Todas esas palabras con desprecio que alguna vez dijo ante esa gente que atentaba contra su vida por amor, ahora le venían como boomerang hacía él, riendo en su cara sobre su estúpida acción.
No le gustaba como ese espeso líquido rojo caía desde su muñeca hasta la baldosa del lujoso baño, se rompía en miles y miles de pequeñas gotas que luego formarían una gran mancha quizás, ya no le importaba… sólo quería dejar de ver su reflejo, culpable por cada ángulo que le mirarás. Se dejó llevar por la gran tentación, dejándolo sin moral ni respeto por sí mismo, no merecía nada de lo que tenía y era. O eso pensaba él.
Secó las lágrimas que salían de manera acelerada por sus ojos, bañando su rostro cuando sintió la risa arrogante desde el otro lado, su pecho se hizo un nudo, dejándolo sin aire por un par de segundos mientras analizaba por qué la risa del otro lado.
-Lo tenías planeado, ¿no? – Murmuro débilmente, acercándose lentamente a la puerta del baño, sintiendo como sus parpados cada vez eran más pesados y ya no podía sostenerse de pie.
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Como todo Cho, él tenía una rutina definida que por muy recto que se viera, odiaba tener que no cumplirla, parte de su “rutina” era terminar una hoja de la página de sudoku por día, aunque esta vez estaba teniendo una gran complicación y eso le quitaría tiempo para poder jugar en el ordenador. Algo que odiaba era no poder jugar en su ordenador… pero el sudoku le ganaba con creces.
Unas manos delgadas le quitaron el pequeño cuadernillo con ejercicios, se mordió la lengua antes de gritar un par de improperios al que se haya atrevido a hacerle eso, su tiempo era su tiempo. Pero cuando miro a la persona que tenía entre sus manos el cuadernillo y su ceño fruncido adornaba su armoniosa cara, sintió sus mejillas arder y correr la vista a la mesa.
-Es 2.- Dijo cortante, mientras suspiraba con un ligero toque de arrogancia y golpeaba con su mano la mesa para llamar la atención del menor.- No entiendo como Ahra dice que eres un genio en la matemática y no puedes resolver un simple ejercicio de sudoku.- Lo miro de reojo por entre sus cabellos que caían por su rostro tapando sus ojos al completo.- ¿KyuHyun?
-Eh… gracias hyung.- Estaba ensimismado por la voz del mayor, más cuando decía su nombre, KyuHyun era capaz de derretirse tan sólo escuchar como lo llamaba.
-Agh. ¿Has visto a Ahra?.- Sacó su teléfono, mientras esperaba una respuesta de KyuHyun.- Me dijo que estaría aquí y… sólo estás tú.
-En su habitación, ChangMin hyung.- Posó su vista en el cuadernillo al ver como ChangMin dejaba la cocina. Suspiro alargadamente y trato de controlarse de cualquier caída que pudiera vivir gracias al aturdimiento que le dejaba la voz de ChangMin.
ChangMin era novio de su hermana, Cho Ahra, desde hace ya dos años. Era un hombre muy interesante a criterio de KyuHyun, tanto que termino por conquistar al terco de KyuHyun, quién se rehusaba a creer en dos cosas sobre su enamoramiento: “Me gusta un hombre, que resulta ser el novio de mi hermana.”
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KyuHyun tragó en seco, ver la lápida de su madre era terrible, tan solo imaginar que nadie supo cómo murió, y peor aún… cuando. Solo se sabe que fue hace un año atrás y que la encontraron tirada en la carretera. Después de eso, KyuHyun no hablo por cinco meses, su padre pensó que había quedado mudo a causa del shock, pero no, era una depresión que KyuHyun traía consigo desde pequeño pero a los 14 años salió a la luz. En ese entonces ya estaba ChangMin en la familia, quién a pesar de su carácter tacaño y un poco antipático fue el único que logró sacar adelante a KyuHyun, quién logró darle ánimo y decirle que la vida no terminaba aún.
Y KyuHyun como adolescente bien hecho y derecho, se enamoró. Siempre encontró a ChangMin una persona interesante, algo así como un rompecabezas, creía que al hombre le faltaba una pieza para ser realmente él. Alguien completo. Tampoco sabe en qué momento comenzó a sentirse esa pieza faltante en el rompecabezas del joven Shim.
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Sus manos comenzaban a hacerse interesantes en ese momento, la mirada sobre él le hacía sentir intimidado, como si le desnudaran con tan solo verle, se mordió el labio y sonrió en forma de disculpa.
-¿Y bien?
-Yo…yo…Ahra… me mando.- Mintió. Solo le quedaba eso a revelar el acto estúpido que había hecho.
-¿Ahra?.- Dudo de las palabras del menor, camino hacia la silla en la que lo tenía sentado y le susurro.- Eres un mentiroso.
-H…yung.-
-¿Qué hacías metido en mi auto?¿Querías robarme?.- KyuHyun lo miro sorprendido, un poco ofendido. No podía creer que ChangMin llegará a creer eso de él.
-¡No, hyung! ¿Cómo crees? Yo...- Bajo el tono drásticamente, sonrojándose fuertemente por la vergüenza que sentía.- te estaba espiando…
-¿Qué?.-
-Eso…
-¿Espiándome?¿Para qué?
-Na-nada…
ChangMin lo levanto de la silla con fuerza, golpeándolo contra la pared de su oficina, mordió la mejilla del menor y luego lo enfrento.
-¿Nada? ¿Seguro?
KyuHyun aprendería la lección, o quizás se volvería adicto a ella.
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Era ya un adicto a que esas manos recorrieran con lentitud sus costillas mientras unos cándidos besos eran repartidos por su pecho, su respiración salía de manera pausada causando que su sistema completo cayera ante el gran placer que le otorgaban.
-Desnúdate.- Ordenó con una voz ronca, ubicándose de manera cómoda en la cama para disfrutar ver al menor desnudarse para él.
Con lentitud dejaba que bajarán por sus piernas los ajustados pantalones, dejando ver lo pálida que eran, pálidas y extensas piernas, acaricio de manera sensual cada parte descubierta mientras miraba de tanto en tanto a ChangMin.
ChangMin dudaba que éste tuviera quince años. Era casi imposible de creer que un ser tan sexy fuera menor de edad.
Si el menor era sincero consigo mismo, diría sin pensarlo que su hermana ya no le importaba para nada. Él había ganado. Era su lugar, su amante, él ganó el premio mayor. Shim ChangMin.
-Ngh.- La habitación se llenó de jadeos y gemidos reprimidos por parte de KyuHyun y una que otra maldición por parte de ChangMin.
Él sabía que estos “encuentros” lo pondrían tras las rejas algún día, pero ya era algo que no pudo controlar, nunca imagino que a KyuHyun le llegarían a gustar estas cosas, lo veía alguien más puro. Pero el morbo consume a todos, hasta al ser más puro.
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Conocer al verdadero ChangMin era una experiencia fuera de lo común, el hombre interesante y caballero que conocía era una farsa, era una simple actuación de Shim. ChangMin es un hombre frío, sin sentimiento alguno, un tanto tétrico, un desquiciado, es inmoral, pero por sobre todo: Sádico. Y había encontrado a su masoquista, KyuHyun.
Se había acostumbrado a tal maltrato, a ver las marcas por su cuerpo, a ser usado. Y le gustaba, para que mentir. Le gustaba tener atención de ChangMin.
-¿Hyung?.- Reguló su respiración, tapándose completamente con la holgada sábana.
-¿Qué?.- Fue la tajante respuesta que recibió del mayor, quién bebía un vaso de whisky de pie con la vista perdida en el ventanal.
-¿Tú…tú quieres a Ahra?.- Sin saber por qué, llevaba días queriendo saber si él quería a Ahra aún, no le resultaba lógico lo que hacían.
-Idiota. ¿Qué crees tú?.-
Se congeló ante la mirada del mayor, sus músculos se recogían ante el semblante de ChangMin, titubeó minutos antes de contestar.
-Eh…¿sí?
-No. No la quiero, creí que te habías dado cuenta ya KyuHyun…
-Pe-pero… entonces…
-No hagas más preguntas, quieres. El baño es amplio, ve a ducharte y vete.- Todo lo lanzó con fastidio mientras se arreglaba su traje y salía a paso apresurado de la habitación.
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Cinco meses le tomo a KyuHyun para tomar consciencia de sus actos, del error que había cometido, de algo que ya no tendría remedio pues se sentía sucio, no podía mirar a su hermana a la cara. Se encerró en el baño del mayor y miró con asco su reflejo en el espejo.
-¡KyuHyun! Oh vamos, me dejaste a la mitad… No seas malo.- “No… esto no me está pasando.” ¡4 hombres! 4 hombres estaban afuera del lujoso baño, esperándolo con sus miembros erectos esperándolo para quizás que cosa haya pasado por la mente de esos pervertidos. Uno de ellos era ChangMin claro, como no darse cuenta antes… él nunca fue la pieza de ese rompecabezas, solo era un juguete sexual que ahora sería compartido, pasaría quizás por cuantas camas… él ya estaba contaminado.
-¡Hey, chico! Sal ya, te estamos esperando.
Busco desesperado entre el gran baño alguna punta filuda que le sirviera. Busco y busco hasta que encontró una, no dudo ni un segundo y ya la había enterrado en su muñeca, enseguida botando ese líquido espeso. Escuchaba la conversación que mantenían los 4 hombres afuera, botaba lágrimas de impotencia. Cayó como una puta en las redes del sexo, cayó… ¿por amor?¿obsesión? Vaya a saber él que era, ahora pagaría.
Secó con rabia las lágrimas, y dejó que el líquido fluyera, esperaría su muerte. Escucho la risa desquiciada de ChangMin al otro lado de la puerta, se acercó como pudo ya que sus fuerzas estaban en sus últimas.
-Lo tenías planeado, ¿no?.- Murmuro débilmente, acercándose lentamente a la puerta del baño, sintiendo como sus parpados cada vez eran más pesados y ya no podía sostenerse de pie.
-Solo digamos… que eres el segundo Cho que mato.-
Su madre paso por manos de ese…¿humano?, no tenía palabras para decirle ahora, él, ChangMin, quién más admiraba… mato a su madre a cuchillazos y ahora a él, quizás ser el masoquista había llegado muy lejos. Sus parpados se cerraron de par en par, su peso cayó al suelo, y tan solo vio a lo lejos su rostro culpable por el espejo.
El juego de ser el amante complaciente, de ser un masoquista que dejará que hicieran y deshicieran con él había llegado a lo que en su momento quiso evitar, pero por más que trato el deseo ganó. La muerte llegó junto al frío invierno, junto al luto de su madre, junto a todas las dagas con culpa que eran lanzadas desde distintas direcciones hacía él.
-¿KyuHyun?.- Pregunto por última vez ChangMin antes de lanzarle una sonrisa a los cuatro hombres que estaban junto con él.- murió.