Descubrí su presencia en la sala; recogía lo que parecía ser una caja de libros, el cabello cayendo sobre su frente. Había crecido junto a nosotros, prácticamente de nuestra edad.
- ¿William dónde está Joaquim? Necesito hablar con él – pregunté con dificultad. LA cabeza me dolía.
- Me pidió que llevara unas cosas a su casa nueva. Mañana partimos a Suecia.
- ¿A Suecia? No puede ser – ¿si mi?
- Sí, está seleccionando lo que se llevará ya que estará en venta nuevamente. Me encargó que cuando despertara me despidiera en su nombre. Feliz navidad.
- Iré contigo. No puede largarse tan fácil – tenía que aclararme todo, si eso implicaba mi sufrimiento tendría que aceptarlo, después de matarlo por destruir mi vida. Lo amaba, sí, pero al mismo tiempo no podía evitar molestarme con él.
La casa me recibió tan espléndida como la primera vez que la visité. Era realmente una dicha ingresar al recibidor tan bellamente decorado.
- Déjeme anunciarlo un momento – espetó William educadamente ¿Qué le pasaba? Esa casa era para mí.
- No es necesario – lo ignoré pasando de largo. Me dirigí a la sala con inquietud.
Joaquim leía tranquilamente el periódico mientras sostenía una tacita de café distraídamente. Me abalancé sobre él derramando el contenido de su bebida sobre su pecho. No importaba, por fin estaba con él otra vez.
- Joaquim – grité aferrándome a su cuello -. No te vayas, te amo – pronuncié apenas consciente de lo que estaba diciendo. El me sonrió sin dejar de abrazarme.
- Veo que leíste mi nota. Te estaba esperando – habló colocando la taza vacía a un costado.
- ¿De qué hablas?
- Bueno, nunca pensé irme…sin ti al menos. Solo fue una falsa alarma para que te decidieras de una vez ¿Bastante listo no?
La ira crecía dentro de mi exponencialmente. Maldito infeliz ¿Me había timado?
- Estaba seguro de que me amabas desde que sentiste celos de Erik – explicó lindísimo -. Pero al ser tan orgulloso, tuve que tomar medidas.
- ¿Cómo te atreves? Eres un idiota – estallé. ¡Me había asustado en vano!
- Cálmate ¿Por qué me golpeas? – Cogió su mejilla enrojecida - ¿Qué diablos querías que hiciera? ¿Hasta dónde pensabas seguir con la novela?
- Es mi vida – grité tan alto como pude. Era lo último – Si no te gusta vete. Ya, suéltame ¿de qué te ríes? Ya no quiero nada.
- No me importa, ya no estás con Ville, ahora eres mío – me apretó con fuerza ¿con deseo?
- ¿Cómo sabes eso? Eres un…
- Eso no importa. Te amo. Emily siempre lo supo y subestimó mis sentimientos. Tú eres la persona con quien quiero estar siempre – un sentimiento bonito desvaneció en el acto la furia que sentía.
- Estúpido – murmuré rendido.
- ¿Ya te calmaste? ¿Puedo besarte ya? Me muero de ganas – me estremecí en el acto.
- Primero se buenito conmigo y dime cómo sabes todo eso – solicité con cara de niño bueno. Nunca fallaba.
- Bueno, desde que volví William te ha estado protegiendo.
- ¿Protegiendo? ¿De quién? ¿De ti acaso? – No había duda que era un idiota.
- De ti mismo. Eres un peligro – me besó sin esperar mi réplica.
Una vez más me derretí en acto. Esta vez no volveríamos a separarnos nunca más. ¿Qué le diría a mi madre ahora? Sí, mamá, en mi caso el amor no es solo ver perfección en la otra persona, sino amar con toda tu alma sin importar lo idiota que pueda ser el amor de tu vida.