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TE LO DIJE, TE EXTRAÑO por dbsk10101001

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Notas del fanfic:

ahhh!!!!! me dicen como quedo si??? . Besos

Notas del capitulo:

^^ Gracias por leer ^^

 

Prologo

 

Algo esencialmente humano es el sufrimiento, hay quienes sufren sin que pueda descubrirse alguna causa de su tristeza, sin la evidencia de una pena específica; se vuelven indolentes y continúan sus ocupaciones o diversiones habituales en forma mecánica y sin interés; el intelecto, los afectos y las pasiones parecen inactivos, volviéndose la persona extremadamente apática. Algo que apaga todos los motores vitales de un ser humano, sumiéndolo en una apatía generalizada, la vida misma se va convirtiendo en el infierno del cual se quiere escapar y es esa misma vida la que se vuelve insoportable. Hay dolores, que no se extinguen, que perseveran, dolores anclados en la negativa a aceptar la lógica del "no todo". Todos dolores del alma, dolores que no se ubican en la anatomía del cuerpo ni se acallan con analgésicos. Dolores que expresan la magnitud de la existencia, dolores que no provienen de una enfermedad orgánica, pero que acaban por enfermar al cuerpo.

Park YooChun leía aquellas letras impresas de aquel libro arcaico con seriedad absoluta, al terminar  su lectura lo cerró al mismo tiempo en que en sus labios se dibujaba una sonrisa con un pesar oculto. Coloco el libro sobre su escritorio levantándose de la silla en la cual se encontraba, miro por el ventanal que había en su habitación sin dejar de ver el cielo que para ese entonces era obscuro, la noche había cubierto el continente asiático en todo su esplendor. El brillo de la luna era encantador, YooChun disfrutaba de aquel panorama con gran detención, y de un momento a otro el teléfono comenzó a sonar sacándolo de sus pensamientos más profundos.

Como si se tratase de un hombre mecánico sostuvo el auricular entre sus manos contestando por fin el aparato.

- YooChun, mañana te quiero ver a las 5am, ¿me escuchaste desgraciado? A esa hora quiero verte en la puerta de la universidad – declaro un ente con la voz firme y autoritaria.

- Si claro, y yo soy muy obediente – respondió el pelinegro colgando el teléfono y acostándose en su cama, se colocó los audífonos dejándose llevar por el sonido de la música, o mejor dicho por una voz melodiosa. Aquel teléfono sonó como unas siete veces más pero YooChun hizo oídos sordos cayendo de a poco en los brazos de un Morfeo que lo esperaba ansioso, al fin y al cabo era su durmiente favorito.

 

Esa era su rutina, a diario hacia lo mismo cada que llegaba de su abrumadora universidad. De vez en cuando le concedía a YunHo salidas que implicaban mujeres y alcohol. Vagamente recordaba lo que había sido su vida de colegio, no porque había perdido la memoria, sino porque siempre le había importado muy poco. El entrar a aquella universidad fue un logro, no había estudiado mucho y simplemente aprobó por pura casualidad. Honestamente hubiera preferido quedarse en su cuarto por toda la perpetuidad, YooChun era un muchacho tranquilo, carecía de emociones positivas, era ameno al mundo y un máster en alejar personas. No entendía como YunHo lograba soportar su endemoniado carácter, este hecho le intrigo bastante al punto que se tomo la molestia de preguntárselo al mismísimo YunHo en persona quien solo le dijo “Somos amigos no…”.

Su madre solía visitarlo una vez al mes con la esperanza de poder quedarse por dos horas a lo mucho, la mujer siempre había batido su record. Y es que YooChun no actuaba su papel de hijo cuando su madre lo visitaba con deliciosa comida. Las palabras que le dirigía no pasaban de un “Hola mamá” y un “Cuídate por favor”.

La señora había llegado a preguntarse por la actitud de su retoño desde que este había nacido. Nunca lloraba, nunca molestaba, nunca pedía ayuda, y al parecer no tenía una meta. Lo habían mandado al hospital por si había nacido con algún defecto pero lo único que se podía percibir en este muchacho era perfección. Sus rasgos faciales eran delicados y finos, el cabello era de un tono negro noche al igual que sus ojazos. Sus virtudes arrasaban dejando a segundo plano al mismísimo Papa, era todo un Picasso y su inteligencia era como si el chico fuera la reencarnación de Albert Einstein.

Por mucho que intentaron cambiar su carácter, jamás lo lograron. Y ahora su madre había dejado de reprocharle esto. Ahora buscaba su propia diversión en solitario a costillas de su hijo. ¿En que se basaba su dicha?, era simple, trataba del tiempo que lograra permanecer en la habitación de su amado hijo. La primera vez fueron 5 minutos ya que el condenado no había permitido que entrase, la segunda se quedo por veinte minutos debido a que al muchachito se le había antojado una siesta en vez de atender a su amorosa madre, la tercera fue una hora, la cuarta una hora veinticinco minutos el reto de su próxima visita, lo quiera o no YooChun, seria de dos horas.

- ¿¡No te había dicho que estuvieras aquí a las cinco de la madrugada YooChun-Ah!? – decía un joven de cabellos castaños y mirada acusadora.

- Así es, pero yo nunca dije que accedería a tus demandas Hyung – YooChun había llegado a las 10:00am a su institución educativa.

- A veces puedes ser tan…

- ¿Irritante?, lo sé Hyung… – interrumpió para continuar su camino.

- ¡¡AHHGG!! – un irritado YunHo observo la espalda de su mejor amigo para casi enseguida ir tras él.

YooChun observo de soslayo a su camarada aun con la duda del por qué este testarudo Hyung continuaba a su lado. Definitivamente no podía entenderlo. O tal vez se negaba a asimilarlo del todo. Tenía opciones, pero no creía que pudieran ser acertadas o no quería creerlo, siguió caminando hasta llegar a su respectivo asiento individual, YunHo se sentaba a su costado izquierdo.

- ¡Yah! Se puede saber por qué demonios siempre traes ese aura de “PELIGRO, PELIGRO” envolviéndote cada mañana! – el mayor comenzó un monologo sin siquiera saber que iniciaba un monologo.

Los ojos de YooChun se movieron para divisar al Hyung escandaloso quien por instinto desvió la mirada hacia el frente pensando en cómo cortarlo en pedacitos.

- De acuerdo, no digas nada – continuo YunHo con la mirada al frente viendo como el educador se acercaba a su escritorio para comenzar su clase.

Así era YooChun, al menos podría cambiar un poco pero no podía, ni el mismo sabia como hacerlo, es mas ni siquiera había pensado en el asunto, continuaba sus actividades de forma mecánica y sin interés alguno. No sabía lo que quería, ni lo que le importaba, la vida se tornaba un infierno, uno al que ya no quería pertenecer. Se encontraba en un abismo de apatía generalizada del cual no podía huir, lo que aun le mantenía en pie era su espíritu, ese que luchaba por ambos para tener una vida mejor. De todas formas solo tenía 18 años de edad.

Un cuatro de noviembre a las seis de la tarde se encontraba caminando por una de las aceras de una amplia y lejana avenida, se hallaba sumergido en un mundo lleno de paz, ya no escuchaba los constantes sonidos de los neumáticos, ya no sentía el viento en su cara, caminaba enfrascado en un mar de pensamientos inciertos que cuestionaban al mundo de su existencia, preguntas que no habían sido respondidas por ningún ser humano, al menos no directamente. Continuaba con su andar hasta que el sonido de un auto frenando inesperadamente hizo que regresara a su dura realidad.

Volteo al lugar de donde provenía aquel molestoso sonido para encontrarse con la mirada perdida de un joven que se había atrevido a cruzar la avenida al parecer en un intento de dejar este mundo, en el instante que logro divisar el rostro del joven chico  sintió que su corazón latía de nuevo, sintió la sangre recorrer  sus venas, noto que al ver a ese niño nació un sentimiento que se le hizo bastante familiar.

- ¡Acaso estás loco mocoso! – gritaba el dueño de aquel automóvil.

- …Lo siento – se disculpo el menor sin sentirlo enserio.

- ¡Por la mismísima mierda!, pude haberte matado, que no sabes que para cruzar las avenidas debes usar ese maldito puente! – gritaba el hombre señalando dicha construcción.

- Lo siento – volvió a repetir el menor viendo como el conductor entraba a su auto para continuar con su camino.

- ¡Muévete idiota! – aquel hombre exigía a gritos paso que no se le fue concedido. –  ¡¿Acaso estas sordo maldito niñato?! – la paciencia no era una de las virtudes de ese hombre y entonces fue que salió del vehículo con intenciones claras de maltratar a ese niño si permanecía siendo un estorbo en sus planes.

- Vámonos ChangMin… – una voz melodiosa junto con un agarre de manos saco del trance a nuestro joven amigo alejándolo del hombre y sacándolo de en medio de la amplia avenida.

- Malditos jóvenes que no valoran sus vidas – exclamo aquel conductor  poniendo en marcha su único medio de transporte, alejándose y perdiéndose entre los muchos autos que circulaban por los alrededores.

YooChun, quien se encontraba caminando rápidamente, sostenía firmemente una de las manos del joven suicida sacándolo  fuera del peligro. Hasta ese instante no se pregunto por qué carajos estaba ayudando a un completo desconocido, es mas ni siquiera se pregunto por qué ayudo a salir al chico de semejante lio. Se detuvo al pie de las escaleras del enorme puente girando hasta quedar frente a frente con su Donseng, al verlo pudo darse cuenta de que ese chiquillo lo miraba de una forma especial, buscaba algo en su mirada, sus ojos le pedían algo, tal vez una respuesta a sus acciones, probablemente una explicación lógica del por qué le había ayudado.

- Usa los puentes que para eso los construyen niño… – YooChun sonaba como un policia estricto.

- ¿Por qué? – preguntó y era lo más normal, el problema ahí era que YooChun no lo sabía. – ¿Por qué?...

- No vuelvas a hacer estupideces como estas entiendes – dijo para evitar la pregunta.  Lo miró una vez más y antes de que pudiera darse la vuelta sintió como unos brazos rodeaban su cuerpo transmitiéndole dolor, felicidad y coraje al mismo tiempo.

- ¡¿Cómo es posible que me hagas esto?! – Decía soltando lagrimas de sufrimiento –  Dijeron que habías muerto, fui a tu entierro, por qué no me lo dijiste, tú…prometiste que estaríamos juntos para siempre, ¡por qué mentiste! – el dolor que transmitía cada palabra pronunciada debilitaba el corazón de  YooChun.

- ¿De qué…

- YooChun… yo vi lo que paso, estuve en el hospital cuando sacaron tu cuerpo directo a la morgue, ¿acaso era un plan?, ¿Por qué? ¡¡¿POR QUÉ?!!

- Yo… yo no te conozco niño – a pesar de la confusión por la que atravesaba Park YooChun, esa era la verdad, él no conocía a ese niño, nunca lo había visto, lo que paso fue por un impulso que ni el mismo puede explicar.

- …Entonces, ¿cómo…cómo es que te sabes mi nombre? – se alejo para ver el rostro del chico que decía no conocerlo.

- No lo sé, escucha,  no quiero crear malentendidos, tampoco sé cómo es que tuve el corazón para ayudarte, niño, por favor vete a casa y olvida lo que paso aquí. Sigue tu camino.

La insensibilidad era una gran característica del mayor, no tuvo pena alguna al decirle a un niño que debía rondar los dieciséis años de vida, que se alejara y se olvidara del problema. No dijo una palabra más, ni siquiera le importo dejar a ese muchacho con la palabra en la boca, simplemente siguió su camino sin voltearse ni una sola vez.

 

++++++++

Todos de una manera u otra pasamos por sucesos hermosos y tristes.
Shim ChangMin podría decir que en sus dieciséis años de vida ha pasado por muchas cosas que le han dejado marcas. Aun recordaba lo que una psicóloga le dijo una vez: "La felicidad no existe, son momentos placenteros que hay que saber disfrutar".

Ser realista le mantenía vivo, alerta y con los pies sobre la tierra, no es que no dejara  volar su mente a veces, después de todo le ayudaba a descongestionar su mente, una ilusión de vez en cuando le era muy saludable, pero lo importante era que sabía que no todo en la vida eran alegrías; que tarde o temprano se aprendía a sobrellevar lo malos tragos que formaban parte del crecimiento personal. No es lo que sucede lo importante, al parecer, lo importante es cómo reaccionamos y qué hacemos frente a esa montaña de problemas que le rodean a uno constantemente.

 

ChangMin, había perdido lo más importante de su vida a una corta edad. Su corazón no dejaba de dolerle y su llanto se hacía cada vez más fuerte pero silencioso. Cinco meces habían transcurrido desde la muerte de su mejor amigo, de  su novio. Días en los que solo pudo llorar viendo lo que ya no podría tocar nunca más.  Ha vivido poco, y lo sabe, no es algo nuevo, apenas tiene 16 míseros años. Pero saben…esos míseros 16 años le han servido lo suficiente para notar que la mayoría de las personas le tienen miedo a la tristeza, clara prueba de eso es él, había puesto tanto énfasis en la felicidad, en el pensamiento positivo y en la autoestima, que había olvidado por completo que para ser personas plenas necesitaba aprender a sobrellevar también los momentos difíciles.

 

Y ahora se hallaba en un momento crítico, en uno de esos momentos en los que la conciencia no ayudaba mucho. Debía estar mal de la cabeza, sí, eso explicaría su actuar. YooChun no lo habría querido de esta forma, y aquel joven que había salvado su vida solo se parecía a él, nada más, solo era un desconocido que lucía igual a su novio. Solo eso.

 

Debía seguir su vida, continuar con su camino, ser capaz de mirar adelante y olvidar su pasado.

- Gracias… pude verte una vez más… gracias Chunnie, Gracias…  – dijo sin dejar de ver aquella silueta que se alejaba con el pasar de los segundos prometiéndose así mismo que lograría continuar su vida sin volver a hacer algo estúpido.

 

Y lo haría…. 

Notas finales:

¿Continuo? ^^


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