Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Deseos de cosas imposibles. por ChizuruTakachan

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

Este fic lo comencé a idear en mis horas muertas dentro de un hospital, y es por eso que este fic tiene una dedicación muy importante:

 

@_axia ¡GRACIAS! Los pequeños detalles son los que más importan, me ayudaste en esos días que fueron difíciles, si no hubieses ido esa tarde al hospital, probablemente me habría querido sacar los ojos de angustia. Pero sobre todo, gracias por acrecentar mi confianza con esas compras compulsivas.

Anjelier Como siempre ¡gracias! por que siempre estás ahí, y por arreglar mis blasfemias escritas. ¡Gracias por prestarme a tus niños! 

PasionYaoi Durante esos días me acordé mucho de ti. Pero me hizo tan feliz ese twitt que por eso sólo puedo decirte: ¡GRACIAS CHULISIMA! Ahora ya todo está bien. 

 

Les dejo aquí los links de la canción "DESEOS DE COSAS IMPOSIBLES" de La Oreja de Van Gogh.

http://www.youtube.com/watch?v=_Q29gxqDGBA

Y el link de las imágenes de los protagonistas. Por aquellas que no sepan de quien hablo. 

http://chizurutakanori.tumblr.com/

Notas del capitulo:

 

Aclaraciones de fic creo que sólo son un par:

 

¡Por más que pregunte la diferencia entre "shota" y "chan" NADIE me supo decir una exacta. Según yo, "chan" era niñoxniño. Si había un adulto en la relación ya es shota y el menor debe ser de entre 12/17 años. Todo mundo dio una versión diferente a esto XD

 

En el fic hay partes donde de habla de "usted" o "tu" entre los protagonistas. Yo lo maneje así por que las personas tienden a hablarse dependiendo de la cercanía que se tenga con la otra persona, y también en casos de molestia.

 

 

 

 

*¿Los deseos de Akiya?*

 

 

Las parejas bailan en la pista y las chicas sonríen como princesas de cuentos de hadas, los chicos aparentan ser gallardos príncipes, sonríen de forma seductora según su ver, y entre las piernas guardan sus verdaderas intenciones.

 

Yo nunca me he enamorado. Mis amigos me han presentado infinidad de chicas y hasta algunos chicos, pero lo cierto es que ninguna de esas personas me interesa. Es nuestra graduación y debería, al igual que ellos, estar disfrutando de los placeres que la libertad y la adultez nos regala, pero yo sólo he venido a cumplir con el requisito.

 

Mi vista se posa de nuevo en la pista de baile, en los insinuantes contoneos de las chicas y en las manos extraviadas de los chicos entre las ropas ajenas. Ya es más de medianoche y el salón de fiestas se ha convertido en un verdadero antro de mala muerte. Cansado me pongo de pie y tras coger mi saco, salgo a paso tranquilo rumbo a la calle y sus ruidos comunes.

 

La avenida está a mi disposición, mis pasos apenas y se oyen a comparación de los pasos ajetreados que escucho a mi espalda, las risas cómplices de una pareja que corriendo juguetonamente, choca con mi hombro y se disculpan dejándome ver a una de mis compañeras de clase. ¡Claro! Por fin perderá su ansiada virginidad.

 

Mi antipatía hacia la vida puede que sea algo que se logre tratar con una buena dosis de prozac, o como dicen mis amigos: “nada que una buena revolcada no cure”. El verdadero problema es que de niño creí en el amor verdadero, creí que todos los chicos tendríamos nuestra princesa predestinada y hoy día, sólo soy un triste patito feo.

 

De niños tenemos permitido todo.

 

O al menos eso es lo que nos hacen creer los adultos a su conveniencia, lo cierto es, que cuando los niños les muestran algo que no entienden, reaccionan de formas bizarras. Y entonces de nuevo pienso en esa personita especial de mi infancia, aquella personita de la cual sólo recuerdo su nombre y su rostro el tiempo ha ido borrando, como aquellas fotografías que mi madre rompió.

 

—¡Akki…! ¡Akki! —Como todas las tardes, Naoki salía de su casa corriendo y gritando al ver que yo había salido.

 

—¡No corras Naoran…! —Y como casi todas las tardes, Naoki se caía de bruces contra el piso.

 

Naoki es mi mejor amigo, ambos estudiábamos en el mismo colegio y vivíamos a un par de casas de distancia. Hay que mencionar que esta calle se caracterizó por ser muy tranquila y que era tan común que los niños saliéramos a jugar por las tardes, que nunca faltaba algún adulto que vigilara de todos.

 

Una vida bastante común…

 

—Akki… —Naoki escondió su carita en mi cuello y susurrando me hacía cosquillas—, ¿siempre estaremos juntos? —gracias a la lamparita de noche, que reflejaba estrellitas en las paredes y el techo, pude ver sus ojitos mirarme de forma extraña.

 

—¡Claro! Naoran y yo siempre seremos amigos. —Le sonreí y le hice algunas cosquillas en la panza.

 

Si no puedo recordarle claramente a él, menos puedo recordar cómo es que se nos ocurrían tantas cosas. Lo que sí recuerdo claramente, es cómo tratábamos de pasar la mayor parte del tiempo juntos, cómo Naoki era un niño tan asustadizo y yo me sentía un superhéroe haciéndole sentir mejor.

 

—¿Por qué te mueves tanto Akki? —apretujaditos en la cama, era imposible que mis movimientos no le despertaran.

 

—¡Quiero ir a hacer pis! —apreté mis piernitas por la sensación.

 

—¡Levántate Akki, o mi mamá se va a enojar si te haces pipí en mi camita!

 

Descalzo corrí al baño de su casa, Naoki me seguía porque le daba miedo ir al baño en la noche, así que mientras yo había comenzado a hacer pipí, Nao se subió al banquito que solía usar y también orinó.

 

—Así, no me dan ganas de hacer pis más tarde.

 

Recuerdo que ambos nos lavamos las manos jugando muy calladitos, porque sus papás me daban miedo cuando se veían molestos, aunque realmente tampoco les recuerdo las caras. Lo que sí es imposible olvidar, fue que oímos un grito que nos aterró, unos gemidos que hicieron que mis ojos se abrieran y tomara a Nao de la mano. Con pasos aún más pequeños y temblando de frío, nos acercamos a su habitación, pero fueron esos sonidos los que nos hicieron correr ya que se oían cerca del cuarto de sus padres.

 

—Tengo miedo Akki…

 

—¡Shhh…! Todo va a estar bien.

 

Y al igual que mi madre hacía, besé a Nao en su boquita para que el miedo se fuera y en su lugar llegara el sueño.

 

Mientras mis pies me guían a mi hogar, una vez más sonrío por lo inocentes que éramos. Sus padres tenían sexo y nosotros tan pequeñitos, nos asustábamos por ello.

 

 

El tiempo tan efímero como siempre se fue, dando paso a mi vida de adulto. Las fiestas con los amigos, las chicas y sus redondas caderas y grandes pechos… Todo muy normal sin que para mí fuera algo memorable.

 

Trabajaba por las mañanas arduamente en una construcción, por las noches estudiaba ingeniería, todo con tal de poder vivir en un departamentito cómodamente. Desde que mis padres y yo nos mudamos a Tokio siendo yo menos que un adolescente, la vida era mucho más difícil y cara, así que trabajar y tomar experiencia en lo que algún día sería mi modo de vida no estaba tan mal.

 

Yo, un joven trabajador de medio tiempo, veía a los compañeros trabajar como todos unos hombres fuertes cargando bultos de cemento y arena en sus hombros, con sus manos grandes y cuarteadas, incluso un tono de piel bastante tostado a causa del sol. Yo aún era “una princesa” cómo ellos se burlaban, pero lejos de sentirme ofendido, entendía que esos hombres llevaban muchos años trabajando y por eso merecían todo mi respeto.

 

—¡Ey Akiya! ¿Ésta noche tienes clases en la universidad? —Uno de los trabajadores más jóvenes se refrescaba y al tiempo me lanzaba una botella con agua fría—. Es viernes y es quincena… ¡Noche de vicios! —me levantó las cejas en un gesto de complicidad.

 

—No. Tienes suerte Tora-san… esta noche estoy libre para ver cómo se divierten los machos trabajadores.

 

Nunca creí que mis recuerdos borrosos realmente buscaban a alguien, y esa noche muchas cosas parecían tener menos sentido.

 

Llegamos a un antrillo, de esos que hasta miedo tienes de sentarte porque seguro te contagias de algo. Mis compañeros eran hombres acostumbrados a la rudeza, ellos se sentaron como si estuviesen en su propia casa, incluso el personal del lugar les saludaba con familiaridad.

 

—¡Venga Akiya! ¡Que seas un estudiante de ingeniería, no te hace más delicadito! —Tora prácticamente me sentó jalando de mi hombro hacia abajo—. Ya verás que aquí se la pasa uno muy bien.

 

Por curiosidad giré mi rostro en todas direcciones, e incluso oí como Tora se mofaba de mí al ver que me había quedado pasmado al tener mi vista fija en uno de los rincones del local. Había un grupo de personas sentadas en una mesa, uno de ellos tenía a una chica rubia sobre sus piernas y a otra pelirroja sentada a su lado prendida de su cuello. Era obvio que se manoseaban sin pudor y sus caras decían más que mil palabras.

 

Pero eso no fue lo que llamó mi atención, sino la pareja a su lado. Un castaño sentado de espaldas a un rubio que evidentemente le decía cosas al oído y se notaba agradado por algo. Cuál fue mi sorpresa al ver cómo poco a poco el castaño comenzaba a subir y bajar de forma lenta, el pecho me dolió al ver el gesto de ¿asco? Sí, estoy seguro que el castaño no disfrutaba de ese brincoteo sobre las piernas ajenas, también estoy seguro que el hecho de que mi garganta se haya secado al ver cómo el castaño me miraba con suplica, no era sólo una mera casualidad.

 

De pronto unas carcajadas inocentes hicieron eco en mis oídos, era una risa limpia y de niños pequeños. Parpadeé un par de veces al escuchar que alguien me llamaba y al poner atención en el rincón ese, el hombre moreno que estaba con las dos chicas, hacía un gesto hacia alguien que ya no alcanzaba a ver.

 

—¡Akiya despierta!

 

—¿Qué sucede? —parpadeé otro par de veces y miré a Tora extrañado—. Creo que te traumaste con los putos de la esquina. —Tora dio un trago largo a su cerveza mientras Izumi me extendía la mía.

 

—Creo que lo conozco…

 

—¿A quién?  —Tora dejó su tarro echándose unos chicharrones a la boca—. ¿Al puto follador, o al puto follado?

 

—Al segundo… creo…

 

Mientras mis compañeros obreros disfrutaban de los placeres que la carne en venta te ofrece, yo no podía dejar de pensar: “¿Dónde había visto esa mirada?”. De reojo veía al pelinegro que seguía en su lugar y cuando se puso en pie, instintivamente le seguí, excusándome que iría al sanitario. Incluso  cuando el hombre vio que iba detrás y me miró de forma amenazante y agresiva, le pregunté la ubicación de éstos, me señaló el mismo rumbo por el que él iba. Antes de que él entrara en una pequeña puerta, me señaló la puerta de los servicios y se esfumó.

 

 

Igual que el mosquito más tonto de la manada 
yo sigo tu luz aunque me lleve a morir, 
te sigo como les siguen los puntos finales 
a todas las frases suicidas que buscan su fin.

 

 

Entré al baño y me asqueé aún más. El olor era repugnante a pesar de no verse terriblemente sucio, apenas y tenía una ventanita como ventilación donde definitivamente no cabría una cabeza humana adulta, ya que estaba ahí y con todo el valor que poseía, hice uso de éstos. De pronto la puerta se abrió estrepitosamente dando paso al castaño que me perturbó.

 

—Lo siento… No era mi intención asustarte.

 

—Amm… No hay problema. —Acomodé torpemente mi ropa y tras subir el cierre de mis pantalones me acerqué al lavamanos.

 

—Permíteme… —el castaño abrió la llave por mí y rápidamente lavé mis manos—, no tienes ni idea de la de cosas que tocan esa llave.

 

—Cierto. ¡Y mejor no saberlo! —miré hacia la puerta con ansiedad—. Bien, pues… ¡Un placer! —Salí prácticamente corriendo, el chico me ponía nervioso y de algún modo me causaba asco. Pero un susurro me detuvo justo antes de que la puerta se cerrase.

 

—Ojalá nunca nos hubiéramos encontrado Akki…

 

Cobardía… Tal vez fue eso lo que me hizo salir con prisas rumbo a mis compañeros en lugar de regresar y preguntarle de dónde me conocía. Además de que las arcadas que se escuchaban, definitivamente me gritaban: “vete de aquí”.

 

 

Una vez olvidado el asunto los días pasaron, cuando llegó la siguiente quincena y ya siendo obreros empoderados, pasamos la noche de viernes en ese antrillo vulgar, pero ésta vez no volví a encontrarme con el castaño de aquella vez.

 

Así pasaron los meses, no siempre asistíamos al lugar ese y no siempre íbamos los mismos. En mi caso sólo iba cuando los gastos cubiertos de mis servicios de vivienda me lo permitían, y porque Tora e Izumi me llevaban a rastras.

 

Los meses se convirtieron en años. Una vez como ingeniero civil, había sido contratado en la constructora donde mis amigos trabajaban ya como “maestros”. Éramos un trío imparable, según palabras de los demás obreros, ya que no había orden que yo diera, que Tora e Izumi no secundaran. Nos esforzábamos por tener un buen ambiente de trabajo y si los obreros entregaban puntualmente su trabajo, yo me encargaba de que los de arriba, les dieran alguna que otra recompensa.

 

Una vida común y simple como la de cualquiera. Izumi se casó con una linda chica, y yo fui padrino. Más adelante, Tora tenía una novia con la que ya vivía y pronto tendrían a su primer hijo. Yo tenía una novia bastante guapa, pero de ese término no pasaba, realmente no era alguien especial con quien quisiera pasar mis días.

 

Una tarde, mientras supervisaba una columna que estaba por terminar de armarse, los compañeros cortaron la varilla sin notar que yo estaba por pasar. La rebaba de metal se impactó contra mi pierna no dando tiempo ni de que me quejara, la sangre comenzó a salir a borbotones y fue otro compañero quien gritó que yo estaba herido. Apenas mi cuerpo había caído al piso y yo ya estaba al punto del desmayo, no es que antes no hubiese habido accidentes, pero de eso a que te suceda a ti, es otra cosa.

 

Tora venía corriendo justo cuando me subían al auto del otro ingeniero para llevarme al hospital, le dijo a Izumi que se encargara de todo mientras no estábamos y partimos.

 

¡La sangre es tan escandalosa! Para cuando llegamos a urgencias, ya estaba todo embadurnado del vital líquido, parecía que me hubiesen apuñalado el cuerpo y las personas que se encontraban en nuestro camino se hacían a un lado asustadas. Tora y el ingeniero mayor, cargaron conmigo hasta que un camillero y dos médicos nos recibieron.

 

Los médicos hicieron su trabajo y yo poco entendía en mi estado, no fue una opción, pero debido a la pérdida de sangre terminé durmiendo. Para cuando desperté, me encontraba en una habitación que relucía de limpia y en la que había otras camillas con más pacientes, me moví lentamente y terminé mareándome, así que dejé de hacerlo.

 

—¿Necesitas que llame a un médico?

 

Una voz débil se escuchó claramente al no haber ruidos en la habitación. Abrí mis ojos de nuevo y giré despacio mi rostro hacia mi derecha.

 

—No…  

 

Un chico delgado en extremo, se encontraba en la camilla de al lado. Su pelo castaño se notaba muy maltratado y sus facciones delicadas, se notaban cansadas.

 

—¿Dónde estoy?

 

—Urgencias. Te han atendido ya.

 

—¿Cómo lo sabes?

 

—Estoy despierto desde que llegaste. —Alisó la sábana que le cubría y noté cómo sus delgadas piernas se movían pesadamente.

 

—Y si ya estás bien, ¿por qué aún estás aquí? —Interrumpí sus movimientos que trataban de cubrirle lo más que pudiera.

 

—¿Lo dices porque no estoy inconsciente o, aparentemente no tengo dolor? —sonrió con tanta tristeza que sólo fue como un “ja”— No estoy bien, pero no hay camas libres para que me trasladen a pabellón, así que supongo debería disfrutar de la película gore que hay en este lugar. ¡Pero no te preocupes! Tú no pasarás la noche aquí.

 

—¿Cómo lo sabes?

 

—Oí a los médicos.

 

—Aaah...  —Se hizo un silencio y al tratar de acomodarme de lado, dejé de hacerlo al oír un sonido extraño. Miré al castaño y vi que difícilmente se encogía sobre sí mismo y apretaba los labios y sus puños—. ¿Te encuentras bien?

 

—Sss-sí.

 

En ese momento una doctora entró y se apresuró a revisar sus signos vitales y su medicación.

 

—Yamada-san… ¡Yamada-san escúcheme! ¿Le está doliendo el abdomen? —El chico sólo asintió—, del uno al diez ¿qué número es el dolor?

 

—Och-ocho…

 

—Trate de mantener estirado su brazo Yamada-san, tiene ahí la… ¡rayos!

 

Supongo que era tanta la presión de sus brazos contra su cuerpo que una mancha roja se extendió al tiempo que la doctora había llamado por ayuda. Varios médicos llegaron con batas desechables y cubre-bocas. Tenía razón el castaño, la estadía ahí era una película gore. A la doctora que le había estado hablando, ahora la mandaban a lavarse y vacunarse aunque ella aseguraba no haber tenido contacto. Yo no entendía nada.

 

—Doctor Fujimura, es urgente que este paciente sea trasladado a la unidad de infectología.

 

—No hay camas disponibles señor, ya se está habilitando la habitación en desuso.

 

—¡Pero esa habitación no cuenta con calefacción! El paciente tiene febrícula, le hará peor…

 

—Doctor Nishikawa, es eso, o exponer a toda la sala de urgencias al virus. Ya hemos expuesto demasiado a los pacientes al tenerlo aquí, además es obvio que este chico no será una gran pérdida.

 

Los médicos estaban tan en su asunto, que no notaron que tanto el chico como yo, les estábamos escuchando. Mis ojos asustados se toparon con los suyos, tan tristes, tan vacíos, de pronto su mirada se perdió hacia la nada, justo en el momento en que el médico daba a entender que no valía nada para nadie. Su cuerpo era manipulado y él ya no tenía movimientos.

 

—Yamada-san… ¿Me escucha?

 

—Sí…

 

—¿Le sigue doliendo el abdomen?

 

—Sí…

 

Los médicos se miraron entre ellos y yo sólo veía el rostro del castaño mojado por el llanto.

 

—La habitación está lista Doctor Fujimura.

 

—¡Perfecto! Que las enfermeras asistentes, en cuanto le saquemos de aquí vengan a limpiar junto con el personal de limpieza.

 

La camilla llegó para llevárselo, no pude despegar mi vista de él y al tiempo que le acomodaron en la camilla, me miró.

 

—Adiós Akki…

 

Una última lágrima rodó por su mejilla tras decirlo y cerró sus ojos.

 

Apenas terminaron de limpiar, la misma doctora del principio vino a verme, como supongo era a lo que venía cuando todo sucedió.

 

—Si no tiene ninguna duda más, Akiya-san está usted dado de alta y puede regresar a casa.

 

—El chico… ¿está bien?

 

—Yamada-san está mejor. Supongo que le sorprendió lo…

 

—Yo lo conozco… ¿podría verle antes de irme?

 

—Si lo conoce, entonces podrá verle cuando sea trasladado a su pabellón.

 

—Yo…

 

—Aquí no hay visitas para los pacientes.

 

Sin darme opciones de réplica se fue. Me alisté con la ropa que me entregó una enfermera y me informó que había un hombre moreno y alto que me esperaba en la sala.

 

—Disculpe… ¿Podría indicarme dónde está el baño?

 

—No puede apoyar su pierna, si gusta le traigo un “orinal” o “pato”.

 

—La verdad prefiero ir yo, pero si pudiera ayudarme a apoyarme…

 

—Mmmm… está bien.

 

La enfermera me ayudó a apoyarme y acercarme al servicio. Al fondo del pasillo vi un cuartito apenas iluminado, el pecho me dolió de inmediato. Apenas abrir la puerta del baño la enfermera fue llamada, así que, sin que nadie me viera, me acerqué brincando peligrosa y estúpidamente. Al detenerme en el marco de la puerta pude oír un ligero sollozo.

 

—¿Te sigue doliendo el abdomen? —No pude evitar preguntar, haciendo que el chico se limpiara el rostro con ambas manos y tratara de ocultar su rostro.

 

—No deberías estar aquí. Tienes una herida abierta y ya te han expuesto mucho por… por mi culpa.

 

—Solo quería despedirme…

 

—… —el chico sollozó y con pesadez encogió sus piernas hacia sí—. Ya… ya lo has hecho. Ahora vete antes de que te arrepientas de haberlo hecho.

 

—¿No crees que te estás victimizando demasiado?

 

—Vete. Tú no sabes nada… Tú nunca has sabido nada.

 

—Tú no me conoces y me estás juzgando. Supongo que ya estamos igual.

 

—Akiya-san vete. Vete o comenzaré a gritar para que te saquen de aquí.

 

—¿Cómo es que sabes mi nombre? Si no nos conocemos…

 

Sus ojos se fijaron en mí, tan abiertos, tan llenos de dolor.

 

 

Igual que el poeta que decide trabajar en un banco 
sería posible que yo en el peor de los casos 
le hiciera una llave de judo a mi pobre corazón 
haciendo que firme llorando esta declaración:

 

 

—¡ENFERMERA…! ¡DOCTOR…! ¡AYUDA…! ¡SÁQUENLO DE AQUÍ! ¡SÁQUENLO…!

 

Los médicos llegaron de inmediato para sacarme y entre sermones me llevaron hasta la salida donde Tora me esperaba.

 

 

 

* Los deseos de Naoki.*

 

 

A pesar de mis ojos aguados, vi claramente cómo sacaban a mi Akki casi cargando. Apenas pasó, dejé de gritar como loco, sentí la fatiga de no sé cuánto tempo atrás, y el dolor en mi cabeza parecía fuego ardiendo dentro de ésta.

 

—Yamada-san ¿se encuentra bien?

 

—Tengo mucho frío, también tengo mucho sueño.

 

 

Pasé varios días en esa habitación, hasta que me cambiaron al pabellón donde me correspondía. Sabía que estaba empeorando, cada vez me sentía más fatigado y el dolor en mi cuerpo era más persistente, tenía un par de años de que sabía cómo moriría, pero de algún modo hubiera preferido morir creyendo que mi Akki era el mismo que yo recordaba, sólo bastaba recordar sus ojos curiosos al preguntar: “¿Cómo es que sabes mi nombre? Si no nos conocemos… “

 

—¿Tienes miedo Naoki-san? —un chico de unos doce años me miraba por sobre su manga que estaba leyendo.

 

—No…

 

—¿Entonces por qué lloras tanto si no tienes miedo de morir?

 

—Porque estoy solo. Aunque toda mi vida lo he estado, es triste saber que al morir no habrá quién rece por mí.

 

—Yo puedo hacerlo Naoki-kun. Si tú quieres, yo puedo rezar porque siempre descanses en paz.

 

Ambos sonreímos ante sus palabras y a los pocos minutos sus familiares comenzaron a turnarse para visitarle. ¡Era un gran chico! Yo de verdad rezaba porque su trasplante resultara exitoso, Asahi había tenido mucha suerte de conseguir el hígado que necesitaba para seguir viviendo.

 

Hoy era un buen día para mí, tenía bastantes fuerzas y ánimos de salir a caminar por el hospital. No disponía de mucho dinero, pero podía darme el lujo de comprarme alguna golosina, así que con toda la calma del mundo, estaba debatiéndome internamente si compraba ese dulce con chile o el otro con chocolate.

 

—Mmmm… Creo que me llevo el picante. —Con mi voz apagada le pedí a la dependienta y saqué las pocas monedas que traía en mi cartera.

 

—Que sean los dos, yo pago.

 

Oí esa voz y al levantar la vista, vi a Akiya sonriendo mientras pagaba con un billete. La chica le entregó ambos dulces y su cambio, mientras a mí se me cayeron las monedas que traía en mi cartera -cinco para ser exactos-, me agaché rápidamente y a punto de llorar como ahora acostumbraba ante todo, salí casi corriendo cuando Akiya extendió las golosinas hacia mí. Pero mi mal estado de salud no me dejó avanzar demasiado, y a pesar que Akiya no podía correr me dio alcance rápido.

 

—¿Cómo ha estado Yamada-san?

 

—¿Qué quiere? —no levanté la vista, sólo me senté trabajosamente en el primer lugar que pude. El borde de una jardinera—. Sólo déjeme en paz.

 

—Vi que llevaba un tiempo ahí parado y sólo quise saber cómo estaba.

 

—Bien. Estoy bien, ya me vio, ahora por favor déjeme solo. —Las náuseas se hicieron presentes, cerré los ojos y me dejé resbalar por el borde de la jardinera para poder recargar mi espalda y mi cabeza.

 

—¿Se siente bien? ¿Voy por un médico?

 

—Sólo necesito estar así un momento, ahora váyase.

 

Oí unos pasos alejarse, respiré tratando de controlar esas náuseas y mientras esas molestas lagrimitas se me escapaban, repetí esas palabras que me daban fuerza y de algún modo se habían vuelto como un mantra.

 

—Queda poco Naoki… el fin cada vez está más cerca.

 

—¿Qué es ese fin? —Abrí los ojos sorprendido y al girar mi rostro vi que Akiya estaba sentado en el borde de la jardinera—. Eres una persona tan extraña, pero te encuentro fascinante. Nos conocemos, ¿verdad? Por eso te despediste de mí aquella vez en urgencias, por eso deseaste no haberme visto en aquel lugar de mala muerte.

 

Quise contestarle, pero el nudo en mi garganta me lo hizo imposible y la verdad, no quería saber porqué mi Akki me había olvidado.

 

—¡Naoki-san! ¿Se siente mal? Salí a buscarle porque ya van a servir la comida y no desayunó nada. —La hermana de Asahi se agachó para ayudarme a levantar—. ¿Otra vez son las náuseas? —asentí—. Venga conmigo.

 

Me dejé guiar por la chica hasta el pabellón, lo que no caí en cuenta fue que quien la ayudaba a llevarme, era el propio Akiya que tras acostarme en mi cama, se separó de forma extraña.

 

—¿Es usted amigo de Naoki-san? —Asahi le preguntó con esa candidez que el niño desprendía naturalmente.

 

—No Asahi-kun, el señor fue muy amable en auxiliarme. Pero ya se va. Disculpe las molestias que le causé. —Aún con el brazo sobre mis ojos traté de sonar lo más cortés posible para que Akiya se fuera por fin.

 

—Lo siento… —Asahi-kun se removió en su cama—. Creí que si era tu amigo también podría rezar para que descansaras mejor Naoki-san.

 

—Qué dulce eres… Pero no es necesario, descansaré lo que me haya ganado de descanso por la vida que tuve.

 

—Naoki… no entiendo…

 

—Naoki-san va a morir pronto señor. Pero yo le he prometido rezar por él.

 

Abrí mis ojos tan rápido que me mareé más. Akiya se recargó en la pared detrás de él y me miraba como si algo muy malo le hubieran dicho. Instintivamente sonreí de lado y con las pocas fuerzas que tenía me metí entre las sábanas y me giré dándole la espalda. Ahora sentía un peso menos encima, la única persona por la que había sobrevivido ya podía dejarle ir.

 

—¿Es eso cierto? —Su voz se oía temerosa—, ¿por eso es que estás aquí?

 

—Eso no le importa. Nosotros no nos conocemos y yo, no pienso victimizarme frente a usted.

 

Mis ojos se cerraban lentamente, dejé de oír todo a mí alrededor y caí en ese sueño profundo que tan frecuente se había vuelto de un tiempo para acá.

 

 

Me callo porque es más cómodo engañarse. 
Me callo porque ha ganado la razón al corazón. 
Pero pase lo que pase, 
y aunque otro me acompañe, 
en silencio te querré tan sólo a ti.

 

 

El tiempo ya no existía para mí, los días eran todos iguales y trataba de no pensar. El trasplante de Asahi llegó y con ello pude ver al pequeño niño recuperarse de forma impresionante. El día en que partió lloré como aquellas primeras veces.

 

Otra vez estaba completamente solo. Otra vez estaba pensando en él. Otra vez lo veía mientras sólo dejaba el tiempo pasar.

 

—Naoki-san… ¡Qué gusto verle mejor! —Akiya estaba de pie frente a mí acompañado de una chica muy guapa.

 

—¿Todavía viene a revisión por su pierna? —noté como la chica me escaneaba topándose con la bolsa que colgaba a mi costado derecho. La cubrí de forma nerviosa.

 

—Un último chequeo de rutina… Veo que me equivoqué, la vez anterior no traía eso. —Señaló la bolsa de orina que había tratado de ocultar detrás de mí.

 

—Ah… sí, bueno… gajes del oficio. Una infección urinaria es poco tomando en cuenta los cocteles que ingiero. ¿Es su novia? ¡Yamada Naoki, mucho gusto! —Le extendí la mano y la chica dio un paso hacia atrás.

 

—Hanako, el gusto es mío.

 

—Hana, que descortés. No te pasará nada si le devolvías el saludo de mano.

 

—Tiene razón señorita, no le haga caso a su novio. Mi piel es muy sensible a estas alturas y si puede correr peligro. Si me disculpan yo me retiro. —Me intenté encaminar hacia mi pabellón para descansar un poco, ya había evitado otra vez la hora de comida sentado ahí.

 

—Disculpe mi curiosidad… ¿Qué es lo que padece? —La chica apretó el brazo de Akiya.

 

—Hepatitis B. Lo contraje porque era sexo-servidor. Con permiso…

 

 

—¡Akki! ¿Esta noche dormirás en mi casa?

 

—Naoran, esta noche te toca a ti quedarte en la mía.

 

—Akki… ¿Me regalarás la luna?

 

—¿Para qué quieres la luna Naoran?

 

—En un cuento leí que un niño quería regalarle la luna a la niña que más quería… ¿Lo harás?

 

—Sí. Porque tú eres el niño que más quiero…

 

No había cosa mejor en el mundo. Yo amaba a Kazuhiro aún cuando éramos unos niños, él siempre fue un niño feliz y con una autoestima alta. Yo siempre fui un niño torpe, me caía constantemente y dependía de sus cuidados más que de los de mi propia madre.

 

Esa fue nuestra última noche juntos. Teníamos apenas ocho añitos, y hacía bastante que teníamos por costumbre besarnos en la boca. Todo fue lo de siempre, jugamos, hicimos tarea, cenamos y nos alistamos para dormir. Una vez bañaditos y con el pelo aún húmedo nos acomodamos en su cama para ver un ratito televisión.

 

Como siempre sucedía, nos abrazábamos y Kazuhiro comenzó a darme uno que otro besito haciéndome sonreír. Mi corazón latía tanto con sólo verle, que yo me prometí darlo todo por él. No sé porqué Akki lo hizo, sólo recuerdo que su cuerpecito estaba ligeramente sobre mí, nuestras boquitas se topaban una y otra vez con esos besitos de pollito, ni siquiera puedo decir que nos tocábamos realmente porque era Akki quien sostenía mi manita con la suya. Sé que me asusté cuando nuestros cuerpecitos rozaron y después…

 

Después era echado por su madre y al llevarme a mi casa, me acusaba con la mía de ser un niño sucio y mi mami me zamarreaba. Nunca más volví a ver a Akki, después de eso viví en un sueño eterno para no dejarme morir por la realidad, hasta que la realidad rompió mi burbuja y supe que nada había valido la pena.

 

 

 

Igual que el mendigo cree que el cine es un escaparate, 
igual que una flor resignada decora un despacho elegante, 
prometo llamarle amor mío al primero que no me haga daño 
y reír será un lujo que olvide cuando te haya olvidado.

 

 

 

  

—¡AKKI…! ¡AKKI VEN POR MÍ…!

 

—¡CÁLLATE YA NAOKI! ¡ME TIENES HARTA! —una vez más mi madre me golpeaba. Una tarde más que la hacía enojar—. Métete de una vez en la cabeza esto: ¡Kazuhiro se ha ido! ¡Se fue porque lo que le hiciste fue muy malo y te tiene asco!

 

—Yo no… yo no le hice nada mami… Yo quiero a Akki… es mi… es mi amigo.

 

—Naoki. A mí también me das asco…

 

 

Cualquiera se preguntaría: ¿Y dónde está el padre de este niño? Mi padre ni siquiera sabía lo que mi madre hacía. Era un buen hombre, además de que se esforzaba mucho por sacar a su familia adelante. Pero todos terminan por creer lo que más les conviene y un día sin más, fui echado de mi casa.

 

Ilusamente creí que podría encontrar a mi Akki y si yo podía valerme por mi mismo, sería muy sencillo si lo tenía a él a mi lado. Yo sólo tenía quince años cuando después de la única golpiza por parte de papá, mi único propósito fue encontrarlo.

 

 

—¡Naoran, ese imbécil te dejó inservible!

 

—Ya lo sé Shin… pero tampoco es que pudiera hacer mucho. Si me negaba me iría peor.

 

—¿Crees que algún día podremos irnos de aquí?

 

—No… Llevo tres años abriéndole las piernas a esos extraños y ya me queda claro que sólo muertos podremos salir.

 

—¡¿Naoran qué haces?! Si ven que escondes dinero ¡te van a matar!

 

—Shin, eres mi único amigo en el mundo. Algún día necesitaremos dinero y esos bastardos sólo una patada en el culo nos darán. Mejor ayúdame con la regadera.

 

Shin murió justamente cuando mis malestares comenzaron a incrementarse, un borracho le mató a golpes y nadie hizo nada. Eso era lo que las putas merecíamos. Tanto las chicas como los pocos chicos que nos prostituíamos en ese horrendo lugar, sabíamos que vivir eso era nuestro castigo, supongo que mi madre tenía razón. Era un chico sucio.

 

 

—Shin… Shin ven por mí, por favor…

 

—Doctor, ¿qué le sucede?

 

—Yamada-san ha pasado muy mal estos días, la fiebre esta vez no ha bajado del todo y de la nada vuelve a subir de manera alarmante.

 

—Akki… Akki… perdón…

 

 

 

Pero igual que se espera como esperan en la Plaza de Mayo 
procuro encender en secreto una vela no sea que por si acaso 
un golpe de suerte algún día quiera que te vuelva a ver 
reduciendo estas palabras a un trozo de papel.

 

 

 

  

—Buenos días Naoki-san…

 

Sonreí al escuchar su voz. No sé si estaba soñando, alucinando o ya estaba muerto, pero no quería abrir los ojos para no dejar de escucharlo.

 

—¿Qué hace aquí?

 

—Quise venir a visitarte. Y me encontré con que volabas de fiebre.

 

—¿Cuánto tiempo fue?

 

—Dos días. No sé cuantas neuronas te quedaban, pero seguro acabaste con la mitad de ellas.

 

—He pasado cosas peores. Tengo sed…

 

—Ya viene el médico.

 

 

Probablemente ya estoy tan cansado, que es por eso que ya no hago el intento de correrlo de aquí, o si la muerte es tan inminente que realmente me asusta morir solo. Han pasado un par de semanas que Kazuhiro viene todas las tardes un par de minutos a ver si sigo respirando, incluso ha venido el fin de semana con su novia, me hice el dormido para que pudiera irse y la pobre chica no muriera del susto. Mi piel está tan amarillenta, ya ni siquiera hago el intento de verme en un espejo porque cuando lo hice, me impresioné de ver mi piel y mis ojos.

 

—¡¿Naoki-san necesitas algo?! —me sostenía con mucho esfuerzo del borde de mi cama, Akiya corrió a sujetarme.

 

—No me toque Akiya-san. Sólo necesito un minuto. —Me hice a un lado y concentrando mis energías me senté en mi cama—. Akiya-san, ¿podría hacerme un favor?

 

—Claro que sí. Dime.

 

—Ya no venga a perder su tiempo. —Akiya me miró molesto así que continué hablando con las pocas fuerzas que tenía—. Tiene una novia hermosa que estoy seguro, ya debe resentir su ausencia, cásese y tenga una hermosa familia con ella o con otra chica si se encuentra una mejor.

 

—Yo no creo que ella sea la indicada para eso.

 

—Pues entonces haga su vida y déjela hacer la suya, pero busque ser feliz.

 

—Me iré y no volveré… —apreté la sábana entre mis manos y cerré mis ojos. Ya no había lágrimas en ellos—. Pero merezco saber, ¿cómo es que has aguantado tanto?

 

—No entiendo que…

 

—¿Cómo es que el pequeño Naoran de mis recuerdos está muriendo entre esas sábanas?

 

—Eso ya no importa… Ese Naoran murió cuando llegó a ese horrible lugar, murió un poco más cuando se dio cuenta que nunca había hecho el amor,  cuando no era suficiente creer que algún día te encontraría porque resultó que tú me habías olvidado.

 

—Yo… Lo lamento… Sabía que existía alguien especial para mí, pero no sé porqué no podía recordarte, incluso aún ahora sólo me estoy dejando llevar por un sentimiento sin fundamentos. Era todo como si sólo nunca hubieras existido, no tuve ningún accidente ni nada por el estilo…

 

—Supongo que era nuestro destino.

 

—¿Qué pasará contigo? ¡Si yo no vengo a verte estarás solo de nuevo!

 

—Desde que tú te cambiaste de ciudad siempre lo estuve. Además tengo un buen amigo que seguramente me espera para ese último camino. Tú tienes una hermosa vida por el simple hecho de poder elegir qué hacer con ella.

 

—¡¿Por qué mierda tenías que trabajar de eso?! ¡¿No podrías haber limpiado pisos o hacer algo más?! Mira lo que te ganaste por unos cuantos pesos.

 

—¡LO INTENTÉ! Lo intenté… mientras pudiera llevarme un pan a la boca, mientras pudiera dormir bajo algún techo en cualquier lugar, no me importaba con tal de seguir buscándote. Pero la gente mala sólo está ahí esperando por alguien inocente e ignorante como yo. Sólo tenía dieciséis años cuando me encontraron, desde entonces todo terminó para mí.

 

—Naoran… Déjame acompañarte hasta el final.

 

—No. No… No… No…

 

—Entonces déjame hacer esto…

 

Con sus manos tomó mi cabeza entre ellas, yo lloraba viendo sus dulces ojos y sentí su aliento pegar en mi rostro. Las lágrimas eran hilos amargos que se perdían contra su piel, de pronto mis labios resecos y llenos de dolorosas grietas toparon con sus suaves labios. Mis fuerzas se fueron y me dejé caer sobre el colchón separándonos por esto.

 

—Gracias Akki… Ahora vete ya.

 

Akiya se fue sin mirar atrás, su espalda ancha fue lo único que mis ojos veían hasta desaparecer. Y con tristeza recordé aquella vez que el mundo realmente se me cayó a los pies.

 

 

—¡MALDITA PUTA…! —Ese rubio que era mi cliente asiduo ahora me arrojaba contra el muro—. ¡ME CONTAGIASTE PUTO CABRÓN! —Una patada y me quedaba sin aire—. Pero tú y yo nos pudriremos juntos en el infierno perra… Y sólo esperaré ese momento para que incluso muerto, te arrepientas de lo que me has hecho.

 

Reita escupió en mi rostro y me pateó por última vez. Aoi que era el maldito bastardo que me trajo aquí y que ganaba mucho dinero de mis servicios, entró en la habitación y también me pateó. No podía arriesgarse a contagiarse si me golpeaba a puños.

 

—¡Toma esto y lárgate a morir a otra parte! —Arrojó un puño de billetes en el piso—. Y ni una palabra de lo que sabes, porque yo mismo me encargaré de regresarte aquí y tenerte de piernas abiertas hasta que mueras.

 

Una vez que Aoi se fue, tuve 10 minutos para recoger lo poco de ropa que tenía, saqué la bolsita de plástico que contenía el dinero que robé durante los últimos años, me lo pegué con cinta adhesiva al cuerpo para que si revisaban mi pequeño bolso no me lo quitaran. Recogí los billetes regados y salí sin limpiar mis heridas siquiera.

 

Todas las personas que trabajaban ahí me miraban con asco. Todos sabían que estaba infectado, algunos susurraban “sidoso” otros se preguntaban: “¿hepatitis?”. Pero nadie sin excepción, dijo un “que tengas suerte”.

 

Así fue como vine a parar al hospital, una asociación me ha ayudado con los gastos médicos y dado que contaba con una identificación oficial pudieron hacer válido el servicio médico. Con el dinero que tenía pagué por adelantado los servicios funerarios, los más económicos me recomendó Isshi-san, pero al menos tendría la seguridad de que mis cenizas no terminarían en la basura sino en una fosa común como debe de ser.

 

Ahora que he cumplido mi deseo de volverlo a ver, ya puedo dar el siguiente paso con tranquilidad.

 

 

 

*El deseo de Akiya*

 

 

El único motivo por el que había decido visitar a Yamada-san era lástima. El chico era sólo una persona que se había cruzado varias veces en mi camino y se notaba a leguas que no tenía a nadie más, así que algo dentro de mí me dijo: “No lo dejes solo, al menos tómalo como tu buena obra del día”.

 

Saber que tenía sus días contados me rompió el corazón, a mi parecer era un buen chico con una vida triste, no se veía mala persona, incluso algún familiar de pacientes internados le veían con admiración porque a pesar de su inminente muerte, trataba de hablar y ayudar a los pacientes que creían que la vida había sido injusta con ellos.

 

De la lástima pasé a la empatía por él, pero ahora que sabía que si teníamos un pasado en común, quería saber que la verdad en mi cabeza no eran inventos míos, así que aprovechando el fin de semana me dirigí a casa de mi abuela después de ese deprimente beso.

 

 

—¡Mi niño! Kazuhiro eres todo un hombre guapo… ¡Pasa hijo, pasa!

 

—Abuela, ¿cómo has estado?

 

—Bastante bien hijo. ¡Esta vieja sigue siendo fuerte! ¿A qué se debe tu visita mi niño? Te veo muy preocupado.

 

—Abuela… ¿Tú sabes por qué nos mudados de la ciudad?

 

—¡Por supuesto! Tu padre recibió una muy buena oferta de trabajo, pero eso tú lo sabes muy bien.

 

—Abuela… ¿Tú sabes si pasó algo más? Es que… Siempre tuve esa sensación de extrañar a alguien importante. ¡Cómo si me lo hubieran arrebatado de la nada! Yo… Yo he conocido a alguien que me conocía pero no pude recordarlo.

 

—¡Mi niño…! Yo siempre le dije a tu madre que debía contarte todo y no sólo meterte ideas en la cabeza. —Mi abuela me tomó de las manos para después ir a buscar algo en su habitación, al volver me mostró una foto de dos niños sonriendo en ella—. Cuando vivían aquí, tenías un amiguito muy lindo. Siempre que yo les visitaba, ustedes siempre estaban juntos, a mí siempre me enterneció que cuidaras con tanto esmero de ese pequeño, pero cuando se hicieron un poco más grandecitos él hizo algo indebido contigo y tu madre los vio. Siendo niños tan pequeños no se podía considerar abuso, pero lo mejor fue que dejaras de tratar con él. Sólo estuvieron separados cuestión de una semana a lo mucho, en ese momento le salió a tu padre el traslado y se fueron de inmediato, yo me encargué de la mudanza y de enviar sus cosas después. Por casualidad fui a dejarle a Naoki unos juguetes que eran de él y que tenías tú en tu habitación, cuando llegué a su puerta escuché cómo su madre le golpeaba y le decía cosas hirientes, oí cómo el niño juraba que no te había tocado, que te quería y nunca te haría daño, me rompió el corazón oír como gritaba que le ayudaras, que por favor lo perdonaras. Dejé la caja con sus juguetes en la puerta y me marché, yo no podía meterme en la vida de los demás. Fui testigo de cómo el niño creció solo, algunas veces pasó por aquí esperando encontrarte supongo, siempre agachaba la cabeza al ver que yo le observaba y después se iba. La última vez que vi a Naoki estaba de pie frente a la casa, yo desde el segundo piso le observé y por primera vez me sorprendí de lo guapo que se había puesto ese chico, su rostro era muy dulce a pesar de que se veía triste. Nunca más le volví a ver.

 

—Naoki se está muriendo abuela… Yo… yo no sé qué es lo que siento. Le tengo lástima, incluso le tengo asco… ¡Pero tengo mucho miedo por todo lo que pasó por mi culpa! Nao… ¡Naoran no me tocó nunca! ¡Yo era quien lo besaba! ¡Era yo quien le tocaba y Nao sólo se dejaba, él no sabía lo que yo le estaba haciendo! ¡Éramos unos niños y sólo estábamos reconociéndonos! Yo… mi intención nunca fue dañarlo, no lo tocaba por morbo, los niños hacen eso… ¡Se lo dije a mamá…! Pero ella siempre negó todo hasta que un día la vi romper fotos de nosotros, vi los trozos en su habitación mientras había ido a buscar no sé qué, cuando supe, ya había echado los trozos en la chimenea y desde ahí comenzó a negar que yo conociera a Naoran. Dejé de preguntarle por él ya que poco a poco la vida me alejó y lo olvidé. Olvidé el amor que teníamos y ahora… Ahora él… yo sólo le tengo lástima.

 

—Kazuhiro. Si sólo sientes lástima por ese chico, lo mejor es que te alejes y le dejes irse en paz. Ponte en su lugar, piensa si a ti te gustaría que la persona que tanto quisiste, sólo tuviera lástima como sentimiento hacia ti. Pero si en el fondo de tu corazón hay algo para él, asegúrate que ese chico se vaya con una sonrisa y un “gracias” en sus labios, en vez de el miedo y un “¿por qué a mí?”. Deja de pensar en todo lo que perdiste con él y piensa en lo que puedes ganar a partir de ahora. No importa la cantidad de tiempo, si lo que se da es con amor.

 

Mi abuela siempre había sido una mujer amorosa, así que a pesar de la hora volví a la ciudad. Dormí de inmediato e incluso al día siguiente me levanté muy tarde, así que lo que quedó del sábado lo pasé limpiando mi pequeño departamento y pensando en hacer lo correcto. Llegado el domingo me alisté para ir a ver a Nao, no sabía si le gustaría que le llevara algo en especial, lo más importante era que yo quería enmendar parte de lo que había pasado por mi culpa. Compré un arreglo pequeño de flores y al llegar a su pabellón la tímida sonrisa que había en mi rostro se borró por completo. La cama de Naoki estaba vacía.

 

Casi al borde de la histeria pregunté por él, al principio la enfermera no supo decirme qué había pasado pero tras encontrar un médico que le trataba, supe que ahora estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos. Naoki ya mostraba síntomas de cirrosis desde el viernes por la tarde-noche.

 

Fue uno de los dolores más grandes el llegar a la Unidad de Cuidados Intensivos y no poder pasar a verlo hasta que fuera el horario de visita, y eso sólo era cuestión de minutos cuando llegase dicho horario. Me sentí tan mal conmigo mismo, mientras yo admitía mis malos sentimientos hacia él, Naoran había dado el último paso definitivo para irse.

 

Cuando por fin pude pasar a verlo, después de que me explicaran el procedimiento de limpieza para poder ingresar, sentí un vacío en mis pasos al ver las camillas separadas por unos paneles de cristal. Naoran estaba al final de la habitación. Su cuerpo parecía haber adelgazado cinco kilos en menos de dos días, su piel amarillenta se sentía áspera al tacto y al acercarme, aún con el cubre bocas puesto, podía sentir ese olorcito a medicamentos que despedía su piel.

 

Instintivamente acaricié su cabello revuelto y miré a mi alrededor notando como algunos familiares le hablaban a su paciente, aunque estuviera inconsciente. Sentí un escalofrío al poner atención en el monitor al que Naoki estaba conectado, incluso usaba oxígeno.

 

Tras el pequeño roce de mi mano con su pelo, no supe qué hacer, me sentía estúpido hablarle si sabía que no me estaría escuchando, de pronto abrió los ojos con mucha dificultad, su mirada perdida cruzó con la mía y sentí mi propia vergüenza como un peso sobre mi hombros. Esas lagrimitas que se le escaparon, fueron como dagas en mi pecho, las limpié con mis dedos y sólo sentí un ligero empujoncito con su mano, su mirada decía: “vete por favor”.

 

El monitor comenzó a sonar, en un segundo una enfermera y dos médicos ya estaban ahí revisando sus signos, me sacarían del lugar y sólo pude ver como sus pequeños ojitos se cerraban. Mientras me aseaba para poder salir, escuché cómo decían que su presión había subido, vi como al revisar la bolsa de orina, era de color naranja rojizo el contenido. En ese momento yo sólo deseé que Naoki nunca hubiera pasado por eso.

 

 

 

Me callo porque es más cómodo engañarse. 
Me callo porque ha ganado la razón al corazón, 
pero pase lo que pase, 
y aunque otro me acompañe, 
en silencio te querré tan sólo…

 

 

 

 

*El último deseo de Naoki*

 

 

A estas alturas ya no sabía qué era real y qué era mentira. En un momento despertaba y veía a Akiya hablándome y aunque no le escuchaba, el simple hecho de verlo me hacía dormir tranquilo. No vale la pena mencionar mis males y ni que mi cuerpo ya ni cuerpo se podía llamar, lo que hizo que estos días fueran especiales, fue que Akiya venía todas las tardes a verme.

 

Una vez que salí de cuidados intensivos y gracias a que Akiya insistió, me pasaron a una habitación individual y podía ver televisión en lo que Akki no estaba.

 

—¡¿Cómo está mi enfermito?! —Akiya llegó con un arreglito de flores cubriéndole el rostro.

 

—¡Cómo todos los días! Y eso es bueno. —No le sonreí ampliamente ya que, aunque mis dientes seguían en su lugar, por la medicación estaban manchados y ya todo en mí me daba pena—. ¿Por qué sigue viniendo Akiya-san? No debería desperdiciar dinero así como así. El día de mañana le hará falta para pagar su boda.

 

Pero Akki se limitaba a cambiarme el tema y me contaba sobre su trabajo y sus amigos. No sentía envidia de que él ahora tuviera un mundo en el que yo sólo era “su acto de caridad”, aunque prácticamente estuve encerrado toda mi vida, mientras él hablaba y en algunas ocasiones se reía contándome alguna anécdota, yo podía imaginar los rostros de sus amigos según me los describía, solía interrumpir su narración para preguntarle qué era alguna cosa que no entendía. Él nunca se molestó y me explicó lo que no supiera y continuaba el relato.

 

Poco a poco noté como sus expresiones cambiaban. Sabía que sentía asco por mí, y no lo culpaba ya que siendo objetivos, mi cuerpo estaba en descomposición día tras día, más sin embargo, él trataba de acercarse y no demostrar sus reacciones adversas.

 

Un día tomó mi mano con naturalidad…

 

Otro día me hizo cariñitos con su nariz en la mejilla…

 

Un día se subió a mi cama y se quedó dormido mientras veíamos la televisión…

 

Un día más, me volvió a besar…

 

Por desgracia ahora pasaba más tiempo dormido que despierto, desde ese primer beso y que se declaró mi cirrosis hepática, habían pasado casi dos meses. Dos meses en los que me esforzaba en abrir mis ojos para poder verle, dos meses en los que él dejó de mirarme con aprensión y ahora me miraba con ternura. No me importó el pasado, yo sólo contaba con mi día a día y ahora estaba más agradecido que nunca con él. Ahora le amaba más que cuando éramos niños.

 

Su sola presencia limpiaba el cuarto en el que estaba, su sonrisa me hacía tener esperanzas de un mañana, sus pequeñas caricias me hacían suspirar al grado de llorar de felicidad. Era justo como lo imaginaba cuando todos esos desconocidos me tocaban, mientras gente asquerosa pagaba por mi cuerpo, yo sólo pensaba que tendría mi recompensa cuando pudiera estar al lado de mi Akki y sólo él pudiera tener mi amor, tener mi alma y tener mis sueños.

 

Llevaba tanto tiempo esperando por el final, que ahora que le tenía a mi lado no quería que llegara. “Por favor Dios, dame una segunda oportunidad….”

 

—Yamada-san… Si pudieras pedir un deseo… ¿Qué pedirías?

 

—¿Me concederás un deseo Isshi-san? —Sonreí algo flojo al asistente de la fundación—. Supongo que sería regresar el tiempo atrás, para no pasar aquella noche en casa de mi Akki cuando éramos niños. Tal vez especificaría no compartir ninguna noche de amigos con él.

 

—¿Crees que eso fue el parteaguas para traerte aquí?

 

—Sí…

 

—¿Y si tu deseo pudiera ser algo físico? Tal vez algo material…

 

—Nada… Yo sólo deseaba poder encontrar a mi Akki y ya lo encontré. El decir que poder hacer el amor con él siempre y vivir felices en nuestra casita en el bosque, no cuenta porque aunque Kazuhiro no me ame, el hecho de que su rostro ya no muestre asco al tocarme, me es más que suficiente.

 

—¿Le has dicho lo que sientes? Tú mejor que nadie sabe, que el tiempo no está a tu favor.

 

—…

 

—Te lo dejaré de tarea. Ahora debo irme, pero pasaré la próxima semana si tu salud sigue igual que hoy.

 

Ahora apenas y veía a Akiya. Le extrañaba muchísimo a pesar de que él venía todos los días, mis ojos se negaban a permanecer abiertos el tiempo suficiente para poder conversar con él. Mi corazón latía desbocado al sentir sus manos en mi pelo y en mi rostro, dolía tanto no tener fuerzas para estar con él.

 

—Naoran, ¿cómo te sientes?

 

—¡Akki! —estiré mis brazos hacia él sintiendo de inmediato cómo me abrazaba delicadamente—. Hoy me siento muy bien. Como dormí mucho ¡mírame!

 

—¡Me alegra mucho porque tengo algo para ti!

 

—¡¿Para mí?!  —Abrí mucho los ojos—. ¿Qué es?

 

—Cierra los ojos y estira tus manos. —De inmediato lo hice y una sonrisa apretada en mis labios era notoria—. No abras los ojos hasta que te diga…

 

—Bien.

 

—Naoran… —carraspeó un poco y le oí tomar aire—. Hace tanto que estuviste esperando por mí, hace poco nos hemos vuelto a conocer. Pero tú siempre has sido el mismo Naoran de mis recuerdos, aún cuando tu rostro no me era claro, siempre me miraste de un modo especial. Por mi culpa has sufrido mucho, —se le quebró la voz y apretó mis manos entre las suyas—. Naoran… Tú… ¿Tú quieres casarte conmigo?

 

Abrí mis ojos ya empañados en lágrimas. Akki me miraba con una dulce sonrisa, con cierto miedo en su mirada, pero una calidez indescriptible. Yo no podía decir nada, mi único deseo desde que fui echado de casa de mis padres se estaba cumpliendo. Solté mi mano derecha de entre las suyas, y acaricié su rostro tan lindo, tan suave y rozagante. Sonreí y mis músculos me dolieron, hacía tanto tiempo que no sonreía de forma limpia y de corazón, sólo asentí.

 

Akki me abrazó y tomó mi cara demacrada entre sus cálidas manos y topó sus labios con los míos, sentí su boca envolver mis labios resecos y su lengua acarició y succionó mi boca cerrada. No podía devolver el beso como cualquier persona enamorada, así que acaricié su rostro mientras el seguía succionando y acariciando mis labios.

 

Todo había valido la pena…

 

Ahora que sus manos acariciaban mi espalda huesuda, aferrándose a lo poco que me quedaba de vida, supe que había obtenido lo que tanto deseé.

 

—Te amo Akki… —Me apegó a su pecho sosteniendo mi poco peso entre sus brazos.

 

—Naoran… tienes que ser fuerte. Por favor…

 

—Te amo Akiya… —susurré contra la poca piel que estaba al descubierto debajo de su cuello.

 

—¡No Naoran…! ¡Nos casaremos y seremos muy felices!

 

—Te amo Akiya Kazuhiro… —Ambos llorábamos y sentí sus manos apretando mi cabeza y mi cuerpo con ansiedad. Tenía miedo.

 

—¡AYÚDENME POR FAVOR…! ¡NO TE VAYAS NAORAN…! No te vayas. Ahora no…

 

—Gracias Akki… vive y sé feliz…

 

 

 

 

 

Me callo porque es más cómodo engañarse

Me callo porque ha ganado la razón al corazón, 
pero pase lo que pase, 
y aunque otro me acompañe, 
en silencio te querré, 
en silencio te amaré, 
en silencio pensaré tan sólo en ti.

 

 

 

—Te amo Naoran…

—Hora de la muerte… 16:45…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Pues nada! que si mi hermano se entera que utilice dos ingresos suyos al hospita,l para ponerle al protagónico... ¡Seguro me mata! XDDDD 

 

Espero es haya gustado y a quienes quieran comentar algo que se haya tocado mal en el fic, ¡con mucho gusto les leo! Pero no sean malitas, ponganme tambien el ejemplo de como debió haber sido, ¡porque luego no els entiendo!

 

¡SALUDINES! AYOSE.1BESO


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).