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In search of the Truth por LovelessMidori

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Notas del capitulo:

Espero que les guste

In search of the Truth

I

 

La sociedad siempre ha estado dividida en tres clases: Clase alta, media y baja.

En la clase alta todos sabemos qué tipo de gente podemos encontrar: Personas importantes, de muchísimo dinero. La mayoría son personas interesadas, materialistas, que juzgan a los demás por las simples apariencias que muestran.

A diferencia de ellos, en la clase baja, existen personas que no tienen dinero ni para comer, mucho menos para comprar vestidos o calzados. Con suerte y poseen lugares fijos para pasar las noches. Son desconfiados, gente sin suerte. La vida los ha tratado de maneras no muy buenas que digamos.

Y en la clase media están todas aquellas personas que viven relativamente bien. Tienen techo, comida, vestido, calzado, un trabajo, pero son gente que aunque tiene dinero, no se pueden permitir gastar más de lo necesario. En otras palabras, no son ni ricos ni pobres. Esta clase está compuesta por las personas que ofrecen un servicio a los demás.

Pero no hay que dejarnos engañar por eso, pues en las tres clases, existe gente de cualquier tipo: Honestos y mentirosos, honrados y corruptos, crédulos y desconfiados; como quien diría, los buenos y los malos. Pero ¿Realmente son todos buenos o malos? Puede existir un punto intermedio y tal vez nos demos cuenta de que al fin y al cabo, solo son personas. Algunas con más calidad que otras, pero personas a final de cuentas.

Esta historia comienza en un alejado barrio de una ciudad. Un barrio muy pequeño, de esos que la gente evita comúnmente, donde la seguridad solo es para quien vive en esos lugares, de esos en los que al pasar solo sientes soledad y miseria, y donde hasta la misma luz del sol casi no se atreve a tocar. Dos niños se encontraban corriendo... o más bien, huyendo.

-       Louis… te dije que era muy arriesgado en la carnicería… ¿y si nos atrapan?

-       ¿No quieres que te atrapen?

-       ¡Por supuesto que no!

-       ¡Entonces corre más rápido!

Louis, el mayor, de 15 años vestía un pants muy desgastado y manchado de cuantas cosas había tocado, con una playera en el mismo estado, que solía ser blanca. Y Jackie, el menor, de 7 años, llevaba unos jeans agujerados y una playera negra un tanto desgastada.

Ambos llevaban corriendo más de 20 calles, huyendo de un par de uniformados azules. En efecto, habían robado una carnicería y por poco, un cuchillo de cocina atravesaba la espalda de Louis, quien tuvo la suerte de tropezar en ese momento. No era la primera vez que aquel carnicero intentaba asesinar al mayor de los niños, y por lo visto, tampoco sería la última.

Corrieron un par de calles más, si alcanzaban a perderse en la tercera, los policías dejarían de seguirlos y ellos estarían nuevamente a salvo.

A diferencia de Louis, quien era alto y con un bien formado cuerpo, cabello negro y ojos verdes, Jackie era pequeño y delgado, de cabello rubio y unos hermosos ojos grises.

Finalmente llegaron a su “refugio” como ellos le llamaban a esa pequeña casita hecha de cartón y de láminas. Los de azul los habían perdido de vista y se habían marchado, por tanto, era tiempo de volver a salir. Primero tendrían que buscar platos donde servirse de comer y luego harían una visita a una mujer a la que llamaban (a petición de ella) Nana, para que les cocinase las milanesas robadas.

Nana tenía 50 años cuando Louis la conoció. Él era tan solo un pequeño niño que vagaba por las solitarias calles de la ciudad. Hambriento, cansado, triste, perdido. Su madre era una prostituta que lo había abandonado para irse con uno de sus clientes, argumentando que estaba enamorada y que a su “novio” no le agradaban los niños. El único recuerdo de su madre para Louis fue un fuerte golpe en la mejilla cuando, en un fallido intento de éste porque su madre no lo abandonase, la mujer reacciono violentamente dejando al niño tirado en el suelo. Se había hecho de noche y Louis cayó rendido al lado de un poste de luz. Sus parpados e hacían cada vez más pesados u lo último que vio fue la silueta de una mujer y el suelo desapareció debajo de él. Cuando despertó, un olor a comida le inundo la nariz. Se acercó tímidamente a la mesa y la mujer lo invito a sentarse.

Louis vivió con Nana casi dos años, pero el día en que  ella se le ocurrió comentar que tendría que meterlo a un colegio, el pequeño enfureció tanto que huyo de la casa. Claro que tenía contacto con ella de vez en cuando, pero si la mujer se atrevía a tocar el tema de los estudios nuevamente, el chico volvía a irse. Tras varios intentos, Nana se dio por vencida. Tres años más tarde, en una de las tantas visitas a casa de la mujer, ésta no se encontraba en casa, así que Louis se sentó en la puerta a esperar. Cuando ella volvió a su casa, ya la noche había caído. Louis se levantó a saludarla y escucho un leve quejido seguido de un chillido algo más fuerte y agudo, entonces se dio cuenta de que la mujer traía en brazos a un pequeño niño de no más de 3 años. Nana rápidamente explico que una mujer joven le entrego al pequeño (de nombre Jackson) pidiendo que cuidara de él. En cuanto Nana tuvo al niño en brazos, la mujer desconocido cerró los ojos lentamente y dio su último aliento de vida.

Al principio, Louis odiaba a Jackie, pero al pasar el tiempo, se volvieron inseparables.

Ahora se encontraban afuera de la casa de Nana, esperando a que ésta regresara.

-       Louis, tengo hambre.

-       Yo también, Jackie.

-       Pero enserio, tengo mucha hambre.

-       Ya te escuche.

-       … Louis…

-       ¿Qué?

-       Tengo hambre

-       ¿Y qué quieres que haga?

-       Pues no sé pero…

-       ¡Ya te escuche! – Lo interrumpe el mayor quien ya se estaba desesperando - ¡Tienes hambre! Yo también

-       Me voy a comer así la carne ¡eh!

-       Mira Jackie, no la vas a poder morder está dura, y en segundo lugar, aunque pudieras comértela así, te va a hacer daño porque esta cruda.

-       Pues cocínamela

-       ¿Y a qué crees tú que venimos?

-       Pero no está Nana

-       Pues te esperas a que llegue

-       Pero tengo hambre

Pudieron continuar así por otra media hora hasta que vieron a lo lejos la silueta de aquella mujer que salvaría a Louis de la desesperación de Jackie.

-       ¡Nana! – Dijeron los niño al unísono

-       Que bien que llegas – Continua Louis – Porque este costal de huesos me vuelve loco

-       Es que mis tripas gruñen. Ya tengo hambre – Comenta el pequeño Jackie mientras le entregaba a Nana la carne que tanto deseaba tragar de un solo bocado y llenar su diminuta barriga que absorbía cuanta comida se le pusiera enfrente.

-       Si, si – Dice ella – Vallan adentro. Lou, enciende la estufa por favor.

A pesar de que la mujer se notaba algo cansada, siempre tenía tiempo para cuidar de ese par de pequeños traviesos. Nana, al igual que muchas personas que vivían en los alrededores, vivía en una casa pequeña con algunos cuantos muebles. Entre sus posesiones tenía una cama individual, un gran baúl donde guardaba ropa y recuerdos, un pequeño refrigerador, una mesa de madera, su estufa y una televisión vieja. En realidad no necesitaba nada más. En las paredes colgaban unos cuantos cuadros de sus familiares fallecidos: Sus padres, su esposo y sus dos hijos: Rebeca, quien murió de un cáncer que no se trató a tiempo a los 17 años y Gabriel de tan solo 10 años que, junto con su esposo, fallecieron en un accidente automovilístico 2 años después de la muerte de Rebeca. La pobre Nana nunca volvió a ser la misma. Entro en un estado de shock que duro alrededor de 6 meses. Luego se hundió en la depresión y la miseria. Vendió muchas de sus posesiones quedándose con los pocos muebles que ahora tenía. Poco a poco salió adelante, pero su deseo de haber sido una buena madre por más tiempo lo que la hizo recoger al pequeño y moribundo Lou aun después de 10 años de haber perdido a su familia.

Después de que los niños terminaran de comer, se despidieron de Nana y agradecieron su ayuda. Salieron de esa pequeña casa y regresaron a su “refugio”. La casita era lo suficientemente grande para que cupieran al menos 3 personas y lo suficientemente alta para que un adulto pudiera estar de pie. Tan solo poseían una cama y una diminuta mesita de noche. El techo resistía muy bien a las lluvias y casi nunca pasaban frio. Nana le había obsequiado a Louis cuando tenía 13 años unas cuantas cobijas para él y para el pequeño Jackie que decidió vivir con su ahora hermano mayor. Ya era de noche cuando llegaron. Louis y Jackie se metieron a la cama.

-       ¿Me cuentas un cuento? – Pregunto inocentemente el pequeño

-       Tal vez mañana. Estoy cansado.

-       Bueno. Hasta mañana

Jackie se acercó lentamente al rostro de Lou y deposito un pequeño beso sobre la mejilla del mayor.

-       Descansa.

-       Tú también.

Notas finales:

Eso es todo. ¿Review? OwO!!


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