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Rana Souchi y el joven señorito Morinaga por Miny Nazareni

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Notas del fanfic:

KoiSuru Boukun y un SouchiXMorinaga con ciertos toques de humor y romance.

Notas del capitulo:

Hace mucho tiempo que he tenido en mente escribir un fic de Koisuru Boukun, sencillamente porque amo esta historia con todo mi corazón. Pero no me animaba a hacerlo y sólo leía fics. Un día perdí mi miedo y decidí abrir una cuenta aquí y subir mi historia, ojala les agrade, es más cómica que romántica, pero sin duda sé que el concepto agradará. Si no, pueden golpearme, lo aceptaré con gusto. 

Nada me pertenece, todo es de la gran Hinako Takanaga.

Rana Souchi y el joven señorito Morinaga.

Kanako no podía dejar de mirar la hoja en blanco. Se mordió los labios en señal de preocupación y suspiró sonoramente. Todavía podía recordar con exactitud las palabras de su profesora:

“Necesito que liberen su imaginación y hagan una nueva versión de cualquier clásico que conozcan. La Sirenita, Cenicienta, etc; hay muchas posibilidades. ¡Echen a volar su ingenio y sorpréndanme!”

Miró al techo de su casa agradeciendo que Nii-san no estuviese ahí, ni Matsuda ni nadie. Una idea prosaica se acababa de cruzar por su cabeza y sin duda alguna, no debía permitir que nadie la descubriera. Principalmente su hermano mayor. Me mataría, pensó afligida.

Tomó la pluma y comenzó a escribir.

Érase una vez… no… más bien… no me agrada ese comienzo. Podemos decir muchas cosas de este cuento de hadas, pero en definitiva, no es algo común, lleno de miel ni mucho menos una historia romántica. Nuestro relato tiene lugar en un viejo charco cerca de un castillo muy abandonado, llamado Nagoya. En el charco vivía una rana peculiar, pero no se trataba de cualquier anfibio. Se trataba de la aterradora y feroz Rana Souchi y su familia, la joven ranita Kanako y la muy sabia y anciana rana Matsuda-San.

Rana Souchi era temido por todos en el charco. ¡Y cómo no! Tenía un temperamento de los mil diablos, siempre gritando y golpeando a todos, siempre alterándose y siempre negando cualquier cosa que tuviera la etiqueta de “amor” escondida en alguna parte. Sí, Rana Souchi nunca demostraba sus sentimientos, al menos no fácilmente.

                —¡Nii-san! ¡Por última vez! ¡Te lo pido!

                —¡No es no!

                —Pero…

                —¡Es mi última palabra! ¡No iré a una estúpida fiesta, de unas estúpidas ranas, en un estúpido charco! ¡Y tú tampoco!

La jovencita rana frunció la boca y exclamó furiosa:

                —¡Y entonces cómo rayos piensas romper la maldición!

Rana Souchi se exasperó. “Estúpida, estúpida maldición” se dijo en la mente.

La historia era sencilla. Rana Souchi y su familia no siempre fueron ranas. Hace muchos años, Tatsumi Souchi y su familia eran humanos y estaban juntos, vivían en el abandonado palacio Nagoya y todo era felicidad. Bueno… casi.

Tomoe Tatsumi, el hermano menor de Souchi se enamoró de su tutor de un día para otro y Kurokawa, mencionado tutor, también le quería. Pero Souchi era un hombre tiránico y agresivo que odiaba a los pervertidos homosexuales con toda su alma. Al ver que su hermano menor había caído en las garras del maldito pervertido de Korokawa, decidió prohibir ese amor.

Desolado y triste, Tomoe recurrió al mago del pueblo, Isogai. Le rogó desesperadamente ayuda para poder estar con su amado y el mago creyó que una conversación con el tiránico Souchi calmaría las cosas. Pero no fue así, al contrario, todo empeoró y Tomoe desdichado decidió huir con su amante.

Las cosas se complicaron y cuando Souchi descubrió lo ocurrido con su hermano menor, se enfureció tanto que maldijo el día en que Tomoe había nacido y lo negó como hermano. Isogai, furioso por tal actitud egoísta, lanzó una maldición sobre Souchi y su familia. Sus palabras fueron tales:

“Eres cruel y malvado, un tirano, un ser despiadado. No conoces ni comprendes el verdadero amor. Puede que por fuera tengas la apariencia más bella, pero tu interior es horrible. ¡Yo te condeno Tatsumi Souchi! ¡Te volverás cómo eres en el interior! ¡Tu apariencia será horrorosa y condenarás a tu familia contigo! ¡Así vivirás por siempre y sólo cuando alguien pueda amarte a pesar de ser como eres y que tú también le ames, serás libre! ¡La maldición se romperá cuando otorgues ese primer beso de amor!”

Y así fue como la familia Tatsumi (exceptuando a Tomoe, por supuesto) se convirtieron en asquerosas y horribles ranas condenadas al exilio en el charco.

Rana Souchi estaba consciente de que debía romper la maldición. No por sí mismo, no tenía inconveniente alguno en ser una rana, pero su hermana y su tía no merecían tal destino. Sin embargo, simplemente no podía. Primero: ¿Cómo alguien podría amar a una rana? Y segundo: ¿Cómo él podría enamorarse? Era una estupidez, sin duda alguna, la peor estupidez de todas.

                —Nii-san, a veces me pregunto si realmente existe esa persona que llegue a amarte—comentó al aire Kanako y Souchi la miró serio.

Era verdad. ¿Existía esa persona?

La respuesta era simple: sí, y estaba a punto de conocerla.

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                —Joven señorito, de verdad espero que el castillo le haya agradado.

Un joven de cabellos castaños y ojos cafés hacía reverencias de vez en cuando. Todo por agradar al jovencito de 21 años que se encontraba admirando el lugar. Nagoya era un castillo hermoso, no entendía porque sus dueños lo habían abandonado de repente.

                —Me gusta Hiroto-kun, creo que es perfecto. Además, mi hermano no podría estar más de acuerdo. ¿Cierto nii-san?

El aludido enarcó una ceja por varios segundos y después suspiró sonoramente. No, no lo estaba. No quería eso, pero ambos sabían que era lo mejor. Después del escándalo con el joven Junya, su hermano menor debía alejarse un tiempo de la casa real y qué mejor lugar que el abandonado castillo Nagoya. Ubicado a kilómetros de la capital y rodeado de flores, paz y tranquilidad. Eso era lo que Tetsuhiro necesitaba en ese momento.

                —Sí, es realmente bonito.

Hiroto guardó silencio y ordenó al resto de los criados que asearan el lugar y que se encargarán de cualquier cosa. Y con “cualquier cosa” se refería a investigar los alrededores de Nagoya. No permitiría que los extraños rumores acerca de los fantasmas aquejaran a su señor, no cuando él necesitaba descansar y olvidar sus penas.

Kunihiro miró a su hermano con nostalgia y le dio un gran abrazo antes de irse deseándole que todo saliera bien en su nueva estadía, Tetsuhiro correspondió el abrazo emocionado. Saber que, al menos, un miembro de su familia aún le quería, le hacía sentir feliz.

A lo largo de los días, Tetsuhiro Morinaga fue adaptándose al gran castillo, siempre en compañía de su buen amigo y sirviente Hiroto. Le gustaba dar largos paseos por los alrededores y devorarse por día un libro de la biblioteca.

De ese modo, sucesos siguientes fueron inevitables. Era imposible. Tarde o temprano, Tetsuhiro encontraría el gran charco cercano al castillo. Y así fue.

                —¡Wow! ¡Hiroto, ven aquí pronto!

                —¡Joven señorito Morinaga! ¡Qué ocurre!—acudió el sirviente alarmado

                —¿Sabías de este lugar?—le preguntó señalando el charco y Hiroto se sintió nervioso.

¿Cómo decirle que el charco era parte de las viejas leyendas que circulaban alrededor del castillo?

                —Bu… Bueno… sí.

                —¿Y porque nunca lo mencionaste? Es un lugar hermoso. Me gustaría nadar en él.

                —No se lo recomiendo señor—replicó al instante Hiroto. No creía en las leyendas, pero más vale prevenir—Hay horribles y peligrosas criaturas dentro.

                —¿En serio?—suspiró decepcionado

                —Así es.

El Joven señorito Morinaga se encogió de hombros y aceptó. No había remedio si era imposible. Sin embargo, eso no significaba que no pudiese sentarse a la orilla para admirar el lugar. Le ordenó a su sirviente que preparara un picnic, deseaba desayunar ahí en ese momento. Preocupado, Hiroto acepto temiendo por el joven señorito. “¿Estará bien dejarlo sólo en ese lugar? ¿Pero qué tonterías dices Hiroto? No hay conflicto alguno, las leyendas sobre la aterradora bestia que vive en el charco son mentiras” se regañó el joven alejándose hacia el castillo.

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Había sido un día agotador para Rana Souchi. Una vez más había accedido a los ruegos de su hermana y había asistido a la fiesta de ranas en el otro lado del estanque. Fue una basura, odiaba a todas las ranas, sapos, lagartos y cualquier clase de anfibio y/o reptil que se le acercaba. Además, todos eran machos. ¿Por qué rayos les atraía a los machos? Él era un macho también. ¿O acaso no se notaba que era uno? Después de golpear a casi todos los invitados de esa fiesta y salir maldiciendo, Souchi terminó haciendo berrinche en su lado del estanque, ocultándose de una molesta Kanako y una comprensiva Matsuda-san. No era justo, su familia no debía pagar por sus errores. Después de muchos años meditándolo (y siendo una rana) Souchi había entendido su mal actuar con su hermano, pero no por ello se rompería la maldición y eso lo sabía perfectamente.

Decidió salir del estanque y relajarse a la luz del sol un rato. Lo que más odiaba de ser una rana era tragar moscas, era parte de su instinto y lo detestaba, pero no podía evitarlo. Salía un poco, una estúpida mosca volaba y su lengua ya se encontraba fuera atrapándola. “Asco, asco, asco” se repetía una y otra vez, pero se imaginaba que esa situación era mucho peor para Kanako y Matsuda.

Se recostó sobre un lirio y cerró los ojos sin ser consciente de que alguien llevaba rato mirándole y ese alguien no era precisamente un reptil.

Morinaga estaba tan absorto en el charco y sus hermosos lirios que pudo divisar al instante la rana que apareció. Se talló los ojos bastante  porque no creía lo que veía, más que eso, no creía que estuviese perdiendo la razón tan pronto. Pero lo hacía, solo de esa forma se explicaba porque al mirar semejante rana había sentido cómo su corazón se aceleraba y sus mejillas se sonrojaban. “No me digas que te parece linda, verdaderamente has enloquecido” se dijo en su cabeza. Pero atrapado por esa “belleza”, Morinaga se acercó al charco y tomó en sus manos la desprevenida rana para admirarla mejor.

Souchi reaccionó al instante al sentir cómo era sujetado e hizo lo primero que se le vino a la mente: patear y gritar:

                —¡Bastardo suéltame!

Morinaga lanzó la rana al aire y Souchi tuvo la suerte de caer en el estanque y no el suelo. El joven señorito tenía los ojos abiertos y no lo podía creer. Definitivamente estaba loco. Mira que escuchar una rana hablar.

Sin embargo Souchi se encargo de devolverlo a la realidad propinándole un golpe en la cabeza mientras reclamaba:

                —¡Qué te has creído infeliz para tocarme sin mi permiso! ¡Además! ¡Quién eres y qué haces aquí! ¡Responde! ¡Quién te ha dado permiso de invadir las tierras Tatsumi!

Fue entonces cuando Morinaga reaccionó y replicó asustado:

                —Tú… tú puedes hablar… en verdad hablas, mi imaginación no es tan poderosa.

                —Por supuesto que hablo imbécil—dijo Souchi sin entender lo que el muchacho decía—pero no me has respondido. ¿Quién rayos eres?

Morinaga se levantó y haciendo una respetuosa reverencia se presentó.

                —Soy Morinaga Tetsuhiro y vivo aquí, en Nagoya.

Rana Souchi hizo un tic en el ojo. Morinaga, Morinaga, Morinaga… ¿Dónde había escuchado ese apellido? “¡Claro! El rey Morinaga, este tipo que tenía enfrente seguramente era uno de los príncipes y a juzgar por su rostro, era el menor.”

                —Asumo que compraste Nagoya al creerlo abandonado. ¿Me equivoco?

“¿Creerlo?” se preguntó Morinaga. Nagoya estaba abandonada, los Tatsumi, antiguos dueños de ese castillo, habían desaparecido misteriosamente hace algunos años. A no ser que esa rana parlante… no… no… era imposible, sacudió su cabeza tratando de alejar tal idea. Justo entonces Hiroto hizo su aparición y lanzó la bandeja al aire aterrado.

                —¡La bestia feroz!

                —¿Bestia feroz?—preguntaron al unísono Morinaga y Souchi

                —¡Joven señorito Morinaga, aléjese de él!  ¿Acaso no ve que es peligroso?

Souchi enarcó una ceja y decidió largarse de ahí. No estaba de humor para soportar tanto griterío. Pero en cuanto Morinaga se dio cuenta que la rana se iba le gritó tratando de detenerlo.

                —¡Espera! ¡No te vayas!—la rana volteó y lo miró fijamente mientras Morinaga se sonrojaba

                —¿Qué quieres?

                —Al menos… ¿Podrías decirme tu nombre?

El anfibio hizo una mueca de fastidio y planeaba retirarse ignorando su petición, pero algo en los ojos del desesperado príncipe le hizo desistir. No pasaba nada con revelar su identidad, no era como si fuese a romper o a empeorar la maldición con eso.

Se puso en posición para saltar mientras decía en un susurro:

                —Souchi… Tatsumi Souchi—y dicho eso, se lanzó dentro.

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                —Bueno, ahora muchos de los rumores tienen una explicación lógica—dijo Hiroto despreocupado mientras preparaba el té en la habitación del joven señorito Morinaga.

                —¿Tú crees Hiroto? Quiero decir, los Tatsumi desaparecen misteriosamente, el castillo es abandonado, la gente de los alrededores cree que hay fantasmas y luego hablan de bestias aterradoras en un estanque. Todo para que al final, una rana parlante me diga que es el desaparecido líder del castillo Nagoya. No creo que haya una explicación lógica para tales acontecimientos.

                —Tal vez no sea lógica, pero al menos es una explicación.

                —¿Cómo es posible?

                —La magia existe en estos lares joven señorito Morinaga, seguramente los Tatsumi están bajo una maldición que los volvió ranas y los condenó a vivir en el estanque—razonó Hiroto mientras se acariciaba la barbilla.

                —¿Qué clase de maldición hace eso?

                —No lo sé, mi señor.

El joven señorito suspiró. Estaba recostado en su cama mirando al techo y pensando en la rana parlante. No se lo explicaba, pero no podía sacársela de la cabeza. Había muchos motivos, su reciente descubrimiento, las razones de dicha “maldición”, las réplicas ante el castillo, pero la más importante era la rana en sí. Tatsumi Souchi seguramente había sido un hombre hermoso, a pesar de ese temperamento que la rana Tatsumi había mostrado, no podía dejar de pensar en su belleza.

                —Es una rana muy linda. ¿No crees?

Hiroto tropezó con el té en sus manos derramándolo. ¿Había oído mal acaso? ¿Tatsumi Souchi siendo lindo? Esa rana era cualquier cosa, menos linda, estaba seguro de ello. ¿En qué rayos pensaba su señor? Como si hubiese leído su mente, Morinaga volvió a hablar.

                —Creo… que me gusta.

El empleado estuvo a punto de desmayarse. En efecto, el joven señorito Morinaga había perdido la razón, sólo explicaría que le agradara semejante bestia.

                —Yo más bien creo que usted está un poco enfermo joven señorito Morinaga, tal vez deba prepararle algún remedio o tal vez…

                —No Hiroto, tengo otra cosa en mente—le interrumpió mientras se levantaba de su cama con una brillante sonrisa en su rostro—prepáralo todo para un gran banquete, mañana recibiremos a Tatsumi –kun y a su familia.

                —¿Ehh?

                —Si realmente me gusta, quiero conocerlo a fondo. Tal vez pueda averiguar el motivo de dicha maldición e incluso ayudarlo a romperla.

                —De acuerdo mi señor—dijo más resignado que preocupado. ¿Qué otra opción tenía el joven sirviente más que obedecer?

Notas finales:

Ojalá perdonen a esta novata en sus primeros fics y espero de corazón que les haya agradado como a mí y si desean que lo continue lo haré. Será una historia corta, lo juro. :)


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