Prólogo
Estaba en mi casa pensando en que podía hacer, estaba de vacaciones de la universidad i no sabía qué hacer. Me apetecía ir a dar una vuelta pero, se estaba muy bien tumbado en la cama pensando. Al final me levanté i me dispuse a ir a dar una vuelta. Cogí las llaves de mi casa y me fui, no me gustaba mucho andar por mi barrio, lo tenía ya muy visto y no era agradable. Siempre estaba llena de orina de perro y olía muy mal. Pero necesitaba dar una vuelta, llevaba más de dos días encerrado en mi casa y ya no aguantaba más allí.
Me puse a caminar por la calle, intentando ir por las calles más limpias hasta llegar al barrio de los ricos que estaba más limpio y apetecía más andar por allí. De repente vi a la única persona que quería ver y en la única con la que había pensado des de que había acabado el bachillerato.
—Raúl —grité con todas mis fuerzas, para asegurarme de que me oyera y empecé a correr hacia él como si mi vida dependiera de eso. Cuanto había deseado que llegara el momento en el que pudiera verlo otra vez.
Raúl se giró para ver quién le llamaba, al girarse i poderle ver su cara mi corazón reaccionó igual que siempre. Se aceleró de tal manera que por un momento pensé que se estaba volviendo loco y seguramente fuese eso, ya que yo estaba locamente enamorado de ese chico.
—¿Óscar? —dijo Raúl mirándome con sus ojos color esmeralda sorprendidos— ¿Qué haces tú por aquí?
—He salido a dar una vuelta. Ya estaba cansado de estar en mi casa —respondí muy nervioso y posiblemente rojo, por la vergüenza y por la carrera.
-¿Quieres continuar con el paseo conmigo? —me dijo un poco indiferente.
-Claro —dije yo muy emocionado. Era mejor que en mis sueños, más que nada porqué era real.
Nos fuimos a dar una vuelta, al principio fuimos en silencio ya que no sabíamos muy bien que decirnos. El silencio por suerte no era incomodo cosa que en parte se agradecía. Mientras caminábamos yo no paraba de mirarlo, la verdad es que no podía apartar la mirada de él, de ese cabello castaño y corto que tanto me gustaba y esa cara que me dejaba atontado de tanta belleza que desprendía.
—¿Qué estás estudiando? —me preguntó después de girarse para mirarme.
—Biología.
—¿Y está bien?
—Sí, a mi me gusta. Era la carrera que quería. ¿Y tú qué haces? —le pregunté interesado.
—Arqueología. Aún que a mí no me gusta, está carrera. Hay demasiada historia para mi gusto —dijo mientras se reía.
—¿Por qué estás haciendo la carrera si no te gusta?
—Porqué no podía hacer otra cosa.
—Por la nota.
—Sí, por los malditos exámenes de esa mierda de asignaturas que en el fondo no me servirán para nada —dijo quejándose en ese momento parecía muy enfadado y hasta me dio un poco de miedo.
—¿Qué quieres ser? —le pregunté de manera tranquila ya que no quería alterarlo más.
—Más bien que quería ser, porqué ya sé que no seré lo que quería. Quería hacer medicina.
—¿Medicina? —esto me había dejado muy sorprendido, no me esperaba que quisiera ser médico.
—Sí, a mi me gusta.
Me lo imaginé con una bata blanca puesta encima de la ropa con un estetoscopio en los hombros, y sus ojos verdes mostrando seguridad a la vez que amabilidad respecto al paciente. Era una imagen realmente bella. Tanto que me subió la sangre a la cara y me puse colorado Abajé la mirada para que él no lo notara mientras pensaba que yo iría a su clínica para que me atendiera él y poder disfrutar de la imagen.
De repente noté una cosa un poco rara y levanté la cabeza, al hacerlo vi que Raúl ya no estaba delante de mí. Me volteé buscándolo pero no había ni rastro de él. ¿Dónde había ido? O más bien ¿Por qué se había ido sin decirme nada? ¿Había hecho algo malo, o que le molestará? No tenía respuesta alguna para estas preguntas. Y ahora ¿Qué hacer? Quedarme aquí esperando, sería algo idiota. Si él se fue sin decir nada, era obvio pensar que no volvería, pero ¿porqué sé fue? Mientras pensaba en esto dejé de notar la extraña sensación que momentos antes me había hecho voltear, y allí lo vi. Otra vez mirándome como si nada hubiera pasado, con la mirada, de repente, preocupada por mi expresión.
—¿Te pasa algo? —me preguntó.
—¿Cómo que si me pasa algo? ¡¿Desapareces de la nada y quieres que no me preocupe?!
—Yo no he desaparecido. Estoy aquí.
—Pero hace unos segundos no. Desapareciste durante un minuto aproximadamente.
—¿De qué hablas? ¿Estás bien? —dijo acercándose a mí un poco más y con cara seria.
—Y-yo… —no sabía que decir. La verdad es que si parecía una estupidez lo que estaba diciendo, pero entonces… ¿Qué pasaba?
—¿Quieres que te acompañe a tu casa?
—Y-yo… —volví a decir muy nervioso.
En eso me coge de la mano y empieza a rehacer el camino hasta el lugar donde íbamos juntos durante nuestra época de estudiantes de bachillerato. Una vez allí se paró ya que no sabía donde vivía. Me miró, yo aun estaba pensativo pero me di cuenta de lo que esperaba así que señalé hacía mí izquierda y él fue en esa dirección aun cogiéndome de la mano. El contacto de su piel con la mía hacía que no pudiera pensar con claridad y que me pusiera más nervioso de lo que estaba des de qué le había visto en esa calle.
—Es aquí —dije en cuanto llegamos, así que nos paramos y abrí la puerta. Me giré a verlo— Entonces… ¿nos despedimos aquí? —pregunté tristemente.
—No tiene por qué. Yo aun tengo tiempo, si quieres me quedo un rato contigo para que no te pase nada.
—Yo… estoy bien… solo un poco confuso.
—Por eso. Me quedaré un rato y vigilaré que no te pase nada por culpa de esta confusión —ordenó mientras ambos empezábamos a caminar hacia las escaleras de mi casa.