Capítulo 1: Adiós madre…
¡No! Madre, no me dejes, por favor, que haré sin ti.
Estaba deshecho, en mitad de ese parque. A media noche, sin agua, abrigo, amor, dinero, ¡nada! Eso es lo que me quedaba; ningún amparo en esta vida, solo me quedaban lágrimas amargas que derramar, pero como todo, tiene fin. Tan amargas y efímeras como la alegría que sentía por vivir.
¿Cómo es que llegué a esta situación?
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Ahí estaba yo, sin percatarme de todo lo ocurrido a mi alrededor en ese cuarto sórdidamente amueblado, no entendía nada. ¿Por qué tenía las manos manchadas de sangre? y lo más preocupante ¿De quién es esta sangre?, todo era confuso en mi mente, me dolía la cabeza y me costaba respirar.
Después de que el dolor amainara giré lentamente mi cuerpo, con una parsimonia que no me correspondía. Ahí estaban esos dos cuerpos inertes en un gran charco de sangre a los que se les había escapado la vida en un suspiro, tan exactos y a la vez tan distintos.
Todas las imágenes, sonidos y gestos se vinieron a mi mente como una gran y desesperante avalancha; mi madre llorando de desesperación, mi cara con gesto descompuesto, mi padre delante de mis ojos con una daga sujeta firmemente con su mano y aun así a punto de llorar.
Era la primera vez que lo veía, la primera vez que sabía de su existencia, esto me dejo en shock, no por verlo por primera vez, sino, porque era la versión masculina de mi madre, por eso yo era la copia perfecta de mi madre… Por eso la familia aborrecía a mi madre, y a mi más incluso que a ella, yo era la prueba del incesto cometido por ellos dos tantos años atrás, yo les recordaba cada día el pecado que en esa casa se cometió.
Temblaba y no podía remediarlo, sus intenciones eran claras: iba a acabar conmigo y no sabía cómo defenderme.
Todo termino demasiado pronto, la situación era surrealista, mi madre abalanzándose sobre él y como se hacían daños mutuamente. Cuando me di cuenta estaba sentado sobre un charco de sangre y sus palabras retumbaban en mis oídos: “TE QUIERO” “TE ODIO”.
Ya no quedaba en este mundo nadie que me quisiera, ni que me odiara, solamente estaba rodeado de hipocresía e indiferencia.
Como un zombi me levante del suelo y me metí al cuarto de baño donde con falsa tranquilidad limpié mi cuerpo milímetro a milímetro, sequé mi cuerpo y mi pelo y coloqué unos vaqueros desgastados y rotos con varias camisetas de mangas anchas y largas y finalmente una sudadera para no morir congelado. Ya nada me quedaba, estaba solo en este mundo y mi futuro era incierto.
*-*-*-*-*FIN FB*-*-*-*-*
Apenas unas semanas habían pasado de aquel suceso, y tal como predije, nadie se preocupó por mí. Nadie me buscó. A nadie le interesó la desaparición de Teo Rivas.
No tenía nada, y necesitaba dinero para sobrevivir, busqué y busqué, pero nadie quería contratarme por tener 18 años. El límite de edad que todos los jóvenes quieren alcanzar para poder comprar alcohol legalmente. Pero a mí no me querían contratar por mi corta edad.
De algo tendría que vivir y no me quedó más remedio que convertirme en un carterista profesional, simplemente con un pequeño y ligero choque conseguía sus carteras y poniendo mi mejor cara pedía disculpas por ir despistado. Simple, ¿verdad? Hasta entonces me había funcionado realmente bien.
Hoy 25/02/2013, Lunes 1:10 de la madrugada, la hora perfecta para cometer mi primer robo del día. Objetivo: un hombre con pintas de tener un buen sueldo, joven, atractivo y apuesto.
Me choco, cojo su cartera, la guardo y pido disculpas, rutina cumplida. Camino tranquilamente y cuando estoy a cinco pasos de él escucho su voz.
-Elegiste mal muchacho, no soy un buen objetivo para estas cosas…
Continuará…