamente –susurro- no sé porque te digo esto a ti –se dijo a si mismo- quisiera volver el tiempo atrás pero sé que no es posible. –agrego y sus ojos parecieron oscurecerse. Aunque era difícil saberlo con una persona como Alec.

 

-No pierdas las esperanzas.

 

-Eso dicen los mundanos, nosotros no creemos mucho en eso.

 

-¡Ja! –Clary le sonrió y Alec suspiro- a veces solo tienes que creerlo.

 

*

 

-Si te duele simplemente dilo, nadie te juzgará.

 

-¿Por qué alguien tendría que juzgarme? –Alec no estaba seguro de lo que Jace quería decirle, solo que él no era la típica persona que se puede sentar a su lado y decirle que llorara en su hombro mientras le daba palmaditas.

 

-Iz está preocupada, y yo también.

 

-No deben, estoy bien. –Mientras guardaba sus armas, Alec sintió que la mirada de Jace lo quemaba- No sigan con esto, estoy bien –repitió.

 

-Sí, claro. Tanto como lo estuve yo cuando estaba con Sebastián. Lo pase genial también.

 

-No digas estupideces.

 

-Ahora yo digo estupideces, bueno, ahora que lo pienso siempre lo hago. ¿Por qué no intentas hablar con Magnus? –Los ojos azules chispearon de ira y algo de dolor- Si quieres nos podemos referir a él de otra forma. ¿Qué tal…? No sé me ocurre ni uno.

 

-¿Sabes cómo puedes ayudarme? Solo no lo intentes. Necesito tiempo, nada más.

 

Y así puso fin al tema.

 

 

Mientras las corrientes de aire enfriaban el ambiente, Alec apretaba el abrigo contra sí mismo, tenía frío. Pero no lo demostraba, se limitaba a abrazarse a sí mismo. No quería estar en el instituto, se asfixiaba… porque recordaba, su mente vagaba lejos de las luchas, de los demonios y por supuesto, de su familia.

 

Una tienda de regalos en una de las avenidas le llamo la atención, había una torre Eiffel en miniatura. Sintió que su corazón se estrujaba. París.

 

No hacía tanto frío como imagino, pero era frío y era hermoso. No solo por el ambiente, sino porque Magnus hablaba y hablaba, él había visto Francia cuando Napoleón estaba allí.

 

-Wow –murmuro y a Magnus se le escapo una risita.

 

-Esto no estaba aquí, eso tampoco –a cada calle que avanzaban decía lo mismo. Estaban tomados de la mano, y para el gran brujo eso era un gran avance, Alec casi nunca se desinhibía. Y a cada oportunidad que tenía, era mejor aprovecharla.

 

-Cuanto falta para llegar a la torre –pregunto mientras volcaba su mirada a Magnus. Este pensó unos segundos.

 

-Si quieres puedo hacernos aparecer ahí.

 

-No tendría sentido venir, si fuera así.

 

-Unos quince minutos, creo –El menor asintió-. ¿Sabes? A pesar de que todo el tiempo estas de negro, me gusta cómo te ves. –Las mejillas de Alec enrojecieron- aunque creo que…

 

-Ni lo intentes. –La torre Eiffel era aún mejor de lo que se imaginó, habían bastantes personas, el sol estaba por morir y la noche vendría, era un lindo escenario. Magnus lo jalo hacia él y acarició levemente su mejilla con sus dedos. No se resistió, ni siquiera lo pensó. Cerró los ojos y los labios de Magnus cubrieron los suyos en un instante, la respiración acompasada del uno calmaba al otro.

 

El brazo del brujo fue a parar a su cintura, pego más a su cuerpo y abrió un poco más los labios, haciendo el beso más profundo. Las manos de Alec buscaron la nuca del brujo y suspiró, los labios de Magnus eran expertos, tenía muchísima más experiencia que él, él le guiaba, aprendía y quería más.

 

También eso le gustaba del joven cazador de sombras. Rompieron el beso y Alec lamento no tener una cámara a mano, Magnus podría hacer aparecer una pero no quería eso. Volverían al día siguiente.

 

-Mmm sabes, quiero volver al cuarto. Me hizo frío. –Murmuro mientras sonreía y desaparecían, en un parpadeo estaban en el hotel.

 

-Podrías haberlo preguntado –Alec se quitó el abrigo y la bufanda, que obviamente, Magnus le había elegido. Él también se estaba quitando el abrigo, sintió los labios del brujo en su cuello. Los brazos le rodearon la cintura y por su mente, el único pensamiento que ocupaba la mente de Alec era seguir sintiendo en todas las formas a su novio.

 

Se volteó y como pocas veces, sonrió y acerco su rostro al del otro, para poder besarle mejor. Sus labios se volvieron a unir en un período más largo. Las manos de Magnus comenzaron a abrirse paso a través de la ropa. Alec alzo los brazos para facilitarle el trabajo, teniendo la personalidad que tenía, al brujo le fascinaba ese cambio, cuando estaban a punto de hacer el amor era tan sumiso y… encantador.

 

-Magnus –susurro, también le empezó a quitar la ropa. Se estremeció cuando los dedos del brujo empezaron a dibujar sobre su piel desnuda- no juegues…

 

Empujo a Alec hacia la cama y comenzó a quitarle el pantalón. No paraba de besarle y esté de intentar responder.

 

-¿Sabes que te amo, verdad?

 

-Sí –respiro pesadamente tratando de volver a su respiración normal pero apenas pudo, sus labios fueron nuevamente tomados. ¿Qué más le daba? No podía estar más feliz.

 

 

Un auto que toco bocina saco de sus ensoñaciones al mayor de los hermanos Lightwood, sus ojos se cerraron tratando de evocar de nuevo sus recuerdos pero no pudo, ¿Por qué? Acaso Magnus podría haber hecho algo para… no, él no lo haría.

 

Sin pensárselo mucho, entro a la tienda y como cualquier cliente, empezó a mirar todo pero con la vista fija en el modelo a escala de la torre Eiffel, camino hacia ella y la sostuvo, era bonita, no muy grande. Quedaría bien en su cuarto, parecía estar hecha de fierro ¿Sería posible? Brillaba en la cima, parecía ser un pequeño adorno, era una pequeña piedra.

 

-Si no lo compras, no lo toques –dijo una voz en tono de reproche pero también había diversión. Era una chica que debía atender allí- normas de venta –agrego como disculpándose.

 

Era castaña y no muy alta, de ojos grandes y bastante simpática, del tipo de chica que veía todos los días, bastante común en realidad.

 

-Lo siento, lo comprare, no te preocupes.

 

-Ven por aquí –miro el objeto y le trajo una pequeña caja- cuesta 80$.

 

Alec buco en sus bolsillos, ojala hubiera traído algo de dinero. Por suerte, tenía cien.

 

-Ten.

 

-Son veinte de cambio y felicidades por tu compra. –Dijo con una sonrisa.

 

Salió de la tienda y saco la torre de la caja, era preciosa, suspiro y camino de vuelta a casa.

 

*

 

-¿Dónde estabas? Mamá quería saber de la misión. –Isabelle salió a recibirlo mientras Iglesia se le estrujaba en la pierna.

 

-Por ahí.

 

-¿Qué…? –pregunto al ver la pequeña caja en sus manos. Alec le mostro, Izzy sonrió y la tomo en sus dedos- es bonita.

 

-Lo sé.

 

 

Regreso a su cuarto, y la colocó encima de sus libros, Jace entro y alzo una ceja al ver el adorno.

 

-Iremos a comer, ¿vienes?  –Sacudió la cabeza y se acostó- lo que digas, te mandare un mensaje donde estemos, por si te animas.

 

Lo bueno de todo esto, pensó Alec, era que no tendría que preocuparse por envejecer, solo por morir combatiendo demonios o lo que sea que se le cruzara en el camino. Su mente voló a su encuentro con la reina de las hadas. El terror de envejecer en un segundo… se hizo realidad. Y las palabras que le dijo no se le habían borrado de sus pensamientos.

 

“Qué rápido se desvanece la adorable mortalidad. Mírate, Alexander Lightwood. Te doy un vistazo de ti mismo en meros setenta años. ¿Qué dirá tu amante brujo entonces de tu belleza?”

 

¿Qué hubiera dicho? Al menos, si hubieran llegado a estar juntos más tiempos, más años. Parecía tan lejano, el estar cerca de Magnus, sentir aquel aroma a sándalo. ¿Qué tan malo podría ser no vivir con el gran brujo de Brooklyn? 

 

¡Lo quería junto a él!

 

Se dio cuenta de lo idiota que había sido, de lo mucho que Magnus le había dado y que apenas había recibido a cambio, él podría estar con cualquiera, hombre o mujer, pero lo había elegido a él.

 

¿Por qué era tan difícil olvidarlo? Si el mismo se lo había buscado. De una forma bizarra, lo había hecho. Magnus, Magnus, Magnus… como una canción de cuna, como un mantra, era un simple nombre, y se había enamorado de él. Tanto. Que no había dado cuenta de que lo que creyó sentir por Jace, realmente, no existía. Pero Magnus Bane… lo suyo con él era real.

 

Se pasó la mano por el rostro, no podía más.

 

Buscaría a Magnus, donde fuera que estuviera, debajo de la última piedra de cualquier desierto. No importaba, él lo encontraría.

 

*

 

-¡Alec! ¿Qué pasa? ¿Dónde vas con eso? –Exclamo Maryse, Isabelle se sorprendió de verle así, al contrario de siempre, Alec sonreía y había algo en sus ojos. Algo que no había estado allí antes.

 

-Me iré un tiempo –explico rápidamente-, buscare a Magnus, no sé dónde este pero lo buscare.

 

-¡Alexander Lightwood! –Grito su madre- ¿pero qué te pasa?

 

-Nada, solo necesito ir a por él.

 

Jace que estaba saliendo de la biblioteca sonrió, al menos ahora Alec parecía tener vida.

 

-Esperaba que hicieras eso, no sé porque. –Alzo el mentón y entrecerró sus ojos- ese es el Alec que esperaba que saliera.

 

-¡¿Te irás con ese subterráneo?! –pregunto Maryse totalmente asombrada- ¿Con aquel brujo?

 

-Me iré un tiempo, nada más. No será tanto. Así que, estaré bien –dicho eso salió corriendo.

 

 

Fue al primer lugar donde podría estar, su departamento, pero había ido muchas veces y no lo había encontrado. Más bien, no había tenido el valor de entrar. Se dirigió allí y busco sus llaves, no las encontró. Por supuesto, se las había devuelto. Pero, él antes de cualquier cosa, le había sacado copia.

 

Esperaba que no hubiera cambiado de cerradura.

 

Al meter la llave, esta le abrió la puerta y con cierto nerviosismo, entro. Estaba vacío, no muebles, nada. No estaba presidente miau, no se le había acercado cuando entro. Bueno, al menos un lugar menos. Que desastre. Pero no era idiota, algo no estaba bien.

 

 

Listo como él solo, pensó Magnus, Alec encontró restos de un glamour, no era fácil engañar a un cazador de sombras como él. Aquellos ojos que tanto le gustaban, que ni un solo día se habían alejado de sus pensamientos, de su corazón. Estaban allí, no fueron ni meses, él estaba allí.

 

Su Alec, estaba en frente a él. Extrañaba sentir el cuerpo de Alec junto al suyo, extrañaba el encanto tan peculiar que solo tenía él. Extrañaba aquella pálida piel que se ruborizaba cada vez que él hablaba de más o cuando lo besaba.

 

¿Podría…? Podría ser posible que Alec estuviera allí por su perdón, que no se hubiera rendido o simplemente seguía pensando como antes.

 

No quería seguir sin él, de poder… podía. Pero la diferencia es: de si puedes o quieres.

 

-¿Magnus? –Susurro-. Sé qué puede que este loco pero creo que estas aquí.

 

Silencio.

 

-Si te interesa, te amo y quiero estar contigo. No me importa el pasado, aunque siempre sentiré celos de todos con los que has estado antes, no te garantizo nada sobre eso, pero sé que es tu pasado. Y lo respetare. Te quiero a ti.

 

Pasaron los minutos y Alec siguió allí. Saco algo del bolsón que llevaba y lo dejo sobre la mesa de comedor. Los ojos de gato de Magnus Bane se entrecerraron y su corazón pareció acelerarse.

 

-Lo compre el otro día, me recordó que… bueno, ya sabes, creo que te gustaría más a ti que a mí. No importa, si un día vuelves, es tuyo.

 

La réplica de la torre Eiffel brillo ante los ojos de Magnus. Quería tocarla, verla más de cerca. Era como un pedacito de sus recuerdos. Antes de que Alec salga, la puerta se cerró abruptamente y el glamour se desvaneció.

 

El gran brujo de Brooklyn estaba sentado frente a él, con presidente Miau al lado, que ronroneo al verlo. El rostro de Magnus lucía algo cansado pero insondable e indescifrable, como la última vez que se vieron.

 

-Alexander –dijo-, eres un chico listo.

 

-¿Por qué? –Alzo las cejas y no respondió- ¿Por saber que era un glamour o por regresar?

 

-Un poco de ambas, debo decir.

 

-¿Eso significa que… -Magnus alzo una mano y lo atrajo hacia él- me perdonas?

 

-Significa que tienes un chance más, no lo desperdicies –murmuro y botó su bolsón, quedo sentado a horcajadas sobre él.

 

-No lo haré –contesto mientras buscaba sus labios y ambos se unían en un beso, el beso que no olvidaría nunca. Sus labios cosquillearon, sus mejillas enrojecieron y sus ojos, se sumergieron en los de Magnus. Como si nunca se hubiera ido de su lado, y en sus manos estaba no volver a hacerlo, jamás.

 

 

Notas finales:

¿¿¿Y??? ¿¿sigo o me tiro de un puente?? jajaja

Cuidense y bye :)


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