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Lazos por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola, mis queridos amantes del FugaMina!!!

A ustedes en especial les debo un gran abrazo y todo mi cariño, porque solo ustedes me piden continuación con tanta insistencia.

Son un público exigente ( ^^U )

A ustedes no les gusta que le ponga "Finalizado" a un historia, y a través de comentarios magníficos, me dan mucho ánimo para que siga adelante ( TTwTT )

¡¡¡Mil gracias!!! No pueden calcular lo feliz que me hacen.


Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para poder contestar sus comentarios. Repito:

Agradezco su apoyo con todas las fuerzas que el alma me da.

Aquí viene la continuación y solamente porque ustedes, amores, lo pidieron.

Ya conocen mis imperfecciones, pido perdón por ellas.

Disclaimer: Los personajes...

¡Kishimoto se puede morir! ( >0< )9

 

¡Es totalmente suyo, disfrútenlo!

 

—Quítense la ropa.

—¿Disculpe? —saltaron los dos hombres.

—Lo que oyeron: quítense la ropa. Aquí he preparado un par de uniformes para ustedes, cuando se cambien estarán listos para jugar.

Minato dejó salir un resoplido de gran alivio, Fugaku relajó todas sus facciones. Tomaron las ropas que la maestra les tendía, se dirigieron al baño de hombres del polideportivo de la escuela de sus hijos y estando adentro, pudieron mirar atentamente el uniforme que les habían prestado.

Fugaku miró tan despectivamente a los desdichados pedazos de tela que Minato estuvo a punto de sentir compasión de ellos. Quiso decir un comentario sarcástico, pero se mordió la lengua y se rio para sus adentros.

Tranquilamente se desvistió de la parte superior del traje que portaba y colocó la camisa deportiva en su lugar. Un solo vistazo a la longitud de short le bastó para convencerse de que no usaría algo como eso en público, nunca. Salió del compartimiento y notó que su moreno archienemigo seguía envestido en su elegante atuendo.

—¿No te vas a cambiar? —preguntó Minato al mirarlo por medio del espejo.

—No voy a usar esto —replicó Fugaku sosteniendo el uniforme lejos de él.

—No creo que tengas otra opción, no creo que quieras sudar en ese Dolce & Gabbana, ¿o sí? Te lo digo como una recomendación.

—¡Qué considerado de tu parte! Jamás te imaginé realizando un acto desinteresado por mi —comentó el moreno comenzando a despojarse de su saco y a desabotonar su camisa.

—Perdón, pero yo no soy un anticuado bastardo como tú. Puedes confundir, no insultar.

—No, tú estás acostumbrado a ser un bastardo de vez en cuando… según la ocasión.

Minato adornó su rostro con una sonrisa felina y con presteza, estuvo en un segundo al lado de Fugaku, inclinándose sobre la punta de sus pies para soltar justo en su oído:

—Lamento decepcionarte, pero para tu información… yo soy así solo contigo, Fuga-kun~.

Fugaku cubrió su oreja por simple inercia y se apartó de Minato con expresión asombrada. El escalofrío que recorrió toda la espalda del Uchiha y que erizó el vello de su nuca, nada tenía que ver con el hecho de que estuviera desnudo de cintura para arriba.

—¡¿Pero qué carajos estás haciendo?! —exclamó una vez estuvo a una distancia prudente del otro.

—¡Hemos progresado, cariño! Para que solo me escuches y sientas ese escalofrío —rio el rubio con sonoridad, para luego agregar con voz pensativa—: Aunque no te perdono que sigas siendo más alto que yo.

—Soy superior a ti en muchos sentidos, Namikaze —espetó el moreno colocándose por fin la camisa.

—Sigue diciéndote eso, Uchiha y si tienes suerte tal vez en alguna de tus vidas se cumpla.

Doblando sus ropas para buscar la salida, finalmente llegaron a la cancha de juegos donde los esperaban tres curiosos individuos. Una era la maestra, pero con ella estaban otros dos hombres: un adulto y un niño con un parecido perturbador.

—Señor Uchiha, señor Namikaze permítanme presentarles a nuestro profesor de deportes, Maito Gai…

—¡Es todo un placer conocerlos caballeros, sus hijos son grandes prodigios! ¡En ellos arde el espíritu de la juventud! —exclamó el susodicho agitando vigorosamente las manos de Fugaku y Minato.

Sasuke y Naruto, que se habían quedado en el colegio para que sus respectivos padres no se sintieran abandonados, menearon la cabeza con vergüenza ajena por culpa de su sensei.

—… y su mejor estudiante, Rock Lee.

—Es todo un gusto, señores. Yo soy un compañero de clases de Sasuke-kun y Naruto-kun —se presentó el joven con mucha educación y sin ocultar la llama que ardía en sus ojos.

—Mucho gusto, Lee-kun —correspondió Minato regalándole al chico una de sus mejores sonrisas.

La mitad de las maestras que se habían acercado a mirar el partido suspiraron desfallecidas en ese momento.

—¿Qué haremos? —demandó saber un Fugaku que moría por terminar el día e ir a casa.

—Van a jugar un partido de basquetbol —explicó la profesora con el balón en la mano—. Quiero poner a prueba sus niveles de rivalidad.

—¿Y los equipos?

—Gai-san y Lee-san contra ustedes dos, señor Namikaze.

—¿Por qué? Pensé que sería él contra mí.

—La lección de hoy consiste en ocupar esa energía que tienen como rivales para vencer un enemigo común, señor Uchiha. En lugar de tener las riñas de siempre, hoy deberán dejar eso a un lado y trabajar como equipo.

—Pero es un hombre y… un niño.

—Mi consejo es que no los subestimen, señores. Les pedí este favor específicamente a ellos por una buena razón. ¿Listos para jugar? —preguntó la profesora que se dirigió al centro de la cancha y hacía las veces de árbitro.

El rubio y el moreno se encogieron de hombros y fueron a tomar su posición para el partido.

Para cuando el sonido de silbato resonó en la bóveda del pequeño estadio, Gai ya tenía posesión de la pelota y corría a la otra punta de la cancha junto a Lee para anotar una canasta.

—¡¿Y qué estás haciendo?! —regañó Minato a su compañero corriendo a toda velocidad para impedir la anotación.

—¡No lo vi venir, corre demasiado rápido! —respondió a gritos Fugaku que iba en la misma carrera.

Escabulléndose con ridícula facilidad, Lee y Gai anotaron una canasta. Luego otra. Y a esa le siguió otra. Sin importar cuanto lo intentaron, ni Minato ni Fugaku fueron capaces de seguirles el ritmo a ese par. La coordinación que tenían el maestro y el alumno era extraordinaria, sin dejar de lado su buena condición física.

El tiempo que nuestros protagonistas tenían la pelota en su posesión era prácticamente nulo. A veces el pase era muy largo y se les escapaba de las manos, a veces uno se resistía a soltar la pelota, a veces la puntería les fallaba. Cual fuese el caso, el marcador iba de mal en peor.

Naruto animaba a su papá con toda la fuerza de sus pulmones. Sasuke prefería guardar la compostura y dirigirle a su padre una mirada de ánimo de vez en cuando; la tarea de los vítores se la delegó a la otra mitad de las maestras que quedaron encantadas con el Uchiha mayor.

Después del primer tiempo, perdiendo cero a veintiocho por misericordia de Lee y Gai, Fugaku y Minato apenas y se sostenían el uno al otro para no caer de bruces contra el suelo.

—Me estoy volviendo demasiado viejo para esta mierda… —resolló Minato entre bocanadas de aire.

—No vayas a caerte, porque caeré sobre ti…

—No te atrevas, que no soy tu jodido colchón.

—Ya te gustaría serlo, rubio oxigenado.

—¡Eres un…! ¡Soy rubio natural, idiota!

—¿Qué están pensando? ¡No los traje aquí para que perdieran, me están haciendo quedar en ridículo! ¡Aposté por ustedes y quiero mi dinero de vuelta! —exclamó indignada la maestra, mientras agarraba por el cuello a los dos hombres y los inclinaba a su altura—. Faltan unos cinco minutos para que vuelvan a la cancha, piensen en algo y por lo menos empaten. Si no lo hacen, juro que en la próxima sesión los haré sufrir de verdad.

Fugaku y Minato asintieron vigorosamente con la cabeza y ella les soltó. Les dirigió una mirada amenazante y volvió a los asientos.

—Está loca de remate —comentó el rubio.

—Me alegro que te hayas dado cuenta, pero tenemos problemas más grandes.

—¿Más grandes? ¿Acaso eres sordo? ¿No escuchaste lo que nos dijo? ¡Es retorcida!

—Sé que pensar profundamente para ti es toda una imposibilidad, pero ayúdame a planear algo para ganar el partido y no tener que preocuparnos por lo que nos va a hacer, ¿de acuerdo?

—Hecho, pero sin insultos.

—Trato.

Y juntaron las cabezas el tiempo que les quedaba, planeando su táctica de juego.

Cuando volvió a sonar el silbato, iban listos para remontar ese marcador.

A ellos les tocó sacar, así que fue más sencillo. Aprovecharon sus destrezas. En lugar de esperar a que Fugaku le hiciera un pase cercano, Minato corrió hasta la otra punta de la cancha con una velocidad que dejó boquiabiertos a todos los presentes. El moreno lanzó la pelota con todas sus fuerzas y cayó justamente en las manos de su compañero, que fácilmente hizo una anotación antes de que Gai y Lee llegaran a su lado.

Los vítores crecieron rápidamente y Minato lanzó una sonrisa glamorosa a sus aficionadas. Fugaku rodó los ojos con exasperación y murmuró algo parecido a “Exhibicionista”.

Para el final del partido, el tablero marcaba treinta y dos a treinta, a favor del equipo Namikaze-Uchiha, nombre a cortesía de Minato.

Cuando el silbato indicó el final del partido y el árbitro gritó el nombre de los ganadores, las maestras rompieron en aplausos porque pocas personas se podían vanagloriar de vencer a Gai o a Lee. Los contrincantes se acercaron y tanto el profesor como el estudiante les felicitaron por su trabajo en equipo y agradecieron haber tenido un juego tan entretenido, asegurándoles que habían ganado la batalla pero no la guerra.

Todos comenzaron a retirarse, quedando a solas la maestra, los dos padres y sus respectivos hijos.

—Ganamos —murmuró Fugaku, aún atónito con su victoria, todavía inmóvil en medio de la cancha.

—¡No seas aburrido, alégrate! ¡Ganamos! —gritó Minato completamente eufórico, tomándolo por sorpresa al saltar sobre él para abrazarlo.

Fugaku no pudo hacer otra cosa que recibirlo en sus brazos, abrazando con fuerza el cuerpo que se aferraba a él de manera inconsciente.

La emoción de Minato era tan contagiosa que el moreno lo levantó ligeramente del suelo y le dio una vuelta completa, escuchando la cristalina risa del rubio que barría todo su cansancio y que incluso logró que esbozara una sonrisa.

Fugaku puso al otro en el suelo pero Minato no desenredó los brazos de su cuello ni él los quitó de su cintura. Se quedaron mirándose en silencio, absortos en su cercanía.

Minato sintió el calor que emanaban las mejillas pálidas del Uchiha, que se le antojaron suaves como la seda. Fugaku quedó maravillado de poder apreciar unas motitas azul oscuro vagando dichosas en sus ojos y unos lindos labios fruncidos en un rictus nervioso.

“¿Por qué no me suelta?” pensaron los dos simultáneamente, aunque sin hacer ningún movimiento por iniciativa propia.

—Ejem, ejem —carraspeó la profesora a unos cuantos pasos de ellos, haciendo que se separaran en fracciones de segundo—. Perdón, ¿interrumpo algo?

—No, ya nos íbamos —replicó el moreno amablemente buscando el camino a los vestidores con el rubio siguiéndole a pocos pasos.

La maestra no dijo nada al respecto. Echó un vistazo a sus alumnos. Afortunadamente, Sasuke y Naruto estaban demasiado ocupados peleando al tratar de determinar quién de los dos padres era el mejor jugador.

Los señores regresaron más pronto de lo que ella esperaba y volvían totalmente recompuestos. Como si nada hubiera pasado.

—¿Alguna cosa que debamos traer para la próxima reunión, señorita? —preguntó Minato arreglándose las mangas.

—No, señor Namikaze. Solo debe regresarme el uniforme.

—Si no le molesta, preferiría lavarlo y traerlo limpio el lunes de la siguiente semana.

—Yo también quería ofrecerle lo mismo, señorita.

—Como gusten, señores. Señor Uchiha…

—Dígame.

—Su mejilla derecha comienza a enrojecerse, ¿se golpeó durante el partido?

Fugaku inmediatamente llevó la mano a su rostro y tocó la zona afectada. Le dolió un poco al presionar en ella.

—Quizás, en realidad no recuerdo si me golpeé.

—Por favor póngase hielo al llegar a su casa, no quiero cargar con el peso de conciencia de que se lesionó por mi culpa —ordenó la profesora con mucha firmeza, el Uchiha cabeceó en resignado asentimiento—. A ambos: Recuerden que hay tarea de ciencias para el lunes y Sasuke y Naruto deben trabajar duro este fin de semana.

—Entendido —respondieron ellos al unísono.

—Hasta el próximos viernes.

—Hasta pronto —respondió Fugaku, ubicando a Sasuke.

—Cuídese mucho —se despidió Minato, buscando a Naruto para llevarlo a casa.

Ella los vio marchar. Soltó una risita complacida y palpó con cierto orgullo el bolsillo de su pantalón. La imagen del señor Uchiha y el señor Namikaze estaba más que grabada en su retina. Estaba inmortalizada en una foto en su celular.

Habían pasado tres meses y un poco más desde que comenzaron con esta pseudo-terapia de grupo y aunque a veces se volvía preocupante porque la rivalidad entre ellos (grandes o pequeños) era difícil de manejar, la chica tenía la sincera impresión de que todo estaba mejorando. No habían terminado las peleas, claro que no. Pero ahora parecía que las mantenían más por la costumbre que por verdadero odio.

Sip, algo le decía que todo iría bien. Y juzgando los últimos eventos, ella diría que demasiado bien.

 

 

El camino a casa fue por medios separados. Fugaku y Sasuke subieron a su auto y Minato y Naruto subieron al suyo. Habían quedado de acuerdo con ir a casa de los rubios para hacer la tarea, dado que Naruto había ganado en piedra-papel-o-tijera. A Sasuke le daba igual, pero Fugaku no tenía ninguna intención de dejarlo solo en territorio enemigo así que prometió acompañarlo toda la tarde si era necesario.

Al no más llegar…

—Papá ¿puedes hacer galletas? Trabajaré mejor con el estómago lleno —pidió Naruto con su carita más dulce.

—Por supuesto ¿tú también quieres, Sasuke? —preguntó Minato cordialmente. El aludido miró fugazmente a su padre, luego contestó:

—Será un placer, señor Namikaze.

—Estarán dentro de unos minutos.

—¡Gracias papi, te quiero! —y el rubio corrió escaleras arriba seguido del morenito que respiraba hondo, armándose de paciencia.

Fugaku, mientras tanto, miró atentamente el hogar.

—Tu casa es tan… tú —comentó mientras dejaba el abrigo en el perchero y caminaba adonde Minato quisiera llevarlo.

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé. Quizás es porque está pintada totalmente de anaranjado, pero puedo equivocarme.

—Qué chistoso, Uchiha. Morirías antes de reconocer que te has equivocado —bromeó Minato encaminándose a la cocina.

—¿Por qué un color tan poco sutil? —quiso saber el moreno tomando asiento en la mesa.

—A Naruto le gusta el color y a mí también, ¿cuál es el problema? —contestó el rubio a la defensiva al sacar un trozo del hielo del refrigerador para ponerlo en una manta.

—Ninguno. Era curiosidad puramente académica —los ojos negros miraron confusos el hielo que le tendían.

—Póntelo.

—¿Para qué?

—Para que no tengas un lado de la cara más grande que el otro. Un “gracias” habría estado bien, bastardo arrogante —replicó el de los ojos azules buscando en su alacena la harina para hacer galletas y revisando su lista mental para comprobar si tenía chocolate.

—Gracias, rubio.

Minato apretó las mandíbulas, mordiendo el interior de su mejilla, intentando contener alguna impertinencia que los llevara a una discusión acalorada. Habían progresado mucho estas semanas y no tiraría todo por la borda. No obstante, requería un esfuerzo titánico de su parte, especialmente cuando podía oír la sonrisa en la voz de Fugaku. Lo enfurecía.

—Auch… —escuchó a sus espaldas pasado un rato, y maldito sea, porque no pudo resistir la tentación de voltearse.

—¿Ahora qué te pasa?

—Quema —explicó Fugaku refiriéndose al hielo en su mejilla, que retiraba de su rostro a los pocos segundos.

Minato dejó lo que estaba haciendo, se limpió las manos y agarró una silla para colocarla justo al lado del moreno.

—Dame acá, niño grande —exigió, sujetando el hielo con una mano y tomando la cara de Fugaku con la otra.

Suavemente, el rubio comenzó acariciando la mejilla del herido con el hielo, acostumbrando la piel a la temperatura. Luego dejó el hielo ahí durante un minuto, asegurándose de mirar constantemente el reloj en la pared. Pasado el minuto, repetía la caricia para que la mejilla del Uchiha no perdiera la sensibilidad.

Fugaku ni siquiera se preguntó por qué dejaba que las manos de Minato lo tocaran con tanta libertad. Simplemente se dejó hacer.

—¿Qué pasó con las galletas?

—Solo tardaré cinco minutos. Además, las tendrán luego de que hayan trabajado un poco, será su premio.

—¿Estás seguro de que puedes cocinar? ¿Cómo sabes que no terminaras enfermándolos o algo peor?

—¿Qué es lo peor que les puede pasar?

—Una intoxicación.

—Gracias por tu confianza, Uchiha —ironizó Minato—. Para tu información, he resultado ser un buen cocinero. Han sido años de práctica porque Naruto siempre trae a sus amigos a la casa y piden galletas de vez en cuando.

—Te admiro, Namikaze.

—¿Eso es sarcasmo?

—No, por una rara vez no me estoy burlando de ti. Creo que soy tan malo cocinando que no puedo ni cocer un huevo.

Minato dejó salir una carcajada, incrédulo a lo que escuchaba.

—Ahora tengo la certeza de que no eres tan perfecto como presumes.

—¿Y tú desde cuando adquiriste la práctica?

—Desde siempre —contestó el rubio al tiempo que retiraba el pedacito de hielo que sobró y su expresión se ensombrecía de forma repentina.

—¿Qué quieres decir? —presionó Fugaku.

—Yo no nací en una cuna de oro, Uchiha —pronunció Minato con voz apagada—. Todo lo que hay en esta casa lo he conseguido con mucho esfuerzo. No tengo dinero para pagar una niñera, Naruto y yo siempre hemos estado solos.

Minato se maldijo internamente porque había terminado diciendo más de lo que quería decir.

—¿Qué le pasó a su madre? —dijo el otro sin tapujos; lo mejor era ir directo al grano.

—No tengo ninguna razón para hablar de esto contigo —objetó el ojos-azules queriendo levantarse de la mesa.

El agarre firme de su muñeca por la poderosa mano del ojos-negros se lo impidió.

—Si contestas mi pregunta, prometo que te dejaré hacer la pregunta que tú quieras y no mentiré.

Resta decir que Minato lo escrutó con mucha dureza, evaluando su honestidad.

—Kushina murió cuando nació Naruto. Hubo complicaciones en el parto, el doctor no paraba de explicarme cosas que no entendía porque usaba una jerga médica. Alcancé a entender que mi esposa tenía hemorragias intensas y que el parto estaba obstruido —Minato respiró hondo, luchando porque no se le quebrara la voz—. Llegamos al punto en que era su vida o la del bebé. Ella tomó la decisión mucho más rápido que yo naturalmente, y no dejó de decirme… de aconsejarme.

—Ella eligió a Naruto —dijo Fugaku, alentándolo a continuar.

—Creo que estaba tan conmocionado que apenas entendía lo que pasaba. Naruto nació y ella alcanzó a verlo. Le habló al oído con susurros, se dijeron cosas de madre e hijo supongo. Cuando tenía a nuestro hijo en mis brazos, ella ya se había ido.

Minato tampoco se percató del momento exacto en que se sostuvo de la mano de Fugaku para seguir adelante con el relato, hasta el final. Estaba peleando con las lágrimas, resistiéndose ferozmente a mostrarse vulnerable.

Fugaku le dejó estar en silencio, él personalmente estaba asombrado de la vida que su antiguo contrincante había llevado durante tanto tiempo. Tener que criar a un niño completamente solo no era una tarea sencilla. Requería de un coraje especial. Las noches que tuvo que pasar, mientras el bebé lloraba rogando por leche materna mientras Minato hacía un tremendo esfuerzo por encontrar el mejor sustituto posible.

—Fuiste muy valiente —dijo el Uchiha, felicitándolo desde el fondo de su corazón.

—No seas condescendiente conmigo —replicó el Namikaze una vez logró estabilizar su voz.

—Creo que soy la única persona que jamás será condescendiente contigo. Lo digo muy en serio: Has hecho un gran trabajo. Naruto es un buen niño y sé que será un buen hombre, gracias a ti.

Minato sonrió de manera radiante y Fugaku sintió algo pegar un brinco dentro de su pecho. Sin comprender la razón, Minato sintió su cuerpo se relajarse, mientras Fugaku aún tenía presa su mano en un tenso apretón.

—Es curioso que digas eso.

—¿No harás tu pregunta?

—No tengo ni idea de qué preguntar y no voy a desperdiciar la oportunidad que me has dado —dijo el rubio con un cierto tono juguetón, levantándose de la mesa para hacer las galletas de una vez por todas.

—Eso es trampa.

—No pusiste las reglas del juego, no te quejes.

Lo que restó de la tarde hasta el anochecer se les escurrió entre los dedos. Minato le enseñó a Fugaku a preparar café por su cuenta. No era mucho, pero fue un detalle que el moreno encontró significativo. Para el otro, fue en pago de la paciencia que tuvo al escucharle.

Sasuke y Naruto bajaron a comer sus galletas haciendo un pequeño reporte acerca del avance de su proyecto. Cuando llegó la hora de que los morenos regresaran a su hogar, Minato y su hijo los fueron a despedir.

Los niños fueron discutiendo acerca de cuál sería el experimento perfecto para mostrar en clase, pero no lograrían ponerse de acuerdo esa noche.

—Sasuke es más terco que tú, pero me cae mucho mejor —comentó Minato caminando junto al Uchiha mayor hasta llegar al estacionamiento.

—Que Naruto no te oiga decir eso.

—¿Seguro que no quieren quedarse a cenar?

—Realmente no puedo. Siento mucho no poder quedarme a que me intoxiques —declinó Fugaku, descubriendo que lamentaba de verdad tener que rechazar esa oferta—. Itachi tiene una banda de amigos muy particulares y quiero saber que ya está en casa, a salvo.

—¿Itachi?

—Mi hijo mayor —aclaró con un matiz casi imperceptible de orgullo.

Fugaku volteó a ver a Minato por última vez en aquella noche sin poder encontrar las palabras adecuadas para despedirse y sin poder despegar su mirada de esos ojos que le recordaban el mar y su elegancia.

—¿Quieres un beso de despedida, Uchiha? Lamento decirte que eso no será posible hasta que no me invites a una película y a una cena.

—Rubio tonto —murmuró el susodicho para sí mismo pero con un movimiento aventajado robó un beso de la mejilla de Minato, solo porque no soportaba la actitud de su rival—. Gracias por todo.

Minato, que quedó paralizado ante su toque, se veía hermoso sonrojado.

Fugaku, con gesto aristocrático, se dio la vuelta y se metió en su auto junto a Sasuke que concluía con la última pelea del día.

—¡Ojalá y te mueras, teme!

—Sigue soñando, dobe.

El carro arrancó y alejó a los Uchiha rápidamente de la casa de los Namikaze.

 

 

Sasuke sabía que la precaución era innecesaria, pero esperó a que por lo menos las figuras de los rubios ya no fueran visibles por el espejo del retrovisor. Una vez lo consideró prudente, soltó la bomba con un regocijante sentido de poder:

—Te vi.

Nunca antes y nunca después, dos palabras habían hecho que Fugaku Uchiha se sonrojara tan violentamente frente a su hijo.

Sasuke sonrió con esa arrogancia indomable propia de su estirpe y pensó en que diría su tonto hermano mayor cuando le contara la buena nueva. Itachi y él podían ser grandes aliados cuando se lo proponían.

 

 

Volviendo a la casa que dejamos atrás, Minato suspiró viendo al auto perderse en la lejanía, mezclándose con la noche oscura.

Naruto, que encontró preocupante el suspiro de su papá, llamó su atención con prontitud.

—¿Por qué te pones así? ¿Te dijo algo feo el papá del teme? —el pequeño estiró los brazos para que su padre lo alzara.

—¿Teme? —repitió el mayor extrañado, accediendo a su petición.

—Sasuke.

—No, no me dijo nada malo. ¿Por qué lo preguntas?

—No lo sé… ¿Qué intenciones tiene contigo?

—¡Ninguna! —exclamó Minato en defensa propia ante la mirada peligrosa de esos ojos que eran idénticos a los suyos. Naruto hizo un mohín y espetó:

—No le creo, seguro que pronto intenta algo. Trataré de no dejarte solo de ahora en adelante —decidió el hijo con fervor, dispuesto a defender la castidad de su padre.

—¿Te desagrada el papá de Sasuke?

—Me cae mejor que el teme, pero eso no le da derecho a nada.

¿Sería posible…?

De repente, la idea de esa película y esa cena con el Uchiha no sonaba tan mal.

Tal vez…

Minato decidió que el tren de pensamiento de Naruto lo pondría en grandes aprietos algún día. Lo llevó dentro de la casa y trató de no pensar en nada fuera de un gran plato de ramen y una buena maratón de películas en la sala con su hijo.

Habría que esperar hasta el próximo encuentro.

 

Notas finales:

 


ACLARACIONES: Amores, ustedes me pidieron una continuación, queda totalmente en su poder que esto siga adelante. Y esta vez seré estricta con los RR. No hay comentarios, no hay continuación.


 

Si se preguntan por qué Minato es viudo en varios de mis FF, es porque a mi criterio Kishimoto planteó una relación muy sólida entre Minato y Kushina. No se me ocurre otra manera de separarlos, no me da la sensación de que ellos podrían haberse separado por circunstancias normales ( :/ ) No puedo decir lo mismo de Fugaku y Mikoto.

Espero que todos lo hayan disfrutado, muy sinceramente. Que les haya hecho pasar un buen rato y como mínimo que no les aburriera.

¿Comentarios? ¡Soy todo ojos! ( XD ) Y queda totalmente a su decisión.

¡Gracias por su lectura! Es un honor para mi que usteden lean.

Cuídense mucho.

¡Hasta luego!


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