Prov. Sebastian.
Al principio no quería mudarme… aborrecía completamente ese lugar, el solo pensarlo realmente me causaba escalofríos, ya resignado tome mis juguetes y entre a mi nuevo hogar. A mis nueve años ya había vivido en muchas casas, era la primera vez que mi madre me prometía el que nos quedaríamos aquí, al parecer el abuelo decidio abandonar esta casa para irse al cielo… tal vez tenga una casa más bonita haya arriba. Esta nueva casa no está mal, de hecho es mejor que las anteriores… ¡No! Aun así, yo no quería mudarme a esta nueva casa ¡jum! Lo seguiré repitiendo.
-Sebastian, sal a jugar, mira que ahí se ve un niño jugando, tal vez puedas hacer un nuevo amigo el día de hoy – sonrió mi madre, ella era hermosa, su cabello negro largo y sus ojos rojizos eran profundos, hacían que yo obedeciera inmediatamente.
-… de acuerdo – suspire
Salí afuera, sin muchas ganas me acerque y salude al niño que se veía muy tranquilo jugando con un carrito rojo, el cual llamo mucho mi atención…
-¡Wow! ¡Qué padre está tu carro!
-¿Te gusta?
-¡Si, mucho! – conteste emocionado
-Lo fabrico mi papá – dijo el niño muy emocionado, fue entonces cuando lo vi de frente, su cabello era negro azabache y sus ojos eran azules, me hacían recordar el cielo, el cielo al que mi amado abuelo había ido a vivir…
-Tus ojos son como el cielo… - le sonreí amablemente – me llamo Sebastian
-Soy Ciel… tus ojos ¿te duelen?
-No… ¿Por qué?
-Son rojos… pareciera como si fueran de fuego – dijo Ciel mientras nuestras miradas se encontraban en un instante que pareció quedarse marcado en el tiempo…
Los días pasaron muy rápido, Ciel y yo éramos ya muy buenos amigos, a mis 9 años dirigía al pequeño de 6 a nuestras nuevas aventuras, jugábamos de todo, desde los carritos hasta los piratas, podíamos pasar todo el día jugando, pero también teníamos que ir a la escuela, a la hora de hacer mi tarea mi madre era la más lista, realmente lo sabía todo… debería darle mi guía y que ella la conteste, así no tendría que preocuparme. Cuando Ciel batallaba con su tarea yo solía reír por lo fácil que era, me llamaba capitán inteligente, ya que yo me sabía todas las respuestas de los de primer año.
Pronto seria 13 de julio, mi cumpleaños por lo cual invite a Ciel y varios amigos más que había hecho, al terminar la fiesta Ciel y yo hicimos una pijamada en mi cuarto.
-Sebastian, feliz cumpleaños otra vez
-Muchas gracias Ciel – le sonreí
-¿Sebastian?
-¿Si?
-Siempre estarás conmigo, ¿verdad?
-Siempre – le abrase con ternura
-Sebastian, siempre te querré
-Y yo a ti – inesperadamente el pequeño beso mi mejilla, lo cual me dejo sorprendido
-Siempre… Sebastian – dijo mi nombre y esa palabra con ternura, lo que hizo que me sonrojara y lo estrechara más en mi abrazo.
A mis 10 años he recibido mi primera declaración de amor, de mi pequeño vecino y mejor amigo… Ciel Phantomhive.
-Tú me gustas mucho Sebastian… - dijo el pequeño con la cara enrojecida – y cuando seamos grandes yo quiero estar contigo siempre
-Ciel yo… yo también quiero estar contigo siempre – el pequeño corrió hacia mis brazos
Muy seguido solía tomar mi mano para caminar en el parque, jugábamos juntos, a veces se armaba de valor y me abrazaba o daba un beso en la mejilla, lo que me hacía inmensamente feliz… pero tenía miedo, normalmente cuando yo era muy feliz algo malo pasaba, lo que más quería se tenía que apartar de mi lado…
Paso el cumpleaños de Ciel el cual lo pasamos hablando de que pediríamos a Santa para navidad, era 14 de diciembre ese día, no esperaba que 10 días más tarde nuestra felicidad se viera arruinada. Aún recuerdo esas enorme llamas saliendo de la casa de Ciel, los gritos que hasta la fecha no me dejan dormir y sobre todo mi incesante corazón preguntando por mi querido niño… en un momento el fuego lo consumió todo, los bomberos llegaron lo más pronto que pudieron para apagar lo que quedaba de ese incendio, vi como sacaban el cuerpo de Ciel, quise correr a verlo pero mis padres me encerraron en casa… ese es mi último recuerdo de él… un Ciel cargado por los bomberos, del cual no volví a saber… hasta ahora.