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Castillos de arena por olgap_k

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—Perdóname Dios, porque he pecado —bajó la cabeza, rezó una corta plegaria y se levantó de su sitio.

Salió de aquella enorme iglesia con una leve sonrisa, mirando al frente y sintiendo el viento acariciarle el rostro y despeinarle el cabello.

Estaba hecho, y alguien afuera esperaba por él.



Yunho estaba enamorado, tan enamorado que su sentido común no funcionaba y todo lo que podía pensar era en esa persona que le robaba la poca cordura que algún día pudo jactarse de poseer, y que se había evaporado de repente.

Jamás se imaginó que el amor fuera un sentimiento tan intenso, que llegó y le removió las ideas y le hizo mirarle como si estuviera hecho de perfección y magia, de polvo de estrellas y galaxias, brillante y hermoso.

No importaba que todo el mundo le dijera que estaba equivocado, que la persona a quien amaba no era lo que pretendía ser, que había algo más; él ignoraba todo y se concentraba simplemente en sentir, en el amor, en entregarse de lleno y recibir todo lo que pudiera de él, las sonrisas, las palabras, el afecto y sobre todo los momentos compartidos que no cambiaría por nada.

Podía incluso decir que estaba obsesionado con él, pero no era así. Había entre ellos dos un entendimiento que iba más allá de las palabras. Más allá de lo explicable para cualquier persona que no ha experimentado una conexión así de intensa.

Jamás se imaginó que llegaría a enamorarse de alguien tan opuesto a él, que no se imaginaba con hijos en el futuro, que era tan racional y lógico que contradecía casi todo lo que él pensaba. Pero había sucedido y estaba a gusto con él, a pesar de las diferencias que se pudieran presentar en el camino.

Le miró, acostado a su lado en la amplia cama, oculto por el grueso cobertor que vestía su cuerpo desnudo y tibio, y sintió una calidez placentera expandirse desde su pecho a todo su cuerpo; se movió un poco, lo suficiente para que su cuerpo colindara con el otro.

Escuchó un murmuro ininteligible, se permitió una sonrisa y dejó que sus brazos rodearan el otro cuerpo esbelto y tibio que era su adicción.

—Buenos días, Changdol-ah.

Un beso húmedo y sonoro en la frente y el aludido abrió un ojo y le miró con mucha flojera, acomodó su cuerpo pegándolo al de Yunho y le mordió el hombro.

Las caricias a su espalda y muslo le hicieron reírse por el cosquilleo sutil que le recorría la piel y le hacía experimentar escalofríos.

—Buenos días, hyung —un beso suave, seco y corto –demasiado corto-, a los labios y el rostro de Changmin ocultándose del mundo en el hueco entre el cuello y el hombro del mayor.

Las pestañas del menor le acariciaban a cada parpadeo, y en ese momento, Yunho conoció lo que era la verdadera paz interior.

Apretó a Changmin contra él y quiso no dejarlo ir nunca.



El grito que escuchó le desconcertó, estaba tecleando en su portátil, queriendo terminar de una buena vez ese reporte que tenía que entregar, cuando el sonido desgarrador de alguien en peligro, en sufrimiento, le hizo salir de su burbuja de silencio y detenerse.

Miró a su alrededor, estaba en la biblioteca y sintió como su corazón se aceleraba de repente, y su cerebro le ordenaba que se levantara de su sitio y buscara un escondite. Se olvidó de su reporte y de su portátil, sólo tomó su mochila y silenciosamente se movió para esconderse tras unos estantes y después continuar avanzando en silencio.

Conocía una salida de emergencia que sólo utilizaba el personal de la biblioteca, pero él conocía a uno de los bibliotecarios y gozaba de ese conocimiento.

Escuchaba pasos pesados y un sollozo y con el corazón en la garganta decidió tirarse al suelo y arrastrarse, para no hacer ruido.

Haciendo uso a su cerebro siempre alerta, buscó su teléfono en su bolsa y le quitó el volumen.

“Estoy en la biblioteca, alguien hirió a un estudiante. Creo que me siguen. Te amo.”

Mandó el mensaje, apagó el teléfono y lo guardó en el bolsillo de su pantalón y terminó de arrastrarse.

Cuando entró al cuarto donde se guardaban los libros –dándole gracias mentales a su amigo por haber dejado la puerta abierta-, sintió un poco de alivio.

Se dirigió a la salida de emergencia, la abrió con cuidado de no hacer ruido, salió y cerró, igualmente silenciosamente, y después viéndose afuera, corrió y corrió, con el corazón amenazando con salirse de su cuerpo por su boca.

Se detuvo cuando estuvo lejos, cerca de los dormitorios, a un par de metros de su edificio.

Estaba llorando y ni siquiera se había dado cuenta.

Dio un paso al frente, cuando alguien le sujetó por la espalda y se tensó visiblemente, manoteó y casi corrió lejos de ahí.

—Minnie, Minnie, ¿estás bien?

Esa voz, esa voz.

Se giró, y Yunho estaba ahí, hermoso y perfecto, como siempre, pero luciendo confundido y preocupado. Sus ojos le recorrían de cuerpo completo y su mano sujetaba la suya con fuerza, como si de soltarlo, Changmin fuera a desvanecerse.

—Recibí tu mensaje, estaba preocupado por ti —comentó—. Todo está apagado en la biblioteca, y la puerta está cerrada, por eso vine hasta acá.

Señaló su vehículo que estaba a unos metros de distancia, y que por el estrés y el miedo, él no había escuchado.

—Estoy bien, ahora estoy bien —pero continuaba temblando y lucía pálido.

Yunho le abrazo, le besó la frente y quiso drenarle todo ese temor que aún podía apreciar en su hermosa mirada oscura.

—Estoy contigo —le aseguró—. Vas a estar bien. Vamos a estar bien.



Ninguno de los amigos de Yunho lo aceptaban, porque Changmin no estaba podrido en dinero como todos ellos, porque era alguien sencillo, alguien cuya familia se había sacrificado mucho para poder pagar sus estudios, y todos opinaban que Yunho merecía a alguien mejor.

Por eso, Jaejoong y Junsu, los mejores amigos de Yunho, se habían propuesto hacer de la vida de Changmin un verdadero infierno.



Yoochun, el mejor amigo de Changmin, estaba sentado con él en la cafetería, cuando Junsu y Jaejoong hicieron acto de presencia y lanzaron duras miradas al otro joven, quien ni siquiera les prestó atención.

—¿Recuperaste la portátil? —preguntó Yoochun mientras retornaba la mirada a los otros dos, duramente, dándoles a conocer que Changmin no estaba solo.

Un suspiro y desvió su atención, para enfocarla en su amigo.

—Yunho y yo regresamos al siguiente día y estaba hecha pedazos, así como mis apuntes y mis libros de texto —lanzó un segundo suspiro—. Lo bueno es que antes de que llegaran a mi lugar, pude llevarme mi mochila y el resto de mis cosas.

Su amigo miró de reojo a los otros dos, quienes murmuraban algo entre ellos y señalaban a Changmin, para después explotar en carcajadas sonoras que atraían la atención de todo el resto de la cafetería.

—Puedes usar mi equipo para continuar trabajando…

Una negación y finalmente miró a los otros dos, amigos de Yunho con quien nunca había interactuado mucho.

No era estúpido, sabía que lo consideraban muy poca cosa para su amigo.

—Yunho me está dejando trabajar en su departamento —comentó en voz baja—. Dice que así puede cuidar de mí.

A Yoochun le agradaba Yunho, y se preguntaba cómo era que alguien tan agradable como él era amigo de esos otros dos. Sacudió la cabeza y le regaló una sonrisa a su amigo, quien parecía un poco cansado.

Tenía una clase a la cual llegar, pero no debía dejar solo a su amigo; sabía que los otros estaban esperando a que él se descuidara y abandonara a Changmin para cumplir con sus obligaciones escolares.

Miró el reloj y se hizo a la idea de que iba a faltar a su clase, cuando Boa llegó a la cafetería y fue a sentarse con ellos dos.

—¡Estoy muerta! —se quejó ella, apartándose el lacio y largo cabello castaño de la cara y después miró como Yoochun se levantaba, le daba un abrazo a ella y una mirada de preocupación a su amigo.

—Sé que te dejo en buenas manos —le dijo a Changmin y luego se dirigió a la chica—. Lo siento, pero tengo un examen y no puedo faltar.

Jaejoong y Junsu le vieron partir y se fueron tras él.

Boa era casi realeza en la universidad, y Changmin estando con él, era intocable.



Jaejoong gritó cuando recibió el primer golpe en el rostro, sentía todo el cuerpo adolorido, y ahora la nariz le sangraba. Sabía que se lo merecía, después del segundo susto que le habían ocasionado a Changmin, cuando le pagaron a esos delincuentes para interceptar el autobús en el que iba y asaltaran a toda la gente.

El único herido había sido Changmin.

Cada uno de los golpes que él había recibido, los estaba recibiendo él, pero multiplicados.

Estaba cansado, adolorido y odiaba un poco más a Changmin, continuaba creyendo que era tan poca cosa para su mejor amigo.

¿Cómo había ese insignificante atrapado la atención de alguien tan extraordinario como Yunho?

¿Cómo?

¡Cómo!

—Hasta nunca, Jaejoong.

Y el sonido de un disparo cortó el silencio y Jaejoong murió con una expresión de sorpresa en el rostro, al haber reconocido aquella voz.



Yunho estaba durmiendo, abrazado a Changmin, quien se aferraba a él, cuando el sonido de su teléfono les despertó a ambos. El menor se sobresaltó y abrazó más a Yunho, quien sonrió y le dio un beso a su pareja.

Un beso suave cerca del labio, ahí donde tenía un golpe que aún no sanaba del todo.

Le miró con tanto amor que Changmin se sintió demasiado consciente de las heridas de su rostro debido al asalto.

—Ya sanarás —le dio otro beso, y se estiró por su teléfono, para poder tomar la llamada.



Yunho dejó caer el teléfono y todo él se desplomó, cayó de rodillas al suelo, casi como un muñeco de trapo y permitió que las lágrimas se deslizaran por su rostro, mientras el dolor y la desesperación sacudían su cuerpo.

Changmin salió de entre las sábanas y corrió a él, para abrazarlo y limpiarle las lágrimas. Yunho correspondió el abrazo y enterró el rostro en el pecho de su pareja, lloró como un niño a quien acaban de castigar.

Tembló en el abrazo de Changmin y se sintió impotente.

Acababa recibir la noticia de la muerte de su mejor amigo.

Changmin estaba sorprendido, nervioso y miraba a todos lados, la noticia le había dejado helado.

Besó la cabeza de Yunho y le permitió ser débil.



—¿A dónde vamos? —preguntó Changmin, el golpe en su labio continuaba notándose, pero ante los ojos de Yunho, él continuaba siendo una criatura hermosa.

Yunho entrelazó sus dedos y le jaló.

—Voy a la iglesia, a rezar una plegaria para el alma de Jaejoong.

Changmin sonrió.

—Te esperaré afuera —sonrió, él era budista y no quería faltarle el respeto a su religión ni a la de Yunho.

Se sentó en unas bancas en la parte exterior de la iglesia, de frente a una enorme fuente, y se dedicó a esperar.

A esperar por Yunho.



-fin-
Notas finales:

Lo siento, lo siento, lo siento... Así me lo imaginé y no quise cambiarlo, porque si no, mi mente va a dejar de darme tramas para fics.


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