En este mundo todas las personas tienen un límite, ese límite varia en la cantidad de gotas que llenen ese “vaso” imaginario que todos denominamos como “Paciencia”, en el momento en el que la ultima gota cae en aquel “vaso, este se desborda y es allí cuando el limite sobrepasa las expectativas y el ser vivo es capaz de hacer mucho mas de lo que su cuerpo y/o mente soportaba. La paciencia es la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades para conseguir algún bien. De acuerdo con la tradición filosófica, "Es la constancia valerosa que se opone al mal, y a pesar de lo que sufra el hombre no se deja dominar por él”. Porque por amor a él, Nowaki tenía la suficiente paciencia como para no mandarle a freír plátanos a su pareja a pesar de ser tan inmaduro. Nowaki ERA paciente.
Ahora se hallaba con lágrimas en los ojos, y no por tristeza –que bien la sentía – sino por la impotencia de amarle tanto que soportaba todo los insultos de su amado profesor.
- ¡Madura ya de una vez! - Le había gritado hacia unos segundos antes de tirar la puerta e irse por el ascensor de la residencia. Ya no hallaba forma ni manera de sobrellevar aquello. Si bien Nowaki era una de las personas más nobles y pacientes que el mundo había engendrado, aquello ya era el colmo. Cada cinco minutos había un bendito problema, cada cinco minutos había insultos y una que otra vez cada cinco minutos había golpes.
Se seco las lágrimas con el ante-brazo aparentando ser más fuerte de lo que se veía justo en ese momento y se levanto del sofá, donde el problema había comenzado y terminado de la mano de Kamijou.
Hoy no tendría que trabajar hasta las diez de la mañana –cabe destacar que la discusión fue la primera del día, abriendo con broche de oro aquel nefasto amanecer – Pero ¿Qué iba a hacer solo en ese departamento lleno de “malas energías” por la reciente discusión y los rencores escondidos bajo la cama? El ser ordenado le había dado la ventaja de no tener que ordenar nada para el momento en que estuvo cerrando la puerta detrás si, con su uniforme de la floristería en el bolso y su maleta para pasar la noche de guardia en el hospital.
Los rayos del sol acariciaban el cabello de las personas que por las calles transitaban, y es que el día estaba estupendo desde tempranas horas de la mañana, el viento soplaba placenteramente frío en ritmo con el leve calor que en unos días desaparecería por completo para darle paso a una estación mas fresca.
El azabache se paseaba por un parque antes de llegar a la floristería, iba caminando lentamente, amenizando el paso cada vez mas hasta quedarse varado en medio de la calle.
Las personas pasaban a su alrededor, algunos sonrientes, otros serios. Cada quien, como él, sumidos en sus pensamientos. Cerro los ojos por unos segundos y llevo el rostro al cielo, abrió los ojos y suspiro.
¿Qué estaba haciendo? Y ¿El amor? ¿Dónde habría ido? ¿Quién había robado su amor? La respuesta era: Nadie. Cuando la costumbre se hace tan cotidiana, como comer o asistir al trabajo, el amor comienza a sobrar. ¿Cuántos años habían estado juntos? ¡Dios! No lo recordaba, ¿8? ¿10? ¿Tal vez mas? Pero nada de eso importaba ahora.
Se obligo a retener las lágrimas amargas que por sus ojos comenzaban a asomarse, amenazando con dejarse caer al vacío, amenazando con suicidarse. Tomo aire y siguió caminando, siempre hacia delante, con la cabeza erguida, con optimismo; Todo aquello era una tonta pelea de parejas, esto pasaría..Oh si, esto también pasaría...seguro que si ¿No es cierto? Siempre pasaban, por mas fuerte que haya sido el problema, Nowaki siempre lograba sobrellevar las situaciones.
Como la persona madura y paciente que era...
- ¡Muchas gracias, que tenga bonito día!_ Se despidió de la anciana quien felizmente se llevaba un ramo de tulipanes al parecer para su nieto que se había graduado, o algo así le entendido a la mujer que con una gran y arrugada sonrisa le pidió que por 500 yenes le arreglara un bonito ramo de tulipanes, la flor favorita de su querido nieto.
Los tulipanes prevalecían, aun en época de invierno esas pequeñas y hermosas flores delicadas eran más valientes que cualquier otra parecida. ¿Quién lo pensaría?
El resto de lo que quedaba de mañana y parte de la tarde fue monótono, aburrido, seco y sin luz. Tan feliz como un niño sin su regalo de navidad y tan triste como una madre que ve morir a sus hijos. Si, así de devastadora era. O eso pensaba hasta que de la acera de al frente un pequeño castaño, tan castro como las flores de ese lugar cruzo la calle, y entro a esa tienda, de todas la de la cuadra entro a esa. Con las mejillas coloradas y una mirada distante e indicios de haber llorado hace poco se dirigió al pelinegro.
- Quiero un ramo de Damasquinas o Gentianas - Fue con lo que se presento.
El pelinegro quien aun no salía de su asombro ante tanta inocencia, ante aquello ojos llorosos que contaban una historia muy triste apenas pudo articular una palabra después de que el chico le preguntase si le estaba oyendo.
- Ahm – Titubeó – Si, lo siento, esas son flores muy extrañas y difíciles de conseguir.
- Oh, comprendo. ¿Puede recomendarme una que sirva para expresar tristeza? No soy muy bueno con las palabras – Termino esta frase rascándose la nuca, levemente sonrojado y con la mirada extrañamente interesada en las baldosas.
- ¡Cla...Claro! pero si las Gentianas no son las únicas flores que expresan tristeza...Además, ¿como puedes regalar flores de tristeza?
- Si... – Dijo mirándole por fin a los ojos – Es que... leí en Internet que las Damasquinas y Gentianas son flores que sirven para decirle a una persona que lo que esta haciendo esta mal y que hiere.
Nowaki le sonrió.
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- Veras, cuando estas molesto con una persona lo mas indicado es que le regales algo feliz, así tal vez se contentara y todo estará...bien – Esta última frase termino en un suspiro, como si eso fuese a funcionar con su actual situación con Hiroki.
- ¿Entonces, que puedo darle? – Pregunto con una mirada mas animada, cosa que hizo que el corazón de cierto pelinegro saltara repentinamente. ¿Cómo podía existir semejante ternura?
- Bueno, lo mas recomendado son las rosas. Pero estas no son lo suficiente felices ya que solo expresan amor.
El pelinegro salio de la parte interna del mostrador y poso una mano en el hombro del chico dándole seguridad para que le acompañe a la vitrina donde hermosas flores a la temperatura adecuada descansaban.
- Y ¿Cuál es más feliz? – Pregunto el ojigris.
- Pues... ¡Los claveles blancos!
El aura de desosego y tristeza misteriosamente había desaparecido ante la luz del chico castaño, no sabría describir el rostro del pelinegro, ni el entusiasmo que de repente había emanado del jovencito. Solo soy testigo de que después de una amena charla, un ramo de claveles blancos y una tarjeta de amor, el ambiente en la floristería había pasado a ser más tolerante de lo que había sido hacia media hora. Y todo esto había valido la pena porque había conocido su nombre, En la tarjeta de amor donde iba ‘de parte’ el chico había escrito en una perfecta letra:
Takatsuki Shinobu.
Se despidió dando las gracias, y llevando aquel ramo de flores en mano le sonrió.
En ocasiones, lo que ayuda en el ánimo de una persona deprimida, es un abrazo, unas palabras de consuelo... o en el mejor de los casos: La sonrisa de un desconocido.