: : : . Capitulo dos . : : .
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Desistiendo a su locura mal encaminada, por los suculentos y preciados besos de Kyle; John le permitió un rato más de su tiempo.
Arreglando el mal entendido de hacía poco. Dejaron en claro que la persona que había llamado era su sobrina, Judith. La chiquilla le había llamado para recordarle a él, que le había prometido el pastel y las velitas para esa noche, en la cual su madre cumplía años.
—La cena comienza a las ocho, y yo le he prometido el pastel —le sonrió.
John seguía enfadado. Las explicaciones no le eran suficientes. Encasillado como el terco que podía llegar a ser, creyó que todo aquello era un plan fraguado en últimas; y quién le había llamado había sido ese idiota que tenía como novio.
Detestaba pensar en ese imbécil. Mucho más cuando Kyle llego aquella noche de noviembre sin más que una moqueta. El desgraciado le había hecho polvo. No solo le había terminado, sino también esa misma noche le restregó en la cara a su nuevo chulo. Por ser muy intimó, aunque no cómo John deseaba; se enteró de todo lo ocurrido. Un problema terrible. Conocerle todas sus andanzas no era fácil. Y lo mismo le hacía difícil creerle, pues en varias ocasiones él fue participe de las endemoniadas excusas que se inventaba.
—¿Me acompañaras? —pidió con uno de esos melancólicos y precavidos besos.
John se mostró un poco complaciente. Al ver esta como la única salida. Insistió a su amigo que le dejase al menos irse a duchar y a ponerse algo más apropiado para la ocasión.
—Si necesitas ducharte, bien sabes que lo puedes hacer acá. Y yo te podría ayudar a enjabonarte la espalda —comentó irónicamente.
Negándose en rotundo cogió sus pocas cosas y se marchó.
Aliviado en gran parte, John salió del preciso recinto de su más grande y delicioso pecado. Y, aunque ninguno de los dos profesase algún tipo de religión; John siempre ser creyó eso de llegar virgen al matrimonio. Y si eso llegase a pasar, lo haría con la persona que él elegiría para vivir el resto de su vida.
Fue la cuartada perfecta, se dijo John, dentro del ascensor. Si yo la hubiese planeado, seguro que no me hubiese salido nada bien. Sonrió al verse libre.
OoOoO
Tras cerrar la puerta Kyle se sintió muy, muy mal. Tan fuera de la realidad. Sin saber qué diablos hacer. Las dudas y los temores rondaban incesantemente sus pensamientos. Sabía que el joven de veintiocho años, que se acababa de marchar, jamás había estado con mujer alguna; y con hombres en definitivo; ninguno.
Seguro que yo no soy lo mejor para él, pensó. Por eso es que ni siquiera desea estar conmigo.
Una lágrima de sufrimiento y de desamor se vio rodarle por la mejilla y desaparecer en el borde de su boca.