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Cuenta Regresiva por pandita_chan

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Notas del capitulo:

Se suponía que esto era por capítulos, pero cómo no estoy en mi pc ni en mi casa lo subí todo de una. Juro que lo corregiré algún día :3 

Era el día en que el enésimo doctor que consultaba me diría mi diagnostico final. Ya estaba harto de tener que entrar en una consulta médica exigiendo que me desmintieran lo que tanto temía, no quería aceptar mi destino… Aun cuando tenía un recorrido a mis espaldas, aun cuando había logrado la mayoría de todo aquello que me había propuesto en la vida, me rehusaba a creer que de verdad tenía la existencia limitada.

Llegué media hora antes de lo acordado y me instalé a esperar tomando asiento en una de las sillas que se disponían fuera de la consulta. No quería ver a nadie, sabía bien porqué estaban allí y eso no me alentaba para nada, ni siquiera me tomé el tiempo de hojear alguna de esas aburridas revistas que se ofrecían sobre la mesa, simplemente prendí el reproductor del teléfono y me sumergí en mi mundo con los audífonos puestos. Tenía bastante paciencia por lo que esperar no fue un gran problema, por unos minutos hasta se me olvidó la razón que me retenía en ese lugar, pero el bullicio de alguien más me sacó de mi trance de la peor forma…

Una hoja arrugada calló sobre mi cabeza, abrí los ojos para ver quien había sido y poder reclamar, pero lo que me encontré fueron un par de ojos tristes que me miraban con miedo a mi reacción. No sé por qué pero sonreí, luego de eso el dueño de esos ojos tristes desapareció de mi vista tras hacer una rápida e improvisada reverencia, mi propósito habría sido seguirlo, pero la secretaria del doctor detuvo mi andar cuando me nombró cómo el siguiente en tener que entrar en la consulta. Devolví los pocos pasos que había avanzado y con pesadez entré en ese lugar, para encontrarme con el doctor número mil en ese mes…

Apenas verme entrar me hizo tomar asiento, ni siquiera esperó a que me acomodara en la silla cuando abrió el sobre que con anterioridad su secretaria le había dejado en el escritorio mientras yo ingresaba. No fue necesario que leyera sólo vio el escáner y su diagnóstico salió frío como el hielo…

—Tienes cáncer. Acéptalo de una vez por todas— dijo.

—… Pero— quería reclamarle algo-

— ¿Cuántos médicos has visitado ya? Incluso expertos en este campo y todos los diagnósticos dicen lo mismo— habló seriamente. Era obvio que entre doctores se hayan pasado el dato.

—Voy a morir— susurré con rabia.

—Si eso es lo que quieres eso te pasará. La mente tiene el poder, nunca te olvides de eso— recomendó.

—No tengo fecha de expiración, ¿Verdad?— pregunté.

—Si te sometes a tratamiento, no. Puedes recuperarte— contestó.

 

Por primera vez luego del primer diagnóstico que había recibido me resigné a que tendría que lidiar con esa tormentosa enfermedad, que por cierto era una herencia familiar. De antemano sabía que la quimioterapia era fuerte, que perdería el cabello, las fuerzas, el apetito, entre otras cosas, pero deseaba tanto aferrarme a la vida que nada de eso importaba, yo quería ganarle al cáncer y lograr lo que ninguno de mis padres había podido, yo quería vencer a la inminente muerte que se acercaba a pasos agigantados a mi vida…

Al salir de la consulta con exámenes en mano vi aquel papel arrugado que se haya estrellado contra mi cabeza anteriormente en el suelo, con disimulo lo recogí y salí de ese lugar antes de que alguien me viera, lo apreté contra mi mano y caminé sin rumbo fijo, sólo adónde mis pies me llevaran. No muy lejos de allí había un parque, al verme frente a el mis pies cruzaron la calle hasta llegar a ese lugar, me hundí en mis pensamientos y me moví por inercia adentrándome cada vez más en sus instalaciones, al encontrar una banca vacía reposé sobre ella y la curiosidad me invadió al darme cuenta que aún tenía ese papel en mi mano. Con cuidado lo desarrugué y lo extendí lo más que pude para poder leer; comencé leyendo de abajo hacia arriba y si bien no entendía mucho sobre lenguaje médico pude saber que esa persona padecía de un tumor maligno en la cabeza, lo último que leí fue su nombre y sonreí sin querer al recordar su cara de miedo al verme enojado.

Algo volvió a estrellarse contra mi cabeza y levanté la vista adolorido, algo tenían los objetos en contra de mi cabeza ese día. Cuando vi al frente había una niña de aproximadamente cuatro o cinco años con cara de miedo; lo que había chocado contra mi cabeza fue su pelota y en esos momentos esta estaba entre mis pies, la tomé y se la extendí tratando de poner rostro amable a pesar del dolor que sentía.

—L-lo siento, señor— se disculpó haciendo una pequeña reverencia. Esa escena me pareció conocida.

—No te preocupes— sonreí e insistí en que tomara su pelota.

—Gracias, señor— contestó acercándose a tomar el objeto.

—No me digas señor, no me veo tan viejo ¿O sí?— le pregunté.

—Sonrió y negó con su cabeza al tomar la pelota.

—Puedes decirme Kai —dije estirando mi mano—, ¿Tú cómo te llamas?— interrogué.

—Apretó mi mano— Takara. ¿Sabe…? Mi papito Takashi dice que no debo hablar con desconocidos— informó soltando mi mano abruptamente.

Takashi… Ese era el nombre que tenía el papel arrugado que estaba a mi lado en la banca, y si miraba bien a esa niña tenía los mismos ojos que aquella persona en la consulta. Antes de que mi mente terminara de atar cabos su padre la llamó y pude corroborar que se trataba del mismo Takashi. Él se acercó a su hija y me quedó viendo un momento antes de preguntarle porque se demoró tanto en volver.

—Mi pelota le llegó en la cabeza al señ —alcé una ceja y me vio—… A Kai— corrigió.

—Takashi se rascó la nuca—… lo siento, no debí lanzarla tan fuerte. Perdón— se disculpó tal cómo había hecho su hija.

—Negué con la cabeza— No importa, no es primera vez que me llega algo en la cabeza el día de hoy— le resté importancia.

—Pero sí es la segunda vez de mi parte en el día, ¿No?— comentó.

—Esto es tuyo— le extendí la hoja.

Me arrebató la hoja de las manos, volvió a arrugarla, la guardó en su bolsillo y sin más palabras tomó a su hija en brazos y se la llevó. Mientras él me daba la espalda al caminar su niña se despedía de mí con su manito libre y una linda sonrisa en su rostro.

Esa fue la primera vez que lo vi y de paso me enteré de lo que lo aquejaba, conocí también a su hija sin proponérmelo. Ese día literalmente me levanté con el pie izquierdo, de verdad me pasaron muchas cosas malas durante el trascurso de la jornada, pero aún después de haberme enterado que tenía cáncer nada me importaba, de alguna forma todo el miedo que tenía anteriormente desapareció, toda la rabia y la soledad que guardaba se esfumó, me sentía vivo, me sentía fuerte y con ganas de luchar sin importar qué, no necesitaba grandes razones para justificar mi repentino cambio de ánimo, me sentía de esa forma y punto. Teniendo claro en un rincón de mi subconsciente que probablemente mi tiempo estaba limitado, mi propósito se revocó sólo a vivir con intensidad cada segundo de mi vida.

Nunca imaginé que al comenzar con mi tratamiento de quimioterapia empezaría ver a Takashi tan frecuentemente, ambos éramos pacientes de mismo doctor y por alguna razón siempre teníamos cita el mismo día, él antes que yo o viceversa, pero nos encontrábamos siempre, siempre; bueno y no sólo con él, Takara lo acompañaba la mayoría de las veces, pero me daba curiosidad porque ella no sabía (ni debía enterarse) de lo que tenía su padre. Cuando su turno era antes que el mío me quedaba con su hija conversando en la sala de esperas, cuando su turno era después me pasaba despedir de ella antes de volver a casa, pero era poco lo que hablaba con él.

Sabía bien que los doctores tenían en exclusiva reserva todo lo relacionado con sus pacientes, pero luego de tanto me dio curiosidad saber de Takashi y cómo no conversaba mucho con él le pregunté al doctor directamente.

—No puedo decirte su diagnóstico, eso no es ético— me respondió.

—Sólo sé que tiene un tumor maligno en el cerebro. No puede decirme algo, sólo un poquito— insistí.

— ¿Cómo sabes eso?— preguntó.

—De casualidad me tiro su diagnóstico en la cabeza y lo leí de curioso que soy— reconocí.

—Se rio ante eso— No puedo decir nada— repitió.

—Quiero acercarme a él, pero me da vergüenza. Sólo hablo con su hija —pensé un poco—… ¿Sabe si tiene esposa?— pregunté.

—Es viudo— me contó.

—Wow… p-pero es muy jovencito, no me está mintiendo ¿Verdad?— consulté.

—Su esposa fue mi paciente— reveló.

—Lo más probable es que Takara también sea su paciente en el futuro— medité.

—Quieres mucho a esa niña, ¿Verdad?— me preguntó.

—asentí—

—Entonces apoya a su padre. Ellos no tienen a nadie más que a sí mismos— me dijo.

Comprendía de cierto modo la soledad en que ellos estaban sumergidos, yo estaba en las mismas condiciones y realmente sentía un poco de envidia porque a pesar de ser sólo los dos eran una linda familia.

De a poquito la quimioterapia comenzó a afectarme físicamente, comencé a perder peso; tenía constantes nauseas que me impedían alimentarme bien, me mareaba con facilidad y por lo general terminaba vomitando la mayoría del tiempo, eso sin contar que mi cabello comenzó a caer. Lo sabía todo de antemano, había vivido ese proceso anteriormente con mis padres, siendo un simple espectador. Pero ahora recién entendía por qué se les hacía tan difícil la lucha.

— ¡Kai!— sabía quién me llamaba. Otra vez nos encontrábamos en el mismo lugar.

—Hola— la saludé.

—Hola— besó mi mejilla.

— ¿Cómo estás?— le pregunté.

—Más o menos— respondió.

— ¿Por qué?— pregunté.

—Es que —se aseguró que Takashi estuviera lejos—… Mi papito sufre, le duele la cabeza por las noches y llora. Él cree que no lo escucho, pero cuando él llora no puedo dormir— contó.

—Oww —no sabía qué decirle—… ¿N-no has pensado en consolarlo cuando está así?— titubeé.

—Si sabe que estoy despierta se enojará— dijo muy seria.

— ¿Es muy cascarrabias?— consulté curioso.

—Antes no… pero desde que comenzó a venir aquí me regaña mucho, aunque después me pide disculpas y me compra todo lo que quiera— explicó.

—Reí ante eso— ¿Es un buen padre entonces?— interrogué.

—Por supuesto que soy buen padre— me contestó él mismo.

—fingí tos,  me había puesto incómodo.

Él no solía meterse en las conversaciones que tenía con su hija, pero ese día me dio la impresión que escuchó más de lo que Takara quería. Seguí conversando con ella sobre otros temas mientras él estaba a mi lado viendo una revista. Por algún motivo ambos habíamos llegado demasiado temprano ese día a la consulta, cuando preguntamos quedaba aún más de una hora para que nos atendieran, por lo que me arriesgué a hacer algo.

—Takashi— lo llamé.

—Dime— respondió sin despegar la vista de la revista.

— ¿Vamos por ahí? —Me miró alzando una ceja—… O sea, para que Takara no se aburra… Ir por un helado o no sé— enrojecí ante su penetrante mirada.

— ¿Tú que dices?— le preguntó a su hija.

— ¡Sí!— chilló.

—Ok, pero él paga— dijo apuntándome.

Tomó a su hija de la mano y se levantó de su asiento y yo los seguí a una distancia prudente. Perfectamente pude haberme llevado sólo a Takara, pero quería llevarlo a él también, quería conocerlo y esa era una oportunidad. A un par de cuadras sentí cómo la pequeña tomaba mi mano para poder cruzar la calle, la miré y vi cómo estaba tomada de la mano de ambos, me dio vergüenza sin saber por qué, pero ignoré mi nerviosismo y el incipiente sonrojo que había en mis mejillas, hasta que llegamos por fin a un lugar donde poder pasar el tiempo. Les dije que pidieran lo que quisieran, obviamente yo pagaría, ya lo había dicho Takashi; ella pidió una copa de helado de vainilla con manjar, él helado de piña y yo café helado. Nos sentamos por ahí en una mesita a consumir lo que se nos había entregado…

Veía cómo él limpiaba la nariz de su hija al verla manchada, era un hombre tierno y cariñoso con ella, me distraje bastante observando cada cosa que hacía que ni cuenta me di cuando me manché, sólo sentí sus dedos en la comisura de mi boca para sacar lo que tenía en ella, luego lamió sus dedos y siguió cómo si nada.

—Gracias— susurré.

—Eres bastante distraído— comentó viéndome.

—Un poco— debatí.

—Un poco mucho diría yo— insistió.

—Papi— Takara interrumpió llamando a su padre.

—la miró—

— ¿Puedo ir a jugar allí?— apuntó un par de juegos al final del local.

—Bueno, pero cuando te diga que nos vamos no quiero berrinches— advirtió.

—Gracias, papito— dijo y salió corriendo hacia ese lugar.

Nunca había estado completamente solo con él, eso me daba vergüenza, más cuando sentía que me miraba de manera insistente. No le hablé en mucho rato y me concentré en terminar el contenido de mi copa, que por cierto yo era el único que no había consumido lo que pedí. De un momento a otro sentí que se quejó, pero se quedó callado, lo observé de reojo y él cambió la dirección de su mirada hacia donde estaba Takara.

— ¿Te duele algo?— pregunté entre asustado y curioso.

—Me duelen muchas cosas en este momento, pero no es nada netamente físico— respondió.

— ¿Nunca le dirás a Takara lo que tienes?— pregunté.

—No se merece vivir con esa carga en su espalda. Prefiero que mi recuerdo se pierda con el tiempo… Aún es pequeña— respondió.

—Hablas cómo si fueras a morir— dije sin pensar.

—De hecho sí, tengo aproximadamente un año de vida por lo que dijo el doctor— contó y yo me atoré al escucharlo. Él no podía morirse.

—Pero estás en tratamiento… No puedes morir— susurré.

—No quiero morir, no quiero dejar sola a mi hija, pero estoy resignado— comentó.

—No puedes morir, no puedes, no— repetí.

—Eso no depende de mí— dijo.

Por lo que me comentó después, apenas supo de su tumor le dijeron que habían pocas posibilidades de que sobreviviera a la operación, ya que este estaba creciendo en un lugar estratégico, un sólo paso en falso y todo se acabaría para él. De todas formas lo operarían cuando se concretara el tiempo de espera pero no se le dio ninguna esperanza, por lo que estimando el tiempo de crecimiento de este estimaron lo que le quedaba de vida, ya que era casi imposible extirparlo sin tener graves consecuencias. Le advirtieron que con el tiempo el crecimiento de ese tumor tendría consecuencias en su diario vivir, pero a pesar de todo siempre disimulaba bastante bien cuando tenía a Takara cerca y sólo se descargaba cuando ella dormía; claro que él no contaba con que su pequeña lo escuchaba llorar en silencio sin saber qué le ocurría.

Retuve las lágrimas todo lo que pude y él mismo fue quien cambió de tema al ver que ya era hora de volver a la consulta. Ni siquiera le tocaba a él ingresar primero, perfectamente pudo haberse quedado allí con su hija hasta que se le hiciera la hora, pero insistió en volver conmigo y quedarse en ese lugar. Apenas ingresar a la consulta del doctor, mis lágrimas cayeron cómo si hubiera abierto una llave de agua, el hombre de bata blanca frente a mí me quedó viendo raro, pero sin decir palabra me ofreció un pañuelo y espero a que me calmara para proceder con la rutina de siempre.

Después de ese día nada volvió a ser cómo antes, no pude volver a ver a ese hombre con los mismos ojos, y no era que sintiera lástima por él, sino que no dejaba de pensar en cómo sería su vida si no tuviera un límite para poder vivirla, que sería de su vida sin tener que cargar ese peso en su espalda, sin tener que cargar con el remordimiento a cada segundo al saber que su pequeño tesoro, la luz de su vida quedaría completamente sola en el mundo.

Si bien en un comienzo nos veíamos sólo los días en que teníamos consulta médica, luego de que él me revelara su diagnóstico completo algo de confianza creció en ambos y de a poco la amistad comenzó a desarrollarse. Sabía bien que tenía poco tiempo para aprovecharlo por lo que en todo momento luchaba en contra de mi vergüenza para poder estar regularmente a su lado y al lado de su hija. Comenzamos saliendo a los lugares que ella elegía algún día a la semana, por lo general fines de semana, sábado o domingo, luego yo los llevé a conocer mi hogar; no era nada del otro mundo pero a Takara le gustó, sobre todo porque tenía un patio grande, en cambio a él le agradó la cocina.

El doctor se dio cuenta de que ambos nos frecuentábamos, me lo mencionó en una de las consultas, yo también le conté que ya sabía todo sobre lo que padecía Takashi, que él mismo me había contado todo, el doctor sólo me confirmó lo que yo no quería asumir. No llegaba a aceptar el cruel destino que le esperaba a ese hombre, menos a esa niña, por eso me empeñaba en disfrutar cada momento como si fuera el último, aunque muy en el fondo me aterraba la idea de que al día siguiente no volvería a verlo.

— ¿Qué piensas tanto?— me preguntó luego de darme un leve golpe en la espalda.

— ¿Cómo era tu esposa?— pregunté.

—Mujer— respondió en tono de broma.

—Ash, ni que te pudieras casar con un hombre— me burlé.

—Oye, simbólicamente si se puede— respondió fingiendo indignación.

— ¿Lo harías?— cuestioné.

—Depende con quien— respondió.

—Estoy hablando de matrimonio— aclaré. Tenía cara de estar pensando en algo más.

—Pero eso implica una noche de bodas, ¿No? Por eso, depende con quien— aclaró también.

—Eres loco— dije.

—Lo sé. ¿Te casarías conmigo?— preguntó de pronto.

— ¡Por Dios! No, claro que no— respondí medio atorado.

—Ven conmigo— dijo tomando mi mano y arrastrándome.

Me tironeó hasta una habitación al lado de la de Takara en el pasillo de segundo piso, sacó una llave de su bolsillo y abrió sin soltarme, me hizo entrar e indicó que me sentara en la cama; él mientras revisaba un estante lleno de lo que aparentemente eran libros, cuando llegó a mi lado me di cuenta que lo que menos había dentro de eso eran letras, sino que se trataban de álbumes de fotos, de distintas épocas por lo que pude apreciar. Se sentó a mi lado y comenzó a hojear con toda calma mientras me explicaba lo que había en cada foto.

—Se parecía a ti— comenté. No podía ignorar el parecido.

—Era mi prima— reveló.

—Eso es incesto— dije con una mueca rara.

—En el campo eso es normal— se defendió.

— ¿En serio?— pregunté incrédulo.

—asintió convencido— Y se llamaba igual que mi hija— dijo.

—Oww. Tengo una duda— dije pestañando seguidamente.

—Dime— dijo cerrando el álbum.

—He leído cosas sobre el incesto, ¿Tú hija no tiene ninguna malformación?— interrogué.

—Eso es más frecuente cuando se trata de hermanos. Takara era mi prima no recuerdo en qué grado. Además, las malformaciones por relaciones incestuosas se manifiestan luego de la tercera generación— aclaró. Al parecer sabía mucho sobre el tema.

— ¿La amabas?— consulté.

— ¿La verdad? —preguntó y asentí—. Kai, ella era mi prima, la amaba, pero cómo lo que era— respondió.

—…— quería preguntarle sobre Takara, su hija, pero al parecer leyó mi mente.

—La única vez que me acosté con ella resultó ser la que la dejara embarazada de Takara. Nunca más volví a tocarle un pelo después y estuvo de acuerdo. Ella quería tener una hija para no sentirse sola— relató.

—Entiendo— dije.

Nadie me mandaba a ser tan curioso, pero de alguna forma quería saber todo de él, no sólo por simple capricho, sino porque me encantaba su forma de ser, no sólo con su hija; cómo se comportaba con el mundo, Takashi realmente era una persona fascinante… Un niño resplandeciente, que sin proponérselo estaba haciendo estragos con mi mente y porque no decirlo también con mi corazón.

Se suponía que quien tenía más camino recorrido era yo, sin embargo todos los días aprendía algo nuevo con él, era cómo si hubiéramos cambiado papeles, simplemente la edad no era tema entre los dos. Si bien yo era mayor me comportaba siempre cómo un niño, en su caso era al revés y me daba ternura la forma con que me aguantaba todo lo que hacía, a veces era prácticamente cómo un hijo suyo.

—Si sigues dando vueltas aquí te resfriaras— me reprendió.

—Creo que sería mejor volver a casa— respondí.

—Es tarde, Kai— comentó.

—Pero es que —me daba vergüenza admitirlo—. Me da miedo dormir solo en otras casas— confesé.

— ¿O sea que todas las veces que te has quedado te has cagado de miedo?— preguntó burlonamente.

—Tampoco había que decirlo así, pero sí— admití.

—Me abrazó— Pobrecito, ¿Qué podemos hacer al respecto?— preguntó sin soltarme.

—Llama a un taxi para que me vaya a casa— respondí medio cohibido por el abrazo.

—No, eso no. ¿Y si duermo yo contigo?— preguntó seriamente.

—Prefiero irme a casa— dije.

—Que no, te quedas y punto— sentenció.

Esa noche no me quedó de otra que dormir en la misma cama con él, o más bien intentar dormir; no era posible que conciliara el sueño si sentía su calor tan cerca de mi cuerpo, su respiración tan cerca de la mía. Él terminó durmiéndose antes y yo sólo me quedé en silencio viendo cómo dormía; no fue del todo malo, podía ver lo lindo que se veía sin que me notara cómo siempre lo hacía cuando me quedaba viéndolo. A la mañana siguiente ni supe a qué hora se levantó porque al quedarme viendo lo lindo que se ve dormido me pasó la cuenta y pasé de largo durmiendo.

— ¿No piensas levantarte?— preguntó cerquita de mi oído.

—Mm… No quiero— respondí removiéndome un poco.

—Anda no seas flojo, el día está lindo— insistió.

— ¿Qué hora es?— pregunté abriendo un ojo.

—Cómo la una— dijo viendo de reojo el reloj en la pared.

—Es temprano todavía— dije y me di la vuelta para seguir durmiendo.

— ¿Sabes…? Ni Takara me hace tanto escándalo para levantarse— mencionó acostándose a mi lado.

— ¿Me estás diciendo que soy cómo tu hijo?— reflexioné medio dormido aún.

—No lo había pensado así. Serías un buen hijo… Así Takara no se quedaría solita— mencionó.

—No pienses en eso, Takashi— pedí saliendo de debajo de las mantas.

Al ver mi mueca de tristeza me pegó un zape en la frente y me tironeó para sacarme de la cama. Él no solía ser una persona muy activa, por lo general siempre tenía flojera y sueño, se la pasaba bostezando y estirándose, pero de a poco comenzó a cambiar eso. Me gustaba verlo reír y jugar con su hija, a ojos de cualquiera ese hombre estaba bien, nadie se imaginaria que su vida iba en cuenta regresiva.

No sólo era testigo de sus buenos momentos, muchas veces lo vi con los mismos síntomas que yo; nauseas, vómitos, mareos, dolores de cabeza, sobre todo lo último. Cuando eso pasaba se escondía de Takara y se encerraba en algún lugar, yo siempre deseé acompañarlo en esos momentos, pero la primera vez que lo vi así me pidió que entretuviera a su hija, que no me preocupara por él, que sabía lidiar solito con esos malestares

Pero así cómo muchas veces lo vi en sus momentos de debilidad él me vio a mí también en esas condiciones y aun cuando me negaba a su ayuda siempre me ignoró y se ocupó de mí tal cómo haría un padre con su hijo, Takara en un principio se asustaba por eso, pero de a poquito comenzó a entender que estaba enfermo y después ella misma ayudaba a su papi con lo que le pidiera, todo con tal de que me sintiera mejor, de alguna forma me estaba sintiendo parte de esa pequeña familia.

—Los niños no mienten, ¿Verdad?— me preguntó Takara.

—Asentí— ¿Por qué lo preguntas?— consulté.

—Quiero preguntarte algo y debes decirme la verdad— advirtió seria.

—Me estaba tratando cómo un niño— Ok, te diré la verdad— accedí.

—Mi papi está enfermo igual que tú, ¿Cierto?— interrogó.

Su pregunta me tomó por sorpresa, pero sabía que era una niña perspicaz e inteligente, que se daría cuenta tarde o temprano de lo que sucedía.

—Sí, él también está enfermo— respondí.

— ¿Por qué no me lo dijo?— preguntó a punto de llorar.

—La abracé— No quería preocuparte, tú no debes cargar con ese peso en tu espalda, eres muy pequeña— dije.

—Asintió con lágrimas en sus ojos—

—No le digas que te dije su secreto. Me retará— pedí.

—Rio un poquito— No le diré, pero con una condición— tranzó.

— ¿Qué condición?— consulté.

—Ve a vivir con nosotros— pidió.

—No puedo— respondí.

—Frunció el ceño— ¿Por qué?— se estaba enojando.

—Porque no, yo ya tengo mi casa— traté de convencerla.

 

Era increíble cómo su estado de ánimo cambiaba tan rápidamente y siempre la mejor forma de ponerla contenta era darle de comer lo que quisiera, que por lo general eran dulces, entonces aprovechando que su papi no estaba en casa le di helado, mucho helado, con crema, salsa, chispitas y todo lo que se le ocurrió, pero lamentablemente igual nos pilló y quien se llevó el reto fui yo.

— ¿Cómo se te ocurre darle tanto helado? En la noche se la pasara en el baño— dijo serio.

—Lo siento, pero… No me gusta cuando está triste— dije en mi defensa.

—A mí tampoco, pero la ignoro— contestó.

— ¡Oye, eso es cruel!— grité sin darme cuenta.

—Rio— No grites, va a creer que te estoy golpeando— advirtió.

—Cómo si no fuera eso lo que quieres hacer— debatí.

—Me abrazó— Sabes que no me enojo tan fácilmente. Sólo no me intoxiques a Takara con dulces tan seguido, ¿Sí?— Pidió.

—De acuerdo, ahora suéltame— pedí.

—No —me apretujó más—, estoy cansado— comentó.

 

De alguna u otra forma yo siempre terminaba haciendo lo que él quería, en un principio por imposición, luego porque ya lo conocía bien y ya sabía que era lo que necesitaba y lo hacía ya sin que él me dijera. El tiempo estaba en contra de lo que yo sentía y me daba pena saber que por más que yo me confesara, no podría nunca estar a su lado cómo quería.

—Me quedan sólo cuatro meses— dijo de pronto.

¿Tanto tiempo había pasado ya? Cuatro meses era muy poco. Mientras yo me recuperaba, él iba decayendo poco a poco, eso era notorio.

—No pienses en eso, Takashi— pedí.

—Llevo la cuenta de mis días desde que me condenaron a muerte— contestó.

—…— no sabía que responderle.

—Quiero pedirte favores— comentó.

—Dime— dije.

—Mi hija, no está pasada por registro familiar, por alguna razón nunca lo hice, por lo que no tiene apellido. Yo sé que tú te recuperarás y la quieres mucho, ¿Verdad? —asentí—. Quiero que tenga tu apellido, regístrala tú… No la abandones cómo yo— pidió.

—Lo haré— acepté.

—Y lo otro —agregó y lo miré—… Quiero que vengas a vivir conmigo, o sea con nosotros— corrigió.

—Asentí—

—Gracias— dijo.

—De nada— sonreí.

 

Él mismo me ayudó a trasladar lo poco que tenía hasta su casa, Takara estaba entre feliz y decepcionada con eso, ya que cuando ella me lo dijo no acepté pero sí le hice caso a su papi, sin embargo se le pasó en poco tiempo y me perdonó, con más ganas lo hizo cuando le preparé galletas, sólo que otra vez a escondidas de su padre

Sin necesidad de hablarlo nos repartimos los deberes de la casa de acuerdo a lo que cada quien sabía y prefería hacer teniendo permanentemente a la pequeña Takara cómo nuestra asistente en las tareas más simples y aunque en un principio me sentía cómo un intruso, ellos mismos me convencieron de que yo formaba parte ya de esa pequeña familia de tres.

— ¿Puedo decirte papi?— me preguntó Takara.

—La miré sorprendido por su pregunta—

— ¿Qué?— preguntó de nuevo mirándome raro.

—No deberías decirle papi a cualquier persona— mencioné.

—Tú no eres cualquier persona, Kai— contestó.

—P-pero tu papi es Takashi— debatí.

—Si lo sé, pero tú eres cómo mi otro papi— analizó.

—Oh… en ese caso no sé, ¿Tu papi no se molestará con eso?— pregunté.

—Preguntémosle cuando vuelva— tranzó.

—Oki— acepté.

 

Durante toda la tarde ella me ayudó a hacer las cosas y apenas sintió que su padre entró a la casa se lanzó sobre él para abrazarlo de esa forma los dos se perdieron en las instalaciones hasta llegar donde yo estaba y fue en ese instante en que Takara le mencionó la pregunta a Takashi.

—Yo no veo el problema en que te diga así— mencionó.

— ¿E-en serio?— pregunté.

— ¿Acaso no quieres que te diga papi?— interrogó también.

—No me siento merecedor de ese título— reconocí.

—Pero yo quiero decirte papi— insistió Takara.

—Está bien— accedí.

—Sí~ —canturreó y se lanzó a mi brazos—. Te quiero papito Kai— dijo mientras me abrazaba.

Me sentí feliz de escucharla decir eso, aunque de verdad no me sentía para nada merecedor del título de padre. Mientras me abrazaba miré a su verdadero padre y sólo sonrió, si él estaba de acuerdo con eso no tenía por qué oponerme.

A la noche, una vez la pequeña se durmió Takashi se fue a meter a mi habitación antes de que me metiera la cama, él solía despedirse de mí antes de dormir igual cómo lo hacía con su hija.

—Vengo a hacerte recuerdo de algo— anunció sentándose en la cama.

— ¿De qué?— pregunté. Siempre suelo olvidar cosas.

—Ven aquí— indicó su lado palmeando la cama.

—me senté al lado suyo con mi pijama en la mano— Dime— pedí.

—Acostúmbrate a que Takara te diga papi, tú lo serás una vez yo no esté— mencionó. Se me había olvidado eso.

—Asentí— Me gusta que me diga papi aun cuando no me siento digno de serlo… No quiero que te mueras, Takashi— susurré.

—No pongas esa cara, sabes que eso no está en mis manos— respondió.

—Asentí— De todas formas, no quiero perderte— reconocí.

—Ya, ya, no nos pongamos tristes— pidió.

Aunque esa noche tenía sueño el me pidió que lo acompañara en el primer piso mientras arreglaba algo que había hecho mal en su trabajo y después que terminó si me dejó ir en paz a mi cama, pero antes de entrar en mi habitación besó mi frente y me deseó buenas noches. Me gustaba cómo me trataba aunque me sintiera cómo un niño a su lado.

Siempre se me olvidaba el hecho de que él tenía una fecha aproximada de vida, pero luego de un buen tiempo y cuando esa fecha comenzó a avecinarse rápidamente, sus malestares comenzaron a abordarlo mucho más seguido que antes hasta el extremo de tener que dejar su trabajo. Yo tenía el mío, los ingresos no eran problema, pero él no había querido dejar de trabajar para no pensar en que tenía los días contados, pero cómo el mismo decía, esas cosas no estaban en sus manos y aunque quiso seguir ignorando sus afecciones no podía y tampoco podía seguir “ocultándoselas” a su hija, al final cuando quedaba poco más de dos meses para que su desenlace llegara, le contó a su hija sobre su enfermedad, pero en ningún momento le admitió que se moriría.

Había muchas veces en que él dormía con su hija, a pedido de ella misma o por capricho propio, de lo único que yo estaba seguro era que quería aprovechar su tiempo con ella lo más que pudiera, siempre y cuando los dolores no lo invadieran; cuando eso sucedía a quien acudía era a mí y no a su hija. Cuando él tocaba la puerta a las y tantas de la madrugada ya sabía que se sentía mal y no me negaba a darle cobijo en mi cama, de cierto modo yo también quería aprovechar ese poquito tiempo con él.

—Me duele— susurró cerrando los ojos con fuerza.

— ¿La cabeza?— pregunté abrigándolo entre las tapas de la cama.

—Asintió— ¿Me haces cariño?— preguntó.

—Sonreí— Claro que sí— accedí.

También tenía sus momentos de melosidad y me pedía que lo consintiera, sobre todo cuando le dolía la cabeza, nunca me negaba, era la única forma de tenerlo entre mis brazos aunque no supiera de lo que despertaba él en mí, aunque no todo puede guardarse por siempre. Cómo otras veces le di una pastilla para el dolor y luego intenté aliviar su dolor masajeando su cabello y su cuero cabelludo, eso resultaba aunque a veces se demorara, pero aun cuando agonizaba de dolor me conversaba sobre muchas cosas hasta que su respiración iba haciéndose cada vez más pesada y sus parpados ya no se abrían al quedarse dormido, aquella vez yo juré que dormía y me aproveché del momento, fue de esa forma que descubrió mis sentimientos por él.

—No quiero que mueras, niño lindo, no ahora que yo estoy saliendo adelante —susurré sintiendo las lágrimas amontonarse en mis ojos mientras acariciaba su cabello—. ¿Será muy desatinado de mi parte querer permanecer siempre contigo en esta pequeña familia? Yo te amo, no me dejes— completé y deposité un beso cerquita de sus labios.

No me había atrevido a rozar sus labios y cuando fingió despertarse y preguntarme que había significado eso que escuchó sentí alivió al no haberme dejado llevar completamente por lo que sentía, de todos modos era la primera vez que mis sentimientos se desbordaban de esa forma y no había podido evitarlo, sentir que se me iba de entre las manos sin que pudiera hacer nada me destruía poquito a poco

—Responde mi pregunta— pidió nuevamente.

—L-lo que escuchaste es… es e-exactamente lo que siento— respondí por fin.

— ¿No pensabas decírmelo de frente?— interrogó un poco molesto.

—Negué alejándome un poco de su cuerpo— Soy cobarde— admití.

—Ya lo noté— respondió.

— ¿Estás enojado? ¿Quieres que me vaya?— pregunté.

—Si estoy enojado pero no por lo que dijiste, sino porque no lo dijiste antes— contestó.

— ¿Por qué?— curioseé.

—Hemos pasado tanto tiempo juntos, casi medio año bajo el mismo techo ¿Y jamás notaste lo que siento por ti?— preguntó.

 

Pestañeé seguidamente con la boca abierta sin dejar de verlo, había dicho que me amaba, no sólo había salido descubierto sino correspondido. En el momento en que quiso disipar mi asombro con un beso fue que me arrepentí de ser tan cobarde y despistado, si lo hubiera dicho antes y de frente habría podido probar sus labios y haber disfrutado esos besos mucho antes. Maldito tiempo que se iba tan rápido, maldito tumor que quería arrebatármelo, no pude evitar terminar llorando aun cuando estaba feliz porque me estaba besando, a él no le quedaba mucho tiempo y yo había desperdiciado gran parte de éste.

—N-no puedes morirte, Takashi— susurré separándome del beso.

—No pienses en eso y aprovecha ahora que me tienes contigo y para ti— respondió.

Claro que aproveché ese tiempo perdido y lo besé cómo no había besado a nadie antes, quería decirle tantas cosas también, pero tal vez las palabras a esas alturas sobraban en la escena. Esa sin duda fue de las mejores noches mi vida y si pudiera ponerle un orden numérico sería la tercera.

No hubo necesidad de explicarle las cosas a Takara y no me sorprendió tampoco que ella supiera sobre los sentimientos de su padre antes que yo, la pequeña sólo nos felicitó y se alegró mucho con la noticia, fue entonces que me dijo algo cómo que yo pasaba a ser su padre realmente por ser el novio de Takashi y en parte era cierto. Pero con respecto a eso lo que si le explicamos entre los dos fue lo del apellido y aunque nos enredamos un poquito en el esclarecimiento del asunto entendió, aunque aun así jamás le dijimos que Takashi podía llegar a morir en pocos meses o más bien semanas a esas alturas.

Una vez el tema estuvo aclarado fuimos los tres a pasarla por registro civil y a pesar que sólo yo debí dar la cara y soportar el sermón de por qué no había hecho ese trámite bastante necesario antes, aguanté todo calladito y en silencio para que después saliera con mi libreta y el nombre de esa niña bajo la inscripción que la legalizaba cómo mi hija. Durante el trayecto a casa leí miles de veces ese nombre: Takara Yutaka; se oía lindo.

Unos días después de ese acontecimiento fuimos a nuestro control de rutina luego de que yo hubiera tenido mi sesión de quimioterapia el día anterior, sentía el cuerpo pesado, pero entre Takashi y Takara me hacían de soporte. Entré solito a mi consulta con el doctor y recibí buenas noticias de su parte, al menos la ramificación del cáncer había cesado y tendría que dejar de someterme a quimioterapia.

—Te dije que la mente tiene el poder— mencionó.

—Asentí— No quiero morir, no ahora que tengo más de una razón para seguir— mencioné.

—Me alegró por eso —sonrió—. Tus dos razones están afuera, ¿Verdad?— preguntó.

—Sí— respondí.

—Estás consciente de que a Takashi no le queda mucho, ¿Cierto?— consultó.

—Lo sé, no es un tema que pueda ignorar fácilmente— respondí.

No me gustaba que me repitieran que Takashi moriría, él debía someterse a una operación y aunque tuviera más porcentaje en contra que a favor yo me empecinaba en mantener las esperanzas. Si yo había vencido a la muerte él también podía y nadie me iba a sacar eso de la cabeza.

Los días pasaban rápidos pero eran divertidos y provechosos, hacíamos miles de cosas en menos de veinticuatro horas, hasta llegamos a remodelar la casa entre los tres, pero lejos lo que más satisfacción nos dio fue saber que Takara entraría a estudiar al año siguiente, la habíamos hecho postular a tres buenos colegios y quedó en los tres, pero optamos por el más conveniente para ella y todos los trámites ya estaban listos, sólo faltaba comenzar a comprar sus cosas, uniforme y demás.

—Aún falta tiempo, pero ya quiero ir al colegio— dijo.

—Te verás muy linda con tu uniforme— le dije.

— ¿Me irán a dejar y buscar ese día?— preguntó. Yo enmudecí al recordar que lo más probable era que Takashi no estuviera para esa fecha.

—Claro, eso no se pregunta, es nuestro deber— contestó él.

Takashi siempre contestaba esas cosas cuando yo quedaba mudo, él sabía que me dolía el hecho de llegar a perderlo en el corto plazo, pero todas las noches me repetía que debía aprovecharlo mientras estuviera vivo y que por sobre todo jamás deje en evidencia esa realidad frente a nuestra hija, ella no debía saber que tenía los días contados, esa muerte debía ser sorpresiva así le dolería menos, según lo que él pensaba y cómo siempre yo le hacía el gusto en todo.

—Tengo ganas de algo— susurró en mi oído.

— ¿De qué?— pregunté.

—Quiero hacerte el amor— respondió.

Enrojecí ante su respuesta, durante el tiempo que llevábamos de pareja durmiendo juntos jamás me tocó un pelo demás y para ser sinceros deseaba tanto o más que él poder tener intimidad. Eso contaba cómo aprovecharlo, él no podía irse de mi lado para siempre sin que me dejara el recuerdo de una noche en la que compartiéramos el calor de nuestros cuerpos al hacer el amor.

Una vez se despojaron de los pocas prendas que llevaban encima volvieron a acomodarse en la cama, Takashi besó su abdomen y acarició su pecho yendo con calma. Le gustaba el tacto de la suave piel que tocaba en esos momentos. Entre suaves besos en diferentes partes de la piel de su abdomen, escuchó de pronto los suaves suspiros de Kai que lo acompañaban en su misión.

 

Escucharlo suspirar de esa forma ante sus caricias lo impulsaba a seguir y a pesar de haber tenido los ojos cerrados los abrió dirigiendo su mirada hacia arriba pudiendo apreciar cómo Kai también tenía los ojos cerrados, eso le pareció tierno.

Siguió sosteniendo su peso con sus manos y rodillas a los lados de su cuerpo y comenzó a subir sus labios lentamente beso a beso hasta llegar a probar sus labios una vez más, un pequeño roce de labios hizo abrir los ojos a Kai y al volver a juntarlos para otorgarle un beso más profundo ambos cerraron los ojos para disfrutar del contacto. De inmediato las manos de Kai fueron a parar a la espalda de Takashi, comenzando a acariciarla al compás lento y suave del beso.

Bastó que sus lenguas se juntaran a medio camino para que la lentitud del beso fuera desapareciendo caricia a caricia que se propinaban. Takashi bajó una de las manos con que se sostenía hasta el pecho de Kai y queriendo escuchar sus gemidos más elevados, apretó su pezón izquierdo haciendo que le mordiera el labio inferior luego de soltar un gemido involuntario.

—Gime, quiero escuchar tus gemidos— confesó.

—Mhg~ no digas eso, me da vergüenza— contestó sonrojado sin poder dejar de gemir.

Ignoró su vergüenza y siguió apretando ese pezón entre sus dedos, dejando que esos gemidos se perdieran en su boca sin querer dejar de besarlo. Aguantó las mordidas en los labios y esos rasguños en sus espalda, todo con tal de verlo y sentirlo sometido al placer que esa acción le causaba.

— ¿Te gusta que haga eso?— susurró sobre sus labios y siguió retorciendo su pezón entre sus dedos suavemente.

—Ahh~ síí~— asintió gimiendo en un susurro sobre sus labios.

Ejerció un poco más de fuerza al retorcerlo entre sus dedos y el volumen del gemido que escapó de su boca fue considerablemente más alto. Convencido de que eso le encantaba a Kai, bajo los labios hacia su pecho y pasó la lengua por sobre el pezón que antes había retorcido.

—Ahh~ mh~— gimió enredando los dedos entre su cabello.

— ¿Y eso también te gusta?— preguntó volviendo a lamerlo.

—Mgh~ Takashi, ah~, sí también~— susurró sonrojado.

— ¿Qué más te gusta que te hagan?— preguntó viéndolo desde esa posición.

Al no recibir respuesta inmediata mordió y succionó un poco su pezón mientras retorcía el otro entre sus dedos. Él no solía hacer eso, pero notando que Kai lograba gemir mucho más al jugar con sus pezones, comenzó a abusar de ese punto para oírlo gemir mucho más de lo que ya lo hacía. Sintió cómo Kai se retorcía bajo el tacto de su lengua en ese lugar.

—Ah~ Takashi— volvió a gemir.

—Respóndeme la pregunta— pidió viéndolo retorcerse bajo sus insistentes caricias.

—Ahh~ t-también me gusta cuando aprietan mi trasero— susurró sonrojado.

Las preguntas no se detuvieron allí y tampoco el estímulo sobre su cuerpo, no sólo en sus pezones; la idea era calentarle la sopita para que no se retractara después, por lo que prosiguió y comenzó a bajar más aún por su cuerpo; lamiendo todo lo que podía sintiendo a Kai encorvarse bajo el tacto de su lengua en diferentes sectores.

Llegó luego de unos momentos a donde quería y sonrió victorioso al notar la excitación de ese hombre bajo su cuerpo, de reojo advirtió el sonrojo en sus mejillas y sus ojos cerrados y simplemente se dejó llevar por el deseo que le producía ese cuerpo. Tomó la extensión de Kai entre su mano derecha y la movió estrechamente de arriba hacia abajo un par de veces escuchando inmediatamente los gemidos poco disimulados de su parte y allí se quedó, entretenido un buen rato; frotando, lamiendo, succionando, notando cómo crecía poquito a poco con sus acciones.

—Takashi— lo llamó.

— ¿Mh?— hizo el amago de pregunta teniendo la boca ocupada.

—Deja de saborearme. Penétrame— pidió.

—Sacó el miembro de su boca— Tengo que prepararte antes— anunció.

—Mmh~ hazlo, pero rápido— exigió.

 

Le dio una última lamida a su miembro y lo tomó por los brazos obligándolo a erguirse en la cama para posteriormente ponerlo de boca al colchón.

Kai no sabía cuáles eran sus intenciones, pero tenía la certeza de que se sentiría bien, simplemente se limitó a levantar el trasero y a sostener su peso. No tardó nada en sentir un par de húmedos dedos rozar su entrada y se contrajo por reflejo al sentirlos allí; ingresó uno, luego otro e inmediatamente comenzaron a moverse en su interior con tortuosa lentitud, se contrajo a modo de protesta y junto con escuchar la suave risa de su novio sintió un dedo más en su interior acompañando a los otros dos en su tarea de dilatarlo. Malditos los preámbulos; nunca le gusto que lo preparasen aunque le doliese, era medio masoquista en ese sentido, esa acción le mataba la paciencia y sólo aumentaba sus ganas de ser penetrado.

—Ya~ ya, Takashi, penétrame de una vez— pidió.

—No, todavía no— le respondió.

Sacó los dedos de su interior lo dio vuelta dejándolo una vez más con la espalda pegada al colchón y allí estaba con lo que se estaba entreteniendo antes. Lamió ese miembro en toda su extensión, paso una de las piernas de Kai sobre su hombro y rápidamente volvió a introducir los dedos en su entrada, instintivamente él enredó los dedos entre sus cabellos y cerró los ojos sintiéndolo jugar con ambas partes a la vez. Ya estaba más que dilatado, pero esos dedos eran su consuelo mientras su miembro estaba siendo atendido por Takashi. Otra cosa que no sospechaba de él, pero se le daba bien, demasiado bien.

— ¡Ahhh~! Takashi, ya casi— susurró tironeando un poco su cabello.

—Sacó el miembro de su boca— Termina tranquilo— le respondió y volvió a introducirlo en su boca.

Se contrajo y aguantó la respiración apretando los dientes y en cuestión de segundos toda su simiente fue a parar directo a la boca de Takashi. Inclinó la cabeza hacia atrás arqueando su columna y cerró los ojos sintiendo el cosquilleó del orgasmo recorriendo su cuerpo, principalmente su ingle y volvió a respirar luego de botar todo el aire que acumuló en sus pulmones los segundos previos a su eyaculación.

Cuando sintió a Takashi sacar los dedos de su interior volvió a abrir los ojos y quitó las manos de entre sus cabellos para afirmarse a las mantas que tenía a sus espaldas. Lo vio posarse frente a él luchando con su lengua para alcanzar lo que se le escapó de la boca y había ido a parar en su mejilla. Sonrió al verlo y el mismo lo quito con sus dedos pero no se lo dio, lo llevó a su propia boca.

—Oye, eso era mío— reclamó.

—Salió de mí, es mío— dijo en su defensa.

Se acercó a besarlo y de inmediato Kai tomó su miembro ya erecto entre una de sus manos comenzando a masturbarlo con estrecha rapidez mientras gemía entre el beso de manera ansiosa. Ya no había caso hacerlo esperar más, él también lo deseaba. Mordió su lengua juguetonamente antes de separarse de su boca y volvió a dejarlo de cara a las cobijas para tener su entrada a disposición. Una vez Kai alzó su trasero él mordió su nuca, separó sus glúteos y rozó la punta de su miembro en su entrada, apenas logró acomodarse se introdujo de una firme embestida apretando su trasero

—Te amo tanto~— declaró sacando su miembro con lentitud.

—Ahhh~ yo también te amo y mucho— contestó contrayéndose un poquitito.

Sacó su miembro casi hasta el tope y volvió a ingresar atrayendo las caderas de Kai a las suyas para adentrar su miembro lo que más pudiese.

—Me gustan tus gemidos, Kai— susurró en su oído.

Comenzó a embestir con lentitud soltando pesados jadeos directo en su oído sintiendo esa contracción de su parte la cual lo hacía cerrar los ojos para disfrutar en plenitud esa deliciosa sensación. Kai escondió el rostro entre sus brazos, gimiendo bajito entre estocada y estocada de la que era participe.

—Se siente rico~— jadeó Kai moviendo sus caderas también con lentitud.

Mantuvo de la misma forma lenta pero profunda las embestidas y llevó una de sus manos hacia su pecho para apretar sus pezones mientras seguía adentrándose entre esas paredes que lo apresaban tan estrechamente. Gimió más fuerte cerca de su oído al escucharlo emitir un gemido más alto y prolongado al apretarle los pezones junto a cada embestida que se perdía en su entrada. Eso lo estimuló a penetrar un poco más rápido recibiendo una contracción mucho más fuerte alrededor de su miembro al hacerlo.

 

—Ah~ Takashi— gimió arqueando un poco la espalda.

—Mh~ ¿Te gusta?— preguntó otorgándole una fuerte embestida.

— ¡Aahh~! Sí, amor ah~— respondió y luego lamió sus labios.

 

Aumentó considerablemente la potencia y la frecuencia de las embestidas mientras retorcía sus pezones fuertemente entre sus dedos enceguecido por el placer que esa estrecha entrada le proporcionaba, recibiendo enérgicos y agudos gemidos cómo respuesta de la misma forma en que la cadera de Kai le ayudaba en el vaivén dentro de lo que podía echándose hacia atrás insistentemente haciendo el impacto entre su trasero y sus caderas mucho más dinámico que en un comienzo.

—Aah~ ahh~ T-Takashi, ¡Takashi!— gritó.

 

Mordió su nuca con fuerza ahogando sus gemidos y volvió a dejar las manos sobre sus caderas para poder atraerlo a las suyas con más ímpetu y llegar más profundo aún. Ya faltaba poco para los dos alcanzar su orgasmo. Kai inconscientemente separó más sus piernas, se sujetó con más fuerza estrujando las sabanas entre sus manos y se contrajo con todas su fuerzas mientras sentía las profundas y rudas embestidas abrirse paso en su interior chocando contra su trasero; no podía dejar de nombrarlo cómo el causante de su placer y aunque no llegaban a salir las órdenes de su garganta, por cada fuerte gemido con su nombre plasmado en él; Takashi parecía comprender lo que quería y lo complacía, hasta quitarle el aire a causa del placer que le proporcionaba el impactar seco de la punta de ese miembro sobre su próstata.

Un último esfuerzo, por respirar, por aguantar los exquisitos espasmos que le provocaba el abuso de ese lugarcillo único en su interior. Ya no quedaba mucho; sólo un par de embestidas y el hormigueo se extendió por su cuerpo terminando por eyacular una vez más con bastante fuerza, ejerciendo mucha más presión sobre el miembro de Takashi, quien luego de un par de salvajes y cortas embestidas eyaculó en su interior, llenándolo de esa cálida sensación con su semen tibio concentrándose en el poco espacio que tenía.

Takashi se abrazó a la cintura de Kai y aún con la respiración agitada comenzó a repartir intermitentes besos por sus hombros, mientras este también intentaba regular su respiración dejándose mimar por su novio manteniendo los ojos entrecerrados disfrutando todas las sensaciones juntas; las caricias, los besos, el cosquilleo del orgasmo, el semen en su interior y el miembro aún consistente de Takashi que palpitaba en su interior estando quieto. Al sentir el aliento tibio de Takashi sobre su nuca un escalofrío recorrió su espalda e inconscientemente sus caderas se movieron provocando el roce en su interior y no pudo evitar gemir una vez más.

—Eso fue rico— susurró Takashi.

—Mh~ muy rico— le respondió.

— ¿Vamos a dormir?— preguntó.

—Negó— No tengo sueño— debatió.

—Embistió lentamente un par de veces— ¿Quieres seguir?— consultó.

—Mordió su labio inferior, le daba vergüenza decir que sí.

Al no recibir una negativa y notando la contracción que Kai aún mantenía sobre su miembro siguió embistiendo un par de veces más volviendo a escuchar esos gemidos que tanto le agradaron, sobre todo cuando lo nombraba, por lo mismo lo puso a prueba. Levantó su cuerpo apegando su espalda a su pecho y una vez se acomodaron a esa posición, lo penetró lo más fuerte que pudo manteniéndose aferrado a su cadera con una mano y de un momento a otro comenzó a bajar la intensidad.

—Mhg~ más, más fuerte— pidió arqueando la espalda.

 Con sus manos separó aún más sus piernas y le regaló sus embestidas más fuertes, tal como las quería, logrando que arqueara la espalda y recostara la cabeza en su hombro, de esa forma escuchó más cerca sus gemidos. Hasta que en cosa de minutos al permanecer en esa posición el orgasmo de avecinó otra vez para ambos. Trasladó las manos a su trasero, apretó sus glúteos con fuerza y se adentró lo más rápido y firme que pudo.

— ¡Aaahh~! Sigue, Takashi, sigue así— pidió contrayéndose.

Él se limitó a obedecer y gemir quedamente contra su oído hasta que ya no pudo más y terminó por eyacular en su interior, a los segundos después, al sentir nuevamente su semen dentro, Kai se contrajo una última vez y eyaculó también, así permanecieron un par de minutos; intentado regular su respiración y su ritmo cardiaco. Después de un último mordisco a su cuello Takashi salió de su interior

Junto con el miembro de Takashi salió el semen que había eyaculado dentro de él y se quedó allí quieto hincado sobre la cama viendo hacia abajo. Aunque nunca lo admitiera y por más raro que pareciera le gustaba esa sensación escurridiza y tibia entre sus piernas.

No habían terminado tan tarde con eso a pesar de que había tenido un preámbulo largo, pero una vez se separaron y luego de que Kai se quedara viendo lo que escurría entre sus piernas, Takashi aprovechó ese momento para observar con atención su lindo cuerpo.

Sentí su mirada penetrante sobre mi espalda y el tacto de la sabana entre mis piernas, estaba limpiando el rastro de su semen que resbaló entre mis muslos

—Te amo— susurró en mi oído.

—Sonreí— Yo también te amo, Takashi— respondí de la misma forma reposando mi nuca en su hombro.

—Juro hacerte el amor todas las noches hasta el último día de mi existencia— musitó recorriendo mi pecho con sus manos.

—Me volverás adicto a ti— reclamé.

—Tú también serás mi adicción, estaremos en igualdad de condiciones— debatió.

Al él no podía decirle que no, lo único malo con esa adicción que provoco a penas con ese primer encuentro, era que nadie me aseguraba que la tendría para toda mi vida, pero cómo todo lo ligado a su existencia, lo disfrutaría hasta que su vida se extinguiera. Esa fue la segunda noche más feliz de mi vida.

Hacer el amor por las noches se nos hizo adicción y costumbre, lo disfrutábamos plenamente sin remordimientos y represiones, yo gemía fuerte, a él le gustaba hacerme gemir, nos complementábamos perfectamente en ese ámbito cómo en muchos otros.

Y el día que menos quería que llegase y al que más le temía llegó, no sin muchos malestares de su parte antes, la expansión de ese tumor en su cerebro le provocó dolores de cabeza más fuertes cada vez, incluso una leve parálisis en el lado izquierdo, pero ese día sería aquel en que lo intervendrían para extirpar ese tumor. Ya lo sabíamos de antemano; las posibilidades eran de un veinticinco por ciento a su favor y aun así si salía de esa tendría que someterse a quimioterapia ya que el tumor era maligno y la expansión cancerígena debía desaparecer sino de todas formas su vida estaría limitada otra vez.

Aunque me hubiese gustado no tener que llevar a Takara a la clínica Takashi me lo pidió cómo favor y al saber su situación el doctor no le negó la entrada a su habitación, ellos dos tenían que despedirse aunque ella no supiera que su papito a lo mejor no saldría con vida del pabellón. Yo los dejé solitos para que conversaran y volví en un tiempo prudente, entonces a mí sí me tocó tener que despedirme de él mientras Takara esperaba afuera

—No llores, mi amor— pidió mientras me abrazaba.

—Esta vez no te haré caso. Me duele verte aquí y saber que tendré que aprender a vivir sin ti— respondí.

—No me gusta que llores— repitió.

—Ojalá pudiera darte mi vida… aunque sea un poquito más, no quiero perderte tan pronto— susurré.

Terminé por contagiarle mi llanto y para calmarme optó por regalarme un último beso, tan lento y cargado de tantas emociones que maldije con ganas al aire cuando se nos acabó

—Cuida a nuestra hija— pidió.

—Lo haré, mi amor— respondí.

—Te amo, Kai— susurró.

—Y yo a ti, Takashi— contesté.

 

Tuve que salir de allí cuando el personal que lo trasladaría a pabellón ingresó, no sin antes darle un beso más antes de atravesar el umbral de la puerta. En el camino a la sala de espera me preocupe de limpiar bien el rastro de lágrimas para no preocupar a Takara y me dispuse a esperar con ella entre mis brazos a los resultados de esa operación.

En esos momentos los segundos pasaban cómo años y maldecía una vez más: el por qué el tiempo a su lado no pasó así de lento. Muchas veces mi hija me preguntó si todo saldría bien y tuve que tragarme las lágrimas para no desvanecer su ilusión contestándole que sí, que todo saldría bien, aunque en el fondo sólo le estaba transmitiendo mis propias esperanzas.

En el pabellón llevaban encerrados un par de horas ya, el médico tratante de Takashi y un arsenal de enfermeras que estaban asistiéndolo en la complicada intervención. No era la primera de ese tipo que realizaba, pero si era la primera vez que le tocaba un paciente tan joven.

Por él, su hija y la familia que sabía había formado ese chico con Kai se estaba esforzando casi inhumanamente por que todo saliera bien y corte a corte lo encomendaba a ese ser superior en el que creía y confiaba, no quería tener que salir de allí a dar malas noticias.

El torturante tictac del reloj en la pared, el sonido de la máquina que le medía el pulso a su paciente, su respiración, la de sus acompañantes y el sonido del arsenal quirúrgico que ocupaba era todo lo que se escuchaba, ya quedaba poco para despejar esa complicada zona del cancerígeno tumor que se había expandido incluso un poco más de lo que esperaban, sólo unos cuantos cortes más y la concentración estaba al límite y creciendo segundo a segundo.

Una vez el tumor estuvo fuera completamente hubo un cambio de ambiente bastante notorio, de pronto se sintió frío y el tiempo pareció detenerse alrededor, tomaron atención y pegaron su vista en el cuerpo sobre la camilla, un sonido molesto penetró los oídos de todos en ese lugar y supieron de inmediato que era la máquina que le media el pulso a Takashi, pero ya no habían latidos, había sólo una línea constante y plana que acompañaba a ese molesto pitido, eso había sido todo; estaba muerto.

En las afueras de ese lugar había mucha gente esperando resultados de diferentes intervenciones y ahí en una esquinita se encontraba Kai con su niña en brazos conversando de diversos temas para hacer la espera menos agónica. La niña pensaba en lo que quería hacer una vez su papito saliera de la clínica, pero Kai en ningún momento dejó de sonreír y asentir a lo que decía su niña, él no se creía capaz de revelarle que a lo mejor su papito Takashi no saldría con vida de esa intervención que ella pensaba era algo simple, segundo a segundo, con cada palabra dicha por su niña su corazón dolía un poco más y aunque las lágrimas amenazaban con salir a flote, disimuladamente suspiraba para no quedar en evidencia frente a ella

—Cuando papi Takashi se recupere quiero ir a la nieve— dijo la pequeña.

—Iremos, mi amor— le respondió Kai.

—Y nos divertiremos los tres juntitos— replicó la niña.

—Asintió— Por supuesto mi niña— contestó sonriendo.

Luego de haber procedido a la reanimación muchas veces y no obtener resultados el equipo médico se rindió y el doctor salió de pabellón sintiéndose frustrado consigo mismo, ni siquiera quiso proceder cómo se debía, simplemente observó la hora y dejó que el resto del personal hiciera lo demás. Había dado la noticia de un deceso muchas veces a lo largo de su carrera pero por algún motivo en esa ocasión no se sentía con la suficiente fuerza para destrozar a esa pequeña familia; ellos se habían conocido en su consulta, habían formado su familia a causa de eso y de cierto modo él se sentía en deuda con Kai porque había logrado sólo la mitad del trabajo y le había fallado en lo más importante.

Al salir del pasillo que lo conducía a la sala de espera vio a ese hombre hacer tiempo junto a Takara, a lo lejos se notaba lo mucho que amaba a esa niña pero también la lucha interna que llevaba en esos momentos y tuvo mucha menos fuerza para dar esa triste noticia, dio un par de silenciosos pasos sin advertir su presencia ante él y de cierto modo agradeció que no se haya dado cuenta porque alguien le interrumpió el paso.

Mientras hablaba con Takara una extraña sensación me abordó, no supe si buena o mala pero permaneció durante todo el resto de nuestra conversación y de un momento a otro pareció cómo que el tiempo volvió a trascurrir normalmente, empecé a ver el movimiento que se producía alrededor de nosotros; el ir y venir de enfermeras y doctores; la gente que también estaba en ese lugar, todas con rostro de suma preocupación, contrastando un poco con el mío que de seguro denotaba más resignación.

Esa extraña sensación pareció desbordarse en mi interior cuando vi al doctor dirigirse a mí a paso firme y decidido, dejé a Takara sentada en la silla vacía al lado mío, le pedí que me esperara y me acerqué temblorosamente a él para recibir la noticia, inmediatamente mis ojos se empañaron al escucharlo y esa frase pareció reproducirse cómo un insistente eco en mi cabeza. Luego no supe nada de mí porque me desmayé y desperté varios minutos después con la sensación de haber tenido un largo y tortuoso sueño.

~*TIEMPO DESPUÉS*~

Mucho tiempo había pasado ya desde aquel agónico día que jamás olvidaría, simplemente era algo que no podía borrar de su memoria y recordaba segundo a segundo trascurrido en esas veinticuatro horas. Recordaba las palabras que le dijo él antes de que se lo llevaran a pabellón, las palabras de su niña en la sala de espera, las palabras del doctor y lo que sucedió después que despertó de su desmayo.

Aquella vez Takara estaba a su lado sentadita sin entender que había pasado y mucho menos entendió porque su papito Kai se puso a llorar a penas recobrar el conocimiento, ella simplemente lo abrazó y las palabras no llegaron salir de la boca de Kai para reproducir lo que había escuchado. Ya habían pasado muchas horas en ese lugar y aunque no quería el doctor le recomendó retirarse, por su bien y el de su niña, ya después podría realizar los papeleos correspondientes a la situación, pero él era terco y aunque sabía que no debía hacerlo, sólo fue a hacer dormir a Takara y volvió a la clínica una vez más.

Recordaba con exactitud todo, absolutamente todo y aun cuando habían momentos especialmente amargos, si le dieran la posibilidad de borrar de su memoria ese día, no accedería por nada del mundo.

Esa mañana se levantó con sueño, nervioso y estresado, ese sería era el primer día de escuela de su Takara y no había dormido nada la noche anterior, hasta se podía decir que Kai estaba más nervioso que su hija, pero cómo siempre sabía fingir bien frente a ella y en esos momentos estaba atento a lo que la encargada de esos niveles decía.

—Pasaré la lista por curso en orden alfabético, en cuanto escuchen el nombre de su hijo pueden ingresar a la sala— mencionó la señora.

Todo el mundo guardó silencio y se dispusieron a escuchar la lista del primer curso, de a poquito los padres iban ingresando por el pasillo donde otra señorita les indicaba la sala correspondiente, pasó un curso y dos hasta que por fin se escuchó el nombre de su hija

—Takara Yutaka— repitió la señora.

—Vamos— le dijo él tendiéndole la mano.

—Espera, falta algo— dijo la niña.

 

Takara se perdió entre las personas presentes y él se quedó allí viendo hacia todos lados en busca de lo mismo que su hija, no había reparado en ese detalle y otra vez se recriminó su despiste, pero en pocos momentos la pequeña volvió sonriente a su lado.

—Ahora sí— mencionó y se adelantó a su sala.

Él sólo sonrió contento de verla desenvolverse bien y siguió sus pasos hasta el interior de la sala. Una vez dentro una de las encargadas se presentó ante ellos, le mencionó su nombre e indicó que hasta que llegara la profesora podían disponer de los juguetes y material didáctico a gusto siempre y cuando quedara todo en su lugar después. Kai le sacó miles y miles de fotos a su hija y observó orgulloso cómo ésta hacía amiguitos de inmediato, compartiendo juguetes y sonrisas, pero llegó el momento en que debían retirarse, la profesora había hecho acto de presencia y una vez se presentó y les dio la bienvenida les pidió que como salieran debían responder las preguntas que su asistente que estaba en la puerta les hiciera

— ¿Nombre de su alumno o alumna?— preguntó la señorita.

—Takara Yutaka— respondió.

— ¿Cuántos años tiene Takara?— interrogó una vez más.

—Seis— contestó.

— ¿Quién será el apoderado?— consultó por última vez.

—Yo— le respondieron.

— ¿Su nombre?— sondeó.

—Takashi…—

 

Kai salió mientras él le daba ese dato y otros a la señorita y se dedicó a ver a su niña por la pequeña ventanita que había a un costado en la pared, ellos habían sido los últimos en salir de la sala, el resto de los padres ya estaba fuera del recinto. Notó que Takara lo vio y le sonrió saludándola con la manito antes de irse viendo que ella le respondía el gesto, a los pocos minutos sintió un par de brazos rodear su cintura e inmediatamente posó sus manos sobre las contrarias

— ¿Ya estás más tranquilo?— le preguntó Takashi.

—Sí, amor— respondió comenzando a caminar, por ende arrastrando a su novio.

—Rio— Yo juraba que tú te pondrías a llorar en vez de ella— mencionó caminado apegado a él.

—Estoy emocionado, pero no a ese extremo. En cambio tú estás cómo si nada— reprochó.

—Ella quería venir al colegio y estuvo tranquila en todo momento, no me preocupo demás— dijo.

—Asintió—

—Confía en tu pequeño tesoro— recomendó.

—Eso hago— respondió.

Tiempo atrás Takara les había preguntado si ellos la irían a dejar y a buscar en su primer día de escuela, en ese entonces las probabilidades de que Takashi estuviera muerto eran grandes, pero fuera de todo pronóstico estaba allí para cumplir lo que él mismo había catalogado cómo su deber.

El día en que su intervención se realizó sufrió un extraño fenómeno llamado desdoblamiento, él mismo se vio en aquella camilla siendo intervenido y fue testigo de su propia muerte, por un momento había quedado aturdido con el pitido insistente de la máquina que le medía el pulso y que en esos momentos sólo era constante y mostraba esa línea horizontal que indicaba que ya no había latido alguno, estuvo presente en ese lugar sólo hasta que vio al doctor dar la orden de reanimación.

Por algún motivo no quiso quedarse allí y caminó hasta que fue a parar a la sala de espera donde vio y escuchó la conversación que mantenía Kai con Takara, notó aquel doloroso contraste en el que haya sido su pareja mostrando una impecable sonrisa frente a su hija pero manteniendo una mirada desolada en lo más profundo, él notó lo mal que lo estaba pasando Kai en esos momentos y lo esperanzada que estaba Takara en que él se recuperara pronto para poder hacer todo eso que le nombraba a su otro padre.

Él siempre le había dicho a Kai que su destino no estaba en sus propias manos, pero por primera vez y no siendo aún demasiado tarde, retrocedió sus pasos hacía donde el equipo médico intentaba reanimar su cuerpo sin vida, al llegar dentro vio al doctor salir del pabellón, donde segundos después la máquina que antes sólo dejaba ver una línea continua volvió a mostrar movimiento y sonido irregular igual que su inestable pulso, no supo cómo lo hizo pero su alma que andaba vagando antes volvió al cuerpo.

Mientras el personal estaba intentado estabilizarlo una de las enfermeras corrió a alcanzar a doctor y lo interceptó a pocos pasos de su destino, sin decir mucho en ese lugar lo arrastró de vuelta al pasillo.

—Doctor, ¡Está vivo!— chilló la enfermera mientras lo arrastraba de vuelta al pabellón.

El resto ya se sabe, el doctor terminó su cirugía con éxito esa vez y volvió a salir una vez Takashi fue trasladado de vuelta a una habitación en el sector de pacientes bajo cuidado intensivo ya que debía no sólo asegurarse de que siguiera viviendo, sino recuperarse satisfactoriamente de la intervención. Esa vez sí salió enérgico de ese lugar, sacando de paso sus guantes y parte de la ropa que usó en el quirófano para poder darle la noticia a Kai, se acercó a él y en el camino vio cómo éste dejaba a su niña sentada y lo interceptaba a mitad de camino

—Tu novio está vivo y en recuperación— reveló.

Iba a decir más cosas de suma relevancia pero Kai se desmayó, lo atajó antes de que impactara contra el suelo e intentando calmar a la pequeñita que había presenciado todo lo traslado a una sala donde pudiera estar tranquilo hasta despertar.

—Tengo sueño— reclamó Kai reprimiendo un bostezo.

— ¿Por qué?— le preguntó.

—Tú y tu adicción a mi cuerpo no me dejaron dormir anoche— reclamó.

—En ningún momento me pediste que me detuviera, también fue tu culpa— expuso.

—Da lo mismo, al menos pudo vivir teniendo la certeza de que estarás conmigo por mucho tiempo más y podrás sustentar mi adicción a tu calor— mencionó.

—Te amo mucho— declaró y depositó un beso sobre su mejilla.

—Yo también te amo mucho —respondió sonriendo—. ¿Sabes…? Hoy es el cuarto mejor día de mi vida— reveló de pronto.

— ¿En serio? —Kai asintió—, ¿Y cuáles fueron el tercero el segundo y el primero?— consultó curioso.

—Ya dije que el cuarto fue hoy, el día en que Takara ingresó al colegio; el tercero fue el día que descubriste y correspondiste mis sentimientos; el segundo fue la noche en que me hiciste el amor por primera vez; y el primero fue aquel en que me dijeran que habías salido con vida del quirófano— enumeró sonriendo.

— ¿Cuál irá a ser el quinto?— dijo de pronto.

—No lo sé, pero a tu lado estoy viviendo la mejor mitad de mi vida, eso es seguro— respondió.

A esas alturas ya poco importaba que Takashi se esté sometiendo a quimioterapia, aunque perdiera de a poquito las fuerzas físicas, las ganas de seguir adelante con su familia eran mucho más grandes, de todos modos ya le había torcido el brazo a la muerte una vez, estaba seguro que podía hacerlo de nuevo y seguir regalándole lindos y mucho mejores días a su novio, porque aún quedaban muchos numerales que designar.

~*FIN*~

 

 

Notas finales:

Eso fue~


¿Se entendió? o: sino, digánme y lo borraré para subirlo de nuevo :3 


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