Miraba a su alrededor, hasta lugares muy alejados lo único que se veía era destrucción, muerte, caos. Siendo él, probablemente, el único sobreviviente de esa área, esa tragedia solo había llegado a esa zona, pero estaba seguro de que pronto se extendería hasta sumir a todo el hermoso planeta donde él vivía en una profunda destrucción; aunque no era así en verdad, pero pronto lo sería…
Ver los cuerpos sin vida de sus amigos, su familia, eso lo dejaba totalmente desconsolado “¿Cómo es que estoy vivo?” se decía para sus adentros; horas atrás se había desvanecido al recibir un fuerte golpe en la nuca tan fuerte de parte de su enemigo que lo sacó definitivamente de la batalla, y además, para su suerte, también lo ocultó detrás de unos matorrales cercanos. Aun corriendo con la suerte de no haber sido objeto de ataques directos a diferencia de sus amigos, el pequeño tenía algunas heridas leves y otras graves, pero en ese momento no se fijaba en nada más que la imagen que tenía en frente suyo, el dolor que sentía dentro de su pecho opacaba cualquier dolor físico.
Su mente detuvo sus pensamientos cuando de repente una nave fue acercándose hacia el lugar de la batalla, miró el vehículo fijamente por unos minutos hasta que reconoció el rostro dentro de él; “Bulma” pensó, e inmediatamente recordó el rostro de uno de los que yacía en esa escena desgarradora; ahí se encontraba el cuerpo sin vida del orgulloso príncipe Vegeta, con un rostro de resignación colocado casi al borde de una gran roca, el niño pensó por un momento esconderlo de la visión de Bulma, pero sabía que el dolor llegaría de todas maneras, y era mejor que empezara ahora y terminara más temprano.
Bulma aterrizó su nave y se unió al pequeño, contemplando el fúnebre atardecer…
*Al día siguiente…*
La peliazul volaba a toda velocidad en su nave, para llegar a donde se encontraría con el pequeño al que había visto ayer con un rostro de dolor tal que el suyo no se le comparaba. De pronto, divisó a una persona en un terreno muy amplio, y se dispuso a aterrizar.
Bulma esperó el descenso de la nave, y después salió de ella a toda velocidad en dirección al niño, quien se encontraba meditabundo sentado en el suelo frente a una especie de cementerio. Bulma se paró al lado de él, y se quedaron callados por varios minutos, pero de pronto el pequeño dejó sus pensamientos atrás, volteó a girando su cabeza hacia donde se encontraba Bulma, luego bajó su mirada a sus brazos, donde se encontraba un pequeño ser humano; este parecía estar siempre enojado, por su ceño fruncido y la seriedad que demostraba todo su rostro.
- …l me recuerda mucho a su padre – Dijo con cierta tristeza la peliazul.
Y tenía razón, su rostro demostraba el orgullo, la terquedad y la seriedad de su padre; Bulma siguió recordando dentro de sí cosas sobre Vegeta, él ahora estaba muerto, había fallecido antes de que ella pudiera encontrar la bondad, generosidad y la compansión en el corazón del saiyajin.
El niño seguía contemplando el cementerio mientras que se entristecía cada vez más recordando a sus amigos, cuantas cosas había pasado junto con ellos: risas, tristezas, batallas; y ellos siempre habían estado ahí, todos juntos apoyándose los unos a los otros. El pequeño no podía evitar soltar lágrimas al recordar también a su maestro, su amigo, una persona a quién él en serio apreciaba; de pronto, al tener esos recuerdos rondando en su mente se volteó delicadamente a seguir contemplando al bebé que Bulma llevaba en sus brazos.
- Tú… Eres nuestra última esperanza – pensó, tomando de la mano al pequeño ser que se encontraba cómodamente envuelto en una manta.
Gohan, Bulma y Trunks… Los tres juntos contemplaban el trágico amanecer…
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