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Dear secret lover por xuncontrol

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Notas del fanfic:

Bien, este es mi... ¿Tercer? Fanfic, algo así. No suelo escribir fanfics, más bien manejo historias originales, pero de vez en cuando me da por hacer algo diferente. Y prueba de ello es este fanfic, con una pareja que no sé por qué me enamoró. 
Espero les guste, el final quedó un poco simple, les pido disculpas. 
Cualquier queja, duda, halago, o lo que gusten, pueden dejarla en mi Ask: http://ask.fm/xuncontrol :3 

El fin de semana finalmente había llegado. Luego de una jornada de arduo trabajo en la mansión Phantomhive,  Sebastian Michaelis, el mayordomo y siervo fiel del joven conde, decidió darles el día libre a los empleados de la casona, claro, no sin antes haberlo consultado con su amo, quien no muy complacido, aceptó.
Todos se mostraban muy emocionados, pues hacía mucho tiempo que no tenían un buen día de descanso, y la verdad, ya les hacía falta.
El más emocionado era el joven jardinero, Finnian, pues por primera vez, luego de haber sido correspondido por aquella persona de la que estaba muy enamorado, tendría una cita.
Nadie en la mansión sabía que el rubicundo chico tenía pareja, pues prefería mantenerlo en secreto, sobretodo de Ciel, quien aunque nunca había mencionado nada sobre que estuviesen prohibidas las relaciones entre los empleados, era mejor no crear una nueva regla.
Solamente Baldo y él sabían al respecto, y ambos guardaban ese secreto con recelo.

Finny se encontraba en el jardín trasero, regando los rosales y recortando la maleza.
Tarareaba por lo bajo alguna suave melodía, se le veía sumamente feliz. Era feliz.
Él amaba su trabajo en la mansión, y amaba lo que hacía. Pero es obvio que esos no eran los únicos motivos por lo que el chiquillo se encontraba con aquella alegría y buen ánimo.
Hacía ya tres semanas desde que le había confesado al chef de la mansión que estaba enamorado de él, y para beneplácito suyo, su amor fue correspondido.
Y aunque era poco el tiempo que tenían para compartir como pareja, por las noches, cuando ya todos se encontraban durmiendo, el mayor solía ir a visitar al pequeño rubio, para platicar sobre lo agotador del día, y regalarse muestras de cariño.

–¿Qué estará haciendo Baldroy ahora?

Pensó para sus adentros, y cómo si de una invocación mágica se hubiese tratado, el aludido apareció a su lado, provocando que Finnian se sobresaltara, trastabillara y fuese a dar al césped.
El mayor rió divertido, provocando que el ojiturquesa se sonrojara notablemente.

–¿Te asusté? –Cuestiona, tendiéndole su mano diestra.
–¡Claro que me asustaste!
–Lo siento, lo siento –Se disculpa entre risas, mientras ayuda al menor a ponerse de pie- Sólo quería darte la buena noticia.
–¿Qué noticia? –Le mira con curiosidad.
–Sebastian le ha pedido al joven amo que nos diera el día libre.
–¿¡En verdad!? ¿¡Y aceptó!?
–Así es –sonríe, apartando de sus labios el cigarrillo que llevaba- ¿A dónde te gustaría ir hoy?
–¿Ah? –Finny se sonrojó hasta las orejas, ¿Acaso le estaba invitando a salir en una cita?- Oh, pues… No lo sé… Cualquier lugar estaría bien para mí, mientras esté contigo…
–¡Bien! ¡Iremos a un hotel entonces! –Exclama con orgullo, llevándose el cigarrillo a los labios.
–¿¡Qué!? ¡Baldroy!
–Tu dijiste que cualquier lugar estaba bien –Aclara, encogiéndose de hombros, con una sonrisa ladina.
–N-No era eso a lo que me refería…  -Musita en voz baja, evitando la mirada ajena.
–Entonces, dime a dónde quieres ir.
–¡Oh! Lo tengo –Sonríe emocionado, empuñando sus enguantadas manos frente a su pecho- Recién inició una exposición de flores y plantas exóticas, ¡Vayamos allí!
–¿En serio? –Le mira extrañado, enarcando una ceja- Bien, si así lo quieres, iremos allí. 
–Ya que es en el gran parque que está en el centro, ¡Podríamos llevarnos algunas cosas y armar un picnic! ¡Sería muy romántico! –Cubrió sus sonrojadas mejillas con sus manos. El mayor solo rió.
–¡Buena idea! Entonces, hay que ir a alistarnos.
–¿Eh? Pero aún no termino mis tares…
–Sebastian dijo que estaba bien, que podíamos hacerlo mañana.
–¿En verdad? ¡El señor Sebastian es tan gentil y amable! –Musita con un tenue sonrojo.
–¡Oye!

El menor salió corriendo entre risas. Realmente le gustaba ver esas reacciones de celos en Baldroy.
Y sinceramente no era para más, puesto que antes de haber fijado sus ocelos en el ex soldado, había estado enajenado con el pelinegro de ojuelos escarlata. Pero conforme pasaba el tiempo, la convivencia con el cocinero comenzaba a volverse más agradable, al grado de que inconscientemente terminaba buscándole en todo momento. Al inicio no le veía sino como un compañero de trabajo solamente, y poco a poco, al irle conociendo más, fue albergando un extraño sentimiento que él creía era afecto de amigos únicamente, y que el tiempo le haría ver que no era así.

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Ambos rubios se encontraban sentados bajo la sombra de un frondoso árbol, ocultándose del astro dorado que iluminaba con fervor la ciudad londinense.
Finny tenía su cabecilla apoyada en el hombro izquierdo de Bard. Ya habían terminado de ver la exposición, que para el mayor de ambos rubios fue un terrible martirio, aunque el ver sonreír a Finnian de la forma que lo hizo mientras veía las flores, niveló un poco las cosas. Le encantaba verle sonreír, para él, ese pequeño de ojos turquesas tenía la sonrisa más hermosa de todas; Llena de inocencia, de ternura, de bondad.
Dio una calada a su cigarrillo, acariciando las hebras doradas del menor. No entendía cómo ese chiquillo había conseguido atraparlo de esa manera, ¿Qué sucias artimañas había usado para engatusarlo?
Sonrió, entrecerrando sus azulados ocelos. Quizá no fue cosa de Finnian. Quizá la cuestión yacía en él mismo.
El menor no lo enamoró… Baldroy se enamoró de él.
Desde el primer día que el joven conde le llevó a la mansión, supo que ese chico sería especial.
Quizá… ¿Pudo haber sido amor a primera vista?
Sintió cómo el peso en su hombro desaparecía, y giró a ver cómo el menor se incorporaba, para arrodillarse y comenzar a husmear en la canasta que había llevado consigo.

–¿Tienes hambre? –Cuestionó Finnian, mirando de soslayo al ojiazul.
–Sí, un poco –Responde con una sonrisa- ¿Qué has traído para comer?
–Algo de pan, queso, y fruta. Nada que necesite ser incinerado por el gran chef Baldroy –Comenta, antes de comenzar a reír, provocando que el mayor chasqueara la lengua, fingiendo molestia por el sarcasmo utilizado en aquella oración.
–Ustedes no conocen de buena cocina –Musita con una sonrisa, intentando no comenzar a reír- ¡La comida calcinada es lo de hoy en el medio oriente!

Finny soltó una risa aún más sonora, contagiando a Baldo, quien a causa de ello, dejó caer de sus labios el cigarrillo, que fue a dar justo a su pierna derecha. De inmediato lo apartó, pero la maldita brasa alcanzó a perforar su pantalón.
Gruñó por lo bajo. ¡Esos eran sus pantalones favoritos!
Finny se acercó, y cual niño, picoteó la piel expuesta a través del pequeño hoyo.

–Debes tener más cuidado, Bard. Pudiste haberte quemado.

El ojiazul soltó un suspiro de resignación y culpa. Debido a que aún no habían intimado como pareja, el pequeño rubio nunca había visto a Baldroy desnudo, de lo contrario, posiblemente esa advertencia hubiese sido un reclamo más, ya que su cuerpo entero estaba marcado por cicatrices; En su mayoría causadas en sus días de soldado, y otras tantas, por las múltiples explosiones en la cocina de la mansión.
La idea de mostrarse desnudo frente a Finnian le intimidaba un poco, ¿Cómo reaccionaría al ver su cuerpo en ese estado? Quizá pensaría que era desagradable.
La simple idea le deprimió considerablemente, cosa que no pasó desapercibida ante los ocelos del rubicundo chiquillo.

 –Baldroy, ¿Estás bien? –Cuestiona, buscando la mirada del mayor.
–Sí, sí, tranquilo…
–¿Seguro? Podríamos volver si quieres.
–No, tranquilo, ¡Estoy muy bien! –Sonríe, tratando de tranquilizar a su pequeño amor.
–Baldo, ¿Sabes? –Se acomodó nuevamente junto a él, entrelazando su pequeña y delgada mano con la ajena. Aunque él consideraba un poco tonto aquello, las manos de Bard le gustaban demasiado, eran grandes y rasposas, pero siempre se sentían tibias y cálidas– Me siento muy feliz de estar contigo.
–¿En verdad? –Inquiere el ojiazul, tratando de no mostrarse sorprendido. El menor asintió, sonriendo ampliamente.
–Aún no asimilo la idea de que tú y yo estemos juntos… De que me ames cómo yo te amo a ti. Por las noches, antes de dormir, siento que todo es tan irreal como en un sueño, pero entonces, apareces tú cruzando el umbral de la puerta de mi alcoba, y descubro que no lo es… Que esto en verdad está sucediendo, y siento ganas de llorar de alegría, pero también de tristeza…
–¿Tristeza?
–Sí… Porque, me aterra pensar que así como todo inició… Algún día terminará…
–Finnian, no digas esas cosas.
–Lo siento –Sonríe, frotando sus ocelos, que se habían humedecido- Pero es que… Viví tanto tiempo alejado del mundo, de la libertad… Sin conocer la felicidad, sin conocer lo que era el afecto y el cariño… -Hizo una ligera pausa. Bard le escuchaba atento, en silencio- Y hoy que por fin sé lo que es eso, hoy que por fin sé lo que es el amor… No quiero perderlo.

Baldroy no hizo más que abrazar el “delicado” cuerpo del menor. Finny le correspondió, hundiendo su rostro en el cuello del mayor, comenzando a llorar desconsoladamente.
Aunque el ojiazul estuviese acostumbrado a verle llorar, pues el chico lloraba por prácticamente todo, sabía que esa vez era diferente, esa vez las lágrimas parecían brotar desde su corazón. Eran lágrimas cargadas de un sentimiento que por muchos años reprimió, lágrimas de dolor, tristeza, pero sobre todo temor.
Aunque Finny fuese un chico con una fuerza descomunal, en su interior, era tan frágil y delicado como una flor de cerezo.
Se aferró al cuerpecillo del ojiturquesa, como si de un acto inútil y desesperado por volverse uno solo se tratase. Sentía las ligeras convulsiones de Finnian, y una extraña opresión se clavó en su pecho. Soltó un largo suspiro, casi sentía que el alma se le iba en el mismo.

–Vamos, Finny, ya no llores.

Pidió en voz baja. No podía soportarlo, le dolía en cierto modo el estado en el que se encontraba el menor.
Finnian se apartó un poco del cuerpo del ojiazul. Respiró profundo, intentando regular su respiración, y Bard aprovechó para limpiar el rastro húmedo que había sobre sus sonrojadas mejillas.

“Volvamos a casa”

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El cielo pintaba ya aquellos hermosos tonos que indicaban la pronta ascensión del astro plateado.
Los últimos rayos del atardecer se escabullían sigilosos a través de una pequeña abertura en las gruesas cortinas color terracota que adornaban aquella  habitación, cómo si deseasen presenciar aquel desesperado acto de amor que se profesaban los dos cuerpos sudorosos que danzaban parsimoniosamente sobre las blancas sabanas.
El silencio que reinaba en aquella reducida alcoba de tapices grisáceos, era envuelto por una cálida manta de suaves jadeos y agitadas respiraciones.
Nada fuera de esos dos entes que se aferraban con vehemencia a la única idea de volverse uno solo importaba en ese momento.
Las últimas prendas que cubrían el escueto cuerpo blanquecino del ojiturquesa fueron retiradas con sumo cuidado y ternura, una ternura que para Finnian era algo nuevo.
Soltó un suave suspiro, aferrando sus delgadas manos a las sabanas con firmeza, al sentir los ásperos labios del ex soldado depositar un pequeño y cálido beso en el glande de su hombría.
De sus ocelos pequeñas lágrimas brotaban; Estaba asustado.
Baldroy al percatarse de esto, se incorporó, tomando entre sus manos el pequeño rostro del menor, besando su frente cariñosamente.
No hacían falta las palabras, una pequeña acción era suficiente para regalarle un poco de confianza, para hacerle saber lo profundamente enamorado que estaba de él.
Una vez que el menor se hubiese tranquilizado, Baldo retomó la tarea de atender el miembro ajeno, saboreando con alevosía el pre-semen que de éste chorreaba.
Lamió su extensión, tal cual hiciera una colegiala con una paleta, antes de introducirlo por completo en su cavidad, engulléndolo hasta la base, y retornando hasta la punta, dando suaves succiones a la misma.
De los rosados labios del menor escapaban melodiosos jadeos, que descolocaban al ojiazul.
El miedo había sido reemplazado por el placer, y éste había nublado su mente.
Su cuerpo entero reaccionaba a las gentiles y eróticas atenciones que el mayor repartía en él, incluso en el rincón más escondido de su fisionomía.
No logró darse cuenta de cómo sucedió, pero de un momento a otro ya se encontraba en una posición realmente bochornosa; Boca abajo, con su blanquecino trasero al aire, el cual Baldo besaba y lamía, arrancándole jadeos aún más sonoros al rubiecito.
Con sus manos separó ligeramente los glúteos del menor, lamiendo lujuriosamente la tibia entrada,  provocando que el cuerpo bajo el suyo se tensara, y un pequeño gemido resonara en sus oídos hermosamente.
Baldroy alejó sus labios de aquel punto, para ir subiendo entre besos por toda la columna vertebral de Finny, hasta llegar a su nuca, besando con devoción e infinito amor el tatuaje que el chico se afanaba a ocultar siempre tras aquel sombrero de paja. Aquel tatuaje que no hacía más que traerle amargos recuerdos de su tortuoso pasado.
Sin dejar de besar, y lamer la tibia nuca del menor, quien por su parte no cesaba de suspirar, su mano diestra se deslizó hasta la entrada previamente lubricada por sus propios fluidos bucales, masajeando la misma suavemente con su dedo medio.
Finnian se aferró firmemente a las sabanas, arqueando ligeramente su espalda, dejándose sumergir en las turbulentas aguas de las bajas pasiones a las que su amado le guiaba.
Luego de haber frotado aquel ya caliente y ansioso punto, el mayor introdujo lenta y cuidadosamente su dactilar, a lo que el ojiturquesa reaccionó con un pequeño gemido ahogado.


–¿Te duele? –Cuestionó Bard en un susurro, cerca de su oído. Finnian negó con su cabeza.
–Estoy bien… Continua.

El ex soldado asintió, moviendo ligeramente su dedo una vez que este entró por completo.
Cuando sintió que el interior del chico se había acoplado al intruso, decidió que era momento de introducir un segundo dactilar, repitiendo la acción.
Ya que el cuerpo del rubio se había acostumbrado a la intrusión ajena, retiró los tres dedos que danzaban en su interior.
Finnian relajó su cuerpo una vez que sintió su interior “vacío”, soltando en un largo suspiro el aire reprimido en sus pulmones.
El ojiazul sujetó suavemente su cintura, ayudándole a girarse, y recostarse. Besó sus labios con dulzura, y al separarse, miró detenidamente aquellos orbes turquesas. Finny sonrió ruborizado.
Bard se acomodó entre las piernas del menor, alzando las mismas, a modo de que, sus rodillas quedasen a la altura de su pecho. Sujetó su miembro con su mano diestra, acercándolo a la pequeña cavidad previamente dilatada, rozando la punta de éste en aquel caliente punto.
En un jadeante susurro le pidió al ojiescarlata que relajara su cuerpo, antes de comenzar a adentrarse lentamente en él, arrancándole un pequeño grito de dolor, junto con varias lágrimas.
Ya que estaba completamente en lo más profundo de su intimidad, se inclinó para besar los labios de su pequeño amante, abrazándose a su delgada figura para tranquilizarlo y hacerlo olvidar el dolor. Pasaron varios minutos entre besos y caricias, Finnian ya no sentía dolor alguno, por lo que, avergonzado, le indicó a Baldroy que ya podía moverse. El ex soldado obedeció la orden, y regresó a su posición; Movió despacio sus caderas hacia atrás, sacando la mitad de su hombría del interior del chico, para enseguida dar una firme pero sutil estocada, para enseguida repetir el procedimiento varias veces más, hasta que el ritmo lento y cuidadoso fue incrementando, volviéndose rápido y desesperado.
Ambos jadeaban descontroladamente, de sus sudorosas pieles emanaba el inconfundible aroma de la pasión y la lujuria, que se mezclaba con el tenue olor a rosas que bailaba en el aire al entrar por la ventana.
Todos en la casona del joven conde Phantomhive se mecían entre los brazos de Morfeo, ajenos a aquel mágico momento, ajenos al momento en el que, con un grito que un frenético ósculo hizo callar, dos de los fieles sirvientes del perro de la reina culminaban un íntimo acto de entrega lleno de amor. Un acto que guardarían en su memoria con recelo, así como el secreto de amarse en silencio.

 

//FIN.


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