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A New Friend? por WwA

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Notas del capitulo:

Holaa, he aquí un nuevo capítulo. Creo que no me demoré tanto esta vez >-<.

Bueno, sólo me resta decir que espero que lo disfruten nwn.

Capítulo 10.

Troublemaker.

 

 

Algunos días habían pasado desde la llegada de Mercier. Dando paso a una oleada de fans que, no sé porqué, no habían hecho ya un club con su nombre. Se la pasaba rodeado de chicas todo el día, y no, no exagero.

Pero, lejos de sentir celos por la atención que todas o, bueno, casi todas las chicas del instituto –y de otros institutos también– le daban, mi problema con el recaía en: la atención que él le prestaba a Hotaru.

Ya que, pese a su muy apretada agenda, siempre buscaba tiempo para pasar con él, aún cuando eso significaba dejar a un lado a sus fans por momentos –lo que, por supuesto, no las hacía muy felices. Y, a mí tampoco–.

 

Good Morning! –ncluirme como uno. Aunque no podía decirse que estuviese precisamente durmiendo sino, más bien, era un estado de reflexión sobre los hechos actuales que rondaban mi vida.

Últimamente Mei no rondaba mucho a nuestro alrededor, lo que calmaba los celos de Hotaru y me dejaba a mi intranquilo, ya que, pese a que Hotaru ya no se encontraba en un constante estado de celosía, ahora era yo el que sufría un estado de inconformidad con Mercier muy cerca de él. Y, aunque obviamente no era que desconfiase de Hotaru, no podía fiarme de Mercier. Lo que me llevaba al «no eres tú sino él» del que tanto me hubiese reído antes de que a mi vida entrase Hotaru.

 

–Muy bien, chicos –declaró Kaiya, sacándome de mis cavilaciones–. Para la próxima clase resuelvan los ejercicios de la página número 123 a la 130 –indicó, tomando luego sus guías y su bolso al momento en que el timbre del descanso sonó–.

–¿Vamos Hiroki-san? –Inquirió Hotaru, con ambos bentos entre sus manos–.

Asentí disponiéndome a seguirlo.

Llegamos al roble, ahora naranja debido al cambio de estaciones, y nos sentamos dispuestos a comer con la tranquilidad que nos ofrecía la calmada zona donde nos encontrábamos y la compañía del otro.

 

Hotaru suspiró con una sonrisa que elevaba la comisura de sus labios y dejaba ver el pequeño hoyuelo de su mejilla derecha.

–¿Sucedió algo bueno? –Pregunté al verlo sonreír abiertamente mientras me entregaba el bento que me correspondía–.

–Se podría decir –respondió–.

–Hummm –murmuré con un ademán de sonrisa en mi boca–. Y, ¿puedo saber qué te tiene de tan buen humor? –abrí mi caja de almuerzo y tomé el par de palillos que Hotaru me ofrecía–.

Dudó un par de segundos, moviendo su cabeza a lado y lado casi como si estuviese pensando su respuesta y con una nueva sonrisa negó.

–No lo creo –dijo al fin, comenzando a destapar su bento para empezar a comer–.

–¿Por qué? –Indagué, casi sorprendido porque se negase a compartir sus pensamientos–.

–Porque no –se encogió de hombros, como si eso explicase todo–. Te lo diré a la salida, ¿vale?

–¿Me dejarás con la duda durante tanto tiempo? –Intenté parecer afectado y dramático–.

Hotaru sólo rió ante mi pobre actuación y asintió.

–Bien –murmuré, dándome por vencido en eso de insistir–. Que sea a la salida.

Soltó una risita y se acercó hasta mí, plantando un beso en mi mejilla. Lo miré de reojo y sonreí débilmente.

–«Pequeño niño» –como le quería–.

 

Dejé a un lado mis pensamientos y me dispuse a comer, finalmente. Degustando la comida que Hotaru había preparado. Había mejorado considerablemente al cocinar, aunque eso no quiere decir que lo hacía mal antes, no, para nada. Su comida desde el comienzo había sido verdaderamente deliciosa. Aunque claro, de mi boca no saldrían tales palabras, era encantador verlo expectante esperando por mi reacción al comer.

Durante todo el descanso, y para mi sorpresa, Hotaru y yo pudimos disfrutar de un momento a solas. Ni Mei ni Mercier aparecieron para irrumpirnos.

Pudimos degustar un rato, luego de terminar de comer, hablando tranquilamente sobre cualquier cosa que se nos ocurrió.

 

El día transcurrió lentamente, resultando en algunas ocasiones bastante tedioso, pero no era del todo inaguantable. Tenía a Hotaru justo a mi lado y podía dedicarle alguna que otra mirada en algunas ocasiones, además de poder mediar palabra con él en cada cambio de clase.

Sin embargo, en una que otra oportunidad, Mercier se dedicó a imitarme. Dándole demasiada atención a Hotaru, para mí gusto. Haciéndome sentir celoso. Muy celoso.

Las conversaciones de ambos, pese a que nunca pasaban de lo superficial, de verdad me molestaban. Sobre todo por esa sonrisa que le dedicaba Mercier a Hotaru e, incluso, algunas veces, juraba que me dedicaba una que otra mirada a mí. Casi como si me declarase la guerra.

 

Lo que, por supuesto, no iba a permitir.

 

Hotaru era mío.

 

Y sólo mío.

 

Y así, el día pasó. Aburrido pero no tan molesto, salvo por algunas cosas o, más bien, personas.

Justo en el momento en que el timbre de salido sonó y me disponía a retirarme junto a Hotaru, Makoto-sensei decidió llamarme.

–Komachi-kun –llamó desde la puerta–.

Lo miré aburrido.

–«¿Qué quiere?» –Fue lo único que pude pensar, con ligera molestia. Después de todo me estaba quitando el valioso poco tiempo que iba a pasar junto a Hotaru–.

Levanté la vista, dándole una mirada con mi usual rostro inexpresivo.

–¿Sí? –Vociferé, luego de algunos segundos–.

–Necesito hablar contigo. Ven al aula de profesores, por favor –indicó–.

–¿Ahora? –Inquirí, casi como un quejido–.

–Ahora –señaló, tajante–.

–Buen, iré de inmediato.

Le dediqué una rápida mirada a Makoto y éste procedió a retirarse.

–Ya vuelvo –le dije a Hotaru–.

Éste asintió y yo salí, dirigiéndome a la sala donde el profesor me esperaba, quejándome para mis adentros sobre lo muy, muy, muy oportuno que había sido Makoto.

 

Caminé, diligente, hasta el aula de profesores. Para ese momento no muchos estudiantes quedaban en la escuela. La mayoría se encontraba en sus clubs y los otros, bueno, simplemente, se habían marchado a sus casas. Lo que habría podido estar haciendo yo de no ser por el llamado del sensei.

Sí, me estaba quejando demasiado, ya lo sabía, pero, el hecho de no poder pasar tiempo con Hotaru me molestaba en exceso. Últimamente en la escuela siempre interrumpían los momentos que se suponían debían ser sólo nuestros.

 

Suspiré.

Y apresuré el paso hasta la sala de profesores.

–Makoto-sensei –murmuré, una vez estuve en la puerta–.

Makoto me dedicó una mirada al oírme, dejando, por algunos segundos, desatendida a la chica que se encontraba delante de él.

–En un momento te atiendo, Komachi-kun –me indicó, con un ademán hacia la joven que señalaba un momento de silencio–. Por favor, espera –me pidió, volviendo su atención nuevamente a la persona que tenía enfrente–.

 

Me senté, entonces, en un banco cerca de la entrada, mirando detalladamente a los únicos dos individuos que se encontraban frente a mí.

La chica tenía un espeso cabello negro que caía libremente a sus espaldas, formando ligeras ondas que bailaban con la brisa que se colaba a través de la ventana y un tono de piel muy blanco. El profesor por su parte, tenía el cabello color chocolate, era moreno, como el café con leche y tenía un par de ojos castaños que te dedicaban una mirada segura y confiada.

Ambos estaban absortos en su conversación, aunque no tenía ni la más remota idea de qué era lo que hablaban.

 

Pasaron varios minutos antes de que la chica se inclinara en señal de respeto y se despidiese, al fin, del profesor. Dirigiéndome una mirada, por primera vez, permitiéndome apreciar el intenso gris de sus ojos.

–Bye, bye, Komachi-kun –murmuró al pasar por mi lado, con un ligero rubor en sus mejillas–.

Miré atrás, buscándole con la mirada pero, había reaccionado tarde, ella ya se había marchado.

 

–Komachi-kun –Makoto llamó mi atención hacia él, había olvidado, por algunos segundos, todas mis prisas–.

Volteé hacia él y me acerqué, dispuesto a empezar nuestra conversación.

–Dígame, Sensei –dije una vez lo tuve enfrente–. ¿Para qué me ha llamado? –Pregunté, sin ser descortés–.

–Bien, Komachi-kun –respondió echándose hacia atrás, apoyando su espalda en el respaldo de su silla–. No sé, si eres consciente de esto pero, como sabrás, los exámenes finales están más cerca de lo que todos creen y, como su… asesor, digámoslo así, creo que es un buen momento de que los incite a pensar un poco más sobre su futuro –el sensei habló pausadamente, con una cautela que no entendía del todo–.

«¿Está tratando de no ofenderme o sólo no quiere hacerme sentir presionado?» –pensé–.

Aunque tenía claro que la idea era presionarme.

Asentí, sin decir nada y Makoto prosiguió.

–Bien, me alegra que entiendas –sonrió amigablemente y tomó una hoja de la pila que se encontraba sobre su escritorio, ofreciéndome tomarla–.

La tomé y luego de un breve vistazo me explicó: –Sé que es algo, o tal vez, muy pronto para esto, pero no me gusta dejar todo para el final –me miró un segundo haciendo una breve pausa–. Tienes hasta marzo para llenar el formulario, tiempo suficiente para que decidas qué quieres hacer. Por supuesto ese mismo mes es la reunión con los tutores legales de cada uno de tus compañeros, así como también, los tuyos, Komachi-kun –completó–.

Yo asentí, dando por terminada nuestra conversación.

Lo miré un segundo antes de retirarme y tomando firmemente el papel entre mis dedos, salí de allí, encaminándome al aula 3-A.

 

Suspiré cansadamente.

–«Es cierto que ya no queda mucho tiempo –me dije a mí mismo–, habrá que comenzar a pensar sobre todo esto. Makoto tiene razón, después de todo: las decisiones apresuradas nunca te dejan satisfecho».

Guardé el folio, luego de doblarlo algunas veces, en mi bolsillo y apresuré mi paso para no seguir haciendo esperar a Hotaru.

Caminé con prisas hasta la puerta del salón, deteniéndome antes de abrir la puerta, quedando completamente estupefacto ante la escena que se alzaba frente a mí.

 

Hotaru…

 

Él y Mercier…

 

Se estaban besando…

 

«Esto… es una broma… ¿cierto…?»

Notas finales:

Espero les haya gustado n.nU.

Gracias por leer♥.

 


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