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Shady's Closet por HuMi-ChaN

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Notas del fanfic:

Eminem/Tom Kaulitz. 
Los personajes no me pertenecen, sólo la redacción y la trama. Sin ánimos de lucro.

Marshall no salió del closet, él salió de debajo de la cama; ahí era donde se escondía cuando su mamá se ponía a gritar furiosa por cualquier estupidez. Cualquier cosa está bien para molestarse cuando se está perdido de ebrio.

Su tío se había encargado de enseñarle que los hombres deben someter a las mujeres, y que aquel que no quiere follar con mujeres se llama marica, y que un hombre de verdad definitivamente no quiere ser un marica. Pero a Marshall le importaba muy poco lo que aquel hombre dijera, porque él tenía que seguir escondiéndose debajo de la cama mientras su mamá vomitaba en el baño, con la única compañía de historietas que ya había leído por lo menos tres veces cada una.

Marshall no tenía amigos, así que aprendió que más importante que la amistad, era tener la lealtad de tus semejantes, y de los que no se asemejan tanto a ti también. No importa si un hombre te odia, lo importante es que sepa que más le conviene serte leal, y que le demuestres que vale la pena. En cambio, no puedes confiar en una mujer porque todas son unas perras. Te las puedes follar y tratarlas bien para que hagan cosas por ti, pero jamás se puede confiar en ellas.
También aprendió que debajo de la cama es un lugar muy oscuro, pero el closet es un buen sitio para tocar y ser tocado sin que te importe un carajo quién te hace compañía y quien te pueda escuchar afuera, porque la música está muy alta durante las fiestas y todos los colchones ocupados. Y que si coger con otro hombre te hace marica, entonces los maricas saben vivir.

Era eso, pero más que otra cosa, Marshall sabía que era cuestión de jerarquía. A veces simplemente depende de cuántos culos tengas a tu disposición, y de saber cuándo es tiempo de poner el tuyo. Por eso, cuando Marshall quería un culo en su cama no estaba dispuesto a dejarlo ir.
Mucho menos cuando venían con rastas rubias que se paseaban con descaro frente a su cara en la mitad de su concierto, haciendo como cualquier vulgar rapero y con facciones tan finas que se le antojó anormal. Sonrió y llamó a seguridad; cinco minutos después el chico estaba siendo llevado lejos del público, justo a donde Shady lo quería.

Marshall no había salido del closet, había salido de debajo de la cama. Había salido de la parte oscura de la vida, pero sabía que no había salido solo, había estado acompañado siempre, por esas partículas que quedaban en el aire y que nadie quería respirar, por toda la mierda que otros tiraban aunque aún sirviera; de ahí, de todo lo que a los demás les sobraba y a él le faltaba, nació Eminem. De ahí, de toda la mierda que el mundo tiró sobre su alma, nació Slim Shady. Y de ahí, de todos los que era él mismo, el Marshall que educó su mamá, el Marshall que vio morir a su mejor amigo y hermano sin saber por qué, el Marshall que casi muere abandonado en el baño de la escuela, el Marshall que no había estado preparado para enfrentarse contra el mundo, el que huía del peligro entre súper héroes que nunca lo salvaron, había nacido un hombre que obtenía lo que quería porque sabía que nada era imposible, que uno simplemente tiene que patear suficiente para poder levantarse; que uno simplemente tiene que chasquear los dedos lo suficiente y todos aquellos que no saben lo que tú sí y tienen complejo de esclavos, estarán ahí para que pises sus espaldas y te impulses hacia arriba.
Le costó aprenderlo, lo suficiente para saber cuándo tenía que esconderse bajo su gorra y rapear rápido para no ser masacrado; lo suficiente para triunfar.

Lo suficiente para llegar al camerino y encontrarse un chico rubio y bonito esperando por él; un alemán bonito de perfil griego y cuerpo de adolescente en explosión, con músculos lo específicamente marcados para no confundirlo con una chica, pero con demasiado ropa como para tenerlos en cuenta.

No le preguntó su nombre, sólo lo dejó hablar hasta que se quedó sin aire; lo admiraba, lo admiraba como el carajo, casi como un Dios. Lo admiraba tanto que le brillaban los ojos y se sentó a su lado, en una postura poco masculina para lo que pretendía y siguió hablando hasta que la boca le quedó seca. Lo admiraba tanto que se quedó mudo cuando se le fue encima, demasiado excitado ya con su acento marcado y sus cuidadas manos.
Comenzó despacio, porque no era una bestia después de todo; a veces, cuando estaba con su hija, volvía a ser el niño que se escondía bajo las sábanas y fingía que el techo estaba lleno de estrellas; le puso la mano sobre la pierna y palmeó un par de veces antes de decirle palabras obscenas al azar, entre frases bien disfrazadas, calculando posibilidades y asegurándose de no tener que lidiar con un arranque de ira. Para su pequeña sorpresa, el chico comenzó a coquetearle.
Para su sorpresa, gemía en alemán.

Fue rápido y quizá demasiado fugaz para su gusto, aun cuando había durado lo suficiente para que fueran a buscarlo y comenzaran a gritar maldiciones desde afuera y tuviera él mismo que gritar maldiciones desde dentro, blasfemando hasta a los muertos, porque el rubio seguía tumbado en su sillón, con las piernas bien extendidas, con una flexibilidad impresionante, sobre el respaldo y el suelo, con su pene orgullosamente erguido, la cara roja, la expresión contraída, los insultos extranjeros atorados a la mitad de la garganta mientras Shady empujaba y empujaba sin descanso, listo para correrse de nuevo ahí dentro, donde le apretaba suave y gentilmente, succionando con una pasión incendiara, con el culo bien dispuesto y el corazón saliendo casi de su pecho.
Sus testículos se balanceaban contra la base de aquel pequeño y redondo trasero, tan lampiño como el suyo, y entre el placer completo se le escapó un sonrisa que gritaba a los cuatro vientos lo claro que pensaba que aquel chico era un completo marica, y lo mucho que lo estaba disfrutando.

¿A Marshall qué podía importarle que los hombres debieran estar con las mujeres? Si el chico chocaba nudillos como si no hubiera sido su puta y le daba su número para que lo contactara si volvía a Alemania un día.
Qué podía importarle a él, si debajo de la cama siempre había más espacio, más estrellas y estaba menos oscuro. Qué podía importarle a él, ahora que sabía que los súper héroes no llegan como en los cómics a menos que sepas dónde, cómo y cuándo chasquear los dedos.
Qué podía importarle a él, que ya tenía una hija que lo esperaba en casa y un closet que no tenía más monstruos.

Notas finales:

Tenía tiempo queriendo escribir algo del señor Marshall con Tom. Hay varios ya de él con Bill, pero no había topado uno con Tom y hoy tuve inspiración, así que decidí hacerlo. Espero que les haya gustado. Se agradecen los comentarios.


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