Mentía. Podía sentir las mentiras que salían de sus labios, todo lo que decía no era más que una estúpida mentira.
-ZiTao, deja que te explique.-Negó, no volvería a caer en su juego.
-No. YiFan, sólo olvídalo. No quiero saber qué hacías, mucho menos con quién lo hacías.- ¿Podría llorar? Luego tendría todo el tiempo del mundo para hacerlo, en ese momento no quería hacer más que huir. No volver a estar cerca de aquel hombre, aquel hombre que a pesar de todo el amor que le profesaba era capaz de serle infiel.- Me iré.- Y sin decir más tomó su mochila, la misma con la cual había llegado a ese departamento, y se fue.
La noche ya había caído sobre la ciudad, muy pocas personas caminaban por las calles del centro a ese horario debido a los constantes robos y asesinatos que se cometían. Pero él seguía caminando. ¿Le importaba que llegase alguien desconocido y simplemente, por diversión, le apuntara a la cabeza y le disparara? No, en lo más mínimo. En ese momento no había más que un vacío en el lugar en el cual debía ir su corazón. ¿Por qué? Esa pregunta le había seguido lo toda la semana anterior, presentía que algo malo sucedería. Y así fue.
Jessica. Odiaba ese nombre, odiaba a esa mujer. La odiaba con todo su ser, aquella mujer se había metido en la hermosa relación que ambos chicos tenían desde hacía algunos años. Cabellera rubia, sonrisa siempre en el rostro, una voz que podía gustar a todo al cantar. Eran tan opuestos, quizá…quizá por eso él le había engañado. Todo el amor que alguna vez juró tener no era más que mentiras.
Mentiras.
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-Gracias por dejarme quedar aquí.-
-No agradezcas, Tao. Verás que pronto las cosas se solucionarán.
Sin saber cómo ni por qué, el pelinegro había llegado a la casa de su mejor amigo, BaekHyun.
BaekHyun era un joven de veintitrés años de edad, tenía una prospera carrera como diseñador de modas e incluso tenía su propia firma. Firma en la cual él trabajaba.
Curvó sus labios en algo parecido a una sonrisa y asintió, en ese momento escuchó unos pasos bajando las escaleras. ¿Sería Chanyeol? ¿O quizá fuese uno de los tantos amigos que había visto que Baekhyun cuidaba?
-Oh, Tao. ¿Cómo estás?, ¿cómo está Kris?
Era Chanyeol; podía reconocer aquella voz grave fuese donde fuese. Ladeó su cabeza y buscó con la mirada a su amigo castaño. Una sonrisa más real llegó a sus labios al ver el destello del dedo anular de la mano izquierda de Baekhyun. Comprometidos, lentamente giró su rostro y bajó la mirada. ¿Qué decir? Después de todo, Chanyeol y YiFan eran como amigos, tenían la misma relación que BaekHyun y él.
-Yo estoy bien.- Respondió, tomando el vaso de agua que anteriormente el castaño le había entregado.- Y YiFan, bueno, él también está bien.
-Yeol.- BaekHyun lo llamó, quizá para advertirle que no mencionara a Kris, o quizá para que me dejara descansar. No lo sabía.
“Claro, entiendo” Oyó la grave voz del alto afirmar a todo lo que Baekhyun le decía. ¿Por qué no pudimos ser así? “Te Amo, ¿lo sabías?” No necesitó girar su rostro para saber que BaekHyun se había sonrojado ante lo que su prometido decía, mucho menos halló necesario para notar el casto beso que se daban. ¿Por qué?, otra vez se cuestionaba. Admiraba la relación que ambos habían llegado a tener; pues a pesar de todas las trabas que la vida les ponía, seguían juntos. ¿Quizá…quizá es esta una prueba de nuestro amor? Negó, sabía que no era así. ¿Y cómo es que podía asegurarlo? Muy sencillo, Chanyeol no era para nada desagradable; es más, era uno de los chicos más simpáticos y guapos que había conocido. Las chicas no le faltaban, tan sólo debía tronar los dedos para que una docena de jóvenes mujeres llegasen a su encuentro, pero nunca se aprovechó de eso.
Sólo una vez, sólo una maldita vez. Y sí que la había pagado con creces.
-Tao, ¿no quieres descansar ya?- El pelinegro alzó la mirada y asintió, le tenía envidia. No sabía si de la buena o de la mala, pero le tenía envidia por toda la suerte que había llegado a tener.
-Descansa, Tao.- Nuevamente la voz grave del chico llegó a sus oídos, asintiendo y con una sutil sonrisa en el rostro desapareció, junto a aquel pequeño castaño, escaleras arriba.
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El viento mecía con suavidad la copa de los árboles del parque, se podía aspirar la tranquilidad que denotaba todo el lugar. Hermoso, fue lo primero que pensó al ver toda la naturaleza a su alrededor. A lo lejos podía percibir el sonido que se producía por el agua al caer, como si fuese un riachuelo. Tenía que verlo.
Parpadeó una sola vez, reproduciendo en cámara lenta los movimientos que hacía antes de empezar a caminar por el húmedo césped, los rayos del sol se colaban a través de las hojas de los árboles, una refrescante brisa caló el ser de Tao mientras seguía caminando. ¿Qué más podría encontrar por allí?
Conforme avanzaba el tiempo parecía hacerse más lento. Progresivamente llegó a una pequeña banca situada justo debajo de la grandiosa sombra que un enorme árbol brindaba; un joven de no más de veinticinco años de edad se hallaba sentado allí, sus brazos se encontraban cruzados sobre su pecho mientras que mantenía una respiración acompasada, como si estuviese durmiendo. Su rostro afirmaba aquella idea.
No pensó. Avanzó hasta la banca y se sentó junto al chico, ¿debería decirle algo? No, no quería interrumpirlo, además que la mueca de tranquilidad del rostro ajeno le agradaba, le relajaba.
Sus manos se posaron sobre sus rodillas mientras dejaba salir un pequeño suspiro.
-Hola.-
Dio un respingo, el chico le acababa de hablar.
-Hola…
-¿Quién eres?
-Soy ZiTao.
-Un gusto, ZiTao
-¿Cuál es tu nombre?
-Aún no, más adelante te lo diré.
-¿Por qué no?
-No es preciso interferir con el tiempo, Tao.
No llegaba a comprender sus palabras, ¿por qué carajos no podía decirle su nombre? Oh, vamos, ¿qué acaso vivimos en un mundo reinado por el anonimato?
Quería replicarle, quería que fuese más explícito con sus palabras pero, una vez que giró su rostro para volver a verle, el joven ya no estaba con él.
-Que mierda…