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Demonio guardián, Ángel ladrón por nemesis1226

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Notas del capitulo:

Bueno, esto es culpa de una fan que lo sugirió y mi cabeza lo maquinó rápidamente. Ojalá les guste =D

 

 

 

But if there’s a pill to help me forget,
God knows I haven’t found it yet
But I’m dying to, God I’m trying to

Cause trying not to love you, only goes so far
Trying not to need you, is tearing me apart
Can’t see the silver lining, from down here on the floor
And I just keep on trying, but I don’t know what for
Cause trying not to love you
Only makes me love you more...

 

 

Laura corría bajo la lluvia con un lienzo envuelto en plástico bajo el brazo. Unos pocos minutos antes el sol brillaba en el cielo azul y, de repente, el aguacero caía con fuerza. El viento casi la arrastraba y el plástico que cubría el cuadro no soportaría tanta agua. Le pareció bastante extraño que todos los negocios de  aquella  zona estuvieran cerrados y si no viviera en un país donde un huracán es imposible, pensaría que el clima se debía a eso. Por fin logró llegar hasta una esquina que la protegía de la lluvia y el viento y se recargó contra la pared para descansar. Cerró los ojos por un segundo y, al abrirlos, un hombre la amenazaba con una navaja.

 

  - Hola preciosa- el  tipo le llevaba casi 4 cabezas y su cuerpo la cubría por completo como si fuera un gigante. Por más que intentara luchar sabía que tenía todas las de perder. No fue capaz de responder y pegó más la espalda a la pared. Estaba atrapada. - Que bonita cadena la que llevas  puesta- continuó el tipo deslizado la punta de la navaja por su cuello hasta levantar la cadena de oro con la pequeña esmeralda colgando del dije. El corazón se le encogió al instante, de todas las cosas que llevaba encima se había fijado precisamente en la que estaba más escondida: la cadena que Daphne le había regalado. -Se vería muy bien en el cuello de mi chica- agregó.

  - Toma cualquier cosa menos eso- dijo finalmente.

 

El tipo la miró casi sorprendido y eso la confundió. ¿Era muy loca la propuesta?

 

  - Prefiero tomar esto- contestó reventando la  cadena para luego guardarla en un bolsillo - ¿Qué más llevas encima?- inquirió pasando la punta de la navaja por la mitad de sus senos.

 

Quiso llorar. Amaba esa cadena, Daphne se la había regalado con mucha ilusión y el pensar que la perdería la llenaba de frustrada ira. Meditó patear al tipo en la entrepierna y huir pero no recobraría la cadena. Pensó en qué diría su novia en ese momento y no tardó en encontrar la respuesta: “prefiero que se pierda la cadena y no tu vida”. Se resignó.

 

  - Bueno, tengo todo lo que necesito - soltó el ladrón como si estuviera aburrido - Suerte, angelito- sin más, se alejó en medio del torrencial aguacero.

 

Paralizada, Laura notó que la lluvia cesaba poco a poco y las aves volvían a cantar. No supo identificar qué la  había aterrado más: que el ladrón prefiriera no robar ni hacerle nada más o que se despidiera de la manera en que Daphne lo hacía cuando se enojaba. “Suerte, angelito”. Era su forma de decirle que se hacía la santa y prefería marcharse antes de empeorar la discusión. Laura odiaba esas palabras.

 

A los pocos minutos llegó a la pequeña galería que había alquilado hacía unos meses. Apenas cerró la puerta, rompió en lágrimas. No estaba asustada por lo sucedido, sólo pensaba en cómo era su vida.

 

Daphne y ella llevaban año y medio juntas. Para sorpresa de todos, una semana después de conocerse decidieron ser novias. Un mes más tarde vivían bajo el mismo techo. Al pasar un año, ya no se soportaban. Mientras se limpiaba las lágrimas, Laura desenvolvía el cuadro.

No podía comprender qué había pasado. Desde hacía seis meses peleaban, al menos, unas 4 veces por semana. Todo era una buena excusa; un plato sin lavar, una ropa sin doblar, una mirada, un gesto, un ingrediente en la comida, una hora de más o de menos, etc. Era curioso, pensaba ella, como al verla sentía que el corazón se le hinchaba de felicidad y luego, al pelear, no podía entender cómo se la aguantaba.

Discutían un lunes por la noche, se ignoraban mutuamente e incluso dormían cada una en un extremo de la cama. El martes en la mañana pasaban a tratarse con cortesía hasta que se volvían a encontrar en la noche. Fingían que nada había pasado y hasta hacían el amor. El miércoles durante el desayuno todo era amor hasta que alguna decía algo que molestaba a la otra y de nuevo discutían. Esa noche Laura prefería salir a caminar y dormir  en el sofá. El jueves Daphne la despertaba con besos y lágrimas y “hablaban” del tema. Al llegar la noche todo era color de rosa. El viernes alguna hacía o decía algo y, de nuevo, peleaban. Daphne le rogaba por no seguir así y terminaban en la cama. El sábado se sentían más enamoradas que nunca hasta que el domingo por la noche volvían a discutir. Ya se contaban seis meses en esa situación y sólo hasta que vio al ladrón desaparecer con su preciada cadena no se dio cuenta de lo mucho que le dolería perderla.

 

Buscó algo de ropa de la que guardaba en el local como repuesto después de pintar  algún cuadro y se cambió la ropa mojada que llevaba encima.Salió del baño llevando sólo el sostén y mientras se colocaba una camisa de los Gun’s se  encontró con Briana, su socia. Se habían conocido en un curso de aerografía y a  los dos meses decidieron montar la galería en sociedad. La especialidad de su compañera era la impresión en todo tipo de materiales. Era de cabello negro rizado, piel dorada caribeña y ojos azules. En su familia había una mezcla de razas que iban desde descendencia indígena hasta la Europa del norte, por lo tanto su rostro tenía expresiones del antiguo mundo y su cuerpo formas del nuevo. Esta, apenas la vio, se acercó rápidamente  y la besó.

 

Su pecho se quejó al recordar el robo de la cadena y, ese pequeño detalle que le devoraba los labios, de repente le hizo meditar que tal vez se  lo merecía. Llevaba un mes siéndole infiel a Daphne con Briana.

 

 

 

Al mismo tiempo, Daphne llegaba al pequeño apartamento que tenía rentado con Laura y se dejaba caer en la cama. Esa mañana había peleado con su novia y no podía evitar sentirse más sola que nunca. Jhon vivía en Alemania desde hacía poco más de un año y era muy complicado que lograran hablar pues los horarios no cuadraban. Estaban sus amigos, Jenny, Mónica, Alyor, Nicolás,  Milena y Andrés, pero todos, salvo Mónica que trabajaba con ella, estaban muy ocupados últimamente y sólo se encontraban para tomar unos tragos y pasarla bien. Laura y ella se habían convertido en una especie de pareja de culto en el grupo y hablar de sus problemas  no era precisamente su tema predilecto. Se cubrió el rostro con la almohada y gritó con todas sus fuerzas. Se sentía miserable.

 

Por otro lado estaba Felix. Felix, el que después de cinco reemplazos para Jhon sería el definitivo, era un tipo extremadamente sexy. Media 1.90, tenía el cabello corto y castaño, aunque su cuerpo no era exagerado, los músculos se le alcanzaban a marcar  en la ropa.  Sus labios eran carmesí y sus ojos  plateados como el acero. Era el primer diseñador que conocía que siempre vestía de sastre, camisas y corbata a juego, perfectamente afeitado y oliendo a Hugo Boss. Pero el problema no era su aspecto sino su actitud. Llevaban trabajando juntos casi seis meses y a ella le había tocado aprender a esquivar  sus intentos. El tipo invadía su espacio personal cada  vez que podía, le coqueteaba sin importar quién estuviera cerca y no perdía ocasión para quedarse a solas  con ella. Si lo pensaba bien, el problema tampoco era ese. El problema era ella. Aunque estaba acostumbrada a los coqueteos, había ocasiones en que ella misma los propiciaba. Recordó la noche que conoció a Laura, ahora tan lejana e irreal, en la cual sus amigos decían algo como que ni Laura ni ella le eran fieles a nadie. Bueno, en lo que llevaban de relación nunca le fue infiel pero, sí fantaseó con la idea.

 

Notó que empezaba a llorar y se sentó en el borde de la cama sin dejar de abrazar la almohada.

 

Últimamente las peleas con Laura eran más constantes y siempre que llegaba a la oficina era recibida por ese mar castaño de halagos y olores. ¡¡UFF!! ¡Su olor!  Eso era lo que más la atormentaba. Cada que ese hombre se acercaba trayendo consigo ese olor  ella sentía un vacío brutal en el vientre. Era como si sus hormonas reaccionaran pidiéndole a gritos que se entregara a los placeres que ese cuerpo podía brindar. Eso, específicamente esos pensamientos, la hacían sentir muy culpable, y siempre se desahogaba peleando con Laura.

Felix sabía que tenía novia, todo el mundo lo sabía, y sin embargo no le importaba. La misma Mónica había notado los coqueteos y le exigió a la rubia que le explicara qué pasaba entre ella y el tipo de diseño. Nada, fue su respuesta y en parte, no mentía. Nada había pasado, por el momento.

 

Esa mañana, después de salir hecha  furia del apartamento tras discutir con Laura sobre una estúpida mitad de manzana sin comer en la nevera, Felix la recibió en el ascensor con un Mocca caliente y su maldita colonia. El ascensor se llenó de gente y él, para evitar que alguien le hiciera derramar el Mocca encima, se hizo frente a ella como una especie de escudo. Un piso más arriba,  más personas entraron y de repente estuvieron muy juntos el uno del otro. Lo único que mantenía la distancia entre ambos rostros era el vaso de café caliente con chocolate que humeaba sobre sus labios como una caricia. La rubia apenas y podía mantener la compostura. El café, el chocolate, y Hugo Boss eran una orgía de olores que le invadían la cabeza de imágenes sexuales. Pensó en tres o cuatro lugares donde podría cogerse a Felix. Al llegar  a su piso  y escapar de ese espacio tan reducido, Daphne soltó unas “gracias” y se encerró en la oficina. Estaba demasiado excitada. Se tomó unos minutos para calmarme  e  intentó responder los e-mails que tenía. Una hora más tarde Felix apareció en su puerta solicitándole un borrador del artículo de ese domingo para verificar  algo de unas fotos. Ella se acercó a la impresora para entregarle las hojas y, de la nada, él  estuvo muy cerca dándole las gracias. Hubo un silencio pesado hasta que ella notó que estaba mirando fijamente sus labios. Él sonrió de medio lado sintiéndose victorioso y cuando estaba a punto de besarla, ella logró alejarse.

 

  - Trabajas bien, Felix, no lo arruines- advirtió  dándole la espalda para volver al escritorio. Él la detuvo por el brazo y la obligó a girarse. - ¿Qué crees que haces?- reclamó antes de sentir esos labios carnosos y sabrosos sobre los suyos. Estuvo a punto de corresponderle hasta que cayó en cuenta de lo que hacía. De un empujón se lo quitó de encima y con una bofetada lo puso en su sitio. - Nunca…- siseó- …vuelvas a hacer eso- advirtió llena de furia.

 

Felix, que tenía bastante confianza en sí mismo, no salía de la sorpresa. Era la primera vez que una mujer lo cacheteaba. Soltó un “disculpa” y se marchó.

 

Nuevamente sola, Daphne soltó todo el aire que estaba conteniendo y se echó a llorar. Estaba furiosa por el atrevimiento de su subalterno pero tenía el vientre hinchado en deseo. Estuvo a punto de tirárselo ahí mismo sin importar que Mónica estuviera afuera o que Laura fuera su novia. La culpa se la comía por dentro.

Media hora después su asistente entraba para entregarle unos papeles y la encontró destrozada en una esquina de la oficina.

 

  - ¡Dios! ¿Estás bien?- preguntó alarmada soltando los papeles que cayeron desordenados en la alfombra.

  - Sí- dijo entre sollozos.

  - ¿Estás lastimada? ¿Quieres que llame a la enfermería? ¿Por qué lloras?- insistió. Nunca la había visto llorar de esa manera y con la mirada le recorría el cuerpo en busca de alguna herida.

  - Estoy bien, estoy bien- repitió haciendo un esfuerzo por calmarse -  Sólo quiero irme, ¿vale? Dile a Richard que estaba indispuesta- se puso de pie y caminó hasta su bolso. Sacó un pequeño espejo de su estuche de maquillaje y revisó su rostro.

  - Pero… ¿Por qué lloras?- repitió  ahora confundida.

  -  Nada, no te preocupes- mintió limpiando el maquillaje que se estaba regado alrededor de sus ojos.

 

Ahora, sentada en el borde de su cama, entendía perfectamente lo sucedido. Nunca le había importado la infidelidad, era normal. Hay personas que no dan todo lo que alguien necesita y otras personas llenan el vacío. A veces era una cuestión sexual y animal. Sin embargo, durante el año  y medio que llevaba con Laura nunca había meditado la opción de serle infiel, ni siquiera cuando las peleas se habían intensificado. Nunca, salvo esa última semana. Algo había cambiado en Felix. Tal vez era otra clase de Hugo Boss, o de ropa, o de coqueteos. No, ella había cambiado. Y sí, estaba meditando serle infiel a la única persona que sentía que de verdad amaba por primera vez en su vida. Por un momento se permitió fantasear el sexo con Felix. Lo imaginaba desnudo, dejando que ella recorriera su perfecto cuerpo con las uñas. Besaba esos labios cuyo sabor a fresa no pasó desapercibido. La mordía en el cuello y paseaba la barbilla por su clavícula. La penetraba y besaba sus pezones con habilidad. Casi pudo percibir el olor del sexo y su vientre deseo estar  lleno. Abrió  los ojos y suspiró. Eso que estaba haciendo no era sano.

 

 

Laura, por el contrario, mordisqueaba los pezones de Briana  con cierto salvajismo. Los gemidos de esta sobre  el mostrador no eran los  de una dama de las artes. La artista apenas y podía contenerse cuando de sexo con Briana se trataba. Al principio sentía culpa, luego se dejaba llevar por el placer y, finalmente, cedía a todo. Cuando regresaba con Daphne estaba tan a la defensiva que las peleas se formaban casi al instante y prefería arreglarlas con sexo. Intentó imaginar que la chica cuyas piernas le rodeaban la cabeza era la rubia que la había deslumbrado la primera noche que la conoció pero no lo consiguió. Briana era Briana. Daphne era Daphne.  La pelinegra la agarró por el cabello y la sujetó firme entre sus muslos hasta conseguir el orgasmo. Laura sacó la cabeza y se limpió la boca. La culpa volvía a ella.

 

  - ¿Estás bien?- preguntó la ojiazul bajándose del escritorio.

  - Sí, no te preocupes- respondió la castaña mientras le alcanzaba la ropa interior.

  - ¿Cuándo le dirás a Daphne sobre nosotras? Me dijiste que querías dejarla- declaró.

 

Briana era celosa. Había soportado ser el segundo plato más de lo que moralmente le parecía correcto y ahora reclamaba a Laura como suya.

La artista quiso protestar. Nunca dije eso, pensó. Mentira, sí lo hizo, una noche ebria después de pelear con su novia se refugió en los brazos de la otra y le confesó que quería dejarla. Para evitarse la conversación, la volvió a arrinconar contra la mesa besándola y pellizcando sus pezones al mismo tiempo. Briana caía fácil con eso, y cuando vio que ya no mencionaría el tema, cortó el rollo y se  marchó con la excusa de tener que encontrarse con su hermana menor para comprar algunas cosas.

 

Al llegar al pequeño apartamento que compartía con Daphne, la encontró hecha un ovillo en la cama llorando desconsoladamente. Odiaba verla llorar, inevitablemente se sentía culpable y por un segundo meditó la opción de marcharse. Pero, no lo hizo. Se acercó a su novia y se arrodilló a un lado de la cabecera de la cama.

 

  - Mi amor, ¿por qué lloras?- inquirió enredando los dedos en el cabello de la otra.

 

Daphne levantó el rostro y de inmediato percibió el olor extraño con el que Laura llegaba. Algún día iría al médico para hacerse revisar las fosas nasales, pensó, no era normal que alguien pudiera saberlo casi todo de otra persona sólo por su olor.

 

  - ¿Qué pasa?- preguntó la castaña cuando notó la forma como la miraba.

  - Nada- respondió sentándose.

 

Por dentro, la rubia sentía que el poco mundo que le quedaba se le venía encima. Laura olía a sexo, y olía a Briana, su socia. A+B = C, meditó.

Se puso de pie para  alejarse un poco y caminó a la cocina.

 

  - ¿Vas a seguir con esa actitud?- Laura se refería a la pelea de esa mañana.

 

La otra abrió la nevera y se encontró con la mitad de manzana casi podrida por la que habían discutido. Suspirando, la arrojó a la basura y buscó algo de leche.

 

  - No quiero pelear- fue su respuesta. No era capaz de mirarla a la cara y su novia lo notó.

  - ¿Y por qué no me miras cuando lo dices?- presionó.

  - Eres una cínica, ¿no crees?- Laura se sorprendió al instante.

  - ¿Qué? ¿Por qué dices eso? ¿No me acabas de decir que no quieres pelear?

  - ¿Y por eso debo aguantarme que te tires a Briana?

 

La artista abrió la boca para replicar pero nada salió de ella. ¿Cómo se enteró? Nadie lo sabía y nadie las había visto. Estaba segura de haber sido muy cuidadosa.

 

  - ¿De dónde sacas semejante estupidez?- reclamó.

  - ¡Apestas a ella! ¡Apestas a sexo!- exclamó golpeando la botella de leche contra la barra que las separaba. Esta se  rompió en sus manos y la leche se derramó por toda la cocina.

  - ¿Otra vez con la estupidez de los olores?- defendió.

 

Daphne sintió como los orificios de su nariz se llenaban de ese olor a ira que había entre ellas.

 

  - No me mientas- suplicó controlándose - No llegues a ese punto- agregó.

  - ¿Ahora soy una mentirosa?- Laura sabía, y le dolía, que estaba mintiendo. Ella, más que cualquier otra persona, sabía que ese extraño olfato de Daphne iba más allá de las noticias. En una ocasión, cuando podían jugar y reírse entre ellas, le había dicho lo que había comido esa tarde en un restaurante incluso después de haberse lavado los dientes.

 

Daphne sabía cuál era el inevitable punto final de esa discusión. Según su respuesta, las cosas seguirían o se acabarían. No quería perderla pero tampoco estaba dispuesta a llevar los cuernos en su cabeza. Estaba meditando cuál podría ser su respuesta hasta que notó la ausencia de su cadena de oro en el cuello de la otra.

 

  - ¿Dónde está la cadena que te regalé?- preguntó.

 

Laura se sorprendió por el cambio de tema. La rubia era muy detallista, pocas cosas pasaban a su alrededor sin que lo notase y el sexo con Briana le había hecho olvidar el robo de la cadena. Por acto reflejo desvió la mirada hacia el balcón. Apenas era medio día y ya estaban discutiendo de nuevo.

 

  - Me la robaron esta mañana- confesó.

 

La rubia estaba en posición de dudar de esa respuesta pero supo que era cierto. El corazón se le llenó de pánico al pensar que algo más le pudo haber pasado. Pero seguía molesta por la infidelidad. Laura le estaba haciendo demasiado daño en ese momento y no sabía cuánto estaba dispuesta a soportar.

 

  - ¿Cuánto tiempo llevas con Briana?- presionó. Y dale con lo mismo. Llena de frustrada ira, Laura intentó volver a la habitación pero Daphne la detuvo a medio camino. - ¿Cuánto llevas con ella?- insistió. La artista la empujó fuera de su camino y esta golpeó contra una repisa llena de licores finos que le habían regalado en la revista. Varias cayeron y se hicieron trizas en el suelo. Estaba a punto de alcanzar la puerta cuando una de las botellas se estrelló contra el muro a pocos centímetros de su rostro - ¡Respóndeme!- demandó.

  - ¿Estás loca?- reclamó volviendo a su lado - No tengo nada con Briana- mintió nuevamente.

  - ¡Te la estás tirando!- exclamó.

  - ¡Sí! ¡Desde hace un mes! ¡¿Contenta?!- gritó cayendo en la trampa.

 

Ese era el fondo. Ya no podían salir de ahí.

 

  - ¿Me ves sonriendo?- declaró  casi susurrando - Quiero que te vayas- pidió mientras se alejaba hacia la cocina para recoger los trozos de vidrio.

 

Laura sintió como si una parte de su pecho se abriera. Lo habían arruinado. Esa relación que todos admiraban y que al principio había sido tan mágica, estaba muerta. La culpa era de ambas, ninguna intentó solucionar lo que estaba pasando. Pero el toque final se lo dio ella con su infidelidad. De repente sentía que no podía vivir sin Daphne e intentó acercarse para abrazarla. Sin embargo, cuando sólo un paso las separaba, Laura sintió una punzada en la cabeza que la obligó a alejarse. Daphne también la sintió pero un trozo de vidrio se enterró en uno de sus dedos y no lo asoció con su ahora exnovia. Sacó el trozo de cristal y puso el dedo bajo el chorro de agua de la llave.

 

  - Por favor, Laura, sólo vete- insistió sintiendo como la tristeza se le atrancaba en la garganta y las lágrimas le nublaban los ojos.

 

La castaña no quería irse. Se sentía miserable y la peor persona del mundo. Pero no tuvo más opción que guardar algo de ropa en una maleta y salir en silencio. Volvería después por el resto.

Apenas estuvo sola, Daphne dejó que todo el llanto brotara fuera de su cuerpo. No podía creer lo triste que se sentía, era como si algo dentro de su pecho se removiera como una lombriz gigante que se lo come todo. Caminó hacia la habitación observando las botellas de whiskey rotas y el licor derramado  que corría lentamente hacia la alfombra de la sala. Quiso calcular cuánto le costaría limpiar eso pero no fue capaz. Se acostó en la cama intentando suprimir el llanto que amenazaba con deshidratarla. Sin embargo, no pudo evitar pensar en la primera noche que pelearon fuerte.

 

Era un 10 de octubre, tres días después de su primer aniversario. Laura había llegado tarde esa noche después de trabajar en un cuadro que llevó al apartamento. La pintura era un ángel que yacía en el suelo con la mirada perdida, y un demonio a su lado que sostenía un corazón sangriento de oro en una de sus manos. Era obvio que el demonio le arrancaba el corazón al ángel. A la rubia hubo algo que no le gustó y de inmediato se lo hizo saber a la otra.

 

  - No quiero eso en mi sala- soltó.

  - ¿Por qué? Pensé que mis cuadros te gustaban- preguntó la otra.

  - Ese no- cortó.

 

Se dio cuenta que era la primera vez que le hablaba tan cortante pero lo ignoró.

 

  - ¿Cuál es tu problema?- inquiría la castaña.

  - ¿Mi problema? Nada, sólo no quiero eso en mi sala- repitió.

  - ¿Tu sala? Pensé que la habíamos pagado las dos- defendió.

  - ¿Entonces la dividimos?- retó.

  - ¿Acaso te regañaron en el trabajo? No vengas a desquitarte conmigo y mi cuadro, lo pondré en la sala te guste o no- declaró mientras lo cambiaba de lugar con otro de sus cuadros.

  - ¿Desquitarme? Aquí la única que llega a desquitarse con la otra eres tú- replicó.

 

Y así durante un largo rato. Luego, terminaron en la cama y el tema quedó hasta ahí. Las peleas siguieron y cada semana se hacían más y más constantes llegando al punto de no soportarse bajo ese mismo techo. Era curioso, cuando salían con sus amigos sentían que todo era amor perfecto pero, apenas se quedaban solas en casa, peleaban.

 

Era de noche cuando se levantó para quitar el cuadro de la sala pero el toque de la puerta la interrumpió.

 

  - ¿Quién es?- preguntó hastiada.

  - Felix- respondieron.

 

La rubia se detuvo en la mitad de la sala confundida. Esperó en silencio.

 

  - Mira, Daphne, lamento lo de esta mañana…no quise pasarme de la raya contigo…es que…bueno, ya sabes, sólo quiero que me disculpes y lo dejes pasar, no quiero perder mi trabajo, ¿entiendes? La verdad es que…pues…fue gro…- antes de poder terminar, Daphne abrió la puerta y lo dejó con media palabra en la boca.

  - Repítelo- ordenó.

 

Felix se sorprendió al ver su aspecto. Se le notaba que llevaba horas llorando, su rostro estaba demacrado y el cabello desordenado.

 

  - ¿Estás bien?- inquirió suavemente.

  - Repite lo que me dijiste- insistió.

 

El diseñador trago saliva.

 

  - Dije que lamento lo de esta mañana, fue muy grosero que me sobrepasara contigo.-

  - Perfecto- contestó ella jalándolo por la corbata para arrastrarlo dentro del apartamento.

  - ¿Qué estás…?- intentó preguntar él pero ella lo cayó con un apasionado beso.

 

Vale, se sentía miserable por dentro. Extrañaba a Laura de una manera que no sabía que podía sentir. Su pecho se comprimía y la cabeza le dolía como el demonio. Pero, por otro lado, estaba dejando salir todo ese deseo sexual reprimido hacia Felix. Su piel reaccionaba con las caricias de este, no podía evitar gemir cuando le mordía el cuello o pasaba los dedos por sus pezones duros. El castaño notó el desorden dentro del apartamento, la leche derramada en la barra de la cocina y el licor en la sala junto con los enormes trozos de vidrio. Quiso preguntar qué había pasado pero Daphne no le daba tiempo de distraerse. Se colgó de su cuello y enrolló las piernas en su cintura. Este la sentó sobre el comedor y la desvistió de la cintura para arriba al tiempo que ella le desabrochaba el pantalón. Le mordisqueó los senos bajando por su abdomen hasta la pelvis. Sin mucho esfuerzo le quitó la falda y la ropa interior. Antes de ella poder ordenar su mente, él la embistió con fuerza robándole un escandaloso gemido.

 

A medida que pasaba la noche, Felix se la tiraba por todo el apartamento. Sobre la mesa, en el sofá, en la habitación, en el tocador, el baño, la pared, el piso. Era una sed insaciable que la asustaba. ¿Todo eso era por despecho?, se preguntó estando de espaldas a Felix con los senos aplastados sobre el tocador y las piernas abiertas. Desde el espejo alguien muy parecida a ella la observó con tristeza. Pero su  vientre fue llenado por enésima vez  y sus pensamientos se perdieron en el olor a sexo que invadía el apartamento.

 

 

Laura, que por un largo rato estuvo sentada en el parque cercano con la maleta, decidió que podría quedarse en el ático de la galería mientras…bueno, mientras algo pasaba. Llegó al local antes de que Briana lo cerrara.

 

  - ¡Hey! Hola…esta mañana te fuiste muy rápido- fue recibida con un beso que no quiso corresponder - Ahm… ¿pasa algo?

  - Me quedaré unos días en el ático hasta que soluciono mi situación- comentó descargando la maleta.

 

La pelinegra la observó por unos segundos. Detalló que tenía los ojos hinchados y una maleta de viaje.

 

  - ¿Le contaste a Daphne sobre nosotras?- preguntó ilusionada.

  - Ella se enteró sola- respondió.

  - Ah…- no supo qué más decir.

  - Moveré mi estudio aquí abajo y arriba pondré una cama y un armario- meditó.

  - ¿Por qué no te quedas conmigo?-  sugirió suavemente.

 

Laura, que ya le había dado la espalda y avanzaba hacia las escaleras, se detuvo y la observó.

 

  - Briana, no quiero nada serio contigo- dijo casi con rabia.

 

A la otra se le cayó la quijada de la sorpresa. ¿Qué no quería nada con ella? Entonces, ¿por qué demonios le había dicho que le terminaría a la rubia para estar con ella?

 

  - ¿Disculpa?- gesticuló.

  - Sólo vete, ¿puedes?

  - Si sólo estabas conmigo por el sexo, simplemente tenías que decirlo- declaró molesta - No ilusionarme como lo hiciste estas últimas dos semanas- replicó.

  - Sí, soy la mala, ¿te basta con eso?

 

Algo había cambiado  al momento de atravesar la puerta de su apartamento con la maleta. Una parte de ella se quedó con Daphne y no podía evitar pensar que nunca la recuperaría. ¿Quería volver con la rubia? Sí, ahora que ya no estaba con ella oficialmente sentía que había metido la pata hasta el fondo. Estaba atascada en su propia mierda y no sería fácil salir de ahí.

 

 

 

Daphne encendió un cigarrillo cuando Felix se paró para ir al baño. Estaba exhausta de todo el sexo que habían tenido. Observó su cuerpo desnudo bañado en sudor y brillando con la poca luz que entraba por la ventana. El diseñador salió del baño y se recargó en la puerta cruzando los brazos dejando que la rubia se deleitara con los músculos marcados de sus bíceps, los abdominales que bajaban formando una “V” en la pelvis y terminaba en su miembro.

 

  - Tengo que decir que tu vagina es la más caliente de todas, Astarthea- dijo Felix con una sonrisa.

 

La rubia estaba a punto de quejarse por lo cerdo que había sonado hasta que cayó en cuenta de algo.

 

  - ¿Cómo me llamaste?- se aseguró.

 

Felix soltó la carcajada al mismo tiempo que todas  las luces de la zona se apagaban. El terror se apoderó de Daphne cuando, en medio de la profunda oscuridad, sólo escuchó un sonido que asoció al zumbido de una mosca. Más bien, de miles de moscas.

 

Notas finales:

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