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En una noche de lluvia por Hanabi Angel

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Notas del capitulo:

actualize rapido ;P creo yo...jajaj se suponia q esta segunda y la parte anterior eran un solo capi pero lo encontre muy largo y me dio pereza seguir escribiendo x.x y entonces quedo dividido en dos...

-Ya me tienes, ahora cumple tu promesa y no me sueltes…-Susurró al oído del beisbolista, no le importaba si al moreno se le ocurría arrepentirse después, su corazón ya estaba hecho trizas hace mucho tiempo, otro golpe no podría causarle mas daño del ya recibido. Si esta ves pasaba lo mismo, solo debía levantarse e irse…

-Lo siento, Gokudera…-El peliplata sonrió para sus adentros, no le quedaba mas que eso. Aun si sabia que siempre se arrepentían al final el dolor seguía siendo intenso y sus lagrimas de todos modos amenazaban con salir mostrando lo patético que era al creer esta vez en un idiota y despreocupado que había conocido solo hace un par de horas antes-Lo siento, Gokudera…pero si te pones tan cerca mío no podre contenerme por mas tiempo…entiendo lo que has vivido y forzarte no esta en mis planes, es solo que ahora no me la estas poniendo nada fácil…-El albino quedo en blanco, esperaba la puñalada por la espalda que siempre llegaba, pero viéndolo mejor, el había dado el primer paso a ello, en verdad la posición en la que se encontraba era demasiado sugerente, bueno, tantos años trabajando en ello le hacían verlo casi normal, nauseabundo, pero normal.

-¿Quieres acostarte ahora conmigo? ¿Quieres sexo a cambio de cuidarme?- Su voz entrecortada no ayudaba a disimular el miedo, trató de alejarse, poner distancias, pero su cuerpo tembloroso no le permitía moverse a voluntad, no le permitía huir como siempre, aunque por otra parte no deseaba hacerlo tampoco, quería permanecer en esa posición toda su vida, deseaba sentir la felicidad que le embargaba por abrazar a esa cálida persona que tan solo tenia que sonreír como un idiota para llenarle de luz su vida completamente a oscuras.

-Claro que no quiero nada a cambio de tenerte en mis brazos y cuidarte- Yamamoto se rascó la mejilla avergonzado- Es solo que para alguien que me dijo que solo era un adolescente con las hormonas alborotadas, esta postura es algo…La verdad es que no puedo sacar de mi cabeza los deseos de hacerte el amor, sin embargo no quiero lastimarte, puedo esperar todo el tiempo que quieras…-El menor se sonrojó hasta las orejas, levantándose como si de pronto el cuerpo del pelinegro quemara, no podía hablar por el impacto que le causaron esas palabras, “hacer el amor” ya no era simple sexo y satisfacción propia, lo que el otro quería era demostrarle cuanto le quería y su corazón ya latía peligrosamente rápido como para ponerse a pensar en un contacto tan intimo y lleno de amor como ese. Yamamoto le observó con una sonrisa poniéndose de pie para apoyar su frente contra la del pianista.

-No te asustes, te dije que no haría nada que no quisieras, no te estoy obligando…

-Hagámoslo…-Interrumpió bajando la mirada haciendo que el mayor dudara.

-En serio, Gokudera, no es necesario…

-Tu fuiste quien me dijo que estaba bien si me acostaba con quien yo quisiera mientras fuera mi decisión, pues bien…ahora quiero que me “hagas el amor”, idiota…

Sin esperar respuesta, el menor comenzó a deshacerse de la ropa. Sus manos temblorosas y los ojos fijos del otro en el no le ponían la tarea fácil. Todo eso era demasiado vergonzoso, no estaba acostumbrado al cariño ni a la paciencia que le demostraba el deportista, ni el jamás había llegado tan lejos con un hombre. Cuando a sus jefes se les antojaba sobrepasar la línea el simplemente les daba una patada y escapaba.

Suspiró frustrado, los botones de su camisa no cooperaban y sus confusos pensamientos tampoco ayudaban a tranquilizarlo, bajo sus manos incapaz de seguir con lo que hacia, pero Yamamoto las tomó entre las suyas y atrayéndolo hacia sí, le besó. Un contacto que le tomó por sorpresa, no era su primer beso, pero si el primero en estar lleno de ternura y amor, tan dulce e inocente que le hacia llorar. El ojimiel le estrechó entre sus brazos como si fuera un verdadero tesoro mientras el no dejaba de derramar lagrimas como un tonto, quería estar así por siempre, pero esta vez era su cuerpo el que le pedía llegar mas allá con el idiota que le abrazaba. Deseaba con todo su ser hacer el amor con Yamamoto.

-Gokudera…-Susurró antes que su boca fuera tomada esta vez por el peliplata, correspondiéndole con un beso mas profundo. No dejó al menor desvestirse ya que sus manos por su cuenta le quitaban la ropa con una destreza que no conocía. Los gemidos del ojiverde inundaron la habitación al ser acariciado, su piel desnuda era como seda para el beisbolista. Hayato cerró los ojos con fuerza cuando al ladear su cuello el mayor depositó suaves besos sobre este, besos inexpertos y caricias temblorosas, dejarse llevar por aquello era un placer que no olvidaría nunca.-No quiero lastimarte…

-¡No te atrevas a detenerte a mitad de camino, maniático idiota! ¡Si hay algo que no me guste simplemente te golpearé!- Gritó con la respiración entrecortada debajo  del moreno quien sonrió acariciándole el rostro totalmente rojo. Tragó saliva, el roce de sus dos cuerpos desnudos sobre la cama le hacia perder el sentido, solo se retorcía al sentir la boca del otro descender desde por el resto de su cuerpo, no podía pensar, solo quería mas de lo que le ofrecía.

Gemidos y jadeos era todo lo que se escuchaba en ese momento. Yamamoto trataba de controlarse y ser amable, pero los quejidos que emitía el peliplateado le hacían querer  adentrarse más y sentir las uñas  enterrándose en su piel con más fuerza.

Gokudera se mordía el labio tratando de ahogar los sonidos, estaba abrumado por demasiadas sensaciones y aferrarse al cuerpo sudoroso del mayor  era lo único que le calmaba. Quería seguir unido a esa persona sin importar el dolor, podía soportarlo gracias a las caricias y torpes besos que le demostraba y que se volvían apasionados debajo de las sabanas. Si debía morir en aquel instante que así fuera.

Yamamoto le dedicó una sonrisa al avergonzado peliplata que luchaba por controlar su respiración. Cayó dormido estrechando el pálido cuerpo a pesar del calor que estos desprendían, estaban agotados. Gokudera esperó unos minutos, se sentó en la cama tratando de no despertar al beisbolista, su cuerpo le reclamaba, pero debía aguantar. Vio como el moreno se acomodaba sin sospechar que se marchaba, así era mejor, no estaba hecho para las despedidas y mucho menos para despedirse de el. Jamás le diría a Yamamoto que cuando le estrechó la mano sin ningún problema y le sonrió en aquella terraza, su corazón había vuelto a latir esperanzado, gritando a toda voz que deseaba estar con el, que podía volver a confiar en las personas. Pero una vida llena de repulsión y rechazo eran demasiado como para permitirse desear ser feliz junto a el, no confiaba en nadie y nadie confiaba en el, así era su naturaleza, si se quedaba a su lado terminaría ensuciándolo y  eso jamás se lo perdonaría.

-Adiós, Yamamoto Takeshi…Te mentí, no puedo quedarme a tu lado y dejar que me cuides y eso significa que tu no cumpliste tu promesa de que no me dejarías ir…Aunque te perdono, te dije que estaba acostumbrado a las palabras en vano…-Murmuró antes de abrir la puerta del cuarto de hotel y desaparecer tras esta.

--

 

Yamamoto miraba por la ventana, la lluvia no dejaba de caer e incluso era mucho mas fuerte que en la noche anterior. Se había despertado aquella mañana sin nadie a su lado, sin rastros de que un chico de nombre Gokudera Hayato permaneció junto a el en la cama  gimiendo su nombre. Solo permanecían sus recuerdos y el sentir de su cuerpo como para asegurarse que todo eso había sido verdad, apretó los puños molesto, no por la huida del menor sino por el mismo. El albino le había dejado claro que era un experto en escapar y el lo había olvidado como un idiota. Una vez lo hubo tenido entre sus brazos y  poseído, dejó de lado el hecho que debía protegerlo de su propia personalidad autodestructiva. Su promesa sonaba tan estúpida ahora sentado solo en esa habitación.

Recordaba como le había llamado “cenicienta” cuando le conoció, ahora eso le causaba gracia, cenicienta no era nadie mas que Gokudera huyendo a mitad de la noche, esa noche de lluvia que jamás olvidaría, pero sin dejar pista alguna para dar con el…

Notas finales:

q tal??


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